Como una fábrica de tejidos.
Resulta curioso lo poco identificables que son, por lo general, los componentes de los grupos, incluso los de los más icónicos, cuando no les vemos en su contexto habitual. Probablemente si nos cruzáramos por la calle a Robert Smith nos daríamos cuenta; pero la cosa cambia, y es normal, si se trata de, yo que sé, del batería de Sigur Rós, o del bajista de Radiohead, o del de Wilco. E incluso en su contexto natural, como un escenario, muchas veces ni siquiera nos vale con sus nombres de pila. Habría que tener mucha memoria, más allá de las fijaciones concretas, que existen. Por ejemplo, si nos dicen que Lockett Pundt da un concierto, es probable que nos quedemos igual que si nos dicen Fulanito Pérez; si te dicen Lotus Plaza, el nombre de su nuevo proyecto, ya puede que te suene un poco; pero ahora, si te dicen que es el otro guitarrista de Deerhunter, el que no es Bradford Cox, entonces vas corriendo porque piensas que se pueden acabar las entradas.
Resulta curioso lo poco identificables que son, por lo general, los componentes de los grupos, incluso los de los más icónicos, cuando no les vemos en su contexto habitual. Probablemente si nos cruzáramos por la calle a Robert Smith nos daríamos cuenta; pero la cosa cambia, y es normal, si se trata de, yo que sé, del batería de Sigur Rós, o del bajista de Radiohead, o del de Wilco. E incluso en su contexto natural, como un escenario, muchas veces ni siquiera nos vale con sus nombres de pila. Habría que tener mucha memoria, más allá de las fijaciones concretas, que existen. Por ejemplo, si nos dicen que Lockett Pundt da un concierto, es probable que nos quedemos igual que si nos dicen Fulanito Pérez; si te dicen Lotus Plaza, el nombre de su nuevo proyecto, ya puede que te suene un poco; pero ahora, si te dicen que es el otro guitarrista de Deerhunter, el que no es Bradford Cox, entonces vas corriendo porque piensas que se pueden acabar las entradas.
Pero no fue así. Tal vez por la concurrencia de conciertos (The Walkmen, Boys Noize, Blind Melon...), o quizá por lo extremadamente anti-mainstream del evento, recluido en la pequeña sala La[2] de Apolo, que ni siquiera dio visos de llenarse. Primavera Sound preparó esta noche íntima con Lockett Pundt, mientras mantiene el suspense sobre el substituto de Cat Power, cabeza de cartel retirada del mismo tras semanas de rumores, a un mes escaso del Primavera Club: fue sin duda el tema de conversación de todos los corrillos. Y así, en un ambiente extraño dentro del relax, tras la apertura de Gabriel y Vencerás, Lotus Plaza presentó ante el público barcelonés su segundo trabajo, Spooky Action At A Distance (Kranky, 2012), en un concierto denso y frágil a la vez.
Dicen que Pundt se ha quitado el miedo escénico, pero difícilmente podrá deshacerse de su aspecto de chico bueno: lidera un grupo de cinco que parece recién salido de la clase de química, con jersey de rayas, bien peinado, cara de no haber roto un plato en su vida; y anillo de casado a los 30. Es la parte pulcra y ordenada de Deerhunter. Anoche, en un directo pop-noise total, demostró cómo crea esa capa de espesa guitarra, translúcida y brillante, y cómo la deja crecer en la inercia, sin llegar a tocar ni un pelo la psicodelia, el caos o el desorden más mínimo. Domó un sonido que puede llegar a ahogarse en sí mismo, limó estridencias constantemente y completó el itinerario debido en cada canción, pero no logró imponerse sobre el escenario y las circunstancias. Resultó, pese a la condensación y al correcto funcionamiento de la música propiamente dicha, un directo un tanto frío, además de corto.
De su amigo Cox se le han pegado cosas. Coexisten en universos paralelos, afinados en la misma frecuencia, aunque Pundt no parece tan versátil a la hora de sumar notas y melodías a esas bases atmosféricas que tan plenamente domina. Reconocemos en Lotus Plaza el mismo discurrir que Deerhunter sí tiene y Atlas Sound no. Pero esa aceptación del feísmo y de la imperfección que se permite en Lotus Plaza, cantando como le viene, no casa con la imagen que da de chico bueno con pánico al ridículo. Es curiosa la especie de sana necesidad musical que se tienen el uno del otro, al rededor de la banda nodriza, sin que eso afecte a sus respectivas personalidades creativas; la de Pundt es innegable, pero le falta bastante carisma.
Lotus Plaza desplegó anoche toda la gama de materiales textiles en la textura de las capas resultantes de un bajo, un teclado, una guitarra que casi redobla al primero, y otra, la de Pundt, que planea con punteos básicos, repetitivos, y de pincelada gorda. Su destacada aportación al sonido de la banda consiste en ese firme discurrir sedoso, casi líquido, que puede ser concreto y directo como en White Galactic One o Stranger, o que puede alargarse diez minutos como en Come Back, temas con los que abrió el recital. Podría decirse que su música es la sonoridad pacífica de una corriente de agua, de un torrente que baja lento, en apariencia, pero que esconde fuertes mareas por debajo de la superficie. Tal vez apreciable solo por aquellos que perderían una tarde entera viendo transcurrir la vida en la orilla de una río.
Fotos de Pablo Luna Chao.
También disponible en Alta Fidelidad.
Escucha el setlist (parcial) del concierto en Spotify.
(¡O míralo aquí!)