Mostrando entradas con la etiqueta post-rock instrumental. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta post-rock instrumental. Mostrar todas las entradas

GODSPEED YOU! BLACK EMPEROR. Barcelona, 31-10-2012



Esto no es una crónica.

Hace unos años leí en un artículo completísimo de El País Semanal que aun a estas alturas de la historia se puede considerar que al rededor del 95% de la población mundial es, de algún modo, creyente de alguna religión o practicante de un sistema de creencias colectivo. El ateísmo sigue siendo una extraordinaria rareza, y el proceso de secularización, anunciado ya por Maquiavelo en el siglo XVI y casi certificado por Nietzsche en el XIX, o es una es una gran falacia, o su ritmo es tan lento que apenas ha avanzado en cinco siglos. El humano es un ser creyente por naturaleza, o al menos tiende a buscar cobijo para su alma mortal bajo algo inmenso que le supere y que sea eterno. Y aunque no sean más que creaciones o proyecciones suyas, los Dioses o las fuentes de fe a las que se venera, no dejan de adquirir verdadera entidad: son reales e inconmensurables.

Puede que la mayoría de los que asistimos ayer al concierto de Godspeed You! Black Emperor en la barcelonesa sala Apolo nunca hayamos participado en una misa, o en una ceremonia de cualquier religión, al menos creyéndonoslo; pero reconocemos su poder de sugestión, ya que, en cierto modo, tuvimos también nuestra propia liturgia. Los canadienses no son una banda al uso: 8 músicos, 0 micrófonos, un sexteto de cuerda electrificada y dos baterías; un sonido que lleva al extremo el concepto de post-rock instrumental progresivo, y que consigue hipnotizarnos en directo como si estuviéramos viendo la revelación. Si los discos de Godspeed You! Black Emperor son como libros sagrados, de lectura ritual íntima, sus conciertos son ceremonias que celebran el misterio.

Podía cuadrar todo a la perfección en una profecía maya: luna casi llena, noche de Halloween, año 2012, y los Godspeed You! Black Empeor que vuelven a los escenarios, y con disco nuevo. Parece la última señal que anuncia el apocalipsis: hoy podría ser el último día de muertos. De modo que la noche prometía. El halo de desconocimiento y excepcionalidad que envuelve a este colectivo canadiense provoca que el público respete sus tiempos, su nula interacción con el público a nivel personal y que se sienta parte integrante de un acto conjunto de sometimiento a algo más grande. Pienso que ellos mismos re rinden ante lo que son capaces de crear, y así en la música, a modo de iglesia, nos unimos todos: predicadores y nosotros, simples devotos, rehuyendo ellos el protagonismo.

Dead Rat Orchestra fueron los teloneros, y tras unos buenos 5 minutos de sonido en frecuencia descorcha-chakras, que ya era parte del concierto, los Godspeed You! Black Emperor fueron apareciendo poco a poco sobre un escenario lleno de instrumentos, pedales y conexiones de todo tipo. Ellos mismos habían afinado previamente, y lo habían dispuesto todo en semicírculo, de cara al público pero ignorándolo. Y entonces empezó todo. Personalmente no me importó lo que tocaron, ni voy a decir que esto o lo otro sonó mejor o peor, sencillamente porque me sobrecogieron, y mi opinión está alienada. Pero fueron 2 horas de increíble éxtasis musical, un derramamiento orquestal de progresiones, armonías y un constante homenaje al caos, observado en su esencia, y traducido a un lenguaje métrico monumental y terriblemente profundo.

Tampoco creo que haya que ahondar demasiado en quiénes son, ya que se mantienen al margen de la farándula de la mercadotecnia. Solo importa que dan voz a dos bajos, tres guitarras, dos baterías, un violín y un contrabajo (uno de los bajistas), y que sus canciones, de 15 minutos de media, parece que nacen en las nebulosas del Big Bang para morir más allá del fin de la raza humana, cuando el universo se disuelva lánguido en sí mismo. Y nos dejamos arrastrar por sus subidas y bajadas, confiando en ellos como Dante en Virgilio para visitar los infiernos, luego el purgatorio y, con un poco de suerte, para salir de Apolo como quien asciende al paraíso: en una nube, y repleto de una rebosante y agridulce sensación de fe y esperanza.

Hay algo oscuro, poderoso y bestial entre las sombras que proyecta la música de Godspeed You! Black Emperor: algo que parece desenmascarar una dramática verdad que hay en todos nosotros, y en todo cuanto nos rodea. Parecen conectar con la frecuencia de lo inexplicable, y se postulan como nexo de unión entre el suelo y lo que hay más allá del cielo, en el profundo y silencioso abismo del universo, sirviéndonos en bandeja el misterio de la creación, de la existencia, y del inmenso poder que la música y el arte pueden llegar a transmitir. En los albores del Siglo XXI, algunos hemos cambiado a nuestros viejos Dioses de papel por las pequeñas e innumerables piezas de divinidad que son las obras de arte; y a los antiguos mesías por los artistas como Godspeed You! Black Emperor

Fotos de Pablo Luna Chao.

También disponible en Alta Fidelidad.

SIGUR RÓS

 


¿Amanece o anochece?

Llevaba tiempo esperando poder decir lo siguiente: ¡Sigur Rós han vuelto! Cuando hace apenas dos años anunciaron que se tomaban un descanso indefinido, para centrarse en sus carreras en solitario, jamás imaginamos que necesitarían tan poco tiempo para darse cuenta de lo huérfanos que nos dejaban a todos sus seguidores. Es como si últimamente hubieramos tenido que aprender a dormir solos por las noches, sin el cuento o la canción de cuna con la que nos criaron nuestros padres. Pero ahora, como venidos de un largo viaje que se antojaba solo de ida, vuelven el calor de sus manos a arroparnos, el sosiego de su voz a embelesarnos, y su contar melódico y nostálgico a conducirnos, envueltos en paz y harmonía, a donde solo la imaginación y la magia reinen sobre mi mente.

Los islandeses siempre han sido un grupo diferente, una banda a parte. Con una sensibilidad especial, y un inalterable fondo de bondad absoluta, siempre han parecido de otro planeta: los protagonistas, quizás, de una mitología tan del norte que pertenece a las estrellas. Serían la leyendo de quien creó de la oscuridad la luz, de quien le dio voz al silencio, de quien armonizó el cielo con la tierra, el fuego y el hielo, y la noche y el día. Sigur Rós no podían nunca pasar inadvertidos: hegemónicos sobre el post-rock, el space-rock y el dream-pop del siglo XXI. 

Ahora han vuelto y percibimos ciertos cambios: transformaciones naturales que se han ido produciendo a fuego lento, y que ahora se muestran orgullosamente enunciadas. VALTARI no tiene el fresco verdor de otros discos, ni la tensión ni el ritmo de galope; no tiene el desarrollo apocaliptico que nos hizo estremecer en obras pasadas. Pero en el poso de su sonido se nota todo eso, interiorizado y fusionado en sus entrañas. Se entrevén, más allá de la apariencia harmónica y casi tántrica del nuevo disco, todas las etapas y estratos que han conducido a Sigur Rós al punto exacto musical en el que se hallan. Y como no podía ser de otro modo con gente así, el ciclo de los islandese remite a un lugar muy familiar para todos, cerca de sus orígenes.

No es que VALTARI sea un volver a empezar, una vuelta al principio, pero sí se respira esa misma suspensión en la nada que se apreciaba en el Von: una nada llena de detalles como surgidos de la inercia y del caos puesto en paz, observado lenta y apaciblemente. Hay, frente a su primer disco, una mayor capacidad de síntesis, de silencio y suavidad. Y aunque rítmicamente sea, como aquel, mucho más monótono que los demás álbumes, la riqueza compositiva de melodías y texturas supera con creces la que aquel disco áspero, denso y desafiante con el que se presentaron al mundo. 

Es como contraponer el alba con el atardecer: inconfundibles entre ambos, no son más que el sol puesto en el mismo ángulo. Sigur Rós hace que nos dé igual si empiezan o acaban, si es el principio o el fin de algo; hacen que, sin más, te detengas un instante y observes qué hay afuera, ahí, frente a tí, a tu alrededor. El cromatismo característico de los islandeses, en este como en sus mejores trabajos, nos recuerda una vez más que el hogar de cada uno es uno mismo, y que aunque el mundo es grande y asusta, es precisamente ahí donde radica la magia de estar vivo. 

Desgranar VALTARI es como descorrer vestidos de seda en busca de un secreto que reluce en el fondo del armario. Puede que la tensión y el gótico de anteriores etapas haya menguado, pero parece que su paso por el barroco ha concluido, dejando atrás esa fase, orquestal y florida, que representa en la carrera de Sigur Rós el Með Suð I Eyrum Við Spilum Endalaust. Canción a canción encontramos siempre una contención natural a los sentimientos que, en anteriores trabajos, se expresaban con más aínco e intensidad. Pero transmiten todo el proceso de lucha y contradicción dialéctica interna que han sufrido para llegar hasta aquí. No habrá momentos de éxtasis más allá de Varúð o Rembihnútu, y sin la grandilocuencia de antaño. Ni voz en las últimas canciones, como ese final anticipado al que solo ellos saben poner música. 

Tal vez haya gente que crea que este disco solo vale para echarse la siesta, y no hace falta que le augure dulces sueños, porque estoy convencido de que los tendrá. Y más que dulces, los tendrá plateados, y de ese azul tan poco carnoso al que han vuelto los islandeses. Después de su exito por todo el mundo, su florecimiento cuando Jonsi buscaba en solitario, y después de la promoción que hicieron con Heima e Inni, esta vez sí, Sigur Rós han vuelto...a casa.

Os dejo el documental Heima, que es una joya.

GOD IS AN ASTRONAUT. Barcelona, 02-03-2012



Y el horizonte se tiñó de piedra negra.

No hay duda de que el post-rock instrumental progresivo es uno de los géneros musicales contemporáneos más emocionantes y sobrecogedores. Es un género que hipnotiza por su intensidad; y, porque muchas veces, el callado estruendo desahoga más que la verborrea de pastel de muchas otras músicas, llamémoslas emotivas. Parece, en los mejores casos, que guitarras, baterías y bajos son la musculatura en tensión de la rabia heroica personificada. Pero también parece ser un género acotado para pocas bandas: terreno limitado, un mundo demasiado pequeño para la excesiva repetición y las largas progresiones que le son características. God Is An Astronaut, en el concierto que dieron ayer noche en la sala City Hall, demostraron un poco las dos cosas en mi opinión. A saber: que si es la primera banda de post-rock instrumental progresivo que conoces, muy bien; pero si es la undécima, ya no te llegan tan adentro.

Se mostraron muy capaces de controlar y manejar la atmósfera escatológica que reina en sus discos encima de un escenario, pero a diferencia de otros ilustres del género, su estética parece más fruto de la pose que de un auténtico espíritu post-rockero: eso, o es que los horizontes de God Is An Astronaut son más heavy de lo que muestran en las grabaciones. Desde luego, a juzgar por la vestimenta de sus miembros, por el aspecto de los hermanos Kinsella (guitarra y bajo), y por ese repertorio de gestos y escorzos propios de los iconos del metal, se diría de los irlandeses que no provienen del grunge y del shoegaze, sino de un rock algo más duro, de cuero y de melenas oscuras. Tal vez por eso, sus melodías y progresiones parecen más mecánicas y monolíticas, menos naturales y aparentemente libres.

M83



No. No voy a hablar del último Cd de M83. Paso del Hurry Up, We're Dreaming. No es que no haya tenido tiempo de escucharlo en profundidad, es que pierdo la paciencia de la repetición cuando algo no me convence, cuando algo no me entra a la primera. Cuando es un grupo nuevo simplemente desisto, lo dejo por imposible y paso a otra cosa. Pero cuando es el nuevo disco de alguien como M83, o le doy una y más oportunidades, o me pasa lo que en este caso: que termino huyendo a su obra más completa. Ante la decepción me he refugiado en DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS. Puede que haya gente a la que le guste lo nuevo (9 y pico en Ptchfork, nada menos), pero a mí me gusta demasiado ese segundo álbum como para apreciar lo bueno que hay (no lo dudo) en su reciente nuevo trabajo.

Yo querría que este disco quedara inalterado, protegido contra el tiempo, como inalcanzable, elevado sobre todas las cosas materiales de este mundo. Quise, cuando lo escuché por primera vez, que este grupo no hiciese absolutamente nada más: así quedaría este trabajo como el testamento de aquel milenio que ya era historia, como el legado silencioso de todo el ruido que emitió la humanidad desde que aprendió a hablar y a hacer música. Algo me ha dicho siempre dentro de mí que ignore cualquier otro disco de M83, que solo haga caso a su verdadera y única voz: DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS tiene ese aura de atemporalidad que hace de un sonido un estilo de música; campea sobre nosotros, suspendido en un mañana que nos recuerda terriblemente al ayer: siempre será futurista y retro a la vez. 



Todo lo demás que han hecho me parece una inútil imitación de este disco, un vano intento de evolución de algo inamovible, imperecedero. Es como el trazado de un bólido en una vuelta perfecta al circuito de carreras: todo lo que sea alejarse de la ortodoxia plasmada en el DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS me parece una desviación decadente, una caída de nivel, una bajada a tierra firme, al territorio de las cosas mortales. Y el sonido de M83 no debería pertenecer a ese mundo. 

Es la perfecta unión de shoegaze con la música electrónica. En ningún otro momento les salió tan bien esa mezcla, o quizá les dejó de interesar. Amalgamar el modernismo de la electrónica ambient, la nostalgia característica de la Generación X, la épica futurista a lo Blade Runner y el sonido infinito del post-rock instrumental no es fácil, pero el resultado es asombroso. Las piezas de este Cd encajan como si hubieran nacido todas de una vez, como pura narrativa de ciencia ficción: sólida e implacable. 

Este dúo francés ama las guitarras bien distorsionadas. Pero del mismo chorro liso y recto de las eléctricas en cascada hacen brotar teclados tipo Vangelis, y ritmos mucho más vivos que los de Pale Saints, Slowdive o Bethany Curve: el sancta sanctorum del shoegaze de los '90. Run Into Flowers, 0078h, America y Cyborg son los mejores ejemplos. Luego hay temas donde ni la electrónica ni la distorsión de guitarras parecen tener protagonismo: temas lánguidos como In Church, On A White Lake, Near A Green Mountain o Be Wild en los que, sin embargo, te van envolviendo como una manta de fieltro viejo; con un desarrollo apático pero esperanzador. 

Lo mismo pasa con Unrecorder, Noise y Gone. Son mis temas favoritos: perfectas canciones de rock, melodías abocadas a la derrota que levantan la cabeza una y otra vez; miran al suelo, pero conscientes del espacio abierto por sus desgarros y distorsiones. El space-rock tiene en M83 a uno de sus principales referentes: ya sea por la ambientación electrónica, o por la conmovedora costumbre de componer siempre en ascendente, el oyente del DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS siempre renacerá de sus cenizas y lamerá sus heridas conservando la esperanza. No en vano, si en algo ha evolucionado ese sonido shoegaze, dreampop o space-rock en la última década, y en esto ha ayudado M83, es en haber recuperado cierta ilusión por el mundo y por la vida. 

El placer de este disco es conceptual, por lo sorprendente de la unión, y de lo bien que suenan juntas cosas tan alejadas. Puede que haya más hits en otros Cds, pero el placer de ver dos ideas amándose, tan distintas, tan aparentemente distantes, le gana al disfrute momentáneo y pasajero de una canción pegadiza. Puede que ya no sean los únicos que hacen esto, y puede que tampoco en su día lo fueran, pero el valor de hacerlo de la manera sincera, cruda y evidente en que lo hicieron, es indudable e incalculable. Así fue el verdadero y definitivo testimonio de M83; lo demás, renglones torcidos.

GODSPEED YOU! BLACK EMPEROR



El infinito musical.

Son profesionales del apocalipsis; observadores y narradores ultraterrenales del fin del mundo. La escatología es su forma de vida, y hacen de ella una obra maestra. Godspeed You! Black Emperor son una banda canadiense de post-rock instrumental que no tiene parangón alguno en este planeta. Con tan solo 3Cds editados desde 1994, y pese a su total aversión por la industria musical, la publicidad y la promoción que ella conlleva, esta numerosa formación de inquietantes caballeros oscuros se ha convertido en uno de esos grupos de culto, inaccesibles y reacios al contacto humano, que fascina a todo aquel que tenga la suerte de conocerles.

Parece un milagro cuando te envuelve su música, porque no es de este mundo, ni de este tiempo, ni de una realidad tangible que no sea fruto de la ciencia ficción. Son la mitad de '28 días después' de Danny Boyle. Son una visión, suspendida en el aire tras el drama: calles vacías, cafés desiertos, terrazas teñidas de espanto, gritos ahogados, canalizados en hirientes guitarras. Son el único testigo de una destrucción masiva, la cámara tirada que graba el horror sin apartar la mirada. Godspeed You! Black Emperor te cuenta cómo fue el fin del mundo, sin llantos, sin falsas esperanzas, sin maquillaje que huela a narrativa barata. Parecen los únicos que han tenido estómago para soportar la fatalidad, para describir el caos, y para observarlo en su nueva y plena armonía con el universo. Redactores sin público para una realidad post-humana.

F♯A♯∞ (1997-8), Litf Your Skinny Likes Antennas To Heaven (2000), y Yanqui U. X. O. (2002) son, básicamente, el trabajo de Godspeed You! Black Emperor. Un puñado de doce canciones, de 20 minutos de media, y divididas en varios movimientos o actos. Cada una de ellas bien podría ser la descripción de una de esas extrañas fotografías de nebulosas, galaxias y fenómenos astronómicos lejanos: atractivas y temibles; una imagen que nos perturba, que escapa a nuestra limitada lógica, que nos oprime y nos pone en contacto con nuestra inútil naturaleza finita. Godspeed You! Black Emperor es la imagen de cuánto nos supera. La transmisión ininterrumpida desde el más allá.

Es cierto, hay un sinfín de bandas que podrían responder, previa audición, a esta descripción. Mono, Yndi Halda, Explosions In The Sky, September Malevolence, The Evpatoria Report o iLiKETRAiNS, por ejemplo; pero esta gente son como la unión de todos ellos: una especie de fusión definitiva y categórica. Nada en la progresión de sus canciones resulta previsible, ni repetitivo, todo sonido se transforma, lentamente, como las miles de explosiones de gases y elementos que inundan, ante nuestra mísera ceguera, el espacio infinito. Los cientos de instrumentos entran y salen a su antojo, destacando uno tras otro: hay baterías que van desde lo más tribal a lo más geométrico, pero siempre rodeando el abismo; guitarras y punteos que toman caminos jamás explorados, adentrándose en la oscuridad para salir después, tras el agujero de gusano sideral, a años luz del panorana normal del post-rock instrumental.

Intentar describir a Godspeed You! Black Emperor es como plantarse frente a lo incomprensible y tratar de hincarle el diente. Medio pestañeo más tarde, como una hueca e incómoda burla, sus formas han cambiado y su apariencia es totalmente distinta. Una vez describí a los japoneses Mono como el reflejo de nuestra propia actividad vital, ya que combina momentos de extrema agitación y cócteles de pasión, con otros de pesada calma y sedante conformismo. Godspeed You! Black Emperor, sin embargo, no puede describir una vida normal, sino la de un lunático, o la de un visionario, que a veces viene a ser lo mismo. Los altibajos son tan enrevesados como hipnóticos, el ritmo se convierte en despótico marcapasos para nuestro débil organismo: es el silencio transformado en música, y al instante, la figura grotesca, tallada en hielo, de los jinetes del apocalipsis, suspendida, intocable y magestuosamente, sobre las mismas puertas del infierno.


Godspeed You! Black Emperor tocan el domingo 30 de enero en Madrid, en La Riviera. Y grabaría en cinta una final de Champions del Barça si coincidieran. Creo que con eso lo digo todo.

MOGWAI (Hardcore Will Never Die, But You Will, 2011)



Aires nuevos recorren las cuerdas de Mogwai.

Son como ese vecino majete de toda la vida, ese con el que nos encontramos de vez en cuando en la panadería, y con el que siempre cae una agradable cañita y una charla amena que nos endulza el paladar. Rebosan familiaridad, humildad y grandes dosis de trabajo y constancia. Por eso Mogwai rara vez nos decepciona. Los de Glasgow editan este invierno su 7º álbum de estudio, HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL, y eso me lleva a dos conclusiones. Uno: que me estoy haciendo mayor si recuerdo casi íntegra la carrera de una banda con 7 discos. Y dos: que a veces ese vecino modesto y de hábito cotidiano, de pronto, se ha convertido, no solo en estrella, sino en una de las más admiradas referencias del post-rock.

Esta vez han vuelto en serio, de verdad; Y son los de siempre: el Mogwai del Mr. Best y del Happy Songs For Happy People, que relega casi al ostracismo a su olvidable y último trabajo, The Hawk Is Howling. De este Cd dije hace unos meses que no me convencía, que le faltaba ese pasito hacia adelante que ya tocaba, una evolución necesaria. Porque el post-rock debe reinventarse casi cada mañana ya que, en teoría, aborrece lo ya establecido. Y el paso ha sido todo un salto, con oca de por medio.


HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL suena a nuevo desde la primera nota, desde la aireada y siempre instrumental White Noise. La múltiples capas de guitarra, bajo y teclado vuelven a su sitio, pero proyectan sombras distintas, hábilmente deformadas. Otra novedad: con Mexican Grand Prix demuestran, al parecer, haber superado su asignatura pendiente, la de coquetear con la electrónica manteniendo incólumes sus estructuras progresivas de rock agresivo. Las mismas que, contundentemente, renuevan en Rano Pano, una 3ª pista que completa un primer cuarto de hora brillante. Aires nuevos recorren las cuerdas de Mogwai.

Siempre han sido maestros del contraste: eléctricos y anestésicos; pero ahora nos sorprenden con pequeñas dosis de concentrada contundencia como San Pedro, de remarcada estructura, donde cada nota se ha colocado con martillo. Eso sí, bien rodeada de narcóticos. Sonar a nuevo y a añejo a la vez no es fácil, pero los de Glasgow lo han conseguido. Porque las mejores transiciones se hacen modificando poco a poco las piezas.Y How To Be A Warewolf o Too Raging To Cheers (o las mismas Rano Pano y White Noise), por ejemplo, repiten la clásica progresión Mogwai, pero con fraseos, transiciones y pequeños detalles totalmente inéditos hasta ahora.

Un grupo de culto como este no suele necesitar nuevos argumentos para presentarse en un festival como el Primavera Sound. Sin embargo, en este caso, Mogwai sí nos da una buena razón para volver a verles en mayo. HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL proporcionará a su directo las mismas oleadas de suaves y densos guitarreos, la misma profundidad, iluminada por manchas, de su callado instrumentalismo, y el mismo claroscuro rítmico de siempre, que nos hace gravitar desde el torrente al remanso. Pero también habrá un Mogwai más maduro, más pulido, con una mejora técnica que parece haber barnizado su sonido. Es lo que suele pasar cuando un grupo crece tanto desde un sello independiente como Matador Records: siendo tan dueños de su sonido, tarde o temprano, terminan auto-produciéndose. Este es, por tanto, el primer trabajo importante de Rock Action Records, su propio sello discográfico.

El disco, por cierto, se filtró en internet el 31 de diciembre, pese a que la fecha oficial del lanzamiento es el 14 de febrero. Definitivamente, la industria musical ya ha cambiado. Y Mogwai navega viento en popa simplemente porque son buenos y hacen bien su trabajo.

MONO



Los japoneses Mono se auto-definen como la banda sonora del fin del mundo, y no les falta razón. Desde este primer álbum, UNDER THE PIPAL TREE, hasta el Hymn to the inmortal wind, pasando por el proyecto electrónico ambiental junto a World's end girlfriend, esta banda ha seguido, sin desviación alguna, la más ortodoxa linea del post-rock instrumental, y ha sido fiel a un sonido estructuralmente poco complejo, pero estéticamente puro y conceptualmente bien definido. Mono es una de las fórmulas más exportables del rock japonés, una de las propuestas más detallistas de la escena a la que pertenecen: una apuesta segura para los fans de Explosions in the sky o Godspeed you! Black Emperor.

El disco de debut de esta banda comienza con una tímida guitarra en cascada, con el eco del delay; poco a poco se incorpora una desvergonzada batería de largo desarrollo, un contundente y edificante bajo, y otra guitarra, cargada de toneladas de distorsión. Karelia - Opus 2 es un ejercicio de rock progresivo crudo, directo y con una clásica cadencia que ensalza la coordinada y sorprendente segunda explosión de electricidad (allá por el minuto 7). Es la versión más paradigmática y, a la vez, extrema de Mono: una auténtica pasada en directo.

La mitad de las canciones del UNDER THE PIPAL TREE duran más de 9 minutos, una práctica que, de hecho, irá a más durante los casi diez años de carrera de esta banda de Tokyo. Todas son instrumentales al 100%, pero, en general, solo algunas parecen estar cargadas de verdadera tensión. Mono hace discos con livianas llanuras y escarpados picos de sonido. Por eso, en cierto modo, reflejan un poco nuestra propia actividad vital, que combina momentos de extrema agitación y cócteles de pasión, con otros de pesada calma y sedante conformismo. Al menos 4 de las canciones de este Cd (Kirelia - Opus 2, The kidnapper bell, Jackie says y Error #9) tienen una estructura de máxima progresión, que permite alcanzar momentos de amplios, distorsionados y abismales guitarreos, acompañados siempre de armónicas melodías, un constructivo bajo y una expresiva batería que huele a sacrificio humano y dolor.

La expresión del post-rock instrumental tiende siempre a la nostalgia, a la silenciosa melancolía y, en el caso concreto de Mono, a la cálida y digna soledad de una tarde oscura de invierno. Suena al pálido color azulado del hielo en la ventana, al inmaculado gris del cielo en un campo empapado de escarcha; pero también a la rojiza sensación de paz que desprende el fuego, en el interior de una casa, suena a la entrañable y cálida imagen que nos sugiere a cada uno nuestro hogar cuando estamos lejos. Puede que no derrochen creatividad en la estructura de sus composiciones, pero éstas están siempre adornadas con texturas puras, sinceras e inequívocas. Mono es un frío torrente de pasión, canalizado a través de una técnica y una producción muy cuidadas.

UNDER THE PIPAL TREE es el primero de 5 discos de estudio que han consagrado a esta banda como una de las más importante dentro del post-rock instrumental y, quizá, como el grupo actualmente más conocido fuera de Japón. No defraudará a los amantes de este estilo de música, tan melódico y armónico como enérgico y contundente; tan detallista como shoegaze.



MOGWAI (The Hawk Is Howling, 2008)



Mogwai ha vuelto, aunque nunca se fue. Esto se debe a una regularidad y fluidez de trabajo envidiables, y a que es de esas bandas que produce discos de los que nunca te cansas. Mogwai siempre te proporciona momentos desconocidos o hasta ahora ocultos; sus notas, la larga repetición de sus melodías, armoniosas, incomprendidas, impotentemente románticas, hacen que su música represente, mejor que ninguna, el auténtico paso del tiempo. La espera desde el MR. BEST ha sido plácida porque nunca se agotan sus discos anteriores.

THE HAWK IS HOWLING es el 6º album de estudio de este quinteto de Glasgow. Es, seguramente, el menos atractivo de todos ellos a primera vista, pese a una impresionante y caracterísitica apertura (I'm Jim Morrison, I'm dead) que, desde la primera vez que la oímos, nos da la impresión de que ha formado parte de nuestras vidas desde siempre. A partir de ahí el disco resulta un poco decepcionante, carente de tensión, pese a la cruda y ruidosa pista 2. Tres canciones anestésicas aunque un tanto inocuas y un extraño intento de aproximación al synth-pop no es a lo que nos tenían acostumbrados estos simpáticos postrockeros futboleros y católicos (son muy de Celtic de Glasgow).

En Mogwai subyace siempre un regusto a desgracia, a incomprendida enemistad del mundo hacia quien lo escucha. En Mogwai, en sus grandes temas de verdadero post-rock progresivo e instrumental, donde todo lo canalizan las distorsiones, los cambios de ritmo, la apertura de la batería, los arpegios tendidos y el despliegue final de luz y energía, hay siempre el mágico despertar de la mente romántica, que entiende tristemente su infinita pequeñez frente al inmenso poder de la naturaleza, que se sobrecoge con la asfixiante soledad de su propio ser, pero que camina y continuará caminando, con el alma hecha jirones, el espíritu herido, aún más fuerte, y la firme convicción de que, por la fe, obtendrá la salvación (si me leyeran, creerían que les interpreto a lo protestante, a lo Ranger). Mogwai hace digno y honorable el esfuerzo, la constancia; da fuerzas contra la sombra de la rendición, enciende y canaliza nuestra ira contra la misma creación que nos permite respirar: pero respirar el podrido y delicioso aroma de una dolorosa conciencia.

Lo que le falta al THE HAWK IS HOWLING es esa especie de humor negro, de sonora e incandescente pregunta retórica hacia los cielos, ese regusto a lamento resignado de Travel is dangerous, esa deseperada mirada, a lo Antonius Block en el Séptimo sello, hacia un panteón desgarrado y abandonado de You don't know Jesus, o el desesperanzado y oscuro piano de I know you are, but what am I?, obras que hacen de la música algo incalculablemente grande porque convierte momentos irrepetible en repetible (incluso por encima de la saciedad). Nunca dejarán de emocionarme muchas de las canciones de Mogwai, aunque pasen y pasen los años.

Mogwai es, sin duda, uno de los grupos más valorados y respetados del post-rock y de la música instrumental, muy apreciado por el estilo progresivo que han mostrado en anteriores discos, con larguísimos temas y rasgueo de eléctrica que erizan el cabello y que embellecen profundamente un ordenado y agradable ruido, tan humano como atractivo. Las últimas cuatro canciones recuerdan más al Mogwai evolucionista, más inquieto y curioso, más preguntón y sarcástico, al Mogwai crudo y orgulloso que hace digno el esfuerzo y la fe humana.

A quien no conozca a este grupo le recomiendo que empiece por el principio, aunque el flechazo se produce con el MR. BEST y con el HAPPY SONGS FOR HAPPY PEOPLE. Después, a los amantes del post-rock les digo que no me convence este último trabajo de los escoceses, considerados ya por mi como grupo de culto desde hace un tiempo: esperaba más, un paso más, un punto más de madurez, de evolución. Porque el post-rock se ha de reinventar con mucha más frecuencia que otros estilos de música, no valen las estructuras incólumes, académicas, ortodoxas. Espero con especial ansia un nuevo trabajo de Mogwai, y espero, sinceramente, que no sea más de lo mismo, que es siempre genial, pero ya no sorprendente (salvo los tres temazos que adjunto).


I'm Jim Morrison, I'm dead


I love you, I'm going to blow up your school

Scotland's shame

TRISTEZA



Desde San Diego (CA) nos llega el primer grupo de Jimmy LaValle (The Album Leaf): un sonido instrumental post-rock que coquetea con la electrónica que sí se cultivará en The Album Leaf. Es una música cercana a Explosions in the sky, pero sin el previsible encanto de su melodía progresiva. Tristeza camina tranquila sobre una batería sutil y delicada, pero constante en su empeño de anestesiarnos, camina sobre arpegios y puntiagudas notas de (A) COLORES. No sabes bien dónde ha empezado todo, ni imaginas cómo acabará, pero tu mente viaja tranquila por las cálidas laderas del interior de un caleidoscopio gigante.

Aquellos que disfruten con Sigur Rós, Múm, The Evpatoria report, Mono, Boards of Canadá, Early day miners, Four tet o incluso con Nathan Fake, disfrutarán con el A COLORES de Tristeza.


Balabarista


La tierra sutil