Bardo Pond, o la ruta cósmica hacia el laberinto.
Tras dos noches de conciertos en la barcelonesa sala Moog, los norteamericanos Bardo Pond cerraron el jueves el Festival Ruta Cósmica con un directo íntimo, aunque intenso, en el que demostraron por qué se les considera la referencia indiscutible en el campo de la experimentación del rock shoegaze. Presentaban su octavo álbum de estudio, Bardo Pond, pero no faltaron en su repertorio canciones del Amanita, su segundo y más apreciado trabajo. Así, abrieron también el recital con la monumental 'Limerick', una pieza de 10 minutos que se levanta y se abre como la majestuosa puerta de entrada a la ciudad oscura y prohibida del sonido de Bardo Pond.
Entre el lánguido e insistente rasgueo de los 11 temas que sonaron, y la apática aunque conmovedora forma de cantar de Isobel Sollenberg, transcurrieron las últimas paradas de esa Ruta que, anteriormente, nos había llevado a Japón, Eslovenia, al hip-hop electrónico y a la versión más loca y contundente del indie rock alternativo. N’Toko y Praha Depart, que nos dejaron bastante perplejos, telonearon a los de Pennsylvania, que mostraron su veteranía, y todos los elementos característicos de su sonido lluvioso.
Ritmos condescendientes, basados en 4 platos enormes, con siempre uno, al menos, en juego; guitarras que divagan rasgueando, en aparente improvisación; recorridos laberínticos; y una vocalista de ojos cerrados que entona, además, una travesera como vía de escape a tanta desidia precisa y evasiva. No faltaron 'Rumination', 'Tantric Porn' ni 'Cracker Wrist', sin duda la mejor pista de su nuevo álbum.
Pese a que tuvieran más pedales en el escenario que seguidores frente a ellos, los Bardo Pond respondieron al reto de rellenar con su sonido hermético la pequeña sala Moog. No obstante, ¿quién no querría tener, alguna que otra noche, a los BP tocando melancólicamente en su salón? Yo, desde luego, más de una.
Foto de Pablo Luna Chao.
Ritmos condescendientes, basados en 4 platos enormes, con siempre uno, al menos, en juego; guitarras que divagan rasgueando, en aparente improvisación; recorridos laberínticos; y una vocalista de ojos cerrados que entona, además, una travesera como vía de escape a tanta desidia precisa y evasiva. No faltaron 'Rumination', 'Tantric Porn' ni 'Cracker Wrist', sin duda la mejor pista de su nuevo álbum.
Pese a que tuvieran más pedales en el escenario que seguidores frente a ellos, los Bardo Pond respondieron al reto de rellenar con su sonido hermético la pequeña sala Moog. No obstante, ¿quién no querría tener, alguna que otra noche, a los BP tocando melancólicamente en su salón? Yo, desde luego, más de una.
Foto de Pablo Luna Chao.