Mostrando entradas con la etiqueta rock barroco. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta rock barroco. Mostrar todas las entradas

ANNA CALVI



Ha nacido una estrella.

A esta chica la escuché, por el rabillo de la oreja, a principios de verano en el Día de la Música Heineken de Madrid, sin saber quién era, y sin hacerle mucho caso. Recuerdo haber comentado algo que se suele decir en los festivales cuando oyes algo que no conocías hasta el momento: "Oye, pues mola esta tía, eh?". Pero no siempre vuelves a casa y acoplas de inmediato esa novedad en tu día a día musical. Y yo, en este caso, he tardado medio año en rendirme al encanto de Anna Calvi. Solo he tenido que darle al play, en un momento cualquiera del día, de un mes cualquiera, para darme cuenta de la evidencia: que esta chica tiene algo muy pero que muy especial. Porque aunque sea una banda estable, la personalidad en la composición de esta londinense de ascendencia italiana, es abrumadora. Casi puedes respirar su perfume, recomponer su cara sin haberla visto, conocerla sin haberla conocido.

Odio que un disco se llame como el grupo, la verdad. Pero el ANNA CALVI de Anna Calvi, sin embargo, sí que hace honor a su título: es una presentación en toda regla de una artista que, con toda seguridad, va a ser una estrella. Anna Calvi está llamada a hacer grandes cosas en la música, o al menos eso se desprende de su primer trabajo. Y no solo porque éste le haya valido para ser nominada al Mercury Music Prize (que inevitablebemente habría de llevarse PJ Harvey), o porque hace justo un año estuviera entre los finalistas del BBC's Sounds of 2011. Está claro que es un gran trabajo, pero esconde algo mucho más importante: el nacimiento de una auténtica personalidad musical. Después tendrá que crecer, desarrollarse y consolidarse, pero ya ha nacido.


TV ON THE RADIO



La serpiente del millón de pieles.

TV on the Radio no es un grupo más, es una de esas bandas de culto, inclasificables, llamadas a marcar el camino para las próximas generaciones de músicos (con algo en la cabeza). Su sonido no tiene nada que ver con casi nada que hayamos escuchado antes. Cada una de sus canciones son como enteros ecosistemas, diferenciado entre sí, pero cuyas fronteras son absolutamente ilocalizables. Son ecosistemas vivos, cambiantes, en constante mutación: TV on the Radio son la serpiente de un millón de pieles, sibilina y astuta; un organismo perfecto, con coraza de rock y la sangre negra.

Desde su nacimiento en 2001, esta banda de Broocklyn la integraban Tunde Adebimpe, de origen nigeriano, Kyp Malone, David A. Sitek, que también los produce (el único blanco, por cierto), y el recientemente fallecido Gerard Smith. Murió el 20 de abril, el día que el Real Madrid le ganó la Copa del Rey (o chupito) al Barça; y por muy culé que sea, no fue esa, ni de lejos, la mala noticia del día. Con su 5º Cd recién salido al mercado, ya sabíamos que su grabación se había visto irremediablemente marcada por la enfermedad del bajista, que además fue fulminante. Muchos notamos en NINE TYPES OF LIGHTS un ligero acento de tristeza, y su efusividad musical bastante rebajada. Eso sí, sin perder un ápice de calidad y de esa capacidad de asombrarnos con cada canción.



Con TV on the Radio pasa como en el síndrome de Estocolmo, como en Átame: cada tema capta tu atención, secuestra tus oídos, los abren para que pasen todos sus múltiples instrumentos, te atrae cada vez más hacia su interior, como si el disco fuera un pequeño universo plagado de enormes y colindantes agujeros negros. Y cuando ya estás dentro, sientes que es un encierro voluntario; pero disfrutas tanto con la compañía de tus secuestradores, con sus voces de goma, que desearías que no te soltaran nunca.

No voy a discutir si me parece mejor este Cd que el Dear Science, el Desperate Youth, Love Thirsty Babes, el Ok Calculator, o que el inconmensurable Return To Cookie Mountain. Porque esta banda está madura desde las raíces; y los frutos, distintos en cada estación, son racimos perfectos de fraseos originales, provocativos y de alma funky. Tienen el flow de los Globetrotters, de la estética setentera, pero pasada por la trituradora del grunge, del punk, del postrock y del postpunk (por la trituradora de los 80-90, vaya).

Diría, eso sí, que el NINE TYPES OF LIGHTS es el disco más homogéneo: sin contundencias extremas, y sin caer en la melancolía evidente, aquí los TV on the Radio establecen una medular menos dispuesta al ácido, más realista, acomodada y, por decirlo de alguna manera, adulta y seria. Empieza Second Song con lo que parece un acordeón, y una voz, ambas de tendencia plañidera. Pero pronto, antes del minuto y medio, la banda lo despliega todo: guitarra, bajo, batería, base, y de pronto, Tunde cambia su voz. Realmente parece otro: no es posible que una voz tenga tanta profundidad. Parece una de esas plantitas que cambian su color mil veces en apenas unos milímetros; o ese chorro de agua, proveniente de dos grifos, que está caliente y frío al mismo tiempo. Agudos y graves, Tunde los abarca todos en la glotis.

En Keep Your Heart vuelve a pasar (como en casi toda la disografía): los estribillos, siempre agudos y melódicos, son más finos y volátiles; y en este caso, la cascadita de guitarra marca el ritmo, de constancia pasajera, no solo del tema sino del disco en general. Por este principio podríamos augurar un Cd con menos aristas, menos sonido enlatado en distorsiones y efectos; aunque TV on the Radio sean los maestos del sonido metálico, los orfebres del postrock artístico. Porque sí, tal vez sea el disco más artístico de los de Broocklyn.

Sin salirse de esa línea elegantona, recuperan su vertiente funky y hiphopera (muy sutil, como de laboratorio) en You, que es un temazo que se mueve por sí solo, que baila consigo mismo, y sobre todo en No Future Shock. El funky de TV on the Radio es único y casi imperceptible; distinto y conceptual. Parece que llegan a él desde donde nadie antes se había acercado: como accedieran entraran por una puerta de atrás que nadie conocía, como venidos del rock, haciendo el camino inverso. Este temazo termina con vientos en fiesta, con un festival de ritmo entre lo caribeño y lo raggae. Y cuando solo ello pueden parar la inercia, cada vez más arrolladora del Cd, lo hacen con Killer Crane: una dulce balada, como de juglar posmoderno, suspendida entre gatillo y gatillo.

Porque en seguida suena Will Do: todos los discos de TV on the Radio tienen un temazo que destaca por encima del resto de canciones, y en NINE TYPES OF LIGHTS, es este. Tiene el ritmo más descaradamente callejero, aunque sobrado de elegancia y nobleza. Es un poco como el primer tema de un rapero que ya es veterano, como si hubieran cruzado una frontera de madurez que ya no tiene vuelta atrás. La provocación suena más a amenaza de padre que a insulto de crío, pero la tintura adulta a TV on the Radio le sienta bien, como las canas a George Clooney. Pero los de Broocklyn son factoriales: conservan, pese a las mutaciones, todas las características y elementos sonoros con los que han ido creciendo. En New Cannonball Blues realmente parecen el último peldaño que ha alcanzado la música negra, la completa sofiscticación de un sonido milenario (no nos pasemos, dejémoslo en centenario).Y de nuevo los vientos en fiesta.

El final del Cd no es tan bueno como su principio. Repetition es ya un ejercicio de rock más o menos convencional, con la acentuación pertinente de esa faceta adictiva y obsesiva de su sonido. Flaquea sobre todo en Forgotten, porque de repente huele a final sin previo aviso, y casi te entran ganas de que, efectivamente, acabe y puedas pararte a pensarlo. No obstante, reservan para el verdadero final el ritmo engreído (con permiso de Will Do): Caffenaited Consciousness combina ese hiphop rockero de Beastie Boys o Rage Against the Machine con un estribillo que podría haber sido extraído de un The Best of Red Hot Chili Peppers. Que tampoco es mala, por supuesto que no; pero es la primera vez que los TV on the Radio nos recuerdan a otros grupos.

Supongo que estará siendo una gira extraña para los de Broocklyn; sin Gerard Smith. Es quizá lo único que lamento no haber hecho este verano: verles en directo. Supongo también que tendré ocasión de hacerlo en un futuro, porque la banda parece que sigue adelante. Habrá que ver cómo afecta a su sonido a medio y largo plazo. Desde luego, parece difícil que este acontecimiento, por dramático cortante que pueda ser, pueda empañar o minar la extraordinaria trayectoria de este grupo. Para mí, una de las guías de innovación más imporantes de la música actual; una de las bandas por las que ha mereceido la pena esta última década.

WILD BEASTS



Pop perfumado y con pedigree.

Hace justo una semana asistí al Día de la Música en el Matadero; solo el sábado. Iba para ver a The Pains of Being Pure at Heart y, sinceramente, me llevé una pequeña decepción. Al grupo más prometedor del momento se le vieron cosas buenas, pero también bastantes otras por mejorar; aunque siempre teniendo en cuenta las enormes espectativas que generan. De todas formas, Wild Beasts se encargó de darnos la de arena (o la de cal, nunca he entendido cuál es mejor): un concierto sensacional, el mejor de la noche, absolutamente sorprendente para todos aquellos que, como yo, conocíamos a esta banda desde hace poco, desde la publicación de su tercer álbum, Smother, el pasado mes de mayo.


Como preparación para el festival escuché su segundo trabajo, TWO DANCERS, y casi sin tiempo para fijarme, ya me llamó la atención. El concierto ha dado pie a una escucha más atenta, y es puro deleite.Su primer disco, Limbo, Panto, queda muy lejos del nivel que exhiben los de Leeds en sus siguientes Cds, modulando su extrema musicalidad hasta alcanzar el equilibrio perfecto. Un pop sofisticado y con pedigree.

Si tuviera que compararlos con alguien (cosa a la que nadie me obliga; en realidad me encanta), o hablar de los ingredientes que este sonido posee, diría tres nombres: Arcade Fire + Sigur Rós + Vampire Weekend. No obstante, quiero dejar claro que, como ocurre a veces en la mezcla de colores, en este caso las influencias evidentes dan como resultado un producto que casi nada tiene que ver con las bandas mencionadas. La vocación fuertemente artística, casi barroca, esa retórica casi de musical, e incluso la pose de Hyden Thorpe (con un aire a Win Buttler), recuerdan a los canadienses; también por la calidad de su sonido. Los agudos sobre una profundidad luminosa podrían acercarse a lo último de los islandeses; y esa capacidad de hacer sencillo lo articulado, o el ritmo sin complejo alguno, me recuerdan a los neoyorquinos.

Pero ese glamour que inunda todo el TWO DANCERS es totalmente de cosecha propia, al igual que el particular acento que proporciona la voz sobre las guitarras, cristalinas y claras, la infinidad de texturas y colores son capaces de crear, o el aire de homenaje a Queen, o al mismísimo Sinatra, son producto de una personalidad musical importante. Wild Beasts, con este Cd, se ha hecho un hueco en el panorama del pop independiente a base de derrochar personalidad compositiva y estética. Entre la extravagancia de temas como The Fun Powder Plot o Underbelly, la épica íntima de Two Dancers I, la extrovertida de Hooting & Howling, All The King's Men o Throught The Iron Gate, y los temas de dreampop moderno a lo Blonde Redhead tipo We Still Got The Taste Dancin' On Our Tonques o This Is Our Lot, construyen un disco redondo, pulido y de aspecto totalmente renovador; probablemente el pop más cuidado y perfumado del planeta.

Cuidado, de todas formas, con abusar de este Cd. Es como abusar de la comida china: al final puede llegar a empalagar. Tanto condimento sabroso sacia hasta el apetito del más glotón. El Smother, problemente, tiene menos grasa. Pero sin duda, todas las artes musicales, todos los ingredientes de la cocina de Wild Beasts, están expuestas en el maravilloso TWO DANCERS: un disco indispensable para todos los amantes del dream pop, que casi siempre es independeiente.




ARCADE FIRE (parte 3)



(Continuación)

Trilogía de la pasión vanidosa. (PARTE 3)

Arcade fire no puede mantener el nivel de sus tres pirmeros discos sin que, con el tiempo (poco más), se conviertan en una de esas bandas legendarias que unen, bajo su tranquilizador y perfecto sonido, a padres e hijos, a moros y cristianos y, por momentos, al cielo y la tierra, en una imperturbable y bella harmonía vital.

Cuando puse este disco en el coche, atravesando las verdes tierras de Galicia, Arcade fire me atravesó a mí. El comienzo de muy pocos discos han hecho estremecerse a mi cuerpo de tal manera. Al pasar de The suburbs a Ready to start, un pequeño sollozo de inmensa felicidad, efímera y estúpida, pero tan pura y clara, se desató en mí. THE SUBURBS sigue la linea de los dos primeros discos de este grupo canadiense, demostrando que, lejos de ser un mero espejismo, tienen repertorio para rato, una inagotable fuerza de creación y un estilo que, pese a leves transformaciones, sigue dejándonos boquiabiertos.

THE SUBURBS, sin embargo, es un disco más convencional, con estructuras menos arabescas, más directas y lineales. Quizá hayan perdido algo de profundidad, algo de ese encanto sorprendente. THE SUBURBS es luminoso, sí, pero hay esparcidas ciertas gotas de melancolía a lo largo del Cd que lo hacen menos invulnerable que los otros dos. Quizá lo que han perdido, simplemente, sea la inocencia. La absoluta madurez de su sonido esconde cierto cansancio, una tenue disminuición del entusiasmo, de la frescura, del impactante tono de incompleta esperanza.

En Arcade fire, no obstante, en la perfección y el atractivo embrujo de su sonido, todo eso se convierte en simple adjetivo. THE SUBURBS sigue derrochando detalles de increible belleza, cambios de ritmo, de color, y hasta de inclinación del mundo en sus canciones. Los dúos de voz, la música coral, la excelencia instrumental, el trabajado muro de sonido natural, acústico y grandilocuente, siguen ahí. El eclecticismo (han manifestado que este disco se sitúa entre Depeche mode y Neil Young) sigue ahí; el constante y estimulante acompañamiento de los vientos sigue ahí; la coherente y harmónica compenetración instumental. Todo sigue sonando a Arcade fire, a nuevo y a viejo a la vez. Es un disco largo, generoso, con pocos momentos para la distracción, para la evasión.

THE SUBURBS es un signo más de madurez, un primer síntoma de estancamiento, eso sí, a un nivel estratosférico. Se respira el mismo aire a inmortalidad, la misma atmósfera atemporal, y cuando llega Sprawl II (Mountains beyond mountains) no quieres que el Cd termine. La nostalgia ha acabado con la inocencia, pero no con el genuino e inconfundible sonido de Arcade fire: es solo un matiz más. Como cualquiera de los discos de esta increible banda de Montreal, éste es total y absolutamente recomendable para cualquier amante del indie-rock, del rock, y de la Música.


Ready to start (live)

Empty room (live)

Sprawl II (live)

ARCADE FIRE (parte 2)



(Continuación)

Trilogía de la pasión vanidosa. (PARTE 2)

Después del FUNERAL, mucho se esperaba de Arcade fire, y eso es precisamente lo que nos han dado en el NEON BIBLE: mucha, muchísima música más. Con la misma ambición, la misma frescura, el mismo impresionante repertorio de instrumentos, el mismo inmejorable gusto por los detalles, Arcade fire vuelve a maravillarnos con este disco, parcialmente grabado en una iglesia, que para siempre formará parte de la más selecta colección de música de culto. La delicadeza, la harmonía y la energía más luminosa siguen siendo las coordenadas de acción de esta banda canadiense que parece haber embrujado al público y a la crítica de manera unívoca. Arcade fire es, a día de hoy, el grupo más sorprendente y prometedor de toda la escena indie, y se lo han ganado a pulso con verdaderos himnos, y con un sonido perfilado por el único rasero para mí válido: la calidad y el profundo amor a la música.

NEON BIBLE es, quizá, algo más compacto que su primer disco (que tiene el justo desequilibrio necesario para ser obra de arte), pero sigue sin poder abarcarse con la mente: sus horizontes son más anchos que los del imperio de Felipe II; la profundidad de su sonido sigue siendo abismal, descubriendo, a cada instante, pequeños y bellísimos detalles, genadilocuencia instrumental, místicos y angelicales coros, y un desbordamiento orquestal que, por momentos, pone los pelos de punta. Es la misa del siglo XXI, la de una religión sin infierno ni pecados imperdonables. NEON BIBLE reluce como una preciosa y luminosa cúpula barroca italiana, por donde el sol solo filtra dignidad, y arrojo frente a la vida.

Nuevamente, la propuesta de Arcade fire destaca por su descaro, por su originalidad, y por una genética avanzada en composición y puesta en escena. La seguridad y madurez con la que gestionan el sonido está al alcance de muy pocos. Su sonido ya es inconfundible, ya es una referencia. Keep the car running empieza como si un entero palacio de la ópera temblara de la espectación, y no defrauda (inolvidable el sonido de la zanfona); Intervention hace que nuestra mente se pierda por infinitos y deliciosos laberintos florales, deleitando nuestros cinco sentidos hasta el orgasmo; y en No cars go gozamos, junto a ellos, del exquisito sabor de la inocencia (por citar mis tres favoritas). Un disco entero de regalos que dejan huella.

Quizá el NEON BIBLE no sea tan espectacular como el FUNERAL, pero mantiene un nivel altísimo: estamos ante la confirmación de una banda de las de verdad, de las que romperan las barreras del tiempo; una de esas bandas que juegan a la comba con nuestra estúpida manía de etiquetar el sonido: una banda que se ha ganado, cum laude, el etiquetado de art-rock. Es un disco que alcanza momentos de climax absolutos (como el Med sud í eyrum de Sigur Rós) gracias a la aportación de la orquesta húngara, en los decorados, una sincera teatralidad en las voces, y una inmensa capacidad de transmitir sentimientos. Su música es, realmente, un soplo de aire fresco, las campanas de lo que ha de ser un nuevo día, el sonido más sincero de la purificación, del renacimiento interior. Las oraciones serán a ritmo de indierock, y los beatos tan solo mirarán al cielo, que es a donde nos lleva la música de Arcade fire con este NEON BIBLE. La nueva misa ha llegado.

(Continuará)


Keep the car running

Intervention

No cars go

ARCADE FIRE (parte 1)



Trilogía de la pasión vanidosa. (PARTE 1)

Sorprendentes, distintos, inconfundibles, admirados, revitalizadores, descarados, barrocos, preciosistas. Así son Arcade fire, probablemente la banda de música indie más respetada y exitosa de la década. Rebosantes de buena crítica (apadrinados por Pitchfork desde el 9,7 con que calificaron su primer album FUNERAL), cargados de una infinita riqueza instrumental (más que riqueza, es una auténtica fortuna), y con un sonido muy trabajado, personal y artísitco, esta formación de Montreal (Canadá) ha conseguido una unánime declaración de amor eterno por parte del público, en general, en tan solo cinco años. Con tan solo tres discos. Son tan altas las espectativas creadas, que algunos hablarán del THE SUBURBS (2010) ya como una obra menor. Pocas bandas han debutado de la manera que lo ha hecho Arcade fire con el FUNERAL, un disco de culto de grupo imprescindible.

Hay un trasfondo rítmico en el FUNERAL que recuerda mucho a Interpol, The National o a sus compatriotas The new pornographers; y a su alrededor se expande el barroquismo instrumental de Arcade fire. Cada compás es distinto al anterior, en cada segmento de cada canción, las infinitas cuerdas de esta numerosa banda se entremezclan con puntualidad y precisión, compartiendo y creando el ritmo, para regalarnos, en cada segundo, más que muchos grupos en Cds enteros. En este disco los violines, violas, violonchelos, el teclado, acordeón, xilófono y hasta el arpa, no son simples arreglos, sino protagonistas indiscutibles: como pasa con las grandes novelas y series, su grandeza reside en que es una obra coral.

Escuchando el FUNERAL enseguida te das cuenta que estás ante algo realmente grande. Arcade fire tienen algo; algo distinto, especial. No son solo las energéticas y atrevidas voces del matrimonio co-fundador, compuesto por Régine Chassagne y el tejano Win Butler; ni la compleja simplicidad preciosista de sus melodías, ni los bellísimos y sorprendentes arreglos manuales que pueblan cada compás; ni la intensidad y riqueza instrumental que, con oportunos y bien marcados cambios de ritmo, nos hacen sonreir, chasquear los dedos, aplaudir y hasta bailotear.

(Si a usted le ha ocurrido lo mismo al llegar a la genial Rebellion, bienvenido: ya está enamorado de Arcade fire.)

Pocos álbumes de debut han dado tanto de qué hablar. FUNERAL hizo grande a un pequeño sello independiente de Carolina del Norte (Merge Records) que apostaba, entre otros, por incipientes artistas como M. Ward. Fue declarado mejor disco del año por Pitchfork y No Ripcord (las más prestigiosas plataformas de crítica musical), recibió máximas puntuaciones en innumerables revistas especializadas, vendieron medio millón de copias en un año (lo nunca visto en Merge Rec.), y el éxito de público fue impresionante en su primera gira. Pero Arcade fire no son solo arte barroco y apabullantes números que prueban su calidad. Arcade fire tienen algo; algo distino, especial. FUNERAL es algo grande y monumental.

(Continuará.)


Neighborhood #2 (Laika)

Wake up

Rebellion (lies)