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AIR



Tal vez, a aquellos grupos o artistas que en su momento revolucionaron la música, o que aportaron algo nuevo a algún género o estilo, se les presuponga siempre una excelencia que, muchas veces, hace que seamos injustos con ellos. Es posible que por eso muchas de las mayores referencias de determinados movimientos musicales hayan sido de carrera corta: pienso en Nirvana, en los Sex Pistols y en Joy Division, por ejemplo, pero hay infinidad de casos más. Efímeros y fulgurantes como estrellas fugaces, no llegaron a probar las aguas estancadas del atasco creativo, del no poder superar sus pasadas obras maestras, o del sentir agotamiento en los filones y las fuentes inspiradoras que hacían, en otros tiempos, fluir su música ante el asombro de un público que, entonces, les daría la espalda. Pienso que muchas veces las expectativas, sobre todo aquellas creadas por pelotazos anteriores, son el mayor obstáculo al que tiene que enfrentarse una banda a la hora de editar un nuevo trabajo. Y creo también que Air, con el lanzamiento del que es su séptimo trabajo de estudio, LE VOYAGE DANS LA LUNE, es un poco víctima de esto mismo.

Porque, como se suele decir, si este álbum lo hubiera sacado un grupo debutante, otro gallo cantaría: las críticas y la aceptación habrían sido mucho más amistosas. Pero claro, Air no son, ni mucho menos, un grupo debutante; si lo fueran, de hecho, tampoco tendrían un público al que defraudar o satisfacer: no tendrían un público propio y fiel, su público. A un grupo consolidado, a alguien que es capaz de hacer, en un momento determinado, un Moon Safari o un Talkie Walkie, se le presuponen una categoría creativa, una calidad técnica y unas infraestructuras instrumentales y de producción por encima de la media; y claro, cuando de pronto sacan algo que no está la altura de sus mejores obras, el público se decepciona y le da la espalda. Pero claro, aquí no se trata de vivir de las rentas: muchas veces los fans preferimos largas etapas de silencio a la edición mecánica de material, como si el arte se pudiese adaptar a la insensible maquinaria fordiana. Y si no, al ejemplo de Portishead me remito.

NICOLAS JAAR



Nicolas Jaar es el niño prodigio de la electrónica minimal ambiental y del deep house. Con solo 21 años, y tras publicar un primer Lp en febrero del presente año, este neoyorquino de raíces chilenas ha conseguido poner su nombre en boca de todos. Puede que el hecho de ser hijo de quien es le haya proporcionado buenos medios, equipo e instrumentos de primera, e incluso que le haya abierto un par de puertas, pero lo cierto es que su calidad como compositor y productor está fuera de toda duda. La extendida buena recepción de su álbum de debut, SPACE IS ONLY NOISE, es todo mérito suyo. Porque, al menos en mi caso, ha sido gracias a Nicolas Jaar que he conocido la obra de su padre, Alfredo Jaar.

Es verdad que no todos los chicos de 14 años pueden hacer música electrónica en su casa, y Chile no creo que sea una excepción. Allí pasó parte de su infancia este chico de ideas y música claras. Pero si gracias al bien recompensado trabajo de su padre tuvo la oportunidad de desarrollar su propia forma de expresión, suerte por él; y suerte nosotros que ganamos un artista interesantísimo.


SPACE IS ONLY NOISE es un Cd sutil, casi podríamos decir que silencioso; con un ritmo que en muchas ocasiones no es en absoluto explícito, ralentizado con respecto a sus anteriores y más cortos trabajos. Un halago al downtempo con ligeras influencias que van desde Massive Attack a Depeche Mode, pasando por DJ Shadow, Nathan Fake, Matthew Dear, Bonobo, The Knife o el mismo James Blake. Ante todo, mucha elegancia. Electrónica blanca de escondida fascinación instrumental, con delicadas cavernas de sonido suave donde casi siempre tintinea un piano de fondo. Sin renunciar a sampleos vocales y a piezas cantadas (que recuerdan a lo mejor de Tricky), Nicolas Jaar plantea un Cd de electrónica poco habitual, cercano, por momentos, al acid-jazz y al trip-hop. Un sonido intrigante por naturaleza.

Para mí el disco empieza en la pista 3, porque no me gustan los eructos de Être ni la voz robotizada rollo N'Sync de Colomb. Su arritmia, de todas formas, ya es sintomática. Sunflowers funcionaría de intro, con su piano y su métrica delirante, y Too Many Kids Finding Rain In The Dust, la puerta al misterio que esconde este Cd. Entre susurros de cuerdas y violines, un acento étnico de no se sabe dónde y una oscuridad débilmente iluminada, nos adentramos agachados en un sonido del que nos va a costar salir, por un pasillo húmedo y magestuoso que conduce, o eso pensamos al menos, a un enorme espacio de decoración minimal. Sin las dos primeras creo que el disco sería más redondo. 

Porque a partir de ese temazo se desarrolla un mismo concepto de música con varias caras distintas, enriqueciéndose sin aglomerarse. El Cd crece tema a tema hasta la última canción (^tre, que también me sobra): Keep Me There eleva el techo hasta el cielo estrellado, e incluso deja entrar a un saxo en la cueva; ritmos más perceptibles, pero igualmente descansados. Perfecta para noches de las que ya no esperas nada bueno, más allá de tu propia mente. Problems With The Sun marca el epicentro del ritmo, y en Space Is Only Noise If You Can See, éste se engalana con la síntesis del teclado. Todo muy sutil, siempre como tratando de preservar el silencio incluso dentro del sonido. 

La canción que casi da título al álbum es otro de los temazos, pero en seguida volvemos al ritmo perdido y contemplativo: Almost Fell fluye sobre el correr del agua y el agitar del viento. De ahí nace una métrica nocturna, cantada en frío por una voz feminizada. Balance Her In Between Your Eyes demuestra que a este chico las nanas se las cantaba Beth Gibbons. El tema más de DJ, Spectrum Of The Future, no desentona en absoluto con la calma del Cd: la elegancia del piano es la constante más reconocible del SPACE IS ONLY NOISE

Trace es solo batería y agua, pero también es la antesala del último gran aporte. Variations hace honor a su nombre: propone un baile no escuchado hasta entonces en el Cd, con el acento puesto esta vez en una guitarra de aires orientales. Intuimos que tiene mucha más música en la sesera este Nicolas Jaar, y desde luego muy capaz de cambiar su cara en un directo, o en diversos ambientes. El Cd cierra con el mismo lamento de piano (con eructos rollo Pantano del Hedor Eterno de Dentro del Laberinto; sí, la de Bowie); sella el álbum como lo abrió: mostrando una oscuridad a la luz de los ojos del que tenga paciencia para los detalles.

Fotos de Alfredo Jaar.

También disponible en My Feet In Flames.

WASHED OUT




Cuando el pop encontró a la electrónica.

La mayoría de la gente cree, en mi opinión erróneamente, que está ya todo inventado, sobre todo en el campo del arte. ¡Qué arrogancia presentecentrista! ¿Qué sentido tendría seguir aquí, creando y reflexionando? Lo que pasa es que la gente espera ver lo nuevo, lo innovador, saliendo de debajo de una sábana, en la camilla de algún inventor chiflado y mediático. El Renacimiento no surgió al descorrer un telón, sino a través de pequeños y encadenados avances, muchos de ellos inadvertidos, protagonizados por diversos genios a lo largo de muchos años.

Lo mismo ha pasado con muchos de los estilos musicales que ahora se practican, o que se han practicado en el último medio siglo. Algunos, sí, han sugido de un pionero icónico, rompedor y referencial, de alguien que, en efecto, hizo lo que nadie antes había hecho. Pero por lo general, los estilos brotan donde el caldo de cultivo está poblado de pequeños inventores, más o menos cuerdos, autoinfluenciándose con cercanas referencias que, con el paso del tiempo, generan un corpus musical reconocible y caracterizable. En ese sentido, el panorama musical se parece a esos mapas del mundo de noche, donde no hay fronteras, y solo vemos las diversas aglomeraciones humanas por los puntos de luz que marcan las ciudades. Ahí donde acude más gente, donde haya unión entre los puntos de luz, habrá un estilo de música.




Washed Out (Ernest Greene) es uno de los referentes indispensables del chillwave, una tendencia enmarcada en el electropop, que trataré de traducir en base al WITHIN AND WITHOUT, el primer Cd de Greene. Neon Indian, que acaba de editar un brillantísimo segundo álbum, Toro Y Moi, MGMT, incluso Animal Collective, Four Tet o Caribou, y en otro lenguaje un poco distinto, The Rapture, Unknown Mortal Orchestra o el propio Ariel Pink, son algunas de las demás referencias imprescindibles de un estilo que, aunque incipiente, ya tiene grandes iconos mediáticos (Of Montreal o Architecture in Helsinki, por ejemplo). Es como una ciudad creciendo en la noche en medio de la nada, a medio camino entre muchas cosas, creciendo sin tener en cuenta las fronteras.

Son muy distintos entre sí todos estos grupos: hablando del WITHIN AND WITHOUT no explico nada de Caribou, por ejmplo; pero me parece un Cd bastante paradigmático de una tendencia muy nueva: lleno de elementos que la definen y la caracterizan.

Para empezar, el disco se mueve siempre en un ritmo electrónico de downtempo, donde la ambientación está por encima de la percusión, que es de garito, ritmo de música de noche, de baile, de pista, de contoneos de evasión con los ojos cerrados, suaves y armónicos. Un ritmo que, si se me permite, entró en el panorama indie de mano de Arcade Fire: es aquel que prevalece en el Funeral, aquel con el que termina toda celebración humana, ya sea de la vida que de la muerte. Es el ritmo de Wake Up, de Haití y, sobre todo, de Rebellion. El que retoman luego en The Suburbs con Half Light II y Sprawl II. Los canadienses, entre otras cosas, son los porteros que abrieron la puerta del indie a la fiesta. Como si hubieran dado permiso a todos para meter el garito en la música y no al revés, donde muchas veces entrea con calzador.

Pero nada tiene que ver Washed Out con Arcade Fire. Solo es un tío con buen gusto que hace una electrónica muy soft; tiene un punto de velocidad más que el downtempo, pero lo compensa su enorme capacidad ambiental: en ningún caso el ritmo desborda la melodía, que es dulce, elegante y enternecedoramente pop. Washed Out, más en este Cd que en su primer trabajo, el Ep Life Of Leisure, dibuja unas canciones sencillas, sin acidez alguna, poperas, revestidas de esa electrónica new wave de paredes blancas soleadas. En el Ep, si acaso, ese pop es algo más alternativo, psycho y synth popero, y hasta post-algo.

WITHIN AND WITHOUT es un sonido ya trabajado, preparado para gustar a más gente, con influencias y recuerdos a otros sonidos mucho menos evidentes que en el Ep, con aspecto de producto pulido, terminado y compacto. Da la impresión de que necesita menos ornamentos de sonido para expresar algo que, además, está más claro. No es una electrónica instrumental, y de hecho las voces tienen una presencia mucho más central y melódica. Se respira todo el rato una atmósfera un tanto mágica y elegante, como de pausado hedonismo. La atmósfera propia del dreampop.

El disco ha sido unánimemente bien recibido por la crítica, incluso muy bien diría yo. Me resisto a infravalorar lo sencillo; y en este caso, la fórmula de Washed Out me parede una vitrina bien limpita donde apreciar algunos de los elemento sonoros, y todas las buenas intenciones de los músicos del chillwave. Greene se aleja mucho de la electrónica al uso, pero forma parte del núcleo que está dando corpus a un estilo nuevo: quizá el primero que realmente ha hecho posible la unión entre la electrónica y los estilos generacionales (léase en este caso, pop). Soft, Far Away y Before, mis temas favoritos.


THE KILIMANJARO DARKJAZZ ENSAMBLE

El horror de mi reflejo.

No sé si es conveniente explicar quién es esta gente, o mantener vivo el espíritu de su sonido dejándolos en un descriptivo anonimato, reduciéndoles a ese enigmático perfil con el que se autorretratan a través de la música. Pero al menos diré que The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble es una formación de origen holandés, que hace una especie de nu jazz, o acid-jazz extremo, o algo parecido al jazz electrónico, al downtempo, al trip-hop; tremendamente experimental, en cualquier caso. Podría ser la exageración de la Cinematic Orchestra, o un acto de puro vanguardismo musical, pero de lo que no cabe duda, una vez escuchado su HERE BE DRAGONS, es de que el magnetismo de la oscuridad seguirá atrayendo al ser humano por toda la eternidad.

Diré también que son un sexteto de músicos no demasiado convencionales, con una serie de inquitudes y cualidades artísticas que son el alma y el trasfondo del grupo. El proyecto nace a principios de la década, pero no se completa su formación hasta 2008, cuando se embarcan en la producción de HERE BE DRAGONS, el tercer trabajo bajo tan fascinante nombre; el primero de larga duración. En 2011 han vuelto con From The Stairwell. Y poco más de su curriculum, la verdad. El resto es todo pura traducción de lo que oigo.

La instrumentalización clásica deformada es una de las constantes de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble: hacen de su jazz algo que no parece merecer ser parte de la sociedad. Parece la banda sonora del vagar de un monstruo cualquiera, encapotado, culto e injuriado, que sortea las luces de candil entre las nebulosas calles nocturnas de Londres. Un Londres victoriano, para más señas. El saxo nos habla de un solitario y su locura, de un retrato desfigurado en el espejo. Pero al final, canciones como la dulce Seneca nos hacen dudar: la imagen, y el monstruo que vemos reflejado pueden ser solo producto de nuestra mente, del ojo que mira muy adentro de su propia mirada.


Otra constante es la rítmica de largo recorrido, de evolución celular gradual. Siempre dentro de la oscuridad, el downtempo y el trip-hop aparecen como un rayo de expresionismo pseudoabstracto entre afinaciones y sonidos impresionistas, siempre teñidos de la elegancia y el señorío de instrumentos mimados en blanco y negro. The MacGuffin es el único tema que apuesta por un ritmo y una evolución más propias del post-rock instrumental (en una micro aproximación al universo Godspeed You! Black Emperor), con lo que elevan la mirada al mismo cielo al que miran quienes hacen space-rock o drampop, por ejemplo.

La inyección transversal de la electrónica es, sin duda, otra de las características más destacadas de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble, no solo por la rítmica anteriormente mencionada, sino también por la acidez con la que infectan ese jazz, tan desvencijado que da pena mirarlo, ya desde Lead Squid. Es la caducidad manifiesta de la convención musical: un nuevo juego en el que todo vale. El predominio electrónico es la droga a través de la cual transforman la realidad en deformada visión del mundo, el alucinógeno que hace crecer al monstruo entre las arrugas de nuestra faz, el cristal caleidoscópico que hace casi desaparecer todo vestigio de clasicismo, aunque siga ahí.

La voz femenina que aparece en Embers (que se acerca peligrosamente a Portishead), Mits Of Krakatoa y Siroco, solo puede conducirnos al pecado: una femme fatal que se mueve al ritmo lento y saturado de 2046, y que huele a las flores que olían a desastre en Perdición. Los violines que la acompañan, y que suenan solos en Caravan!, además, nos remiten inmediatamente a una lugar muy poco concreto del Mediterráneo oriental, casi como si quisieran hacernos ver, de manera elegante pero soberbia, que el embrujo de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble puede llevarnos, a través de las luces de la oscuridad, a donde les de la real gana llevarnos.

En noches de soledad, son la banda sonora de cuantos hayan perdido algo alguna vez en la vida, de quienes no caen en la nostalgia, no imaginan un pasado que ya no existe, pero caminan noctámbulos, escurridizos y olvidados, por el desértico camino de sus vidas. Sin embargo, a la luz de la cordura, son lo que anda buscando todo aquel que siempre busca algo. Son la respuesta del mañana a la pregunta que los viejos no se atreven a imaginar. Un acto puro de irreverencia vanguardista.



ARCHIVE



Breves coordenadas del género.

En los años '30 Marc Bloch y Lucien Febvre crearon en Francia una revista de Historia que resultó ser tremendamente revolucionaria. 'Annales' abogaba por un discurso histórico total, sin fragmentaciones. Atentaba contra el método alemán historicista que, atendiendo a una obsesiva y pulcra plasmación de los datos, dividía la historia en pequeñas cajoneras separadas que contenían la Historia social, la económica, la política, con la interior en un cajón, y la exterior en otro. Así tendemos a hacer aquellos que escribimos sobre musica: etiquetamos, clasificamos, y metemos en inmensos sacos todo sonido, elemento musical o artista que pase frente a nosotros, sin ningún tipo de contemplación. Justo o no, ése es el método que tenemos nostros para explicar y describir la música; y ellos, quizá en su obligación, han de huír del clasificado, renegar de la etiqueta impuesta, desencasillarse y evolucionar. Así nacieron términos como el de trip-hop.

Cuando me preguntan, suelo definirlo como un sonido que se hizo en Bristol entre 1994 y 1998 que, pese a no haber sido reconocido por sus supuestos progenitores, y haber desaparecido casi absolutamente, ha influido enormemente en importantes ramas de la música contemporánea. Portishead, Massive Attack y Tricky son la referencia indiscutible. Negándola en su momento, y abandonándola después, han hecho de esta música un lujo de existencias limitadas, una minúscula rareza irrepetible, completamente no-atemporal (que en este caso aumenta su valor), un híbrido genético musical alucinante, pero incapaz de dejar descendencia. Es, además, un magnífico y excepcional fósil guía que reconstruye las tendencias que confluyeron, a mediados de los '90, en principio, entre la música electrónica y el hip-hop.

Trip-hop de catálogo.

Archive, desconocido para mí hasta hace unos días, practicó trip-hop en sus inicios, pero como mandan los cánones del género, pronto lo abandonó. Darius Keller y Danny Griffiths son el núcleo de esta banda londinense que, formada en 1994 con la incorporación de la vocalista Roya Arab y el rapero Rosko John, editó un disco, LONDINIUM, y en seguida se disolvió. Otra rara avis. Nos dejaron, éstos cuatro músicos, un disco delicioso de auténtico y genuíno trip-hop. Keller y Griffiths, de todas formas, han dado continuidad al proyecto con otros colaboradores, sacando al mercado más de media docena de Cds más, eso sí, en otra linea musical. LONDINIUM es el disco (nunca mejor escrito, con mayúsculas).

El trip-hop de Archive no es como el de Massive Attack o Portishead: las mareas musicales encontradas no armonizan tan majestuosamente como en los padres del género. Las bases no resultan tan definitorias del tema; son más neutras, y permanecen un tanto camufladas bajo arreglos de tinte algo más clásico que en Portishead o en Massive Attack. El ritmo creado es el habitual downtempo del trip-hop y del acid-jazz: un latir elegante y accesible, pero preparado para ser lanzadera de un rapeo, con ligero acento africano-caribeño. Por otro lado, el juego vocalista combina el rap con la voz melódica femenina, más en la linea de Lamb que en la de Beth Gibbons, de manera un tanto segregada. En cierto modo parece como si todavía no hubieran tomado la decisión de qué vía escoger, como si su música avanzara con el pie sobre el freno, atenta y consciente de la cercanía de una bifurcación insalvable.

LONDINIUM, de todas formas, cumple con creces con la 1ª característica indispensable para hacer buen trip-hop: la elegancia. Nobleza de ambiente, ritmo lento pero seguro, henchido de brillantes y pulidos secretos, y una combinación vocalista que, pese a mi quisquillosidad desquiciante, es fantástica. El rap y la voz melódica se combinan a la perfección en So Few Words, Darkroom y el Last Five (caso aparte el de Londinium, que va más allá). Incluso en otros temas, cuando aparecen por separado, entonan el mismo juego: timbres dulces, calmados discursos, seducción lenta y encanto; pieles delicadas para un trip-hop de escaparate. Porque Archive da un poquito de todos aquellos elementos que, unidos como en una fórmula alquímica, hicieron posible que se hablara de este género, pero solo a modo de catálogo. Bases de hip-hop en downtempo, homenaje a los clásicos del jazz y del soul, acid-jazz (Headspace) y electrónica derivada, o atraída por, voces melódicas y seductoras (mejor si son femeninas), el imprescindible sombreado del rap, scratches, samplers, sintetizadores y, por supuesto, la innata elegancia necesaria.

Archive es genuíno porque no imita a nadie: es su trip-hop. En una linea muy cercana al dogma de Bristol, los de Londres son más hip-hop alternativo cuando rapea Rosko John, y más acid-jazz, con base en lugar de instrumentación (salvo en Headspace que sí es plenamente acid-jazz), cuando canta Roya Arab. El único pero es que el valle entre esas dos tendencias, ese utópico lugar que llamamos trip-hop, en Archive, resulta un tanto menos fertil. Por tanto, en mi opinión, el disco sube de nivel con los temas más raperos (más que con la aportación de la cantante). Entre otras cosas por ese tenue olor a Fugees que tanto me gusta del tema Londinium. Y del otro lado, de la ladera del acid-soul, destaca Nothing Else, que pese a sonar musicalmente más a Lamb o a la noruega Beady Belle, tiene ese encanto teatral que tanto caracteriza a Beth Gibbons.

LONDINIUM no tendrá la sólida definición interna del Blue Lines, del Dummy, del Maxiquaye, del Portishead, o del Mezzanine, pero conecta tanto genéticamente con ellos como yo con mis primos gallegos. Tienes la misma sensación de privilegio al escucharlo. La sutileza, el ritmo sofisticado, la selecta atmósfera, el estilo, son conceptos que Archive domina con esta primera formación. Lo que viene después me interesa como una décima parte. LONDIMIUM ha entrado en el aristocrático saco del trip-hop auténtico cuando ya casi lo daba por cerrado. Lo cual me lleva a la siguiente conclusión: puede que el trip-hop haya muerto a día de hoy (certificaron su muerte los propios creadores con el Third y el Heligoland), pero la arqueología musical todavía puede rescatarme algunas piezas hasta ahora desconocidas. Suerte que la música es infinita.




HIDDEN ORCHESTRA



A priori, todos los géneros musicales pueden llegar a ser mezclados entre sí, ¿por qué no? Ahora, también es cierto que el que mucho abarca, poco aprieta. Partiendo de estas dos bases, escuchemos Hidden Orchestra, el proyecto de Joe Acheson donde pretende fusionar el jazz, post-rock, trip-hop, downtempo, electrónica y música clásica de cámara, y juzguemos si algo así es concebible. NIGHT WALKS es su primer trabajo, producido por el sello británico Tru Thoughts (que hicieron debutar a Bonobo con su Animal magic), y es algo que no se encuentra todos los días.

Hidden Orchestra son escoceses: Tim Lane y Jamie Graham tocan dos baterías a la vez (debido a la influencia de Gene Krupa, el primer batería superstar), Poppy Ackroyd se encarga de teclados y los violines y Joe Acheson, a parte de componerlo todo, toca el bajo y manipula samplers electrónicos. A esto hay que sumarle, para la grabación en estudio de NIGHT WALKS, el cello de Su-a Lee, la trompeta de Phil Cardwell, el corno francés de Marcus Britton, y un saxo soprano, una flauta travesera turca kaval, y una flauta dulce irlandesa low whistles, interpretadas por Fraser Fifield. Acheson, un auténtico hombre-orquesta, dirige todo esto de una manera impensable, aunque con una clara tendencia hacia la electrónica, el downtempo en concreto, y la constante presencia del concepto de grupo de cámara.

Desde luego, el mayor logro en cuanto a fusión, es el temazo que abre el Cd: Antiphon. Sobre una base de trip-hop se desarrolla una estructura que, por momentos, recuerda a cosas de Red sparowes, de Godspeed you! Black Emperor o incluso de Mogwai. A partir de aquí, no hay ni rastro de rock. Acheson se declara fan de Radiohead para justificar su intento de fusión, pero para alcanzar el genuíno estilo de rock etéreo de los ingleses, ese rock elíptico que hasta puede carecer de guitarras, hace falta mucha experiencia en el rock 'n' roll convencional. A Acheson le falta, y se nota.

El rock fuera. El resto de elementos, sin embargo, sí que están más equilibradamente presentes a lo largo del disco. La métrica de sus canciones varía desde el trip-hop y el downtempo hasta algo cercano al drum & bass, pero siempre elegantemente adornada por un abanico instrumental considerable, samplers con sonidos naturales, y la ácida entonación del jazz vanguardista. El resultado es un sonido, por momentos, tremendamente cinematográfico, elegante por lo elevado de la conjunción intrumental y un ejemplo más de que, con el tiempo, sí puede llegar a existir una música clásica posmoderna.

NIGHT WALKS es un disco interesantísimo, sorprendente, refinado y de aire distinguido. Un sonido en la línea del Motion y del Every day de Cinematic Orchestra, y también, aunque con bastante menor habilidad para el jazz, cercano a la sublime propuesta de Portico Quartet, Knee-deep in the North Sea. ¿Electrónica elegante, o jazz modernista?


Dust

Footsteps

Strange