No resulta demasiado habitual la trayectoria de The Pains Of Being Pure At Heart este año en Barcelona. Después de sacar dos discos extraordinarios en 2009 y 2011, de ganar un montón de fama y seguidores dentro del mundillo indie pop-noise, y de llegar casi a llenar la sala 2 de Razzmatazz a principios de año, lo normal habría sido que su cotización y popularidad hubieran seguido aumentando. Pero se ve que en su caso no, ya que ayer tocaron de nuevo en la condal, y esta vez fue en la sala BeCool, de tamaño bastante más reducido. De modo que se puede esconder el hecho bajo diversos eufemismos como: “en un ambiente más íntimo” o “un concierto exclusivo”; o se puede hablar con franqueza (incluso usando metáforas): cuando cuesta arriba un coche no tira, hay que bajarle la marcha. La realidad, sin embargo, será igualmente la misma: los Pains siguen sin convencer del todo en directo, y consecuentemente han perdido público.
Hace tiempo que arrastran esta cuenta pendiente, pero se fue haciendo más notable a medida que aumentaba su fama, y el contraste con lo que de ellos se iba esperando. Así que, sin que esto sirva de menosprecio para con la sala, opino que se han visto relegados a una especie de 2ª división del directo barcelonés. Un emplazamiento que, sin embargo, tal vez les haya proporcionado un contexto más adecuado y propicio para ganar en seguridad, comodidad, y para hacer que el coche tirase más. Y los de NYC, reforzando el carácter noise y garagero, plantearon una versión de sí mismos más sucia y pretendidamente imperfecta de lo habitual, engordándole la talla a las guitarras, dando en el clavo con distorsiones más incisivas, y subrayando muchas de las mejores transiciones, que en otras ocasiones más solemnes han quedado lamentablemente des-acentuadas.
En cualquier caso, asistimos anoche (el martes) a la BeCool con la intención de comparar a una banda en aparente (y esperamos que superable) declive, con otra claramente emergente, los locales Dulce Pájara de Juventud, y con la equivocada sospecha de que los segundos nos gustarían más que los primeros. Puede que The Pains Of Being Pure At Heart no hicieran nada de otro mundo, que Kip Berman no aguantara su propio ritmo inicial, desafinando desde la mitad del concierto, puede incluso que hayan renunciado a varios de los atractivos que les lanzaron a la fama, como a las voces en dúo, o al falso anestésico ambiental que ponía de manifiesto la acidez latente en su pop post-adolescente. Pero al menos no se dejaron superar por los teloneros. Instrumentalmente estuvieron bastante acertados, aunque usaran brocha donde antes pincel.
Hicieron sonar, además, sus canciones más conocidas y apreciadas, para regocijo de un público que se lo pasó bien. Belong, Stay Alive, Young Adult Friction o This Love Is Fucking Right!, ya como cierre, no podían faltar. Por el contrario, lo más llamativo del concierto de Dulce Pájara de Juventud fue que no tocaron su canción más carismática, Nacer 3. Según confesaron a poco de acabar su concierto los propios miembros del grupo ante declaradas peticiones del público, el Pastor Paniagua se había quedado en casa esa noche. Y con él, todo lo especial que parecía podía aportar esta banda al plan desvirtuado de los Pains. Imagino que detrás de este desliz habrá una vocación más conceptual de su propia música, una voluntad de no dependencia de uno o varios temas icónicos: abogaron más por el espíritu efímero de temas como Feel, Gigalove o Junios vs. Death, que por esa actitud siniestra (en el sentido de retorcida) y atrevida de que es bandera su ausente tema estrella.
No fue, por tanto, una noche de altos vuelos. Unos teloneros deshinchados, casi como una banda cualquiera más, muy por debajo del nivel que se espera de ellos; y una especie de joven y prematura vieja gloria, venida a menos, que sin embargo demuestra que aún tiene ansias y márgenes de mejora. Sin llegar a hablar de renacimiento, creo que The Pains Of Being Pure At Heart, asumido su cambio de rol en el panorama que les vio nacer, aún pueden enderezar el rumbo hacia niveles en concordancia de sus discos. Por otra parte, Dulce Pájara de Juventud, debería empezar a sacar partido a sus virtudes si no quieren acabar como los norteamericanos; que no es poca cosa, pero creo que pueden aspirar a más, al menos a nivel nacional.
Fotos de Pablo Luna Chao.
También disponible en Alta Fidelidad.