La Jaime's Nuit.
“Házmelo duro, James. Como a ti te gusta: seco, intenso y sin dilaciones; pero házmelo con amor”. Eso pensé anoche durante el concierto del señor Blake, mientras entendía, con la clarividencia de quienes asisten a una revelación sagradas, por qué este chico es uno de los personajes musicales del año. Es la electrónica del sentimiento, la sesión sentimental. La apuesta de Razzmatazz para su 11º aniversario fue de repóquer en la noche de ayer: reunió, en un show dinámico y amistoso, a Jamie Woon, James Blake y a Jamie XX, miembro de The XX, que actuó solo como Dj ya pasadas las 2am. Tres de los productores más influyentes de la electrónica del momento: lo mejor del panorama post-dubstep actual.
Con gente así el éxito estaba asegurado: crearon un espectáculo musical, calculado al milímetro, que medía las pulsaciones del público, y las traducía en rítmica aplicada amplificada. El plan era el de un concierto de endurecimiento paulatino, con repechos contundentes de subidas inesperadas, y preciosos valles, creados por el ritmo de la electrónica blanca, iluminados para las preciosas voces de Woon y Blake. Pero cuando nos quisimos dar cuenta aquello había dejado de ser un concierto, se activó la estética Dj y Blake, de nuevo, pinchó durante una hora larga. Dudo que la causa fuera el leve retraso que todo el show llevó, pero el caso es Jamie XX se incorporó al espectáculo antes de tiempo para hacer una impresionante batalla de Djs con el protagonista de la fiesta. Un colofón que aún le dejó margen para aventurarse por la electrónica más dura.
Pero aunque la tendencia estuviera clara desde el principio, pudimos los menos fiesteros disfrutar de la calidez asombrosa de Jamie Woon. El gran atractivo del post-dubstep radica en que ahora toda la rítmica y el método se sintetiza (de síntesis), y se pone al servicio de otros estilos que entran en el dubstep como una daga ardiendo en mantequilla. Se limpian sus estructuras, se derrite lo innecesario, y solo queda un pop, un soul, un R&B profundísimos, movidos por la métrica electrónica intuitiva, blanca y silenciosa que practican y dominan estos jóvenes británicos. Woon es el más soulero, se siente muy cómodo con una guitarra entre manos, usando su voz como si fuera en volandas sobre esa tela magnética y suave que crea con las bases.
Porque lo de James Blake va más allá. ¿Es la electrónica sentimentalista del británico una rara avis en el panorama musical posmoderno, o es el nacimiento del suelo que pisará el soul del siglo XXI? Entendiendo el género ya no solo como un estilo musical, sino como esa capacidad de crear música con alma, música libre, y hacer que brote como de forma natural. El soul de los ’60 tuvo el entorno adecuado, su momento de liberación, y ahora, con la revolución electrónica, parece que la música ha encontrado otro hábitat apropiado para desarrollarse sin barreras ni ataduras.
Pero lo que hace Blake, subido a un escenario, es follar con casi toda la historia de la música moderna. A modo grupo, acompañado de una batería y un guitarrista y asistente rítmico, el menor de los tres Jaimes cantó, tocó el teclado, jugó con su voz y los samplers y, en general, con el libido de los asistentes. Hay una evidente carga erótica en su música, y más si la interpreta en directo: la hay en sus silencios cantados, en sus intensidades y contundencias, y en la sensibilidad manifiesta que hubo en todo momento, incluso en los más duros. “Házmelo fuerte, James, pero con amor”.
Es su versión live Blake compaginó la pasión de la música viva, con la fría precisión del amante implacable, el alma soulera, popera y glamurosa de la música de intérprete y micro, con la mortífera puntería digital de la base electrónica. Acabó como lo haría el mismísimo Elthon John, solo frente al piano, en la intimidad de una sala repleta de fans. Pero un minuto antes había empezado a anticipar la sesión que tenía preparada para su versión Dj. Dejó claro que desde cualquier esquina de su disco, desde cualquier pasaje, es capaz de escaparse, ya sea en dirección al tecno y al dubstep más puro, o hacia géneros más melódicos y tradicionales, aunque en su boca suenen a total renovación.
Después, cuando se puso a los platos la cosa ya cambió. Fue una de las sesiones de electrónica más espectaculares y limpias que he escuchado: desde una inspiración más bien rapera y basada en el R&B, Blake Dj movió a la sala al ritmo que exhala el último trabajo de Jamie XX, pero a golpe de pedrada pulida. Y cuando éste subió al escenario, compartieron mesa durante una gloriosa hora en la que volaron los vinilos (Cds en el caso de Blake) a modo de improvisación. La calidez del menor de los Jaimes, tendente siempre al recurso vocal, contrastó al principio con lo que hacía el mayor; pero tras unos estiramientos, de texturas firmes e incontestables, el señor Smith procuró dar un pasito más allá hacia el profundo abismo de la electrónica de garito. Cualquier atisbo de soul se extinguió con el avanzar del metrónomo.
Me fui de Razzmatazz hacia las 3:30, dejando a Jamie XX a los mandos de todo el asunto. La Noche de los Jamies seguía, y el 11º aniversario de la sala parecía, más que nunca, una gran fiesta. Un cumpleaños que ha tenido durante este último mes a invitados tan de excepción como The Horrors, Washed Out, The Drums, James Holden, The Rapture o los mismos Smashing Pumpkins: un lujazo de cartel que solo nos lleva a una conclusión: ¡Larga vida a Razzmatazz!
Fotos de Pablo Luna Chao.
También disponible en Alta Fidelidad.