Llevo una década pensando que Tool es la mejor banda de rock de nuestra generación, pero como tardan de media 4 años entre Cd y Cd, en ese lapso de tiempo, puedo llegar a olvidarlo. Todo elogio que haya vertido antes sobre otros grupos quedará aquí empequeñecido hasta niveles atómicos, porque Tool es el cánon de la perfección. El rock progresivo de los ángeles caídos.
Son californianos, pero están hechos de energía pura y de geometría espiritual. Empezaron a tocar hace ya 20 años, en un ambiente donde se codearon con Pearl Jam, Red Hot Chili Peppers y Rage Against The Machine, pero no tiene nada que ver con ellos. No tienen más que cuatro álbumes de estudio (y dos o tres Eps), pero fundamentalmente son dos los que han hecho de Tool un grupo de culto: Aenima (1996) y Lateralus (2001). Demuestran, no solo una técnica increíblemente perfecta, sino también una capacidad de ambientación extrema: tiñen la mente de sus devotos con el oscuro perfume de la fatalidad, siembran en toda alma espectante el don incalculable y cruel de la duda existencial. Lo llamaban magia negra en el Medioevo.
La complejidad del sonido de Tool hace que, de primeras, no se capten todos los infinitos detalles que componen sus enormes canciones. Rara es la que dura menos de 5 minutos, y en todas se repite el mismo esquema portentoso: Tool crea una monumental estructura arquitectónica de música y moral, cargada de simbolismos y profundas reflexiones, que luego destruye sin contemplaciones, en una escalada de relativismo posmoderno y encerrada impotencia. La progresión de sus temas, aunque hayan bebido de King Crimson y Cream, se aventuran mucho más allá: "to swim on the spiral of our divinity/and still be a human" (Lateralus), porque: "high is the way but our eyes are up on the ground" (10.000 Days). La espiritualidad es un ingrediente fundamental en Tool: la redención mediante el dolor, la resurrección del alma tras la ruptura del espejo en mil pedazos.
Aenima fue un duro golpe sobre la mesa, en pleno apogeo del Brit-pop, que impulsó el éxito de bandas que dieron un corpus a eso que llamamos Nu metal (a Deftones y Korn, los llamados fundadores, se unieron Slipknot, Limp Bizkit, Linkin Park, System Of A Down, etc). Crearon para otros un mundo que ni quisieron explotar. Como tampoco hizo Trent Reznor (NIN). Pero lo del Lateralus ya es otra historia. Más que una obra maestra, es un magistral guiño a la mente humana: 13 piezas que, eso sí, ordenadas de manera correcta, describen un recorrido y una historia personal de muerte y resurrección. Una ordenación de la que no dijeron palabra, y que un público friki y con avanzados conocimientos matemáticos sacó a la luz, meses después de su publicación. Porque la reordenación correcta de temas, partiendo del medio, responde al patrón de sucesión de Fibonacci, una de las claves interpretativas del número áureo. (orden correcto: 6,7,5,8,4,9,3,10,2,11,1,12,13). Si os fijáis, de dos en dos, siempre suman 13. ¿No asusta un poco?
Parabol + Parabola anuncia la dirección y el vértigo del camino que vamos a tomar. Un viaje, universalmente descrito, a través de un estado de consciencia alterada, hacia el interior de uno mismo. Schism preconiza la caída, y en Ticks & Leeches, un grito a la desesperanza, nos vemos planear, como Dave en 2001, sobre el oscuro pozo de nuestro aciago destino. La clave del renacimiento descansa en lo que ahora es el epicentro espiritual del disco, Lateralus. Una canción que reproduce también el código de Fibonacci, en la batería y en las sílabas de las primeras estrofas. Se ha creado una estructura, un cánon, uno molde geométrico perfecto que debemos saber cómo y cuándo hacer añicos. Y eso es Tool: ingeniería musical destinada a perecer en la tarea más loable de la mente humana: intentar dominar el caos (o la naturaleza, que viene a ser lo mismo) que nos rodea, fundiéndonos en él (o en ella).
A partir de The Grudge, la parábola es ascendente, y la geometría aún más evidente. Porque lo de Danny Carey, el batería, no es normal. Puede ser el mejor o no, pero nunca nadie compuso algo parecido. Tool, para él y para nosotros, es un instrumento, un ritual de salvación; como también lo es para 'Maynard' James Keenan, emblemático y arcano vocalista, de textura aterciopelada, oscura y mesiánica. Con Eon Blue Apocalypse empiezan los arpegios y el hechizo. El sonido, si cabe, se hace aún más envolvente, irresistiblemente magnético. Reflection es la mejor canción de rock progresivo de la historia. La riqueza de los matices que, durante 11 minutos, se van desarrollando en este tema siempre me producirá escalofríos. Guitarra y bajo siempre tienen la ditorsión adecuada, el efecto preciso para seducirnos y encerrarnos en su perfecto círculo de sonido.
Cuando acaba el Cd, con esa clarificante Disposition, y se evapora la envoltura de Tool sobre nuestras vidas, por un momento, sentimos el frío ancestral del mundo, la soledad innata de nuestra raza, y el incúlume peso que sobre nosotros vierte el futuro a cada paso. Entonces el viaje ha terminado, y solo podemos ver cómo el tiempo ha pasado: "mention something, mention anything, mention this to me, and watch the weather change". Tool no es fácil de escuchar, no se lo recomendaría a todo el mundo; pero cuando entras en su dinámica, que sea hard rock, o que sea progresive metal, deja de importarnos en el acto. Porque, musicalmente hablando, sucumbir al embrujo de esta banda inigualable es de las mejores cosas que me han pasado en la vida.