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ALT - J



Rebelión en la granja.

Una de los cosas más alucinantes de este An Awesome Wave de Alt-J es que, según va avanzando el Cd, se te va haciendo más y más difícil, cuando no imposible, definir qué estilo de música hacen estos chavales. Hacia la mitad del disco ya nos tienen en jaque; pero cuando acaba te das cuenta de que poco importa ese detalle de nomenclatura. Como su nombre: Alt-J; o el triángulo, o la delta, ¡o qué se yo! Lo realmente importante es que suenan de maravilla, hagan lo que hagan y se llamen cómo se llamen. Son de Cambridge, son cuatro, y van a ser casi seguro la revelación del año en el panorama indie.

An Awesome Wave es uno de los mejores álbumes de debut que recuerdo, tal vez, desde el Funeral de Arcade Fire, o desde el xx de The XX. 14 canciones, incluyendo tres interludios y una intro con bastante contenido, que forman un todo muy compacto, definido y, aunque parezca una contradicción, enormemente variado en su morfología exterior. Imposible acotar etiquetas a su sonido amplio y de cuidada varticalidad, pero campean con elegancia y seguridad por zonas cercanas a un trip-hop de luz y techo abierto, llegados desde áreas alternativas y acústicas del pop-rock más musical y colorido, pero siempre con un ritmo básico y una esencia vocal más propia de ese raggae de tapicería rústica y étnica que, en ocasiones, ha practicado Ben Harper. Por supuesto hay neo-folk del bueno, del camuflado entre cuerdas y voces, y también hay electrónica, en esencia, por esa constante tratamiento del beat, siempre marcado y nunca excesivamente rápido, que apoyan en una gama instrumental que reúne piano, bajo, unas guitarras y un teclado siempre deliciosos y, por supuesto, en una batería precisa, ágil y comprometida con la estructura de cada canción.

Alt-J sorprende al mundo con un disco, valga la redundancia, enteramente musical, donde no especulan ni una nota, donde derraman pasión, canralidad y una extremada y depurada atención por los detalles constantemente. Cada canción tiene algo que la hace especial, diferente, y a la vez necesaria dentro del organismo vivo que es el An Awesome Wave. Un disco mágico y fantástico, colorido y cavernoso, de piel suave y fresca como el tacto de la arena de las playas en la noche; donde no puedes dar nada por sentado, ya que en cada canción rompen sus propios moldes y se disparan en diversas direcciones: como si cada tema fuese la gestación de una pequeña mariposa musical. Un álbum de estados plenos de ánimo, con una vegetación floral que decora todo el trabajo con elementos extraidos de las cuatro estaciones, rezumando una humedad que huele a vida y a secreto bien guardado. Aunque por poco tiempo.

Porque esta gente tiene vocación de extrovesión: su música es el tipo de arte que surje por el impulso de agradecimiento ante un mundo que no para de asombrarlos y removerles su aguda sensibilidad. Es el fruto de quien sabe ver y ecuchar antes de expresarse: tal vez por eso suenen a tantos grupo a la vez, sin llegar a imitar ni a recordar a nadie en concreto. El principio, por ejemplo, podría haberlo firmado Piano Magic, con ese piano azulado, la distorisión melancólica, la batería concienzuda, borracha de vino tinto, y el encorvado lamento de Thomas mientras llueven los punteos. Una Intro que augura lo que luego no es: porque toda redención tiene un punto angustioso de orígen. Luego nos confunden con un Interdule I, a dos voces, con la métrica de un poema de Darío. Y por fin, con Tessellate parece que arranca definitivamente el Cd; todos suenan: batería de cálido beat, guitarras de agua, teclados y pianos cuan alfombras mágicas, y voces y alaridos de explorador frente a la hoguera. Todo con mucha clase.

Breezeblocks recoge el testigo ya con otra onda, construida entre la despreocupación caribeña, el tintineo y el redoble de ritmo de bajo, que se acaba imponiendo en uno de los pasajes más sorprendentes y pegadizos del Cd: "please don't go/ I love you so" rematan los Alt-J, haciendo del cubismo vocal un juego de niños bien criados. Puede que el estilo de la banda se sedimente mejor gracias a pacíficas oxigenaciones como el segundo interludio (Interlude 2), ya que apreciamos mejor tras él, en Something Good, la delicadeza de cómo meten un piano en escalera, una acustica africana en las cuerdas (también en las vocales), y como hacen confluir toda la instrumentación en ambientaciones y paisajes hermosísimos. También se hace notar más el silencio, justo en el corazón de disco, en Dissolve Me, logrando un hueco en el olimpo que ocupan los Fleet Foxes o Bon Iver con ese momento glorioso, hacia la mitad del tema, en que sositenen todo el Cd con un arco de voz.

Tal vez Matilda y Ms sean las canciones que menos llamarían la atención, pero en su modestia regalan pasajes de harmonía y, sobre todo, mucha de la riqueza de detalles con la que decoran cada compás. Ya siempre optimistas, siguen colgados del techo, recorriendo las cumbres que ellos mismos han constuido cantando. Desde luego, si el ritmo caracteriza el inicio sorprendente del Cd, el esfuerzo vocal lo hace en la segunda. Fitzpleasure, en su arrogancia, es el último coletazo rítmico: un beat elegante y encarado que revive el Cd cuando el viento ya ha cambiado. Porque de nuevo tras un liviano Interlude 3, Bloodflood huele ya distinto: a final, al recogimiento del atardecer, a los últimos pasajes de una historia asombrosa, colorida y emocionante que tiene que acabar; a esas despedidas y finales que hinchan el pecho pero oprimen la garganta. Taro es, por tanto, como la última mirada de regalo en la distancia: como el "Capitaaaaan" que gritó Dersou Uzala desde lo alto de la nieve cuando se separa de Arseniev. Lo que convierte algo especial en legendario; en inolvidable.

La última pista en una canción desnuda, acústica y en tono de folk matutino: Hand Made es lo que su nombre indica. Con ella se completa un Cd extraordinario que no pasará inadvertido en las listas de final de año. Por la grandeza del abanico de sonidos que demuestran, por su carácter y lo arriesgado del proyecto, por tenerlo tan jodidamente claro, y por tener un estilo tan insultantemente musical, de los que hacen honor al arte que representan, estos chicos de Alt-J van a estar en boca de todos, merecidamente, y siempre acompañados de alabanzas, sonrisas de alegría y el justo augurio de su éxito. Desde aquí le pido a grito a cualquiera de los promotores que trabajan en nuestro país que traigan pronto a estos chicos de Cambridge: su cotización se dispara, y pronto habrá tubas pidiéndolos como zombis por las calles. Y si no, al tiempo. 



LOWER DENS (Nootropics, 2012)



Madurar engorda.

Hace cerca de dos años vaticiné que Lower Dens sería un grupo de los grandes, que crecería disco a disco regalándonos canciones inolvidables en un futuro próximo. Su primer álbum, Twin-Hand Movement, publicado en verano de 2010, a parte de obtener críticas muy favorables, les proporcionó un material con el que no han parado de girar durante estos dos años, madurando su sonido hasta convertirlo en algo sólido y más bien duro, consistente. Les vi en concierto aquel invierno de 2010, en la carismática Sala Moby Dick de Madrid, y el pasado mayo en el Primavera Sound; y lo primero que se me pasó por la cabeza fue que habían engordado. Nootropics es el resultado material de ese proceso de madurez prematura (valga el oxímoron): no sé si hacia adelante, pero es el paso en la dirección que todos esperábamos, a tenor de lo escuchado en su ópera prima.

Es posible que la propia Jana Hunter haya ganado también unos quilitos: aunque la música sea básicamente la misma, con un estilo muy marcado desde el principio, el acento de inestabilidad de su primer trabajo, de desequilibrio y de angustiosa necesidad de exteriorizar un discurso plagado de sentimientos contradictorios, pegaba a la perfección con su apariencia desgarbada: aquella figura raquítica de mirada afilada, aferrada siempre a su guitarra, se movía más ágil, de día y de noche, siempre como huyendo de algo. Esa sensación de inestabilidad y desequilibrio parece haber desaparecido: Hunter camina con paso más firme, decidida, consciente ya de cuál es el canal de comunicación entre su interior y el resto del mundo. Ha engordado, y Lower Dens, aunque haya perdido agilidad, ha duplicado su corpus, su materia y su presencia.

Nootropics presenta, además, ciertas diferencias con respecto al primer álbum de esta banda de Baltimore, a nivel instrumental y estructural. Formalmente, como ya he dicho, me parece igualmente sobresaliente, por el tufo insoportable a ellos mismos que posee en todo momento, aunque con menor versatilidad. Pero es más calmado, entre otras cosas, porque creo que carece de esa necesidad de hacerse oír de la que hablaba antes, y nos mantiene en sedación constante, bajo una complicada y tosca argamasa instrumental y melódica. Hunter, en ese sentido, se abandona bastante al teclado, a lo Victoria Legrand, dejando a las cuerdas formar una tela de araña que, a la postre, hace las veces de suelo con mayor firmeza que cuando su guitarra dirigía la melodía con mayor protagonismo.

En cualquier caso, destaca por encima de todo el resto del Cd Brains, el primer single, con ese insistente y coordinado cabalgar de batería y guitarra, que va abriéndose e incluyendo a los demás instrumentos, hasta alcanzar, en su lógica y propia evolución, una intensidad hasta ahora nunca vista en Lower Dens; al menos no tan cocida a fuego lento: sólida, densa y pacientemente. El teclado va ganando protagonismo y la voz de Hunter sale reforzada tras un primer tema, Alphabet Song, donde recuerda, quizá demasiado, a Beach House. Pero la densidad y la ligera monotonía anestésica se muestran tras Stem, la versión agilizada del hitazo: en Propagation, una dilatada y cinemática canción saturada, con transparencias hermosas por donde pasear nuestros oídos, plagadas de guitarras que gimen en la madrugada. Una monotonía que bien podría acompañar largos paseos nocturnos, en la soledad de un invierno húmedo y tranquilo.

La apuesta por la reiteración empieza a parecer un tanto obsesiva en Lower Dens cuando comienza Lamb, tema de estructura a planta circular, con claraboya central. Pero la base queda y de rítmica casi minimalista permite el primer gran lucimiento vocal de Jana Hunter, con cierta voluntad de protagonismo. Candy, a continuación, sí marca un punto más encarado, más dinámico, aunque sea en un claro picado, menos monótono, pero siempre desde la saturación y la intensidad. En ese aspecto, el momento más complicado del Cd es Lion In Winter pt. 1: un ejercicio de experimentación instrumental sin dirección alguna. Ahora, superado ese momento, el disco nos regala aún dos buenas piezas: Lion In Winter pt. 2 y Nova Anthem. La primera es quizá la versión más pop-playera de Lower Dens, pero con acabados, enlaces y arreglos bastante ingeniosos: ideal para acabar los conciertos dejando sabor a esperanza. Y Nova Anthem, que es el segundo y más grande lucimiento vocal de Jana Hunter, que emana de una bonita torre plateada y afilada erigida desde los cimientos a base de un ritmo casi digital y un teclado clerical.

Ignorando un poco la enervante canción final, In The End Is The Beginnig, que más bien parece un paseo por el oscurantismo de remordimientos más digeridos, nos queda un Cd irregular, aunque curiosamente monótono y pesado (ambos términos en el mejor de los sentidos), con dos o tres temas de verdadero peso, y con Brains como bandera. A Lower Dens, y a ningún grrupo debutante se le exige que todos los temas de su segundo álbum sean perfectos, como tal vez sí se les exige del primero para llamar la atención. Basta con que corroboren sus buenas maneras, sus estilo bien marcados y su futura proyección con una serie de temas que renueven nuestro oído, y no nos haga volver al primer trabajo. Nootropics es, por tanto, un Cd que les corrobora y que les hace avanzar, más maduros, en la dirección que todos esperábamos.





SIGUR RÓS

 


¿Amanece o anochece?

Llevaba tiempo esperando poder decir lo siguiente: ¡Sigur Rós han vuelto! Cuando hace apenas dos años anunciaron que se tomaban un descanso indefinido, para centrarse en sus carreras en solitario, jamás imaginamos que necesitarían tan poco tiempo para darse cuenta de lo huérfanos que nos dejaban a todos sus seguidores. Es como si últimamente hubieramos tenido que aprender a dormir solos por las noches, sin el cuento o la canción de cuna con la que nos criaron nuestros padres. Pero ahora, como venidos de un largo viaje que se antojaba solo de ida, vuelven el calor de sus manos a arroparnos, el sosiego de su voz a embelesarnos, y su contar melódico y nostálgico a conducirnos, envueltos en paz y harmonía, a donde solo la imaginación y la magia reinen sobre mi mente.

Los islandeses siempre han sido un grupo diferente, una banda a parte. Con una sensibilidad especial, y un inalterable fondo de bondad absoluta, siempre han parecido de otro planeta: los protagonistas, quizás, de una mitología tan del norte que pertenece a las estrellas. Serían la leyendo de quien creó de la oscuridad la luz, de quien le dio voz al silencio, de quien armonizó el cielo con la tierra, el fuego y el hielo, y la noche y el día. Sigur Rós no podían nunca pasar inadvertidos: hegemónicos sobre el post-rock, el space-rock y el dream-pop del siglo XXI. 

Ahora han vuelto y percibimos ciertos cambios: transformaciones naturales que se han ido produciendo a fuego lento, y que ahora se muestran orgullosamente enunciadas. VALTARI no tiene el fresco verdor de otros discos, ni la tensión ni el ritmo de galope; no tiene el desarrollo apocaliptico que nos hizo estremecer en obras pasadas. Pero en el poso de su sonido se nota todo eso, interiorizado y fusionado en sus entrañas. Se entrevén, más allá de la apariencia harmónica y casi tántrica del nuevo disco, todas las etapas y estratos que han conducido a Sigur Rós al punto exacto musical en el que se hallan. Y como no podía ser de otro modo con gente así, el ciclo de los islandese remite a un lugar muy familiar para todos, cerca de sus orígenes.

No es que VALTARI sea un volver a empezar, una vuelta al principio, pero sí se respira esa misma suspensión en la nada que se apreciaba en el Von: una nada llena de detalles como surgidos de la inercia y del caos puesto en paz, observado lenta y apaciblemente. Hay, frente a su primer disco, una mayor capacidad de síntesis, de silencio y suavidad. Y aunque rítmicamente sea, como aquel, mucho más monótono que los demás álbumes, la riqueza compositiva de melodías y texturas supera con creces la que aquel disco áspero, denso y desafiante con el que se presentaron al mundo. 

Es como contraponer el alba con el atardecer: inconfundibles entre ambos, no son más que el sol puesto en el mismo ángulo. Sigur Rós hace que nos dé igual si empiezan o acaban, si es el principio o el fin de algo; hacen que, sin más, te detengas un instante y observes qué hay afuera, ahí, frente a tí, a tu alrededor. El cromatismo característico de los islandeses, en este como en sus mejores trabajos, nos recuerda una vez más que el hogar de cada uno es uno mismo, y que aunque el mundo es grande y asusta, es precisamente ahí donde radica la magia de estar vivo. 

Desgranar VALTARI es como descorrer vestidos de seda en busca de un secreto que reluce en el fondo del armario. Puede que la tensión y el gótico de anteriores etapas haya menguado, pero parece que su paso por el barroco ha concluido, dejando atrás esa fase, orquestal y florida, que representa en la carrera de Sigur Rós el Með Suð I Eyrum Við Spilum Endalaust. Canción a canción encontramos siempre una contención natural a los sentimientos que, en anteriores trabajos, se expresaban con más aínco e intensidad. Pero transmiten todo el proceso de lucha y contradicción dialéctica interna que han sufrido para llegar hasta aquí. No habrá momentos de éxtasis más allá de Varúð o Rembihnútu, y sin la grandilocuencia de antaño. Ni voz en las últimas canciones, como ese final anticipado al que solo ellos saben poner música. 

Tal vez haya gente que crea que este disco solo vale para echarse la siesta, y no hace falta que le augure dulces sueños, porque estoy convencido de que los tendrá. Y más que dulces, los tendrá plateados, y de ese azul tan poco carnoso al que han vuelto los islandeses. Después de su exito por todo el mundo, su florecimiento cuando Jonsi buscaba en solitario, y después de la promoción que hicieron con Heima e Inni, esta vez sí, Sigur Rós han vuelto...a casa.

Os dejo el documental Heima, que es una joya.

THE ANTLERS



Miradas de amor desde la distancia.

Son curiosos los razonamientos automáticos que procesa nuestra mente a veces. Como las que genera la mía cuando escucha algo nuevo, relacionando al grupo con el sello y viceversa. En ocasiones (luego generalmente voy descubriendo que no tengo razón), como en el caso de Matador y Esben and The Witch, me pregunto por qué una grande le da esa oportunidad a unos raros desconocidos; y en otras, como en el caso de The Antlers y Frenchkiss Prod., no puedo evitar pensar que es como cuando un equipo pequeño ficha a un genio del fútbol, hasta ahora desconocido, y lo da a conocer al mundo, disfrutando de su presencia mientras aguarda el inevitable momento en que venga uno grande y se lo lleve. Porque esta banda, después del BURST APART, ya no puede pasar más desapercibida.

Peter Silberman es el responsable directo de este proyecto de Broocklyn que a mí, personalmente, me tiene loquito últimamente. Practican un delicado pop-rock independiente, ligeramente alternativo, y un poquito post-algo: una música muy identificable (me niego a decir catalogable, aunque lo sean), pero con una personalidad clara y bastante particular. Recuerdan un poco a Piano Magic y a The National, pero en general, y pese a no resultar en absoluto inclasificables, a quien recuerdan en todo momento es a ellos mismos. The Antlers es de esas bandas que mientras las oyes eres, en todo momento, plenamente consciente de a quién estás escuchando y por qué. Pero no busques motivos de escaparate, no muestran a gritos o con luces de neon su bandera: te van conquistando con la insistencia de las caricias que siempre son bien recibidas. Hay mucho amor en la voz herida de Silberman.


UNKNOWN MORTAL ORCHESTRA



La sombra de Ariel Pink es alargada y huele a máquina del tiempo.

Unknown Mortal Orchestra tienen el don de la espontaneidad. Ha sido el efecto sorpresa de este verano. Nada de lo que hacen parece haber sido preparado previamente, como si sus canciones no fuesen el fruto de un concienzudo ensayo; sin embargo tienen un punto sintético, un lenguaje programado, que hace de su sonido algo enigmático y abierto a la vez: como si fuera un gran secreto a voces. Se dieron a conocer con un Bandcamp de un solo tema, Ffunny Ffriend, y solo tras un año, después de contagiarla por medio mundo, Fat Possum les ha editado un primer Lp.

El hit que abre el Cd, el tema emblemático de Unknown Mortal Orchestra, es un planteamiento relajado, como no queriendo demostrar nada, con guitarras y un punteo despreocupados. Es un beat que no muestra la verdadera cara del Cd, aunque anticipa el ritmo latente de psyhorock y electrofunk que va a desarrollarse a posteriori. Huele ya a máquina del tiempo, y solo poco a poco iremos concretando qué mes de qué año de la década de los '70 se pasea por nuestros oídos.

Por momentos me parece que la sombra de The Bavarian Druglords y Ariel Pink ha llegado a Nueva Zelanda (lugar de procedencia de Ruban Nielson, el instigador, aunque el grupo se formó en Portland. Creo). La síntesis y esa especie de psicodelia de desenganchados, clara, nada confusionista y sana, son la norma del Cd; además de cierto empuje funky, muy camulfado y ralentizado. Bycicle y Thought Ballune, con ese aire retro, tienen esa extraña narrativa explicativa de quien experimenta con la psicodelia, pero con fraseos reconocibles y muy cuerdos. Son como un acid-rock 1970, pero pasados la clínica, y por la revolución de la electrónica, aunque ésta esté presente de manera casi testimonial.

Las guitarras suelen ser a pinceladas largas y gordas, escuetas en su discurso, pero insistentes, como en Jello And Jaggernauts. Este tema, como Little Blu House, son más elegantes y calmados, menos rockeros y menos ejercicio de síntesis del psycho-rock, son canciones para días de inactividad, de poso, aquellos donde las situaciones se sedimentan. Pero las guitaras no pueden evitar sonreír al final de cada fraseo, de recogerse, cuán látigo, tras un certero golpe. How Can You Luv Me ya es más funky, porque canta como un negro orgulloso del color de su piel y del calor de su garganta; y porque el bajo describe un constante baile de caderas, saltando como nunca hasta ahora en el disco. No obstante, lo intuíamos.

Nerve Damage! es rockanroll total, con guitarras colgadas en los cables de la luz. Un discurso súper claro, rápido y sin rodeos, pero cantado desde dos puntos, dos voces extrañas y aparentemente puestas. Es un golpe material de rock, pero con el mismo encanto psychofunky de fondo.

Al final del Cd da la sensación de que el techo se acerca a nosotros cada vez más. Stranger Are Strangers es como una conga sigilosa y en cuclillas, de gente que hace tiempo perdió la vergüenza, que ya ni piensan que bailar es un acto de desinhibición. Una conga que desata una especie de huída a Méjico. En Boy Witch rompen con el ritmo, con cualquier ritmo, y se dedican a liberar músculos y tensiones. Es como si las células o mecanismos internos (como los de un reloj) se separarsen y el encanto se deshiciera por momentos, en una estrofa desencajada y un estribillo rompedor.

UNKNOWN MORTAL ORCHESTRA es un Cd difícil de describir. Engancha porque Ffunny Ffriends es un temazo hecho a base de opio musical. El resto lo escuchas por puro peso gravitatorio. Apenas media hora de experimentación molecular con notas, distorsionesy ritmos. No podría catalogarlo de rareza, pero no es habitual que lo retro y lo moderno case tan bien. Como ya ocurrió con el Round And Round del Before Today de Ariel Pink's Haunted Graffiti, le auguro al hit de este disco una posición muy elevada en la lista de lo mejor del año de Pitchfork. Y si no, será que se equivocan.

También disponible en My Feet In Flames.



TV ON THE RADIO



La serpiente del millón de pieles.

TV on the Radio no es un grupo más, es una de esas bandas de culto, inclasificables, llamadas a marcar el camino para las próximas generaciones de músicos (con algo en la cabeza). Su sonido no tiene nada que ver con casi nada que hayamos escuchado antes. Cada una de sus canciones son como enteros ecosistemas, diferenciado entre sí, pero cuyas fronteras son absolutamente ilocalizables. Son ecosistemas vivos, cambiantes, en constante mutación: TV on the Radio son la serpiente de un millón de pieles, sibilina y astuta; un organismo perfecto, con coraza de rock y la sangre negra.

Desde su nacimiento en 2001, esta banda de Broocklyn la integraban Tunde Adebimpe, de origen nigeriano, Kyp Malone, David A. Sitek, que también los produce (el único blanco, por cierto), y el recientemente fallecido Gerard Smith. Murió el 20 de abril, el día que el Real Madrid le ganó la Copa del Rey (o chupito) al Barça; y por muy culé que sea, no fue esa, ni de lejos, la mala noticia del día. Con su 5º Cd recién salido al mercado, ya sabíamos que su grabación se había visto irremediablemente marcada por la enfermedad del bajista, que además fue fulminante. Muchos notamos en NINE TYPES OF LIGHTS un ligero acento de tristeza, y su efusividad musical bastante rebajada. Eso sí, sin perder un ápice de calidad y de esa capacidad de asombrarnos con cada canción.



Con TV on the Radio pasa como en el síndrome de Estocolmo, como en Átame: cada tema capta tu atención, secuestra tus oídos, los abren para que pasen todos sus múltiples instrumentos, te atrae cada vez más hacia su interior, como si el disco fuera un pequeño universo plagado de enormes y colindantes agujeros negros. Y cuando ya estás dentro, sientes que es un encierro voluntario; pero disfrutas tanto con la compañía de tus secuestradores, con sus voces de goma, que desearías que no te soltaran nunca.

No voy a discutir si me parece mejor este Cd que el Dear Science, el Desperate Youth, Love Thirsty Babes, el Ok Calculator, o que el inconmensurable Return To Cookie Mountain. Porque esta banda está madura desde las raíces; y los frutos, distintos en cada estación, son racimos perfectos de fraseos originales, provocativos y de alma funky. Tienen el flow de los Globetrotters, de la estética setentera, pero pasada por la trituradora del grunge, del punk, del postrock y del postpunk (por la trituradora de los 80-90, vaya).

Diría, eso sí, que el NINE TYPES OF LIGHTS es el disco más homogéneo: sin contundencias extremas, y sin caer en la melancolía evidente, aquí los TV on the Radio establecen una medular menos dispuesta al ácido, más realista, acomodada y, por decirlo de alguna manera, adulta y seria. Empieza Second Song con lo que parece un acordeón, y una voz, ambas de tendencia plañidera. Pero pronto, antes del minuto y medio, la banda lo despliega todo: guitarra, bajo, batería, base, y de pronto, Tunde cambia su voz. Realmente parece otro: no es posible que una voz tenga tanta profundidad. Parece una de esas plantitas que cambian su color mil veces en apenas unos milímetros; o ese chorro de agua, proveniente de dos grifos, que está caliente y frío al mismo tiempo. Agudos y graves, Tunde los abarca todos en la glotis.

En Keep Your Heart vuelve a pasar (como en casi toda la disografía): los estribillos, siempre agudos y melódicos, son más finos y volátiles; y en este caso, la cascadita de guitarra marca el ritmo, de constancia pasajera, no solo del tema sino del disco en general. Por este principio podríamos augurar un Cd con menos aristas, menos sonido enlatado en distorsiones y efectos; aunque TV on the Radio sean los maestos del sonido metálico, los orfebres del postrock artístico. Porque sí, tal vez sea el disco más artístico de los de Broocklyn.

Sin salirse de esa línea elegantona, recuperan su vertiente funky y hiphopera (muy sutil, como de laboratorio) en You, que es un temazo que se mueve por sí solo, que baila consigo mismo, y sobre todo en No Future Shock. El funky de TV on the Radio es único y casi imperceptible; distinto y conceptual. Parece que llegan a él desde donde nadie antes se había acercado: como accedieran entraran por una puerta de atrás que nadie conocía, como venidos del rock, haciendo el camino inverso. Este temazo termina con vientos en fiesta, con un festival de ritmo entre lo caribeño y lo raggae. Y cuando solo ello pueden parar la inercia, cada vez más arrolladora del Cd, lo hacen con Killer Crane: una dulce balada, como de juglar posmoderno, suspendida entre gatillo y gatillo.

Porque en seguida suena Will Do: todos los discos de TV on the Radio tienen un temazo que destaca por encima del resto de canciones, y en NINE TYPES OF LIGHTS, es este. Tiene el ritmo más descaradamente callejero, aunque sobrado de elegancia y nobleza. Es un poco como el primer tema de un rapero que ya es veterano, como si hubieran cruzado una frontera de madurez que ya no tiene vuelta atrás. La provocación suena más a amenaza de padre que a insulto de crío, pero la tintura adulta a TV on the Radio le sienta bien, como las canas a George Clooney. Pero los de Broocklyn son factoriales: conservan, pese a las mutaciones, todas las características y elementos sonoros con los que han ido creciendo. En New Cannonball Blues realmente parecen el último peldaño que ha alcanzado la música negra, la completa sofiscticación de un sonido milenario (no nos pasemos, dejémoslo en centenario).Y de nuevo los vientos en fiesta.

El final del Cd no es tan bueno como su principio. Repetition es ya un ejercicio de rock más o menos convencional, con la acentuación pertinente de esa faceta adictiva y obsesiva de su sonido. Flaquea sobre todo en Forgotten, porque de repente huele a final sin previo aviso, y casi te entran ganas de que, efectivamente, acabe y puedas pararte a pensarlo. No obstante, reservan para el verdadero final el ritmo engreído (con permiso de Will Do): Caffenaited Consciousness combina ese hiphop rockero de Beastie Boys o Rage Against the Machine con un estribillo que podría haber sido extraído de un The Best of Red Hot Chili Peppers. Que tampoco es mala, por supuesto que no; pero es la primera vez que los TV on the Radio nos recuerdan a otros grupos.

Supongo que estará siendo una gira extraña para los de Broocklyn; sin Gerard Smith. Es quizá lo único que lamento no haber hecho este verano: verles en directo. Supongo también que tendré ocasión de hacerlo en un futuro, porque la banda parece que sigue adelante. Habrá que ver cómo afecta a su sonido a medio y largo plazo. Desde luego, parece difícil que este acontecimiento, por dramático cortante que pueda ser, pueda empañar o minar la extraordinaria trayectoria de este grupo. Para mí, una de las guías de innovación más imporantes de la música actual; una de las bandas por las que ha mereceido la pena esta última década.

...AND YOU WILL KNOW US BY THE TRAIL OF DEAD




...And You Will Know Us By The Trail Of Dead, con todas las letras. 

Tienen un nombre tan imposible de recordar como inconfundible. Nadie en su sano juicio rechazaría la abreviatura que se ha terminado imponiendo, pero seguramente ignorarían el tremendo significado simbólico del definitivo desprendimiento de palabras en su nombre. ...And You Will Know Us By The Trail Of Dead no es lo mismo que Trail Of Dead, o eso creí entender al verles en directo en el Paredes de Coura 2011. Tuvieron su momento, pero por desgracia, éste parece haber pasado ya. Voluntaria o no, su evolución marca un desinfle importante en las virtudes que les hicieron romper los moldes. SOURCE TAGS & CODES fue el momento: aquel en el que todas y cada una de las palabras simbolizaba un buen motivo para escuchar ...And You Will Know Us By The Trail Of Dead

Al margen del cambio de componentes, y del progresivo cambio de estilo, a parte de que califiquemos este disco como post-rock, o incluso post-hardcore, y a los últimos como mero ejercicio de pop-pock alternativo, lo que más decepciona de su evolución es que, salvo el SOURCE TAGS & CODES, ninguno de sus otros Cds te marca realmente. No quita que sean buenos: hay un montón de discos que te entran despacio; que al escucharlos parece que tenemos puesto un impermeable, que todo nos resbala: cada nota, cada canción. Entré en este grupo por el So Divided y por el Worlds Apart, que te permiten apreciar la calidad del grupo; incluso generaron en mí deseos de verles en directo. Y ya ahí me llevé el primer chasco.



Pero es que el SOURCE TAGS & CODES sí que te marca: sí que reconoces, desde el mismo instante en el que suena por primera vez, cada nota, cada canción. Como si ya las conocieras de antemano; como si siempre hubieran estado ahí, agazapadas en tu mente esperando a que tu mano sobre el play las iluminara, las despertara. Con buen oído y paciencia te gustarán los demás discos, porque son buenos: como esos platos ultracondimentados tan ricos de los restaurantes. 

Pero este es otra cosa: no valen la paciencia ni la espera. Es ya, es todo a la vez. Es un torrente, no de intenciones, sino de actos. Un boceto hecho en directo, inmediato, sin preparación alguna: de ritmo voraz, parece haber nacido fruto del primer ensayo, como si fuera el discurso apresurado e improvisado de quien no ha dicho nunca nada, y a la primera, lo suelta todo de golpe, sin pensarlo; sin pensar que es toda la verdad, sin rodeos ni subterfugios. Son un chute de leche condensada; los macarrones con tomate improvisados que, a las 6 de la mañana, cuando llegas borracho a casa, te saben a gloria, justo a lo que tú querías comer. Aquí sí que son ...And You Will Know Us By The Trail Of Dead, con todas las letras.

It Was There That I Saw You abre el disco con salto speedico de la cama, un impulso fuerte de electricidad, se da un respiro y, con el mismo salto, con la misma zancada, empieza a caminar; paso a paso, canción a canció; siempre firme y voraz. De esta primera piensas que es un temazo, pero con Another Morning Stoner sabes ya que es un discazo. Cada redoble está en su sitio, y te parece que siempre han estado allí, clavados, de un solo certero y preciso golpe. Conrad Keely y Jason Reece se intercambian guitarra, batería y la labor de cantante, pero me da igual quien hacía qué en esta canción: parace que a cada uno le sale del alma lo que suena de cada instrumento. 

Homage ya es casi un escupitajo de rock duro, tan primario que conecta directamente con el tuétano de nuestros sistema óseo. Las baquetas son tibias de algún homo habilis que cedió su cuerpo a la ciencia. Quizá por eso luego nos parece tan cálido el redoble de How Near, How Far, su bajo escalador, y el envoltorio agudo de las guitarras, que pugnan en la sombra por ver cual de las dos te consuela mejor. Ésta, Heart In The Hand Of The Matter y Moonson son las que más se parecen a lo que harán más adelante; pero aquí resulta sorprendente, y enriquece el Cd. Después, solo es la letanía de un estilo personal asentado y cómodo.

En Moonson ya vas entendiendo que la fiera se ha calmado. Incluso su final, parecería el perfecto final para un disco corto. Pero entonces llega Days Of Being Wild, como aquel inflexible Brezhnev, que volvió a proyectar la sombra funesta de su mano de hierro sobre la URSS, tras el pequeño interregno de Jrushchov, y su proyecto de desestalinización. ...And You Will Know Us By The Trail Of Dead son rama dura del PCUS en este álbum, y vuelven a la carga tras una leve relajación. 

De todas formas, el final del Cd parece tener una naturaleza distinta a la del principio. Parece que ha mutado durante su escucha, bajo nuestras propias narices. Days Of Being Wild era un espejismo, la última palabra del discurso de la bestia. Acaba por imponerse un rock más sosegado, ácido igualmente, pero más estático y moldeado. Relative Ways y Source Tags & Codes son la velocidad de crucero adecuadas que ha dejado la inercia de esos primeros impulsos, casi irracionales. Lástima que luego esa fórmula resulte caduca.

SOURCE TAGS & CODES es un disco que no deja indiferente a quien esté dispuesto a oírlo. Es un estilo estridente, directo, aguerrido, y puede no gustar a mucha gente de buen gusto; lo entiendo. Pero a las esponjas auditivas como yo, estoy seguro, les impresionará la intensa claridad de la idea de rock que estos señores tenían en 2002.


Fotos de Pablo Luna Chao, Paredes de Coura 2011.


DEERHUNTER




Deerhunter tiene algo. No sé qué es; y seguramente, por muchos esfuerzos que haga, nunca llegaré a entenderlo exactamente. Pero hay algo indescifrable en su sonido, algo subliminal que se esconde tras las cortinas armónicas de guitarras y voces semi enterradas. Un extraordinario secreto, casi imperceptible, que es, sin embargo, el ingrediente oculto que altera toda la fórmula, el aliciente, el polvo mágico que transforma el agua en vino: el detalle sin el cual esta banda sería, simplemente, otra más.

Por eso, con Deerhunter no vale solo la primera impresión, ni la segunda, ni la tercera. Es un continuo redescubrimiento, una excavación arqueológica sin fin, en la que siempre nos parecerá que es en la próxima escucha, en el próximo estrato, un poco más profundo aún, donde hallaremos el secreto deslumbrante del sonido de esta banda. Un secreto bien guardado, que hace que sigamos escarbando, una y otra vez, sobre las muchísimas capas de que se compone su música. No sé si algún día llegaré tan abajo, pero el profundizar es siempre delicioso, y espero no alcanzar nunca el subsuelo. Una referencia: Troya apareció en el estrato 6-b, así que aún debe quedarme Deerhunter para rato.



Es difícil restringir a un solo disco el comentario sobre Deerhunter: las fronteras de esta banda son tan difusas como coherente es el conjunto de su trabajo. En mi memoria se solapan los Cds formando un paisaje completo, un inmenso planeta vírgen que espera ser surcado siempre como si fuese la primera vez. Pero de un tiempo a esta parte he sentido especial atracción por el MICROCASTLE, con un particular enamoramiento por Never Stops, que se produjo en Barcelona, cuando el Primavera, sin necesidad de haber ido a su concierto (elegí Explosions, como sabréis). Que sirva de ejemplo para un intento de aproximación y descripción.

Habría que decir que Deerhunter son de Atlanta, Georgia, que han editado 5 álbumes de estudio, y que lo han hecho con Kranky Records en EEUU y con 4AD en Europa. Que su valoración está, hoy en día, en alza, y que es uno de los grupos más admirados, importantes y representativos del momento en la escena independiente. Practican un indie cargado de la electricidad estática del shoegaze, y de una experimentación intermitente; un rock desgastado, creativo y original, a medio camino entre el pop y el grunge. Liderados por Bradford Cox, los Deerhunter no tienen un disco igual a otro: trabajan a diario su sonido, y siempre podremos esperar de ellos cosas nuevas. De hecho, nada más sacar el MICROCASTLE, editaron también el Weird Era Cont., como desmarcándose de su propio sonido, como huyendo de su propia sombra. De evolución impredecible, se podría decir que cada vez son más concretos.

De todas formas, MICROCASTLE se sigue componiendo de una infinidad de capas ambientales, y un puñado de momentos, de fraseos concretos y contundencia estructural, que marcan el pulso del Cd entero: saben controlar la evolución de la intensidad de su produco mejor que nadie. Cover Me, Agoraphobia y Never Stops en una primera pulsión; un largo interfaz acristalado que tiene en Green Jacket su clímax; y Nothing Ever Happened, que desata una segunda pulsión que eleva el ambiente creado y alimentado durante todo el Cd, a nivels ionosféricos. Un planeo sin altercados que va diluyéndose y aterrizándose, lentamente, sobre las verdes colinas vírgenes del universo compositivo conjunto de este cuarteo norteamericano.

Es difícil penetrar en su sonido, porque es como observarse fijamente en un espejo: una tarea difícil que al poco rato nos hará apartar la mirada. El reflejo real es la imagen más aterradora. Deerhunter, que parece el sincero ejercicio de expresión de la introspección de Cox, es también la banda sonora de nuestra propia imposición rítmica, la traducción del tira y afloja interno que cada uno de nosotros sufrimos en la vida: la materialización de la dialéctica muscular del corazón humano. Aprietan y aflojan; dilatan y contraen. destruyen y crean.


DISCO LAS PALEMERAS!



Para cuando estemos en guerra.

Menos mal que pago mi suscripción a Spotify religiosamente cada mes, porque si no esa estúpida restricción de escuchar, como mucho, 5 veces una canción, me habría impedido regodearme en el tema que abre este Cd, La Casa Cuartel, tantas veces como lo he hecho. LastFm dice que llevo 10 escuchas, pero entre el coche y el nieto moderno del walkman, estoy seguro de haber llegado al medio centenar de reproducciones. Es, sin duda, la mejor canción de este primer álbum de Disco Las Palmeras!, una banda de Sarria (Lugo) que me ha convencido, ahora ya en serio, de que en España empieza a ver grupos verdaderamente interesantes, y exportables. 

Al margen del clásico pop-rock (o punrock), y de un pop pastelero, siempre prolífico, del que raras veces entiendo su éxito, parece que el rock alternativo ha despertado; un rock de influencias serias, de intenciones sin complejo, con peso y poso. No es que sienta orgullo patrio, nada más lejos; pero me alegra comprobar que nuestra generación, efectivamente, posee un bagaje musical netamente superior al que tenían las anteriores. Así es como nacen bandas importantes, y así es como el público se hace más exigente y experto. Creo que Disco Las Palmeras! no podría haber existido hace 20 años, y ya no solo porque tengas influencias de reciente existencia, sino por el tipo de acceso que han tenido a ellas. Dios bendiga a Internet: mecenas de la música que viene (y que ya está aquí).


NIHIL OBSTAT es una bomba de relojería, o un cinturón militar de cartuchos de fusil, todos a punto de estallar. Desde el primer segundo de música el oyente se siente parte de una guerra: donde el miedo, el shock y la adrenalina desbordante son parte fundamental del juego. Disco Las Palmeras! practican un noise melódico, que envuelve un esqueleto post-punk, teñido de cierto derrotismo, algo de angustia, y una fascinante sensación de oscura inquietud. Las bandas guerreras, las que descargan ego con la eléctrica de su métrica, tienen algo de irreal que en Disco Las Palmeras! desaparece. Suena a un dibujo más certero, más real y cruel de la batalla: la guerra es ruidosa, sí, pero también es sucia, esquiva, pesada y exasperante. NIHIL OBSTAT es una recámara de arma cargada de estado emocionales, a veces contradictorios, pero siempre abocado a la eterna pelea (con la vida, supongo).

Pero volvamos a la casilla de salida: a La Casa Cuartel. No es un bajo lo que entra a los 8 segundos, para acompañar a una batería de atentado. La voz de Diego Castro, mortal como la picadura de una enorme araña negra, va pregonando la tragedia; y las guitarras, que son todo lo que hay, se abren paso entre los escombros. Poco a poco la imagen es más nítida, pero también más terrible. Un punteo lejano es el grito del caballo del Guernika. La constancia de la batería es la pulsión natural del corazón luchando por vivir. La melodía, escatológica y condenada, se va transformando, a medida que se abren las cuerdas, en la descripción pura de las llamas. Y al final, tras un mínimo armisticio, sabremos la verdad. 

Disco Las Palmeras! tiene un secreto: son un trío sin bajo. Se las arreglan con una séptima cuerda y con una distorsión desproporcionada. Por eso suenan así: como una cabalgata de coches fúnebres, desbocados sin freno. NIHIL OBSTAT mantiene el ritmo hasta el final, con una leve tregua shoegaze llamada precisamente Estados Emocionales (Y Vaticanos), que es lo que son sus canciones: un pulso constante con las emociones, con ese instintivo enfado que sentimos por haber sido creados mortales. Disco Las Palmeras! canaliza esa rabia en un sonido desafiante y marcadamente armado: bombardeos de batería en Los Economistas, fuego de mortero en No Lugares, ráfagas de pelotón de fusilamiento en Me La Jugaste En China; aniquilación nuclear lenta y sin dolor en Testigos de Dios.

Me los perdí en el Día de la Música, porque me hablaron de ellos esa misma noche, tras su concierto. Por eso digo que no es por orgullo patrio por lo que me alegra la aparición de buenos grupos nacionales, sino por la certeza, casi absoluta, de que veré a esta banda un montón de veces. La veré crecer, evolucionar, y con un poco de suerte, la veré despuntar en un escenario grande y oscuro, que es donde deben estar, aunque no hagan una música fácil de escuchar para el gran público. Disco Las Palmeras!, junto a Cuchillo, seguramente más expansible, son para mí el futuro del rock alternativo nacional (y ya veis: unos de Lugo y otros catalanes...).



BLONDE REDHEAD



El placer del contraste.

Kazu Makino y los gemelos Pace son Blonde Redhead, un trío italo-japonés que nació New York a mediados de los años '90, y que hoy en día es considerado, por muchos, como un grupo de culto. En 16 años han editado 8 Cds, los últimos tres con el sello británico 4AD, del Grupo Beggars. Llegaron a mis oídos hace dos o tres años como consecuencia del sunami que supuso en su carrera, y en el pop, la edición en 2007, de 23: para muchos, uno de los mejores álbumes del año, y probablemente su trabajo más escuchable y populista. 

Pero que no se me interprete mal: aunque provengan de un sonido cercano al grunge, auspiciado por el mismísimo Steve Shelley (batería de Sonic Youth y fundador del sello Smells Like Records, con el que también lanzó a la fama a Cat Power), y deriven en otro mucho más suavizado, sofisticado y pop, en ningún caso considero peor el 23 que, por ejemplo, el LA MIA VITA VIOLENTA, su segundo disco; o denigrante, criticable o lamentable la evolución a lo largo de su carrera. Respeto la línea que han seguido; no en vano, Girl Boy, el último track de su primera obra (cuando todavía eran cuatro), ya anunciaba el futuro de la banda.


En Blonde Redhead siempre ha estado latente la tendencia que explota en 23: un dream pop donde el peso de la distorsión se ha reducido drásticamente, más adaptable a los oídos de las mayorías. Personalmente, pese a que me fascinaron con ese sonido, he ido apreciando más y más a esta banda por sus primeros trabajos, sobre todo por este segundo, LA MIA VITA VIOLENTA. Conociendo dónde acaban, es delicioso observar como segregan las pocas gotas de dulce pop que, doce años más tarde, serán una líquida avalancha, un sunami de pop alternativo. La aspereza del grunge ya casi es costra, y pronto (o poco a poco, mejor dicho) desaparecerá del todo. Desde luego, no van a ser los primeros ni los únicos en mostrar cómo la incertidumbre de la generación X dejó cicatrices menos marcadas de lo que se pensaba.
LA MIA VITA VIOLENTA es el temprano punto de inflexión a partir del cual se va a imponer su personalidad y su determinado sonido, a cualquier tipo de etiqueta cerrada. Blonde Redhead, si es que lo hizo alguna vez, dejó muy pronto de hacer grunge, encontrando una fórmula de expresión clara, directa y concreta, pero con la vulnerabilidad que siguió a la muerte de Kurt Cobain. Si a ese mayor punto de emotividad le queremos llamar pop, hagámoslo; pero en la forma, en los rasgueos, en la imperfección manifiesta y chillona de las voces, en lo oblicuo de las miradas y la melodía, están todavía a años luz: es solo el zumo que sale de exprimirlo una y otra vez, como se hacía con los árboles de caucho en el Amazonas, allá por la época de los pioneros y fitzcarraldos.

Cuando abres el Cd la voz de Kazu Makino se sale de la caja, libre y plenamente consciente de cómo es el cuerpo que posee. En I Still Get Rock Off, justo al principio, coquetea con la influencia de Liz Fraser (Cocteau Twins), pero en seguida adopta la postura de una gata en celo, y su voz juega al despiste con la de Amadeo Pace, en un descosido dúo de jirones. Y no vuelve hasta I'm There While You Chock On Me, la más áspera junto con la primera y la última, Jewel. Parece como si reservaran la cara más severa, la más chirriante y rasgada a la voz femenina y mordiente de la nipona: auténtica bella enredada en espinos. Y la versión más envolvente, poprockera, oscurecida y glamurosa, se expone a la sombra de la voz masculina, más profunda que incisiva. Violent Life (pese a su violencia), U.F.O., 10 Feet High, y Down Under y Bean (aunque a dúo con Kazu). 

En Harmony y Young Neil muestran la faceta que hay presente en todas las canciones: una sana afición por la evasión, por una psicodelia misurada, imprecisa y esquelética. En la primera, casi del todo instrumental, ensayan un progresismo, acompañado por un sitar precioso, que culminan las voces en dúo. Desde luego, es un disco sin desperdicio alguno. Escuchándolo uno se debate entre la pasión latina del acento melódico, y la austera e insensible mirada turbia de los mártires del grunge. 

Blonde Redhead pasarán este verano por España. Será la primera vez desde que yo los conozco, y desde que presentaran su 23 en 2007 en gira con Interpol. Se supone que nos traen el Penny Sparkle, pero espero y deseo que muestren todas sus caras posibles. Escuchando este último Cd, mi tendencia natural ha sido ir a buscar sus primeros tiempos, y no porque fueran mejores, sino porque el contraste le queda a este trío como un guante. Es, quizá, su atractivo más especial.


NUDOZURDO



Lo he comprobado: la mejor manera de aficionarte a un grupo es difrutando en uno de sus conciertos. Escuchar sus discos previamente, pero no demasiadas veces, y que te convenzan con un directo inmaculado. Así es como me he hecho fan, estos últimos días, de Nudozurdo: la banda madrileña que llevaba años esperando. A última hora del jueves me ofrecieron ir como fotógrafo del Fanzine Radar al concierto, y quedé atrapado en el magnetismo de Nudozurdo, creo que para una buena temporada.

No es una novedad: nació hace casi diez años y en seguida se hicieron con un premio que les permitió grabar un primer disco (Nudozurdo, 2002; reeditado por Everlasting Records en 2010). Desde 2005, la banda, con miembros variables al rededor de Leo Mateos, trabajó en SINTÉTICA, que no vería la luz hasta 2008 por diversos problemas. Finalmente Everlasting lo produjo en el estudio californiano JJ Golden; reeditó su primer álbum, e hizo, con su último trabajo, Tara Motor Hembra (2011), que el nombre de Nudozurdo empezara realmente a trascender.

SINTÉTICA es disco fantástico, creo que el que más me gusta: normal, si pensamos la de tiempo que tuvieron para darle vueltas y más vueltas. Así han logrado ese sonido macerado, estable y concreto. Es un álbum con mucho poso, denso y removido con mucha calma. Un sonido pretendidamente oscuro, que se mueve siempre entre el susurro y el grito desde el suelo, que vive anclado al sedante tono de voz de Mateos, duro y sensible a la vez, eficaz. Un sonido que cabalga de noche por valles cercanos al pop alternativo y al post-rock. A veces me parece una magistral mezcla entre Los Suaves y Piano Magic, creo que sobre todo en El Hijo de Dios. Luego, puestos a buscar influencias, o grupos que se dan un aire, esta banda me suena un poco a Interpol, a The National, tiene algo de Doves, Calla, Mogwai, The Cure, y hasta de Joy Division. Y, por qué no, una brisilla a A Perfect Circle y Tool.

Pero todo eso lo que hace es conformar un sonido de gran personalidad, y bastante particular aunque accesible. Pese a las tinieblas predominantes, la música de Nudozurdo está abierta, no es un muro de sonido, ni un enigma indescifrable; es más, su música es como un misterio del que nos dan alguna pista. Es como cuando contestamos "nada" a un "qué te pasa", y en realidad queremos que pregunten de nuevo, y contarlo todo con sollozos y detalles. Y esto se respira en todo el Cd casi por igual, porque es un disco sólido y compacto, de esos que puedes escuchar de principio a fin, y además vuelves a darle al play. La atmósfera no cambia, no decepcionan; y es en directo cuando te sorprenden.


Personalmente opino que las mejores canciones están al principio. Mil Espejos es todo un hit, de los que se piden desde el público con insistencia; Negativo, un tropel de buenas intenciones; Ganar o Perder es una de esas baladas slowcore, ácida y sincera; y Kamikaze es un temazo alternativo con final apoteósico. Ha Sido Divertido me recuerda un poco a los Héroes del Silencio, pero los punteos están tensados a la altura exclusiva de Nudozurdo. Ido podría ser de Yndi Halda o de Explosions in the Sky; y Otra Vez, una canción fruto de la ensoñación y de una borrachera bohemia, sin pelos en la lengua.

No hay que tener un Master para darse cuenta ahora de que este grupo tiene futuro, porque su presente ya es digno de mención. Salta a la vista que conciertos como el que vi en la RocKitchen ya se les quedan pequeños, aunque sean tremendamente seductores en las distancias cortas. Su tercer Cd, Tara Motor Hembra no debe haber sorprendido a los expertos, pero sí debe haber sido la puerta de entrada de mucha gente al interesante sonido de Nudozurdo: una banda fundamental en el actual panorama musical madrileño. Si yo fuera al FIB...