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LOWER DENS (Nootropics, 2012)



Madurar engorda.

Hace cerca de dos años vaticiné que Lower Dens sería un grupo de los grandes, que crecería disco a disco regalándonos canciones inolvidables en un futuro próximo. Su primer álbum, Twin-Hand Movement, publicado en verano de 2010, a parte de obtener críticas muy favorables, les proporcionó un material con el que no han parado de girar durante estos dos años, madurando su sonido hasta convertirlo en algo sólido y más bien duro, consistente. Les vi en concierto aquel invierno de 2010, en la carismática Sala Moby Dick de Madrid, y el pasado mayo en el Primavera Sound; y lo primero que se me pasó por la cabeza fue que habían engordado. Nootropics es el resultado material de ese proceso de madurez prematura (valga el oxímoron): no sé si hacia adelante, pero es el paso en la dirección que todos esperábamos, a tenor de lo escuchado en su ópera prima.

Es posible que la propia Jana Hunter haya ganado también unos quilitos: aunque la música sea básicamente la misma, con un estilo muy marcado desde el principio, el acento de inestabilidad de su primer trabajo, de desequilibrio y de angustiosa necesidad de exteriorizar un discurso plagado de sentimientos contradictorios, pegaba a la perfección con su apariencia desgarbada: aquella figura raquítica de mirada afilada, aferrada siempre a su guitarra, se movía más ágil, de día y de noche, siempre como huyendo de algo. Esa sensación de inestabilidad y desequilibrio parece haber desaparecido: Hunter camina con paso más firme, decidida, consciente ya de cuál es el canal de comunicación entre su interior y el resto del mundo. Ha engordado, y Lower Dens, aunque haya perdido agilidad, ha duplicado su corpus, su materia y su presencia.

Nootropics presenta, además, ciertas diferencias con respecto al primer álbum de esta banda de Baltimore, a nivel instrumental y estructural. Formalmente, como ya he dicho, me parece igualmente sobresaliente, por el tufo insoportable a ellos mismos que posee en todo momento, aunque con menor versatilidad. Pero es más calmado, entre otras cosas, porque creo que carece de esa necesidad de hacerse oír de la que hablaba antes, y nos mantiene en sedación constante, bajo una complicada y tosca argamasa instrumental y melódica. Hunter, en ese sentido, se abandona bastante al teclado, a lo Victoria Legrand, dejando a las cuerdas formar una tela de araña que, a la postre, hace las veces de suelo con mayor firmeza que cuando su guitarra dirigía la melodía con mayor protagonismo.

En cualquier caso, destaca por encima de todo el resto del Cd Brains, el primer single, con ese insistente y coordinado cabalgar de batería y guitarra, que va abriéndose e incluyendo a los demás instrumentos, hasta alcanzar, en su lógica y propia evolución, una intensidad hasta ahora nunca vista en Lower Dens; al menos no tan cocida a fuego lento: sólida, densa y pacientemente. El teclado va ganando protagonismo y la voz de Hunter sale reforzada tras un primer tema, Alphabet Song, donde recuerda, quizá demasiado, a Beach House. Pero la densidad y la ligera monotonía anestésica se muestran tras Stem, la versión agilizada del hitazo: en Propagation, una dilatada y cinemática canción saturada, con transparencias hermosas por donde pasear nuestros oídos, plagadas de guitarras que gimen en la madrugada. Una monotonía que bien podría acompañar largos paseos nocturnos, en la soledad de un invierno húmedo y tranquilo.

La apuesta por la reiteración empieza a parecer un tanto obsesiva en Lower Dens cuando comienza Lamb, tema de estructura a planta circular, con claraboya central. Pero la base queda y de rítmica casi minimalista permite el primer gran lucimiento vocal de Jana Hunter, con cierta voluntad de protagonismo. Candy, a continuación, sí marca un punto más encarado, más dinámico, aunque sea en un claro picado, menos monótono, pero siempre desde la saturación y la intensidad. En ese aspecto, el momento más complicado del Cd es Lion In Winter pt. 1: un ejercicio de experimentación instrumental sin dirección alguna. Ahora, superado ese momento, el disco nos regala aún dos buenas piezas: Lion In Winter pt. 2 y Nova Anthem. La primera es quizá la versión más pop-playera de Lower Dens, pero con acabados, enlaces y arreglos bastante ingeniosos: ideal para acabar los conciertos dejando sabor a esperanza. Y Nova Anthem, que es el segundo y más grande lucimiento vocal de Jana Hunter, que emana de una bonita torre plateada y afilada erigida desde los cimientos a base de un ritmo casi digital y un teclado clerical.

Ignorando un poco la enervante canción final, In The End Is The Beginnig, que más bien parece un paseo por el oscurantismo de remordimientos más digeridos, nos queda un Cd irregular, aunque curiosamente monótono y pesado (ambos términos en el mejor de los sentidos), con dos o tres temas de verdadero peso, y con Brains como bandera. A Lower Dens, y a ningún grrupo debutante se le exige que todos los temas de su segundo álbum sean perfectos, como tal vez sí se les exige del primero para llamar la atención. Basta con que corroboren sus buenas maneras, sus estilo bien marcados y su futura proyección con una serie de temas que renueven nuestro oído, y no nos haga volver al primer trabajo. Nootropics es, por tanto, un Cd que les corrobora y que les hace avanzar, más maduros, en la dirección que todos esperábamos.





SIGUR RÓS

 


¿Amanece o anochece?

Llevaba tiempo esperando poder decir lo siguiente: ¡Sigur Rós han vuelto! Cuando hace apenas dos años anunciaron que se tomaban un descanso indefinido, para centrarse en sus carreras en solitario, jamás imaginamos que necesitarían tan poco tiempo para darse cuenta de lo huérfanos que nos dejaban a todos sus seguidores. Es como si últimamente hubieramos tenido que aprender a dormir solos por las noches, sin el cuento o la canción de cuna con la que nos criaron nuestros padres. Pero ahora, como venidos de un largo viaje que se antojaba solo de ida, vuelven el calor de sus manos a arroparnos, el sosiego de su voz a embelesarnos, y su contar melódico y nostálgico a conducirnos, envueltos en paz y harmonía, a donde solo la imaginación y la magia reinen sobre mi mente.

Los islandeses siempre han sido un grupo diferente, una banda a parte. Con una sensibilidad especial, y un inalterable fondo de bondad absoluta, siempre han parecido de otro planeta: los protagonistas, quizás, de una mitología tan del norte que pertenece a las estrellas. Serían la leyendo de quien creó de la oscuridad la luz, de quien le dio voz al silencio, de quien armonizó el cielo con la tierra, el fuego y el hielo, y la noche y el día. Sigur Rós no podían nunca pasar inadvertidos: hegemónicos sobre el post-rock, el space-rock y el dream-pop del siglo XXI. 

Ahora han vuelto y percibimos ciertos cambios: transformaciones naturales que se han ido produciendo a fuego lento, y que ahora se muestran orgullosamente enunciadas. VALTARI no tiene el fresco verdor de otros discos, ni la tensión ni el ritmo de galope; no tiene el desarrollo apocaliptico que nos hizo estremecer en obras pasadas. Pero en el poso de su sonido se nota todo eso, interiorizado y fusionado en sus entrañas. Se entrevén, más allá de la apariencia harmónica y casi tántrica del nuevo disco, todas las etapas y estratos que han conducido a Sigur Rós al punto exacto musical en el que se hallan. Y como no podía ser de otro modo con gente así, el ciclo de los islandese remite a un lugar muy familiar para todos, cerca de sus orígenes.

No es que VALTARI sea un volver a empezar, una vuelta al principio, pero sí se respira esa misma suspensión en la nada que se apreciaba en el Von: una nada llena de detalles como surgidos de la inercia y del caos puesto en paz, observado lenta y apaciblemente. Hay, frente a su primer disco, una mayor capacidad de síntesis, de silencio y suavidad. Y aunque rítmicamente sea, como aquel, mucho más monótono que los demás álbumes, la riqueza compositiva de melodías y texturas supera con creces la que aquel disco áspero, denso y desafiante con el que se presentaron al mundo. 

Es como contraponer el alba con el atardecer: inconfundibles entre ambos, no son más que el sol puesto en el mismo ángulo. Sigur Rós hace que nos dé igual si empiezan o acaban, si es el principio o el fin de algo; hacen que, sin más, te detengas un instante y observes qué hay afuera, ahí, frente a tí, a tu alrededor. El cromatismo característico de los islandeses, en este como en sus mejores trabajos, nos recuerda una vez más que el hogar de cada uno es uno mismo, y que aunque el mundo es grande y asusta, es precisamente ahí donde radica la magia de estar vivo. 

Desgranar VALTARI es como descorrer vestidos de seda en busca de un secreto que reluce en el fondo del armario. Puede que la tensión y el gótico de anteriores etapas haya menguado, pero parece que su paso por el barroco ha concluido, dejando atrás esa fase, orquestal y florida, que representa en la carrera de Sigur Rós el Með Suð I Eyrum Við Spilum Endalaust. Canción a canción encontramos siempre una contención natural a los sentimientos que, en anteriores trabajos, se expresaban con más aínco e intensidad. Pero transmiten todo el proceso de lucha y contradicción dialéctica interna que han sufrido para llegar hasta aquí. No habrá momentos de éxtasis más allá de Varúð o Rembihnútu, y sin la grandilocuencia de antaño. Ni voz en las últimas canciones, como ese final anticipado al que solo ellos saben poner música. 

Tal vez haya gente que crea que este disco solo vale para echarse la siesta, y no hace falta que le augure dulces sueños, porque estoy convencido de que los tendrá. Y más que dulces, los tendrá plateados, y de ese azul tan poco carnoso al que han vuelto los islandeses. Después de su exito por todo el mundo, su florecimiento cuando Jonsi buscaba en solitario, y después de la promoción que hicieron con Heima e Inni, esta vez sí, Sigur Rós han vuelto...a casa.

Os dejo el documental Heima, que es una joya.

LOS EVANGELISTAS



Doce escalones que miran al cielo.

Me resisto a pensar que éste pueda ser un disco para iniciados. Es verdad que cuando Enrique Morente murió, en aquel lluvioso otoño de 2010, muchos le lloramos y auguramos que nunca nadie nos haría sentir como nos había hecho sentir él; y es verdad. Pero también es cierto que para todos los que nos derretimos escuchando el Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick una y otra vez, este álbum resulta un regalo que parece proceder de las nubes. Por eso, el HOMENAJE A ENRIQUE MORENTE del supergrupo Los Evangelistas, es un Lp especial. Los responsables de esta obra de arte son Antorio Arias, de Lagartija Nick y J, Florent y Enric Jiménez, de Los Planetas, con la aprobación y colaboración de miembros de la familia Morente. La continuación de la gran obra, la herencia del genio: la escalera que conduce al inmortal Enrique.

Pero para quien no esté iniciado en la obra de cantaor granadino, y más concretamente en su álbum Omega, diremos que marca un hito insalvable en el flamenco: trabajado y editado con la banda de rock gaditana Lagartija Nick, y versionando poemas de Lorca y canciones de Leonard Cohen, el Cd recrea la unión perfecta y eterna de ambos géneros, teñida a veces con la luz y el ritmo apocalíptico de la poesía del '27, y otras con la elegancia de bailarín de vals del judío de Montrèal. En mi modesta opinión, el mejor disco de la historia de la música contemporánea española. Tal vez la puerta a la traición, o quizá a la apertura conceptual del flamenco: un género eminentemente conservador... hasta el Omega.

HOMENAJE A ENRIQUE MORENTE llega 18 años después de aquel hito, en el que por supuesto también participó Antonio Arias. La madurez de aquella herencia ha eclosionado ahora en un trabajo muy serio, poderoso y señorial, carnal, emocionante y repleto de cariño y profunda admiración: es un monumento esculpido en música a la memoria del Maestro, con el material y las herramientas que él mismo inventó. Solo le falta, para ser ya perfecto, que el mismísimo Enrique Morente hubiera grabado las voces.

La fórmula es sencilla, pero funciona: ha nacido de ella un organismo vivo y complejo, marcado a fuego por el destino del flamenco, pese a que su cuerpo nos engañe y nos haga creer que es de rock. Todos los temas menos uno, El Loco (distinguible por el ritmo acelerado), son versiones de canciones de Morente, y entre todas forman un todo tan compacto y bien estructurado que solo al final deja alguna rendija por donde poder escapar: el sonido del disco te atrapa y no te deja respirar, de principio a fin, sin bajones ni treguas. Son doce piezas grandes de piedra perfecta, pulida con la rugosidad del cante popular, que nos acerca al imborrable recuerdo del genio. Desde el principio salen a la luz los elementos de la fórmula: guitarras que hablan de fondo con su distorsión, que son telones llorosos que surgen de lo profundo, que se rasgan, aúllan, y lo oscurecen todo, con el regusto a post-rock y post-punk que, de seguro, ni siquiera el Maestro supo que aplicaba. Una batería de bombo y timbales hondos, pausada pero implacable, y platos brillantes que iluminan la tragedia con el blanco andaluz de las farolas; testigos de la calle.

El cuerpo casi me obliga a describir qué es lo que siente, porque algo activa dentro de mí, algo que no creo que tenga demasiado que ver con el hecho de ser español: nunca he reconocido en mi interior los paisajes sureños que tanto han inspirado al folklore nacional; ni la idiosincrasia del flamenco. Pero este sincretismo activa en mí el misterio del credo que nunca tuve, aún siendo hijo de la Contrarreforma. 

Detrás de este HOMENAJE A ENRIQUE MORENTE hay una producción impecable que hace que, por una parte, resulte un corpus homogéneo, y por otra, que parezca que cada canción es única en su especie. El disco se abre casi como se abría la Misa Flamenca del Maestro, con un Gloria que parece provenir de las mismas puertas del más allá, desde lo más profundo de la fe, desde el mismo miedo al apocalipsis que hace que todas las generaciones de los hijos de Dios le cantemos, desesperados, una y otra vez. El ritmo de bombos galopantes, y de guitarras plañideras, son el primer chute de esta droga. ¡Y cómo se enlaza con Decadencia! Con una guitarra colgada de las cuerdas más sagradas, con el eco de una distorsión que son la traducción del silencio eterno del poeta. 

El disco está lleno de momentos de extraordinaria calidad, de situaciones musicales inolvidables, de descripciones largas y ricas de una atmósfera que se sostiene increíblemente más de lo que en apariencia se podría. En Un Sueño Viniste, por ejemplo, tiene hasta la desfachatez de parecer una pieza de rock progresivo, aunque la intensidad y la tensión no claudiquen ni un segundo. También Encima De Las Corrientes, pero a estas alturas del disco uno es casi drogadicto de Morente, y ya no nota las diferencias terrenales de unos temas que son lluvia de gracia divina. Ésta empieza con un cante ondulado temeroso del mañana, con un punteo cenital, y con unos ecos que marcan, triste y amenazadora, una melodía que sobrevolará, cuan ave rapaz en cacería, al bajo, vigilando que no se le escape. Al escucharlo, pienso que es de los mejores temas del Cd. 

Pero luego llega Delante De Mi Madre, y me rompe. Me rompe Carmen Linares, y es una de las sensaciones más bonitas que mi cuerpo es capaz de sentir: el desprendimiento de uno de los muros que encierra nuestros corazones. Y esos últimos gritos de guitarra logran sobrepasarme y desbordarme. En Yo Poeta Decadente todo me sabe a la misma gloria que la del principio: las cuerdas colgadas que gritan y se rasgan, los ecos descriptivos y asesinos, esas voces (ahora la de Soleá Morente) que hablan directamente al cielo, hacia su público más admirado, y esos mismos ritmos hieráticos que inundan el disco de soberana trascendencia. Sin tregua, sin dejar de oír a Soleá, entramos en la estela decadente de La Estrella, precipitándonos por las laderas de la inmortalidad siguiendo el más bello de los cortejos fúnebres que se le han hecho nunca a nadie: uno que, básicamente, está hecho del material con el que nos hablaba el Maestro. 

Ahora bien, cuando el ritmo cambia en El Loco, el embrujo se esfuma: despertamos para despedir al genio con los ojos bien abiertos, mirándole de frente, con lágrimas en los labios, pero no en los ojos, para que las miradas sean fuertes como lo fueron sus palabras, y largas como las noches que no regaló bajo su manto, y profundas y sinceras como las cascadas de voz que le salían del estómago. Amante es todo eso, traducido en un puñao mísero de notas, y Alegrías De Enrique son las risas de después. El embrujo se da cerrado, y Donde Pones El Alma parece, por fin, el primer día después de su muerte: el liberador momento en que ya solo sonríes cuando visita tu mente; aunque haya dolor, algo se ha conciliado entre él y el recuerdo del genio. 

Sin ningún tipo de miramientos me atrevo a decir que HOMENAJE A ENRIQUE MORENTE va a ser el disco nacional del año. Muy, pero que muy bien lo tiene que hacer alguien si quiere desbancarlo. Queda mucho año aún por delante, pero lo que este álbum contiene ni siquiera se puede cuantificar con palabras ni cifras. Es, sencillamente, una obra de arte.

NEUMAN



Genética pop-rock; disfraz de post-rock.

¡Vaya sorpresón me he llevado con Neuman! Desde que escuché las primeras notas de su álbum de debut, PLASTIC HEAVEN, he pensado que tal vez haya cometido un grave error al no incluir su segundo Lp, The Family Plot, en la lista de lo mejor de 2011. Digo tal vez porque aún no le he escuchado. Porque un grupo así se merece la atención adecuada, y se merece que le haga justicia escuchando las veces que sean necesarias su primer trabajo antes de pasar al segundo. Merecen un número de escuchas suficiente, para así tener la noción justa de la espera, y poder entonces regodearme y rebozarme a gusto cuando llegue a lo realmente nuevo. Siento una deuda con Neuman, y pienso recuperar el tiempo perdido. Solo entonces pasaré a su siguiente Cd.

PLASTIC HEAVEN es un disco largo y generoso: casi 2 horas, 14 canciones, la mayoría de ellas de más de 4 minutos, y casi todas con mucho contenido y un gran valor ambiental. Mediante este trabajo Neuman se postula como una banda nacida para despejar las fronteras del pop con el post-rock, como Nudozurdo, por ejemplo. Su sonido se basa en elementos de ambos estilos, aunque también podría decirse de ellos que hacen un pop oscuro con un fantástico disfraz de post-rock. Si entendiéramos el post-rock en su definición más amplia diríamos que Neuman tiene esa facilidad genérica para hacer de la variación el centro de sus mejores canciones, esa inercia característica del sonido post-rockero que tiende a dar mayor importancia a una textura, a un punteo o a un fraseo insospechado, que surge de la propia canción y no de las partituras (en apariencia), a esa especie de creación progresiva que se enarbola siempre hacia arriba, ganando en complejidad y, a la vez, en profundidad. Diríamos que Neuman tiene claramente el color azul oscuro del post-rock, ese que cambia en el cielo, lenta pero implacablemente, todas las tardes al anochecer. Pero hay más suavidad en sus notas que en la mayoría de las composiciones del género. Por eso tal vez ellos, por fin, sean capaces de popularizar las bases del post-rock en nuestro país.

DISCO LAS PALMERAS!. Barcelona, 14-01-2012




La verdad es que me sorprendió que hubiera tan poca gente el sábado en La[2] de Apolo para ver a Disco Las Palmeras!. Con el pedazo de disco que han sacado, acogido con los brazos abiertos por la mayoría de publicaciones del género, esperaba, por lo menos, algún que otro apretón más en primera fila: calor, sudor, y un poquito más de esa sensación de angostura que predican en su Nihil Obstat. No fue, desde luego, por falta de entrega del trío, sino más bien porque las grandes batallas se libran entre mucha más gente. Voló la metralla, pero sin causar apenas víctimas, como concediéndonos el perdón, y sonaron con la seguridad y el arrojo de quién ha nacido preparado para lo peor, para el momento crítico; para el día del juicio final, tal vez.

La primera vez que me hablaron de Disco Las Palmeras! me los presentaron como los A Place To Bury Strangers españoles, quizás por esa semejante falta de tacto a la hora de presentar sus verdades. Pero ahora que he podido verles en directo, entiendo también que su universo musical se ha ido construyendo en base a la búsqueda de la parte cruda, del lado oscuro. No se refugian en el embellecimiento anestésico, ni en la magia blanca para explicar sus miedos: los presentan tal cual se les aparecen a ellos en la mente: caóticos, bajo un firme y colosal aspecto; como la superficie de la Tierra, que esconde el magma bajo su ilusoria estabilidad. El sonido áspero y punzante, las toneladas de penetrante distorsión que vuelcan en cada composición, el ritmo desafiante, y la densa y persistente atmósfera de choque y conflicto con que llenaron ayer la hueca sala del Paral-lell, son solo el lenguaje con el que se expresan fieles a su realidad.

M83



No. No voy a hablar del último Cd de M83. Paso del Hurry Up, We're Dreaming. No es que no haya tenido tiempo de escucharlo en profundidad, es que pierdo la paciencia de la repetición cuando algo no me convence, cuando algo no me entra a la primera. Cuando es un grupo nuevo simplemente desisto, lo dejo por imposible y paso a otra cosa. Pero cuando es el nuevo disco de alguien como M83, o le doy una y más oportunidades, o me pasa lo que en este caso: que termino huyendo a su obra más completa. Ante la decepción me he refugiado en DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS. Puede que haya gente a la que le guste lo nuevo (9 y pico en Ptchfork, nada menos), pero a mí me gusta demasiado ese segundo álbum como para apreciar lo bueno que hay (no lo dudo) en su reciente nuevo trabajo.

Yo querría que este disco quedara inalterado, protegido contra el tiempo, como inalcanzable, elevado sobre todas las cosas materiales de este mundo. Quise, cuando lo escuché por primera vez, que este grupo no hiciese absolutamente nada más: así quedaría este trabajo como el testamento de aquel milenio que ya era historia, como el legado silencioso de todo el ruido que emitió la humanidad desde que aprendió a hablar y a hacer música. Algo me ha dicho siempre dentro de mí que ignore cualquier otro disco de M83, que solo haga caso a su verdadera y única voz: DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS tiene ese aura de atemporalidad que hace de un sonido un estilo de música; campea sobre nosotros, suspendido en un mañana que nos recuerda terriblemente al ayer: siempre será futurista y retro a la vez. 



Todo lo demás que han hecho me parece una inútil imitación de este disco, un vano intento de evolución de algo inamovible, imperecedero. Es como el trazado de un bólido en una vuelta perfecta al circuito de carreras: todo lo que sea alejarse de la ortodoxia plasmada en el DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS me parece una desviación decadente, una caída de nivel, una bajada a tierra firme, al territorio de las cosas mortales. Y el sonido de M83 no debería pertenecer a ese mundo. 

Es la perfecta unión de shoegaze con la música electrónica. En ningún otro momento les salió tan bien esa mezcla, o quizá les dejó de interesar. Amalgamar el modernismo de la electrónica ambient, la nostalgia característica de la Generación X, la épica futurista a lo Blade Runner y el sonido infinito del post-rock instrumental no es fácil, pero el resultado es asombroso. Las piezas de este Cd encajan como si hubieran nacido todas de una vez, como pura narrativa de ciencia ficción: sólida e implacable. 

Este dúo francés ama las guitarras bien distorsionadas. Pero del mismo chorro liso y recto de las eléctricas en cascada hacen brotar teclados tipo Vangelis, y ritmos mucho más vivos que los de Pale Saints, Slowdive o Bethany Curve: el sancta sanctorum del shoegaze de los '90. Run Into Flowers, 0078h, America y Cyborg son los mejores ejemplos. Luego hay temas donde ni la electrónica ni la distorsión de guitarras parecen tener protagonismo: temas lánguidos como In Church, On A White Lake, Near A Green Mountain o Be Wild en los que, sin embargo, te van envolviendo como una manta de fieltro viejo; con un desarrollo apático pero esperanzador. 

Lo mismo pasa con Unrecorder, Noise y Gone. Son mis temas favoritos: perfectas canciones de rock, melodías abocadas a la derrota que levantan la cabeza una y otra vez; miran al suelo, pero conscientes del espacio abierto por sus desgarros y distorsiones. El space-rock tiene en M83 a uno de sus principales referentes: ya sea por la ambientación electrónica, o por la conmovedora costumbre de componer siempre en ascendente, el oyente del DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS siempre renacerá de sus cenizas y lamerá sus heridas conservando la esperanza. No en vano, si en algo ha evolucionado ese sonido shoegaze, dreampop o space-rock en la última década, y en esto ha ayudado M83, es en haber recuperado cierta ilusión por el mundo y por la vida. 

El placer de este disco es conceptual, por lo sorprendente de la unión, y de lo bien que suenan juntas cosas tan alejadas. Puede que haya más hits en otros Cds, pero el placer de ver dos ideas amándose, tan distintas, tan aparentemente distantes, le gana al disfrute momentáneo y pasajero de una canción pegadiza. Puede que ya no sean los únicos que hacen esto, y puede que tampoco en su día lo fueran, pero el valor de hacerlo de la manera sincera, cruda y evidente en que lo hicieron, es indudable e incalculable. Así fue el verdadero y definitivo testimonio de M83; lo demás, renglones torcidos.

TV ON THE RADIO



La serpiente del millón de pieles.

TV on the Radio no es un grupo más, es una de esas bandas de culto, inclasificables, llamadas a marcar el camino para las próximas generaciones de músicos (con algo en la cabeza). Su sonido no tiene nada que ver con casi nada que hayamos escuchado antes. Cada una de sus canciones son como enteros ecosistemas, diferenciado entre sí, pero cuyas fronteras son absolutamente ilocalizables. Son ecosistemas vivos, cambiantes, en constante mutación: TV on the Radio son la serpiente de un millón de pieles, sibilina y astuta; un organismo perfecto, con coraza de rock y la sangre negra.

Desde su nacimiento en 2001, esta banda de Broocklyn la integraban Tunde Adebimpe, de origen nigeriano, Kyp Malone, David A. Sitek, que también los produce (el único blanco, por cierto), y el recientemente fallecido Gerard Smith. Murió el 20 de abril, el día que el Real Madrid le ganó la Copa del Rey (o chupito) al Barça; y por muy culé que sea, no fue esa, ni de lejos, la mala noticia del día. Con su 5º Cd recién salido al mercado, ya sabíamos que su grabación se había visto irremediablemente marcada por la enfermedad del bajista, que además fue fulminante. Muchos notamos en NINE TYPES OF LIGHTS un ligero acento de tristeza, y su efusividad musical bastante rebajada. Eso sí, sin perder un ápice de calidad y de esa capacidad de asombrarnos con cada canción.



Con TV on the Radio pasa como en el síndrome de Estocolmo, como en Átame: cada tema capta tu atención, secuestra tus oídos, los abren para que pasen todos sus múltiples instrumentos, te atrae cada vez más hacia su interior, como si el disco fuera un pequeño universo plagado de enormes y colindantes agujeros negros. Y cuando ya estás dentro, sientes que es un encierro voluntario; pero disfrutas tanto con la compañía de tus secuestradores, con sus voces de goma, que desearías que no te soltaran nunca.

No voy a discutir si me parece mejor este Cd que el Dear Science, el Desperate Youth, Love Thirsty Babes, el Ok Calculator, o que el inconmensurable Return To Cookie Mountain. Porque esta banda está madura desde las raíces; y los frutos, distintos en cada estación, son racimos perfectos de fraseos originales, provocativos y de alma funky. Tienen el flow de los Globetrotters, de la estética setentera, pero pasada por la trituradora del grunge, del punk, del postrock y del postpunk (por la trituradora de los 80-90, vaya).

Diría, eso sí, que el NINE TYPES OF LIGHTS es el disco más homogéneo: sin contundencias extremas, y sin caer en la melancolía evidente, aquí los TV on the Radio establecen una medular menos dispuesta al ácido, más realista, acomodada y, por decirlo de alguna manera, adulta y seria. Empieza Second Song con lo que parece un acordeón, y una voz, ambas de tendencia plañidera. Pero pronto, antes del minuto y medio, la banda lo despliega todo: guitarra, bajo, batería, base, y de pronto, Tunde cambia su voz. Realmente parece otro: no es posible que una voz tenga tanta profundidad. Parece una de esas plantitas que cambian su color mil veces en apenas unos milímetros; o ese chorro de agua, proveniente de dos grifos, que está caliente y frío al mismo tiempo. Agudos y graves, Tunde los abarca todos en la glotis.

En Keep Your Heart vuelve a pasar (como en casi toda la disografía): los estribillos, siempre agudos y melódicos, son más finos y volátiles; y en este caso, la cascadita de guitarra marca el ritmo, de constancia pasajera, no solo del tema sino del disco en general. Por este principio podríamos augurar un Cd con menos aristas, menos sonido enlatado en distorsiones y efectos; aunque TV on the Radio sean los maestos del sonido metálico, los orfebres del postrock artístico. Porque sí, tal vez sea el disco más artístico de los de Broocklyn.

Sin salirse de esa línea elegantona, recuperan su vertiente funky y hiphopera (muy sutil, como de laboratorio) en You, que es un temazo que se mueve por sí solo, que baila consigo mismo, y sobre todo en No Future Shock. El funky de TV on the Radio es único y casi imperceptible; distinto y conceptual. Parece que llegan a él desde donde nadie antes se había acercado: como accedieran entraran por una puerta de atrás que nadie conocía, como venidos del rock, haciendo el camino inverso. Este temazo termina con vientos en fiesta, con un festival de ritmo entre lo caribeño y lo raggae. Y cuando solo ello pueden parar la inercia, cada vez más arrolladora del Cd, lo hacen con Killer Crane: una dulce balada, como de juglar posmoderno, suspendida entre gatillo y gatillo.

Porque en seguida suena Will Do: todos los discos de TV on the Radio tienen un temazo que destaca por encima del resto de canciones, y en NINE TYPES OF LIGHTS, es este. Tiene el ritmo más descaradamente callejero, aunque sobrado de elegancia y nobleza. Es un poco como el primer tema de un rapero que ya es veterano, como si hubieran cruzado una frontera de madurez que ya no tiene vuelta atrás. La provocación suena más a amenaza de padre que a insulto de crío, pero la tintura adulta a TV on the Radio le sienta bien, como las canas a George Clooney. Pero los de Broocklyn son factoriales: conservan, pese a las mutaciones, todas las características y elementos sonoros con los que han ido creciendo. En New Cannonball Blues realmente parecen el último peldaño que ha alcanzado la música negra, la completa sofiscticación de un sonido milenario (no nos pasemos, dejémoslo en centenario).Y de nuevo los vientos en fiesta.

El final del Cd no es tan bueno como su principio. Repetition es ya un ejercicio de rock más o menos convencional, con la acentuación pertinente de esa faceta adictiva y obsesiva de su sonido. Flaquea sobre todo en Forgotten, porque de repente huele a final sin previo aviso, y casi te entran ganas de que, efectivamente, acabe y puedas pararte a pensarlo. No obstante, reservan para el verdadero final el ritmo engreído (con permiso de Will Do): Caffenaited Consciousness combina ese hiphop rockero de Beastie Boys o Rage Against the Machine con un estribillo que podría haber sido extraído de un The Best of Red Hot Chili Peppers. Que tampoco es mala, por supuesto que no; pero es la primera vez que los TV on the Radio nos recuerdan a otros grupos.

Supongo que estará siendo una gira extraña para los de Broocklyn; sin Gerard Smith. Es quizá lo único que lamento no haber hecho este verano: verles en directo. Supongo también que tendré ocasión de hacerlo en un futuro, porque la banda parece que sigue adelante. Habrá que ver cómo afecta a su sonido a medio y largo plazo. Desde luego, parece difícil que este acontecimiento, por dramático cortante que pueda ser, pueda empañar o minar la extraordinaria trayectoria de este grupo. Para mí, una de las guías de innovación más imporantes de la música actual; una de las bandas por las que ha mereceido la pena esta última década.

...AND YOU WILL KNOW US BY THE TRAIL OF DEAD




...And You Will Know Us By The Trail Of Dead, con todas las letras. 

Tienen un nombre tan imposible de recordar como inconfundible. Nadie en su sano juicio rechazaría la abreviatura que se ha terminado imponiendo, pero seguramente ignorarían el tremendo significado simbólico del definitivo desprendimiento de palabras en su nombre. ...And You Will Know Us By The Trail Of Dead no es lo mismo que Trail Of Dead, o eso creí entender al verles en directo en el Paredes de Coura 2011. Tuvieron su momento, pero por desgracia, éste parece haber pasado ya. Voluntaria o no, su evolución marca un desinfle importante en las virtudes que les hicieron romper los moldes. SOURCE TAGS & CODES fue el momento: aquel en el que todas y cada una de las palabras simbolizaba un buen motivo para escuchar ...And You Will Know Us By The Trail Of Dead

Al margen del cambio de componentes, y del progresivo cambio de estilo, a parte de que califiquemos este disco como post-rock, o incluso post-hardcore, y a los últimos como mero ejercicio de pop-pock alternativo, lo que más decepciona de su evolución es que, salvo el SOURCE TAGS & CODES, ninguno de sus otros Cds te marca realmente. No quita que sean buenos: hay un montón de discos que te entran despacio; que al escucharlos parece que tenemos puesto un impermeable, que todo nos resbala: cada nota, cada canción. Entré en este grupo por el So Divided y por el Worlds Apart, que te permiten apreciar la calidad del grupo; incluso generaron en mí deseos de verles en directo. Y ya ahí me llevé el primer chasco.



Pero es que el SOURCE TAGS & CODES sí que te marca: sí que reconoces, desde el mismo instante en el que suena por primera vez, cada nota, cada canción. Como si ya las conocieras de antemano; como si siempre hubieran estado ahí, agazapadas en tu mente esperando a que tu mano sobre el play las iluminara, las despertara. Con buen oído y paciencia te gustarán los demás discos, porque son buenos: como esos platos ultracondimentados tan ricos de los restaurantes. 

Pero este es otra cosa: no valen la paciencia ni la espera. Es ya, es todo a la vez. Es un torrente, no de intenciones, sino de actos. Un boceto hecho en directo, inmediato, sin preparación alguna: de ritmo voraz, parece haber nacido fruto del primer ensayo, como si fuera el discurso apresurado e improvisado de quien no ha dicho nunca nada, y a la primera, lo suelta todo de golpe, sin pensarlo; sin pensar que es toda la verdad, sin rodeos ni subterfugios. Son un chute de leche condensada; los macarrones con tomate improvisados que, a las 6 de la mañana, cuando llegas borracho a casa, te saben a gloria, justo a lo que tú querías comer. Aquí sí que son ...And You Will Know Us By The Trail Of Dead, con todas las letras.

It Was There That I Saw You abre el disco con salto speedico de la cama, un impulso fuerte de electricidad, se da un respiro y, con el mismo salto, con la misma zancada, empieza a caminar; paso a paso, canción a canció; siempre firme y voraz. De esta primera piensas que es un temazo, pero con Another Morning Stoner sabes ya que es un discazo. Cada redoble está en su sitio, y te parece que siempre han estado allí, clavados, de un solo certero y preciso golpe. Conrad Keely y Jason Reece se intercambian guitarra, batería y la labor de cantante, pero me da igual quien hacía qué en esta canción: parace que a cada uno le sale del alma lo que suena de cada instrumento. 

Homage ya es casi un escupitajo de rock duro, tan primario que conecta directamente con el tuétano de nuestros sistema óseo. Las baquetas son tibias de algún homo habilis que cedió su cuerpo a la ciencia. Quizá por eso luego nos parece tan cálido el redoble de How Near, How Far, su bajo escalador, y el envoltorio agudo de las guitarras, que pugnan en la sombra por ver cual de las dos te consuela mejor. Ésta, Heart In The Hand Of The Matter y Moonson son las que más se parecen a lo que harán más adelante; pero aquí resulta sorprendente, y enriquece el Cd. Después, solo es la letanía de un estilo personal asentado y cómodo.

En Moonson ya vas entendiendo que la fiera se ha calmado. Incluso su final, parecería el perfecto final para un disco corto. Pero entonces llega Days Of Being Wild, como aquel inflexible Brezhnev, que volvió a proyectar la sombra funesta de su mano de hierro sobre la URSS, tras el pequeño interregno de Jrushchov, y su proyecto de desestalinización. ...And You Will Know Us By The Trail Of Dead son rama dura del PCUS en este álbum, y vuelven a la carga tras una leve relajación. 

De todas formas, el final del Cd parece tener una naturaleza distinta a la del principio. Parece que ha mutado durante su escucha, bajo nuestras propias narices. Days Of Being Wild era un espejismo, la última palabra del discurso de la bestia. Acaba por imponerse un rock más sosegado, ácido igualmente, pero más estático y moldeado. Relative Ways y Source Tags & Codes son la velocidad de crucero adecuadas que ha dejado la inercia de esos primeros impulsos, casi irracionales. Lástima que luego esa fórmula resulte caduca.

SOURCE TAGS & CODES es un disco que no deja indiferente a quien esté dispuesto a oírlo. Es un estilo estridente, directo, aguerrido, y puede no gustar a mucha gente de buen gusto; lo entiendo. Pero a las esponjas auditivas como yo, estoy seguro, les impresionará la intensa claridad de la idea de rock que estos señores tenían en 2002.


Fotos de Pablo Luna Chao, Paredes de Coura 2011.


DEERHUNTER




Deerhunter tiene algo. No sé qué es; y seguramente, por muchos esfuerzos que haga, nunca llegaré a entenderlo exactamente. Pero hay algo indescifrable en su sonido, algo subliminal que se esconde tras las cortinas armónicas de guitarras y voces semi enterradas. Un extraordinario secreto, casi imperceptible, que es, sin embargo, el ingrediente oculto que altera toda la fórmula, el aliciente, el polvo mágico que transforma el agua en vino: el detalle sin el cual esta banda sería, simplemente, otra más.

Por eso, con Deerhunter no vale solo la primera impresión, ni la segunda, ni la tercera. Es un continuo redescubrimiento, una excavación arqueológica sin fin, en la que siempre nos parecerá que es en la próxima escucha, en el próximo estrato, un poco más profundo aún, donde hallaremos el secreto deslumbrante del sonido de esta banda. Un secreto bien guardado, que hace que sigamos escarbando, una y otra vez, sobre las muchísimas capas de que se compone su música. No sé si algún día llegaré tan abajo, pero el profundizar es siempre delicioso, y espero no alcanzar nunca el subsuelo. Una referencia: Troya apareció en el estrato 6-b, así que aún debe quedarme Deerhunter para rato.



Es difícil restringir a un solo disco el comentario sobre Deerhunter: las fronteras de esta banda son tan difusas como coherente es el conjunto de su trabajo. En mi memoria se solapan los Cds formando un paisaje completo, un inmenso planeta vírgen que espera ser surcado siempre como si fuese la primera vez. Pero de un tiempo a esta parte he sentido especial atracción por el MICROCASTLE, con un particular enamoramiento por Never Stops, que se produjo en Barcelona, cuando el Primavera, sin necesidad de haber ido a su concierto (elegí Explosions, como sabréis). Que sirva de ejemplo para un intento de aproximación y descripción.

Habría que decir que Deerhunter son de Atlanta, Georgia, que han editado 5 álbumes de estudio, y que lo han hecho con Kranky Records en EEUU y con 4AD en Europa. Que su valoración está, hoy en día, en alza, y que es uno de los grupos más admirados, importantes y representativos del momento en la escena independiente. Practican un indie cargado de la electricidad estática del shoegaze, y de una experimentación intermitente; un rock desgastado, creativo y original, a medio camino entre el pop y el grunge. Liderados por Bradford Cox, los Deerhunter no tienen un disco igual a otro: trabajan a diario su sonido, y siempre podremos esperar de ellos cosas nuevas. De hecho, nada más sacar el MICROCASTLE, editaron también el Weird Era Cont., como desmarcándose de su propio sonido, como huyendo de su propia sombra. De evolución impredecible, se podría decir que cada vez son más concretos.

De todas formas, MICROCASTLE se sigue componiendo de una infinidad de capas ambientales, y un puñado de momentos, de fraseos concretos y contundencia estructural, que marcan el pulso del Cd entero: saben controlar la evolución de la intensidad de su produco mejor que nadie. Cover Me, Agoraphobia y Never Stops en una primera pulsión; un largo interfaz acristalado que tiene en Green Jacket su clímax; y Nothing Ever Happened, que desata una segunda pulsión que eleva el ambiente creado y alimentado durante todo el Cd, a nivels ionosféricos. Un planeo sin altercados que va diluyéndose y aterrizándose, lentamente, sobre las verdes colinas vírgenes del universo compositivo conjunto de este cuarteo norteamericano.

Es difícil penetrar en su sonido, porque es como observarse fijamente en un espejo: una tarea difícil que al poco rato nos hará apartar la mirada. El reflejo real es la imagen más aterradora. Deerhunter, que parece el sincero ejercicio de expresión de la introspección de Cox, es también la banda sonora de nuestra propia imposición rítmica, la traducción del tira y afloja interno que cada uno de nosotros sufrimos en la vida: la materialización de la dialéctica muscular del corazón humano. Aprietan y aflojan; dilatan y contraen. destruyen y crean.


DISCO LAS PALEMERAS!



Para cuando estemos en guerra.

Menos mal que pago mi suscripción a Spotify religiosamente cada mes, porque si no esa estúpida restricción de escuchar, como mucho, 5 veces una canción, me habría impedido regodearme en el tema que abre este Cd, La Casa Cuartel, tantas veces como lo he hecho. LastFm dice que llevo 10 escuchas, pero entre el coche y el nieto moderno del walkman, estoy seguro de haber llegado al medio centenar de reproducciones. Es, sin duda, la mejor canción de este primer álbum de Disco Las Palmeras!, una banda de Sarria (Lugo) que me ha convencido, ahora ya en serio, de que en España empieza a ver grupos verdaderamente interesantes, y exportables. 

Al margen del clásico pop-rock (o punrock), y de un pop pastelero, siempre prolífico, del que raras veces entiendo su éxito, parece que el rock alternativo ha despertado; un rock de influencias serias, de intenciones sin complejo, con peso y poso. No es que sienta orgullo patrio, nada más lejos; pero me alegra comprobar que nuestra generación, efectivamente, posee un bagaje musical netamente superior al que tenían las anteriores. Así es como nacen bandas importantes, y así es como el público se hace más exigente y experto. Creo que Disco Las Palmeras! no podría haber existido hace 20 años, y ya no solo porque tengas influencias de reciente existencia, sino por el tipo de acceso que han tenido a ellas. Dios bendiga a Internet: mecenas de la música que viene (y que ya está aquí).


NIHIL OBSTAT es una bomba de relojería, o un cinturón militar de cartuchos de fusil, todos a punto de estallar. Desde el primer segundo de música el oyente se siente parte de una guerra: donde el miedo, el shock y la adrenalina desbordante son parte fundamental del juego. Disco Las Palmeras! practican un noise melódico, que envuelve un esqueleto post-punk, teñido de cierto derrotismo, algo de angustia, y una fascinante sensación de oscura inquietud. Las bandas guerreras, las que descargan ego con la eléctrica de su métrica, tienen algo de irreal que en Disco Las Palmeras! desaparece. Suena a un dibujo más certero, más real y cruel de la batalla: la guerra es ruidosa, sí, pero también es sucia, esquiva, pesada y exasperante. NIHIL OBSTAT es una recámara de arma cargada de estado emocionales, a veces contradictorios, pero siempre abocado a la eterna pelea (con la vida, supongo).

Pero volvamos a la casilla de salida: a La Casa Cuartel. No es un bajo lo que entra a los 8 segundos, para acompañar a una batería de atentado. La voz de Diego Castro, mortal como la picadura de una enorme araña negra, va pregonando la tragedia; y las guitarras, que son todo lo que hay, se abren paso entre los escombros. Poco a poco la imagen es más nítida, pero también más terrible. Un punteo lejano es el grito del caballo del Guernika. La constancia de la batería es la pulsión natural del corazón luchando por vivir. La melodía, escatológica y condenada, se va transformando, a medida que se abren las cuerdas, en la descripción pura de las llamas. Y al final, tras un mínimo armisticio, sabremos la verdad. 

Disco Las Palmeras! tiene un secreto: son un trío sin bajo. Se las arreglan con una séptima cuerda y con una distorsión desproporcionada. Por eso suenan así: como una cabalgata de coches fúnebres, desbocados sin freno. NIHIL OBSTAT mantiene el ritmo hasta el final, con una leve tregua shoegaze llamada precisamente Estados Emocionales (Y Vaticanos), que es lo que son sus canciones: un pulso constante con las emociones, con ese instintivo enfado que sentimos por haber sido creados mortales. Disco Las Palmeras! canaliza esa rabia en un sonido desafiante y marcadamente armado: bombardeos de batería en Los Economistas, fuego de mortero en No Lugares, ráfagas de pelotón de fusilamiento en Me La Jugaste En China; aniquilación nuclear lenta y sin dolor en Testigos de Dios.

Me los perdí en el Día de la Música, porque me hablaron de ellos esa misma noche, tras su concierto. Por eso digo que no es por orgullo patrio por lo que me alegra la aparición de buenos grupos nacionales, sino por la certeza, casi absoluta, de que veré a esta banda un montón de veces. La veré crecer, evolucionar, y con un poco de suerte, la veré despuntar en un escenario grande y oscuro, que es donde deben estar, aunque no hagan una música fácil de escuchar para el gran público. Disco Las Palmeras!, junto a Cuchillo, seguramente más expansible, son para mí el futuro del rock alternativo nacional (y ya veis: unos de Lugo y otros catalanes...).



WILD BEASTS



Pop perfumado y con pedigree.

Hace justo una semana asistí al Día de la Música en el Matadero; solo el sábado. Iba para ver a The Pains of Being Pure at Heart y, sinceramente, me llevé una pequeña decepción. Al grupo más prometedor del momento se le vieron cosas buenas, pero también bastantes otras por mejorar; aunque siempre teniendo en cuenta las enormes espectativas que generan. De todas formas, Wild Beasts se encargó de darnos la de arena (o la de cal, nunca he entendido cuál es mejor): un concierto sensacional, el mejor de la noche, absolutamente sorprendente para todos aquellos que, como yo, conocíamos a esta banda desde hace poco, desde la publicación de su tercer álbum, Smother, el pasado mes de mayo.


Como preparación para el festival escuché su segundo trabajo, TWO DANCERS, y casi sin tiempo para fijarme, ya me llamó la atención. El concierto ha dado pie a una escucha más atenta, y es puro deleite.Su primer disco, Limbo, Panto, queda muy lejos del nivel que exhiben los de Leeds en sus siguientes Cds, modulando su extrema musicalidad hasta alcanzar el equilibrio perfecto. Un pop sofisticado y con pedigree.

Si tuviera que compararlos con alguien (cosa a la que nadie me obliga; en realidad me encanta), o hablar de los ingredientes que este sonido posee, diría tres nombres: Arcade Fire + Sigur Rós + Vampire Weekend. No obstante, quiero dejar claro que, como ocurre a veces en la mezcla de colores, en este caso las influencias evidentes dan como resultado un producto que casi nada tiene que ver con las bandas mencionadas. La vocación fuertemente artística, casi barroca, esa retórica casi de musical, e incluso la pose de Hyden Thorpe (con un aire a Win Buttler), recuerdan a los canadienses; también por la calidad de su sonido. Los agudos sobre una profundidad luminosa podrían acercarse a lo último de los islandeses; y esa capacidad de hacer sencillo lo articulado, o el ritmo sin complejo alguno, me recuerdan a los neoyorquinos.

Pero ese glamour que inunda todo el TWO DANCERS es totalmente de cosecha propia, al igual que el particular acento que proporciona la voz sobre las guitarras, cristalinas y claras, la infinidad de texturas y colores son capaces de crear, o el aire de homenaje a Queen, o al mismísimo Sinatra, son producto de una personalidad musical importante. Wild Beasts, con este Cd, se ha hecho un hueco en el panorama del pop independiente a base de derrochar personalidad compositiva y estética. Entre la extravagancia de temas como The Fun Powder Plot o Underbelly, la épica íntima de Two Dancers I, la extrovertida de Hooting & Howling, All The King's Men o Throught The Iron Gate, y los temas de dreampop moderno a lo Blonde Redhead tipo We Still Got The Taste Dancin' On Our Tonques o This Is Our Lot, construyen un disco redondo, pulido y de aspecto totalmente renovador; probablemente el pop más cuidado y perfumado del planeta.

Cuidado, de todas formas, con abusar de este Cd. Es como abusar de la comida china: al final puede llegar a empalagar. Tanto condimento sabroso sacia hasta el apetito del más glotón. El Smother, problemente, tiene menos grasa. Pero sin duda, todas las artes musicales, todos los ingredientes de la cocina de Wild Beasts, están expuestas en el maravilloso TWO DANCERS: un disco indispensable para todos los amantes del dream pop, que casi siempre es independeiente.




NUDOZURDO



Lo he comprobado: la mejor manera de aficionarte a un grupo es difrutando en uno de sus conciertos. Escuchar sus discos previamente, pero no demasiadas veces, y que te convenzan con un directo inmaculado. Así es como me he hecho fan, estos últimos días, de Nudozurdo: la banda madrileña que llevaba años esperando. A última hora del jueves me ofrecieron ir como fotógrafo del Fanzine Radar al concierto, y quedé atrapado en el magnetismo de Nudozurdo, creo que para una buena temporada.

No es una novedad: nació hace casi diez años y en seguida se hicieron con un premio que les permitió grabar un primer disco (Nudozurdo, 2002; reeditado por Everlasting Records en 2010). Desde 2005, la banda, con miembros variables al rededor de Leo Mateos, trabajó en SINTÉTICA, que no vería la luz hasta 2008 por diversos problemas. Finalmente Everlasting lo produjo en el estudio californiano JJ Golden; reeditó su primer álbum, e hizo, con su último trabajo, Tara Motor Hembra (2011), que el nombre de Nudozurdo empezara realmente a trascender.

SINTÉTICA es disco fantástico, creo que el que más me gusta: normal, si pensamos la de tiempo que tuvieron para darle vueltas y más vueltas. Así han logrado ese sonido macerado, estable y concreto. Es un álbum con mucho poso, denso y removido con mucha calma. Un sonido pretendidamente oscuro, que se mueve siempre entre el susurro y el grito desde el suelo, que vive anclado al sedante tono de voz de Mateos, duro y sensible a la vez, eficaz. Un sonido que cabalga de noche por valles cercanos al pop alternativo y al post-rock. A veces me parece una magistral mezcla entre Los Suaves y Piano Magic, creo que sobre todo en El Hijo de Dios. Luego, puestos a buscar influencias, o grupos que se dan un aire, esta banda me suena un poco a Interpol, a The National, tiene algo de Doves, Calla, Mogwai, The Cure, y hasta de Joy Division. Y, por qué no, una brisilla a A Perfect Circle y Tool.

Pero todo eso lo que hace es conformar un sonido de gran personalidad, y bastante particular aunque accesible. Pese a las tinieblas predominantes, la música de Nudozurdo está abierta, no es un muro de sonido, ni un enigma indescifrable; es más, su música es como un misterio del que nos dan alguna pista. Es como cuando contestamos "nada" a un "qué te pasa", y en realidad queremos que pregunten de nuevo, y contarlo todo con sollozos y detalles. Y esto se respira en todo el Cd casi por igual, porque es un disco sólido y compacto, de esos que puedes escuchar de principio a fin, y además vuelves a darle al play. La atmósfera no cambia, no decepcionan; y es en directo cuando te sorprenden.


Personalmente opino que las mejores canciones están al principio. Mil Espejos es todo un hit, de los que se piden desde el público con insistencia; Negativo, un tropel de buenas intenciones; Ganar o Perder es una de esas baladas slowcore, ácida y sincera; y Kamikaze es un temazo alternativo con final apoteósico. Ha Sido Divertido me recuerda un poco a los Héroes del Silencio, pero los punteos están tensados a la altura exclusiva de Nudozurdo. Ido podría ser de Yndi Halda o de Explosions in the Sky; y Otra Vez, una canción fruto de la ensoñación y de una borrachera bohemia, sin pelos en la lengua.

No hay que tener un Master para darse cuenta ahora de que este grupo tiene futuro, porque su presente ya es digno de mención. Salta a la vista que conciertos como el que vi en la RocKitchen ya se les quedan pequeños, aunque sean tremendamente seductores en las distancias cortas. Su tercer Cd, Tara Motor Hembra no debe haber sorprendido a los expertos, pero sí debe haber sido la puerta de entrada de mucha gente al interesante sonido de Nudozurdo: una banda fundamental en el actual panorama musical madrileño. Si yo fuera al FIB...