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SIGUR RÓS

 


¿Amanece o anochece?

Llevaba tiempo esperando poder decir lo siguiente: ¡Sigur Rós han vuelto! Cuando hace apenas dos años anunciaron que se tomaban un descanso indefinido, para centrarse en sus carreras en solitario, jamás imaginamos que necesitarían tan poco tiempo para darse cuenta de lo huérfanos que nos dejaban a todos sus seguidores. Es como si últimamente hubieramos tenido que aprender a dormir solos por las noches, sin el cuento o la canción de cuna con la que nos criaron nuestros padres. Pero ahora, como venidos de un largo viaje que se antojaba solo de ida, vuelven el calor de sus manos a arroparnos, el sosiego de su voz a embelesarnos, y su contar melódico y nostálgico a conducirnos, envueltos en paz y harmonía, a donde solo la imaginación y la magia reinen sobre mi mente.

Los islandeses siempre han sido un grupo diferente, una banda a parte. Con una sensibilidad especial, y un inalterable fondo de bondad absoluta, siempre han parecido de otro planeta: los protagonistas, quizás, de una mitología tan del norte que pertenece a las estrellas. Serían la leyendo de quien creó de la oscuridad la luz, de quien le dio voz al silencio, de quien armonizó el cielo con la tierra, el fuego y el hielo, y la noche y el día. Sigur Rós no podían nunca pasar inadvertidos: hegemónicos sobre el post-rock, el space-rock y el dream-pop del siglo XXI. 

Ahora han vuelto y percibimos ciertos cambios: transformaciones naturales que se han ido produciendo a fuego lento, y que ahora se muestran orgullosamente enunciadas. VALTARI no tiene el fresco verdor de otros discos, ni la tensión ni el ritmo de galope; no tiene el desarrollo apocaliptico que nos hizo estremecer en obras pasadas. Pero en el poso de su sonido se nota todo eso, interiorizado y fusionado en sus entrañas. Se entrevén, más allá de la apariencia harmónica y casi tántrica del nuevo disco, todas las etapas y estratos que han conducido a Sigur Rós al punto exacto musical en el que se hallan. Y como no podía ser de otro modo con gente así, el ciclo de los islandese remite a un lugar muy familiar para todos, cerca de sus orígenes.

No es que VALTARI sea un volver a empezar, una vuelta al principio, pero sí se respira esa misma suspensión en la nada que se apreciaba en el Von: una nada llena de detalles como surgidos de la inercia y del caos puesto en paz, observado lenta y apaciblemente. Hay, frente a su primer disco, una mayor capacidad de síntesis, de silencio y suavidad. Y aunque rítmicamente sea, como aquel, mucho más monótono que los demás álbumes, la riqueza compositiva de melodías y texturas supera con creces la que aquel disco áspero, denso y desafiante con el que se presentaron al mundo. 

Es como contraponer el alba con el atardecer: inconfundibles entre ambos, no son más que el sol puesto en el mismo ángulo. Sigur Rós hace que nos dé igual si empiezan o acaban, si es el principio o el fin de algo; hacen que, sin más, te detengas un instante y observes qué hay afuera, ahí, frente a tí, a tu alrededor. El cromatismo característico de los islandeses, en este como en sus mejores trabajos, nos recuerda una vez más que el hogar de cada uno es uno mismo, y que aunque el mundo es grande y asusta, es precisamente ahí donde radica la magia de estar vivo. 

Desgranar VALTARI es como descorrer vestidos de seda en busca de un secreto que reluce en el fondo del armario. Puede que la tensión y el gótico de anteriores etapas haya menguado, pero parece que su paso por el barroco ha concluido, dejando atrás esa fase, orquestal y florida, que representa en la carrera de Sigur Rós el Með Suð I Eyrum Við Spilum Endalaust. Canción a canción encontramos siempre una contención natural a los sentimientos que, en anteriores trabajos, se expresaban con más aínco e intensidad. Pero transmiten todo el proceso de lucha y contradicción dialéctica interna que han sufrido para llegar hasta aquí. No habrá momentos de éxtasis más allá de Varúð o Rembihnútu, y sin la grandilocuencia de antaño. Ni voz en las últimas canciones, como ese final anticipado al que solo ellos saben poner música. 

Tal vez haya gente que crea que este disco solo vale para echarse la siesta, y no hace falta que le augure dulces sueños, porque estoy convencido de que los tendrá. Y más que dulces, los tendrá plateados, y de ese azul tan poco carnoso al que han vuelto los islandeses. Después de su exito por todo el mundo, su florecimiento cuando Jonsi buscaba en solitario, y después de la promoción que hicieron con Heima e Inni, esta vez sí, Sigur Rós han vuelto...a casa.

Os dejo el documental Heima, que es una joya.

M83



No. No voy a hablar del último Cd de M83. Paso del Hurry Up, We're Dreaming. No es que no haya tenido tiempo de escucharlo en profundidad, es que pierdo la paciencia de la repetición cuando algo no me convence, cuando algo no me entra a la primera. Cuando es un grupo nuevo simplemente desisto, lo dejo por imposible y paso a otra cosa. Pero cuando es el nuevo disco de alguien como M83, o le doy una y más oportunidades, o me pasa lo que en este caso: que termino huyendo a su obra más completa. Ante la decepción me he refugiado en DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS. Puede que haya gente a la que le guste lo nuevo (9 y pico en Ptchfork, nada menos), pero a mí me gusta demasiado ese segundo álbum como para apreciar lo bueno que hay (no lo dudo) en su reciente nuevo trabajo.

Yo querría que este disco quedara inalterado, protegido contra el tiempo, como inalcanzable, elevado sobre todas las cosas materiales de este mundo. Quise, cuando lo escuché por primera vez, que este grupo no hiciese absolutamente nada más: así quedaría este trabajo como el testamento de aquel milenio que ya era historia, como el legado silencioso de todo el ruido que emitió la humanidad desde que aprendió a hablar y a hacer música. Algo me ha dicho siempre dentro de mí que ignore cualquier otro disco de M83, que solo haga caso a su verdadera y única voz: DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS tiene ese aura de atemporalidad que hace de un sonido un estilo de música; campea sobre nosotros, suspendido en un mañana que nos recuerda terriblemente al ayer: siempre será futurista y retro a la vez. 



Todo lo demás que han hecho me parece una inútil imitación de este disco, un vano intento de evolución de algo inamovible, imperecedero. Es como el trazado de un bólido en una vuelta perfecta al circuito de carreras: todo lo que sea alejarse de la ortodoxia plasmada en el DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS me parece una desviación decadente, una caída de nivel, una bajada a tierra firme, al territorio de las cosas mortales. Y el sonido de M83 no debería pertenecer a ese mundo. 

Es la perfecta unión de shoegaze con la música electrónica. En ningún otro momento les salió tan bien esa mezcla, o quizá les dejó de interesar. Amalgamar el modernismo de la electrónica ambient, la nostalgia característica de la Generación X, la épica futurista a lo Blade Runner y el sonido infinito del post-rock instrumental no es fácil, pero el resultado es asombroso. Las piezas de este Cd encajan como si hubieran nacido todas de una vez, como pura narrativa de ciencia ficción: sólida e implacable. 

Este dúo francés ama las guitarras bien distorsionadas. Pero del mismo chorro liso y recto de las eléctricas en cascada hacen brotar teclados tipo Vangelis, y ritmos mucho más vivos que los de Pale Saints, Slowdive o Bethany Curve: el sancta sanctorum del shoegaze de los '90. Run Into Flowers, 0078h, America y Cyborg son los mejores ejemplos. Luego hay temas donde ni la electrónica ni la distorsión de guitarras parecen tener protagonismo: temas lánguidos como In Church, On A White Lake, Near A Green Mountain o Be Wild en los que, sin embargo, te van envolviendo como una manta de fieltro viejo; con un desarrollo apático pero esperanzador. 

Lo mismo pasa con Unrecorder, Noise y Gone. Son mis temas favoritos: perfectas canciones de rock, melodías abocadas a la derrota que levantan la cabeza una y otra vez; miran al suelo, pero conscientes del espacio abierto por sus desgarros y distorsiones. El space-rock tiene en M83 a uno de sus principales referentes: ya sea por la ambientación electrónica, o por la conmovedora costumbre de componer siempre en ascendente, el oyente del DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS siempre renacerá de sus cenizas y lamerá sus heridas conservando la esperanza. No en vano, si en algo ha evolucionado ese sonido shoegaze, dreampop o space-rock en la última década, y en esto ha ayudado M83, es en haber recuperado cierta ilusión por el mundo y por la vida. 

El placer de este disco es conceptual, por lo sorprendente de la unión, y de lo bien que suenan juntas cosas tan alejadas. Puede que haya más hits en otros Cds, pero el placer de ver dos ideas amándose, tan distintas, tan aparentemente distantes, le gana al disfrute momentáneo y pasajero de una canción pegadiza. Puede que ya no sean los únicos que hacen esto, y puede que tampoco en su día lo fueran, pero el valor de hacerlo de la manera sincera, cruda y evidente en que lo hicieron, es indudable e incalculable. Así fue el verdadero y definitivo testimonio de M83; lo demás, renglones torcidos.

WILD NOTHING




Un día lejano que sabes que pronto se volverá a repetir.  

Jack Tatum es un chico de Virginia, y además es Wild Nothing, una de las grandes noticias de 2010. Empezó a hacer ruido en 2009 con unas demos, y pronto fichó por un sello joven de Broocklyn, Captured Tracks, para la confección de lo que ha sido su álbum de debut. GEMINI fue uno de los Cds preferidos por la crítica especializada el año pasado, y no es para menos. Tatum se rodeó entonces, lo mismo que para sus actuaciones en directo, de una banda que le sigue a pies juntillas. Fruto de aquel contrato y de ese trabajo, vio la luz en mayo este maravilloso Cd de enorme producción propia. Un sonido que nos recuerda a infinidad de grupos de los últimos 30 años, un ejercicio de revisionismo más que destaca por liviano, grácil y fluido.


La comparación con The Pains of Being Pure at Heart me parece inevitable, aunque también cabría hacerla con The Morning Benders, The Radio Dept. o incluso con Yo La Tengo; así en general. Claro que luego hay temas en concreto que parecen vitrinas de museo de músicas de otro tiempo, como Driffter, que bien podría ser de Cocteau Twins o de This Mortal Coil. Confirmation me recuerda al rollo cyberbruja puesta de ácido tipo Ariel Pink's Haunted Graffiti, y My Angel Lonely, un poquito, al acento Deerhunter. GEMINI, por tanto, no me parece un canto a la originalidad, pero sí que consigue armonizar todas esas influencias y semejanzas. Es una de esas mezclas capaces de hacerte olvidar los evidentes ingredientes que lo componen, para transformarlos todos en pequeños aportes a un nuevo sonido, aunque tremendamente familiar.

GEMINI destaca frente a otros Cds de poprock independiente por esa extraña frescura que tiene su acento a sabor viejo, ya usado. Es como cuando compras algo de segundaano y te parece mentira que alguien haya podido haberla usado ya antes: suena a nuevo y a antiguo a la vez, como si fueran una revisión de ellos mismos, antes incluso de que se establecieran como un sonido concreto. No obstante, el tono de voz, el color de la piel de su sonido, y la recurrencia en los efectos, los teclados y los ritmos calmados, nos hablan de una personalidad musical importante; al menos, incipiente.

Lo que más me gusta de Wild Nothing es la aparente sencillez de lo que hace. Lo fácil que parece que le resulta a Tatum hacer música. Es como de una lógica aplastante, como si estas melodías y efectos, estas texturas de ante, impregnadas de la dosis justa de purpurina y brillantina, hubieran estado ahí, siempre al alcance de todos, suspendidas en el imaginario colectivo a la vista de todos, esperando a que alguien se las apropiara. Son canciones que cuando las oyes piensas: "claro...¿cómo no se la había ocurrido antes a nadie coponer esto?". Summer Hollyday y, sobre todo, Live In Dreams y Our Composition Bock te hacen sentir como esas canciones de Yo La Tengo y The Pains of Being Pure at Heart, que sabes que tiene algo especial. Llamémosle canon del indie: llevan implícita una luminosidad interna, irradian tanta sensación de libertad, de emancipación, que te parece ver el mundo como una inmensa pradera sin fronteras.

Wild Nothing hace un poprock envuleto en neblina postmoderna, un rock pálido e independiente del mundo formal; un pop construido con el material del que se hacen los sueños, con un ritmo siempre amable, acompañado de unos teclados inconfundibles de sonido acristalado pero grumoso. Confieren ese eco de luz tenue que abre la pista de baile a las formas y sonidos que van de hoy hasta los '80. Pero siempre con un principio de personalidad muy grande. Varios de los temas, algunos porque nos suenan a otros grandes grupos, y otros porque nos parecen una novedad incontestable, parecen haber nacido para ser míticos. Parecen himnos de un día perdido en la memoria, un día lejano que sabes que pronto se volverá a repetir.

THE PAINS OF BEING PURE AT HEART



El principio de algo serio.

Al levantar la mirada del suelo, cualquiera de estas tempranas tardes de primavera, solo veo a The Pains of Being Pure at Heart. Hace una semana declaraba mi amor caduco a The Joy Formidable, pero ya sabía que era polvo de dos noches. Esto es muy distinto: ¡A los neoyorquinos les quiero hacer un hijo! Acababa de escuchar por primera vez había su anterior Cd, y los pospuse para poder amar antes un poquito a los galeses. Pero ya sabía que mi corazón miraba hacia otro lado. "Yo la tengo", me decía, "tienen lo que tienen ellos". Me he lanzado directamente a la confirmación, porque ya es uno de los discos del año; porque han dado la talla de sobra, porque esto ya es una realidad. The Pains of Being Pure at Heart será, con toda seguridad, una de las bandas importantes de esta década que ahora empieza.

Su homónimo primer álbum es increíble. Es el pasmo de ver a alguien debutar con las tablas de quien lleva 20 años tocando, y no de cualquier forma. Te preguntas qué había antes de ellos. Es como aquellos primeros partidos de Sergio Busquets. Te parece que ya antes de que existieran, los echabas de menos, y te parece también mentira que no notaras el inmenso vacío de su ausencia, ya antes de que nacieran. Son todo temazos en el The Pains of Being Pure at Heart, y con una personalidad que asusta. Una fluidez y una claridad que hacen absolutamente necesaria la siguiente nota. No es solo su armónico pop alternativo, de elevadas influencias, es la seguridad que desprenden en cada estrofa, en cada estribillo: aunténticos himnos. Brillantes piezas de sencilla orfebrería, fina y suave, de impecable ejecución y frescura infinita.

The Pains of Being Pure at Heart me produce la misma sensación que Yo la tengo, y eso es genial. Aportan ese mismo desequilibrio que te hace libre. Los tonos del dúo (siempre femenino y masculino) entonan hacia arriba, siempre hacia el mismo sol al que apuntan las voces de los de Jersey. Puede que el primer trabajo sea más compacto y enmarcable. Y puede que con el segundo Cd comience a desflorar el inmenso abanico que los Pains tienen guardado en la chistera. En el BELONG dejan un poco atrás el acento a The Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine, Ride, Stereolab, o a los mismos Yo la tengo. Es cierto, el primer tema de su regreso suena tremendamente a Smashing Pumpkins (de 'El Primer Disco Era Mejor'), pero sobre todo, empiezan a sonar a The Pains of Being Pure at Heart.

BELONG está solo una décimas por debajo del primer álbum, en mi opinión, pero tiene importantes mejoras. Practicamente ninguna de las canciones, salvo Belong quizá, podría ser obra de otra banda. Han caracterizado aún más su sonido: un pop que combina a la perfección el bajo marcado del noise, la suciedad de guitarras que dibujan melodían dulces, con el acompañamiento líquido y cristalino de la acústica. Además, la timidez del teclado en el primer Cd da paso, en esta segunda entrega, a una acertadísima utilización de la electrónica, de clara vocación orquestal, como en Arcade Fire, por ejemplo. Un requisito casi imprescindible a estas alturas. My Terrible Friend y, sobre todo, Heart In Your Heartbrake y The Body, son prueba feaciente.

Hacia el final pierde un poco de fuerza, es cierto. Pero un principio tan arrollador suele traer consigo esa consecuencia. Belong, puro rock de los '90; Heaven's Gonna Happen Now, el nuevo paradigma de pop alternativo de los Pains; Heart In Your Heartbrake y The Body, la eclosión de la electrónica orquestal contagiada; y tras un bonito tema neutro, Even In Dreams: la prueba estable de la madurez musical. El resto del disco, aunque también sobresaliente, no destila tantísima calidad; pero siempre atenta contra esa ceñida y limitada etiqueta de pop aternativo, que se cierne sobre ellos.

El exito de una banda como esta reside en unas melodías siempre sorprendentes y originales, pese a la sencillez; en una batería que se anticipa a tus deseos, que marca el ritmo de tus pensamientos; en una guitarra cuyo rasgueo rasca tu piel, que es el grito interno de nuestra propia garganta; en esa humildad mezclada con contundente seguridad, con firme presencia. BELONG es la confirmación perfecta. Desde Arcade Fire no encontraba algo así. Por eso estoy convencido de que también, como los canadienses, The Pains of Being Pure at Heart marcarán la naciente década.





RADIOHEAD



El rock sin el rock.

Son el sonido de una era, la desmaterialización en notas, efectos, y átomos de música de museo, de una realidad en la que vivimos varios millones de personas de mi generación. Radiohead, sin duda, es el grupo más importante de los últimos 15 años, por esa extraña capacidad de reinventar todo aquello que tocan, por haber abierto caminos de experimentación jamás vistos hasta ahora, y por hacerlo con esa increíble naturalidad, por haber inspirado a cientos de bandas de todo el mundo y, sobre todo, porque nunca, nunca defraudan.

El pasado lunes anunciaban por sorpresa el inminente lanzamiento de su octavo trabajo de estudio, THE KING OF LIMBS, que pudo adquirirse ya el viernes (con un día de adelanto) directamente desde su página web. El quinteto de Oxfordshire ya colgó su anterior trabajo, In Raimbows (2007), para la libre descarga, previo pago, o no, de un donativo de cuantía indefinida. No obstante, este hecho no les impidió liderar las listas de venta ordinaria durante varias semanas. En esta ocasión, sin embargo, el precio sí es fijo. Duro no, durísimo golpe a toda pieza intermediaria prescindible entre ellos y su público.

THE KING OF LIMBS es muy bueno en sí, vale. Pero hay una cosa que no suelen tener los grandísimos discos, y que este sí lo tiene: resulta tan claro en su discurso que aporta una nueva visión sobre el resto de su trabajo anterior. De pronto, sin otro motivo aparente, tengo la necesidad de re-escuchar In Rainbows, que en su día no me convenció al 100%, y ahora le veo todo el sentido. Posados los pies del arcoiris, podemos ya observar el precioso desarrollo de su arco, en todo su esplendor. Toda la evolución desde el Kid A (2000) se nos aparece, como una visión ultraterrenal, entre la inmensa luminosidad de esta octava maravilla.

Pero Radiohead se nos va, han trascendido; levitan, se elevan, y su música ya no está posada en la tierra, sino construída en el aire. Apenas se intuyen, levemente, las sutiles conexiones que, como raíces finas y electricas, unen su electrónica al rock que les amamantó durante sus comienzos. Es la metonimia máxima. El rock sin el rock. O tal vez no se vayan ellos, sino nosotros mismos: nuestra vida, nuestro tiempo. Radiohead es la banda sonora de esos cambios que no se esperan, que no se advierten hasta que se han cumplido. Es el sonido íntimo de nuestra propia nostalgia, un bramido interior que ellos universalizan. Escuchando THE KING OF LIMBS, y siendo consciente de lo que ellos han dejado atrás, entiendes lo que tú has dejado atrás.

Es un disco deslumbrante, sorprendente, como siempre, con una luz palpable, delicada y precisa, con un tono contundente pero amable, y una voz, la de Thom Yorke, que lejos de aceptar unos límites normales, planea de manera majestuosa sobre cualquier tipo de terreno. Por momentos, como en Morning Mr. Magpie o en Little By Little, se aprecia claramente el rock deformado, el abobinable y experimental trabajo de bajo, guitarra y batería que, milagrosamente, ha derivado en la creación, no de un monstruo, sino en la de un ser superior.

Pero el concepto de rock electrónico se les queda corto. Feral, por ejemplo, carece que cualquier tipo de elemento de rock, en Bloom el bajo tan solo marca, y levemente, una mínima estructura, y, en general, la percusión está tan afinada que cuesta distinguir cuando es real y cuando no. Pero el eco y la dulce ambientación de Lotus Flower, Codex y Give Up The Ghost (casi acúsitca), nos remiten tan directamente a los clásicos de Radiohead, que nuestra mente puede recorrer, planeando a lomos de la voz, las finas y robotizadas raíces de su sonido, desangeladas, pero con alguna esporádica corriente de flujo sanguíneo, todavía un poco humano. Y Separator, como colofón de un disco partido en dos, tiene el bajo sutil que marca la estructura, el eco del Radiohead atemporal, el rock deformado, pero la batería (aunque igualmente afinadísima) más creíble de todo el Cd.

Radiohead, ahora más que nunca, se ha transformado en Marvin, aquel angustiado robot de la saga de Douglas Adams al que dedicaron Paranoid Android: una máquina con sentimientos humanos; electrónica con vestigios de rock. El sello personal que nunca perderán, y que también tenía el proyecto en solitario de Thom Yorke, The Eraser, es esa capacidad de crear momentos y sonidos instantámeos, que se dilaten en sí mismos. Canciones que son cuadros, cuyos bordes se deforman y entremezclan, ante el vertido voluntario de gotas de electrónica. THE KING OF LIMBS es un disco entre dos propuestas, pero con un abanico tan rico de sonidos, que Radiohead demuestra en él, una vez más, que son capaces de abarcar, con las dos manos, todo el universo (musical) conocido.



También disponible en Fanzine Radar.es

Cuadros de Minako Abe, expuesto en ARCO 2011.

MOGWAI (Hardcore Will Never Die, But You Will, 2011)



Aires nuevos recorren las cuerdas de Mogwai.

Son como ese vecino majete de toda la vida, ese con el que nos encontramos de vez en cuando en la panadería, y con el que siempre cae una agradable cañita y una charla amena que nos endulza el paladar. Rebosan familiaridad, humildad y grandes dosis de trabajo y constancia. Por eso Mogwai rara vez nos decepciona. Los de Glasgow editan este invierno su 7º álbum de estudio, HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL, y eso me lleva a dos conclusiones. Uno: que me estoy haciendo mayor si recuerdo casi íntegra la carrera de una banda con 7 discos. Y dos: que a veces ese vecino modesto y de hábito cotidiano, de pronto, se ha convertido, no solo en estrella, sino en una de las más admiradas referencias del post-rock.

Esta vez han vuelto en serio, de verdad; Y son los de siempre: el Mogwai del Mr. Best y del Happy Songs For Happy People, que relega casi al ostracismo a su olvidable y último trabajo, The Hawk Is Howling. De este Cd dije hace unos meses que no me convencía, que le faltaba ese pasito hacia adelante que ya tocaba, una evolución necesaria. Porque el post-rock debe reinventarse casi cada mañana ya que, en teoría, aborrece lo ya establecido. Y el paso ha sido todo un salto, con oca de por medio.


HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL suena a nuevo desde la primera nota, desde la aireada y siempre instrumental White Noise. La múltiples capas de guitarra, bajo y teclado vuelven a su sitio, pero proyectan sombras distintas, hábilmente deformadas. Otra novedad: con Mexican Grand Prix demuestran, al parecer, haber superado su asignatura pendiente, la de coquetear con la electrónica manteniendo incólumes sus estructuras progresivas de rock agresivo. Las mismas que, contundentemente, renuevan en Rano Pano, una 3ª pista que completa un primer cuarto de hora brillante. Aires nuevos recorren las cuerdas de Mogwai.

Siempre han sido maestros del contraste: eléctricos y anestésicos; pero ahora nos sorprenden con pequeñas dosis de concentrada contundencia como San Pedro, de remarcada estructura, donde cada nota se ha colocado con martillo. Eso sí, bien rodeada de narcóticos. Sonar a nuevo y a añejo a la vez no es fácil, pero los de Glasgow lo han conseguido. Porque las mejores transiciones se hacen modificando poco a poco las piezas.Y How To Be A Warewolf o Too Raging To Cheers (o las mismas Rano Pano y White Noise), por ejemplo, repiten la clásica progresión Mogwai, pero con fraseos, transiciones y pequeños detalles totalmente inéditos hasta ahora.

Un grupo de culto como este no suele necesitar nuevos argumentos para presentarse en un festival como el Primavera Sound. Sin embargo, en este caso, Mogwai sí nos da una buena razón para volver a verles en mayo. HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL proporcionará a su directo las mismas oleadas de suaves y densos guitarreos, la misma profundidad, iluminada por manchas, de su callado instrumentalismo, y el mismo claroscuro rítmico de siempre, que nos hace gravitar desde el torrente al remanso. Pero también habrá un Mogwai más maduro, más pulido, con una mejora técnica que parece haber barnizado su sonido. Es lo que suele pasar cuando un grupo crece tanto desde un sello independiente como Matador Records: siendo tan dueños de su sonido, tarde o temprano, terminan auto-produciéndose. Este es, por tanto, el primer trabajo importante de Rock Action Records, su propio sello discográfico.

El disco, por cierto, se filtró en internet el 31 de diciembre, pese a que la fecha oficial del lanzamiento es el 14 de febrero. Definitivamente, la industria musical ya ha cambiado. Y Mogwai navega viento en popa simplemente porque son buenos y hacen bien su trabajo.

SILVERSUN PICKUPS



Hay fórmulas que, pese a no ser la más bonita, o la más perfecta, o la que más pasta tiene detrás, triunfan incontestable y justificadamente. Si es verdad que el ser humano es tan racional como irracional, se demuestra en este tipo de casos; en casos como Silversun pickups: la fórmula natural del exito.

(Y aclaremos una cosa fundamental antes de continuar posteando: cuando hablo de exito no me refiero al número de ventas, premios, o aceptación de crítica y público (que también). El mayor triunfo de un grupo de música es, para mí, la creación y el desarrollo de un estilo propio: alcanzar un dominio total sobre la propia creación artística. El exito de Van Gogh fue únicamente interno: perfeccionó su técnica, absorbió influencias, depuró su lenguaje y nunca cejó en su empeño. Alcanzó la excelencia artística, al margen de los demás (para su desespero, eso sí). Ese es el mayor triunfo de un artista, porque cualquier crítico puede encumbrar a cualquier mierda.)

No pretendo comparar Silversun pickups con Van Gogh, pero será gracioso buscarlo en google! El caso es que esta banda californiana tiene una fórmula que les ha permitido triunfar, porque tienen un sonido propio. Los fans sabemos muy bien lo que vamos a escuchar cuando ponemos el Carnavas (2006) o el SWOON (2009); sabemos perfectamente la sensación que producen todas sus canciones, lo que nos va a aportar, y el desahogo que vamos a sufrir. Porque, ante todo, son tremendamente coherentes, en sus dos Cds.

La comparación más repetida es con los Smashing pumpkins. SWOON podría estar repartido entre los más adornados Mellon Collie & the Infinite Sadness, Adore y Machina, y a nadie le extrañaría demasiado. Silversun pickups, al ser más pequeños que Smashing pumpkins, son más limitados pero también más compactos. Un rock oblícuo: entre la melancolía y la arrogancia y el orgullo despechados. Guitarras que, aunque abatidas en vuelo, siguen planeando esperanzadas. Una percusión laberíntica que nos recuerda que el Minotauro sigue suelto, y no solo en las peores pesadillas. Y los arreglos, el teclado y toda esa profunda ambientación, que hacen que los temas nunca te aburran...

SWOON es un disco de rock alternativo, cercano al noise, al space rock, con un sonido heredado del grunge y con pequeñas huellas de dreampop. Es una fórmula, a parte de muy personal (pese a las comparaciones), potente, un poco basada en la atractiva voz de Brian Aubert (muy coreada por Nikki Moninger), y muy directa, con estribillos y finales fuertes e hipnóticos.

Y por si a agluien le interesa, han vendido casi un millón de copias entre los dos Cds, han teloneado a Wolfmother, Snow patrol, Foo fighters, Kaiser Chiefs (presentando Carnavas), a Placebo y a Muse (tras el SWOON), y fueron nominados al Grammy 2009 como mejor artista revelación, aunque perdieron. Todo eso desde el modesto sello californiano Dangerbird Records.


Panic switch

Substitution

The royal we

LUSH



El efímero paso por el punto medio.

En 1996, en pleno apogeo del britpop, apareció el cuerpo de Chris Acland, batería de Lush, ahorcado en casa de su madre, último escondite de retiro y pozo de la depresión. Año y medio después la banda murió con él. Desaparecía así uno de los eslabones más importantes del puente, colgante, desenfocado y tenso, que unía el shoegaze con el pop (en la Era Nirvana, 1987-1994). Nos dejaron tres LPs, digna muestra de una clara evolución, y testigos clave del poder de influencia que el britpop, poco a poco, fue ganando en los primeros '90, fundamentalmente en Reino Unido. Las inofensivas sombras van desapareciendo de Lush, y el muro de sonido áspero (aunque nunca lo fue demasiado) va cediendo.

SPLIT, editado en 1994, es su segundo Cd: el poso necesario, el interfaz ineludible (si se me permite la terminología arqueológica). Porque, pese a la soberbia producción de Robin Guthrie (Cocteau twins), el sonido de Lush en Spooky, su primer LP, aún no está del todo definido. Es un compendio de buenas intenciones, pero de exagerada idolatría de calzador. Se nota que no desarrollan del todo su propia música: son el producto de la producción. SPLIT, sin embargo, concreta el medio-proyecto de Lush, asienta su propio concepto musical, convirtiendo su sonido en algo categóricamente bien definido: el perfecto axioma del dreampop.

El dúo de voces de Miki Berenyi y Emma Anderson (tras la marcha de Meriel Barham a Pale saints) sigue en el centro de la composición, en la que ambas se alternan, pero la relación entre melodía instrumental y vocal ha mejorado claramente. En el SPLIT, la larga sombra de Liz Fraser (cantante de Cocteau twins) se ha disipado. Ahora Berenyi y Anderson, como también venía haciendo Dolores O'Riordan, provocan una sensación bien distinta: son el sonido de una actitud más amarga, del conocimiento de un miedo ya irreductible hacia el abismo de la modernidad. Recordarían más al primer Cranberries, al del Everybody else is doing it, so why can't we?, si los de Limerick no padecieran tanto la anestésica influencia de U2, si no fueran tan irlandeses. Lush mantiene un suspense mucho mayor en el SPLIT. Y, fundamentalmente, aun siendo de los mejores ejemplos de dremapop, de pre-britpop, hace gala de ser un disco bastante rockero (sobre todo en Blackout y Undertow); potente y delicado, pesimista y luminoso: una música lúgubre y abovedada.

SPLIT es una foto fija, colgada en la pared de la nostalgia, que muestra uno de esos estilos que, en la antesala de los '90, comenzó la dilatación de las fronteras del pop y del rock. Poco más tarde volvería la contracción. De hecho Lovelife, su siguiente y último trabajo, se mueve por un terreno mucho mas angosto, reduciendo y subordinando la amplitud conceptual de su estilo al fuerte oleaje del britpop.

7 meses después del lanzamiento de su último álbum sobrevino la desgracia. Lush, paradigma de ese delicado dreampop, siempre en peligro de extinción.


Light from a dead star

Hypocrite

Undertow

STEREOLAB



Esta atractiva francesa de ojos oscuros es Laetitia Sadier. Cansada del rock producido en su país, y ansiosa por musicalizar sus comprometidas letras, acudió, allá por el final de los '80 a un recital de rock en París, donde enamoró al lider de una banda inglesa underground llamada McCarthy. De esa relación amorosa y musical, nació Stereolab.

Y es que la personalidad de este grupazo de post-rock(pop) depende mucho de la voz de esta reina del noise. TRANSIENT RANDOM-NOISE BURSTS WITH ANNOUNCEMENTS, su tercer álbum (el segundo editado en 1993), el primero con sello importante, en una buena muestra de hasta dónde llegó el grunge británico (si es que eso existe...) a principios de los '90. Lo cierto es que hay un punto de inflexión en la ya dilatada carrera de esta banda (que nunca fue un dúo): la inmparable marea eléctrica de los 4 primeros Cd desaparece con el aclamadísimo Emperor tomato ketchup (1996), dando inicio a una etapa más ecléctica y electrónica, y menos desquiciantemente postrockera. A mí, personalmente, me gusta más su primera etapa, y este TRANSIENT RANDOM-NOISE BURSTS WITH ANNOUNCEMENTS, el auténtico paradigma de un sonido, tan inconfundible como inclasificable.

Stereolab, en 1993, estaba muy cerca de muchas cosas. Su guitarra tensionada, cuyo rasgueo notas en la piel, estaba cerca de Sonic youth; su incansable dostorsión y su ritmo seco y abrasivo, cerca de los míticos My bloody Valentine; su ambientación de pop desafinado y transochado cerca de aquel maravilloso Darklands de The Jesus and Mary Chain; y su sonido lineal, repetitivo y tendente al trance, cerca del efecto shoegaze de bandas como Ride, Pale saints o Slowdive. Sin embargo, una de las particularidades que hacen de Stereolab uno de los grupos europeos más interesantes de los '90, es la utilización que hacen de teclados y órganos analógicos, algo anticuados pero, según ellos, más controlables. Sintetizadores Moog, órganos electrónicos Farisa y Vox (wikipedia) serán, sobre todo desde 1996, los elementos más definitorios del sonido de Stereolab. En TRANSIENT RANDOM-NOISE BURSTS WITH ANNOUNCEMENTS son tan solo un instrumento más que apoya sus melodías planas, solo aderezadas con las dulces subidas de tono de Laetitia.

No es un disco que se le pueda recomendar a todo el mundo. Es un sonido desgastado, repetitivo y, en casos extremos como Jenny Ondioline, realmente agotador. A excepción de Pack yr romantic mind, Pause y del tema que cierra el disco, Lock-groove lullaby, el resto de canciones son un derroche de electricidad, un infinito galopar sobre alambradas puntiagudas y algo oxidadas; una experiencia, por momentos casi catártica, pero por lo general, bastante perturbadora. En cualquier caso, una auténtica y genuina joya del rock underground británico de principios de los '90.


I'm going out of my way

Crest

Pack yr romantic mind

MOGWAI (The Hawk Is Howling, 2008)



Mogwai ha vuelto, aunque nunca se fue. Esto se debe a una regularidad y fluidez de trabajo envidiables, y a que es de esas bandas que produce discos de los que nunca te cansas. Mogwai siempre te proporciona momentos desconocidos o hasta ahora ocultos; sus notas, la larga repetición de sus melodías, armoniosas, incomprendidas, impotentemente románticas, hacen que su música represente, mejor que ninguna, el auténtico paso del tiempo. La espera desde el MR. BEST ha sido plácida porque nunca se agotan sus discos anteriores.

THE HAWK IS HOWLING es el 6º album de estudio de este quinteto de Glasgow. Es, seguramente, el menos atractivo de todos ellos a primera vista, pese a una impresionante y caracterísitica apertura (I'm Jim Morrison, I'm dead) que, desde la primera vez que la oímos, nos da la impresión de que ha formado parte de nuestras vidas desde siempre. A partir de ahí el disco resulta un poco decepcionante, carente de tensión, pese a la cruda y ruidosa pista 2. Tres canciones anestésicas aunque un tanto inocuas y un extraño intento de aproximación al synth-pop no es a lo que nos tenían acostumbrados estos simpáticos postrockeros futboleros y católicos (son muy de Celtic de Glasgow).

En Mogwai subyace siempre un regusto a desgracia, a incomprendida enemistad del mundo hacia quien lo escucha. En Mogwai, en sus grandes temas de verdadero post-rock progresivo e instrumental, donde todo lo canalizan las distorsiones, los cambios de ritmo, la apertura de la batería, los arpegios tendidos y el despliegue final de luz y energía, hay siempre el mágico despertar de la mente romántica, que entiende tristemente su infinita pequeñez frente al inmenso poder de la naturaleza, que se sobrecoge con la asfixiante soledad de su propio ser, pero que camina y continuará caminando, con el alma hecha jirones, el espíritu herido, aún más fuerte, y la firme convicción de que, por la fe, obtendrá la salvación (si me leyeran, creerían que les interpreto a lo protestante, a lo Ranger). Mogwai hace digno y honorable el esfuerzo, la constancia; da fuerzas contra la sombra de la rendición, enciende y canaliza nuestra ira contra la misma creación que nos permite respirar: pero respirar el podrido y delicioso aroma de una dolorosa conciencia.

Lo que le falta al THE HAWK IS HOWLING es esa especie de humor negro, de sonora e incandescente pregunta retórica hacia los cielos, ese regusto a lamento resignado de Travel is dangerous, esa deseperada mirada, a lo Antonius Block en el Séptimo sello, hacia un panteón desgarrado y abandonado de You don't know Jesus, o el desesperanzado y oscuro piano de I know you are, but what am I?, obras que hacen de la música algo incalculablemente grande porque convierte momentos irrepetible en repetible (incluso por encima de la saciedad). Nunca dejarán de emocionarme muchas de las canciones de Mogwai, aunque pasen y pasen los años.

Mogwai es, sin duda, uno de los grupos más valorados y respetados del post-rock y de la música instrumental, muy apreciado por el estilo progresivo que han mostrado en anteriores discos, con larguísimos temas y rasgueo de eléctrica que erizan el cabello y que embellecen profundamente un ordenado y agradable ruido, tan humano como atractivo. Las últimas cuatro canciones recuerdan más al Mogwai evolucionista, más inquieto y curioso, más preguntón y sarcástico, al Mogwai crudo y orgulloso que hace digno el esfuerzo y la fe humana.

A quien no conozca a este grupo le recomiendo que empiece por el principio, aunque el flechazo se produce con el MR. BEST y con el HAPPY SONGS FOR HAPPY PEOPLE. Después, a los amantes del post-rock les digo que no me convence este último trabajo de los escoceses, considerados ya por mi como grupo de culto desde hace un tiempo: esperaba más, un paso más, un punto más de madurez, de evolución. Porque el post-rock se ha de reinventar con mucha más frecuencia que otros estilos de música, no valen las estructuras incólumes, académicas, ortodoxas. Espero con especial ansia un nuevo trabajo de Mogwai, y espero, sinceramente, que no sea más de lo mismo, que es siempre genial, pero ya no sorprendente (salvo los tres temazos que adjunto).


I'm Jim Morrison, I'm dead


I love you, I'm going to blow up your school

Scotland's shame