Empieza a ser habitual que grandes bandas consolidadas compren iglesias en sus pueblos para convertirlas en estudios de grabación. No creo que el oído humano esté preparado para apreciarlo de primeras, pero lo cierto es que las casas de Dios han sido siempre lugares donde la música se manifiesta de manera especialmente sobrecogedora, grandiosa, y tremendamente poderosa. Los últimos en seguir esta extraña costumbre han sido los norteamericanos My Morning Jacket. Se podría pensar que la voz de Jim James solo cabe en edificios de ese calado, de tan imponente porte como el que tienen las iglesias; pero en realidad es en la voz de Jim James donde cabe todo Dios.
CIRCUITALS es el sexto álbum de la banda de Kentucky, y con cada disco llegan más alto en las listas de venta de todo el mundo. Poco a poco van enamorando, con ese estilo de rock sano, vigoroso e íntimo a la vez, colorido y lleno de vida: un rock con los ojos bien abiertos, capaces de apreciar todo lo bello que el mundo nos ofrece cada día. My Morning Jacket es como un buen tipo, como un gran tipo; sería de esas personas llenas de bondad, absolutamente incapaces de la más mínima maldad, que solo reparten buenas intenciones; de las que te fías conociéndolas de un día.
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No sería justo decir que el resto de las canciones son malas. Todo lo que hace esta banda es envolvente, detallista y cálido, como un salón con chimenea, alfombras gruesas, madera y mantas; como un fuego que chisporrotea mientras el otoño avanza tras los fuertes muros de piedra. You Wanna Freak Out tiene, además, el brillo colorido de la luz pasando pura por las cristaleras de su iglesia; Slow Slow Tune y Movin' Away esa calma nostálgica de los viajes de vuelta. Y no digamos Wonderful (The Way I Feel), que nace de un arpegio cantado en soledad, para acabar siendo, esta vez sí, un pequeño hit de granero. The Day Is Coming y Outta My System, para mi gusto, encajan un poco peor: prometen más de lo que luego dan (o quizá es la injusta maldición de las canciones que van después de los temazos).
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La primera tiene un poquito de lo mejor de Pearl Jam y bastante de esa capacidad que tiene Coldplay para emocionar explícitamente. Empieza extraña, con el canto de dos pájaros (JJ y una guitarra), y un teclado que comienza marcando el camino. Al poco entran la batería y el bajo para poner orden, y conducir el tema siempre hacia arriba, siempre hacia adelante. La guitara empieza a lijar sobre el insistente carril del teclado, cada vez más fuerte, más profundo, y pronto romperá el huevo y saldrá a volar, en un punteo que llega ya cuando el tema ruge y alcanza su nivel de progresión más elevado. Miento, porque después aún queda ese tremendo redoble que en directo debe poner patas arriba toda la santísima creación del Señor.
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Con tan tremendos chutes al principio es normal que el resto del disco no parezca estar a la altura. Y no está, desde luego, a la altura de estas dos piezas iniciales, pero sí con respecto a su evolución discográfica en los doce o trece años que llevan tocando. Con CIRCUITALS debe pasar como con la heroína, que nunca un viaje será igual que el primero: siempre andarás buscando, como el pobre yonki de las esquinas, tu Riding The Dragon particular. Pero ni Victory Dance ni Circuitals vuelven a sonar.