Alta arquitectura musical.
Creo que hay músicos que, además de intérpretes y geniales compositores, son ante todo auténticos ingenieros del sonido. Personas que cuando hacen música, ven matrix. Yo cuando oigo lo que hacen, hago eso: oírlo, y gracias. Pero ellos la ven; ven la música físicamente ante sus ojos, la tienen ahí, la observan, la palpan, la manipulan y la transforman a su antojo. Duncan Bellamy, batería de los Portico Quartet es una de esas personas. Tal vez hasta ahora había pesado menos su tendencia electrónico-sintética en el sonido global de la banda, en los dos primeros álbumes, Knee-Deep In The North See e Isla, pero ayer noche en La [2] de Apolo demostró ser él quien está detrás de la apertura y el cambio de sonido que ha registrado el cuarteto en su último homónimo trabajo. Un material más electrónico y menos jazzístico, pero igualmente asombroso en cuanto a la capacidad que les caracteriza de crear espacios habitables y a la vez artísticos: como los mejores arquitectos.
Porque yo, desde luego, si la música fuera arquitectura, y tuviese que construirme una casa, le daría el proyecto a estos chicos de East London. Es cierto que han dado un paso adelante hacia terrenos más electrónicos, hacia un lacado y fastuoso terreno ambiental basado en el ritmo y en la repetición, pero no por ello han dejado atrás ese acento tan característico que le ha dado siempre el sonido del hang de Keir Vine (antes Nick Mulvey) y el de los saxos de Jack Wyllie. Hay menos inocencia en el sonido de Portico Quartet, y a la hora de ponerla en escena son quizá más libres de expresar sus obsesiones y su permeabilidad a todo tipo de influencias. En acción, Bellamy parece haberse comido a John Steiner y a Dave Konopka, de los Battles, y haber hecho de ellos una síntesis perfecta, elegante y totalmente adaptada para servir de base a tres músicos de auténtico jazz. Su batería es híbrida, medio instrumento medio máquina, y compagina la pegada propia de un duro percusionista ajado, con los parches y la programación rítmica. Pero su electrónica de interior sigue creando espacios hermosos donde yo, al menos, viviría plácidamente: acogedores y con luz tenue; cómodos, atractivos y sugerentes.