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DJANGO DJANGO




¡Welcome to the jungle!

Hay discos que son como un veneno con efecto retardado. Cuando en abril escuché por primera vez el Django Django de Django Django, poco antes de emprender un largo viaje de un mes por Mozambique, me gustó bastante, aunque ya estaba distraído e impermeable ante la música nueva. Pero lo que no sabía es que me habían picado, y su efecto, aunque a largo plazo, ya estaba en marcha. A mi regreso, fue el primer disco que escuché; y a medida que ha avanzado el verano, un deseo creciente dentro de mí ha hecho que acudiera de nuevo, una y otra vez, al entramado rítmico y sonoro de esta ópera prima, como si fuera extendiéndose por mi cuerpo, como hace el veneno de los mosquitos más evolucionados, un picor sano a medida que me rasco, a medida que me introduzco más y más en el fascinante mundo de Django Django: una especie de Jumanji musical, extremadamente original, que rebosa calidad y frescura compositiva.

Algunos han clasificado a este cuarteto británico como art-rock, y aunque realmente se conocieron en la Escuela de Arte de Edimburgo, ellos mismos afirman desconocer el significado de esa etiqueta. Tal vez, puestos a inventar géneros, podrían englobarse en una escena ciertamente psicodélica, naturalista, con formato de synth-pop y ritmo electrónico de inspiración étnico-tribal de lo más colorista. Pero en lo referente al estilo, lo mejor será dejar la descripción en un simple eclecticismo de influencias claras, pasado por una batidora muy personal, y transformado en un engendro experimental con cara de pop, movimientos de electrónica básica, y cuerpo formado por elementos de todo tipo de músicas, como si la bestia se compusiera de partes de los cientos de animales que conforman la fauna de una jungla. Django Django es un coctel explosivo, con sabores del mundo entero, de hoy, de ayer y de mañana.

Se trata de un sonido verdaderamente arriesgado, donde los instrumentos se disfrazan de lo que no son, y los ritmos, aunque no en exceso acelerados, resultan siempre frenéticos y un pequeño acto de locura. Destaca, por encima de otras características, la preponderancia rítmica sobre unas melodías que, de sencillistas, pasan casi por infantiloides, inocentes, con un punto de ingenuidad que puede recordar desde a Pink Floyd, a la excentricidad casi dadaísta de Ariel Pink. Pero el ritmo es prioritario, básico (en ambos sentidos), primario y primitivo. Tribal, pero en el sentido tarzanesco de unos tipos siendo naturales, y un poquito selváticos y salvajes, haciendo música en bolas con lo que les ofrece la jungla. Y usan de todo: desde los famosos cocos, a un bombo, hondo y redondo, pasando por varios aparatos electrónicos, y teclados, bajos y guitarras, que muchas veces prestan más servicio al ritmo que a la melodía. Dicen que al principio apenas tenían con qué marcarlo, que incluso una vez perdieron los cocos y casi tienen que suspender el concierto, buscando la fruta por los markets de todo el pueblo. Pero la carencia, tal vez, proporcionó la riqueza.

Lo cierto es que el Django Django es un disco intrincado, con gran cantidad de recovecos y esquinas que conducen a lugares insospechados, con quiasmos y retruécanos musicales por doquier. Pero también es verdad que resulta, bien escuchado, un tanto irregular. Tal vez se deba a la esencia caótica de su espíritu musical. Pueden mantener nuestra atención activa durante los 48 minutos y 13 canciones, a través del sinfín de sonidos que surgen de la selva, pero cuando bajan el ritmo, en ciertas canciones centrales, su intensidad también se resiente. No obstante, nos regalan un inicio de Cd realmente acojonante. Introduction, con ese primer teclado básico que da inicio al ritmo, antes de que el bombo entre, y con ese segundo, bien encajadito en las cuadrículas rítmicas, como buenos británicos que son, anticipan lo que va a ser este viaje, ligeramante psicodélico.

Toda esa promesa se desata en Hail Bop y Default. En la primera, ácida y fresca a más no poder, aparecen también las voces en coro, que es otras de las particularidades de Django Django, recordándonos a la época de los cuartetos vocales (bom, boM, bOM, BOM), y el beat se abre en un horizonte ancho y muy bien iluminado. El track 3, Default, soltado a las primeras de cambio, enlaza con el cabalgar decidido del principio, completando un inicio para enmarcar. Una guitarra cruda comanda el ritmo, a base de rasgadas contundentes hacia arriba y abajo, y en el estribillo, voces mezcladas casi como si fuera beatbox, el tema se convierte en temazo.

Firewater es la primera tregua: asoma la acústica, las pulsaciones bajan, y la melódica manda, relajada, liviana y blusera, porque lleva el ritmo implícito. Acaba, en cierto modo, el hechizo del inicio. Waveforms retoma el ritmo medular del Django Django, con el aroma de siempre, y aunque de manera aislada podría resultar, probablemente, el otro hit del Cd, tras la tregua pierde capacidad de impacto. Zum Zum, sin embargo, sí logra llamarnos más la atención, con esa disparatada composición instrumental, el sencillismo exacerbado de la composición, y la franqueza de su estructura: una divertida pantalla del Donkey Kong Country 3. Justo en el ecuador del álbum, Hand Of Man hace de segunda tregua, acústica y pacífica, pero el álbum ya no se levantará nunca como antes.

La segunda mitad del Django Django de Django Django no está a la altura de la primera, pero demuestran que, pese a ser religionarios de una caja de ritmos bien acelerada, son capaces de dilatar y estirar la superficie melódica de sus composiciones, como si fuera una tela de licra ajustable, para adaptarla a diversas velocidades. Así, Love’s Dart y WOR, por ejemplo, aunque sobradamente contrarias en tempo, comparten la misma urgencia sedada. Ésta última, más en la línea regular, encajaría junto con las demás destacables, en una atolondrada banda sonora de peli de persecuciones de coches, tipo El mundo está loco loco. Storm y Life’s A Beach son otros ejercicios vocales y rítmicos, porque aunque lo mejor esté al principio, todo el Cd está impregnado con las mismas virtudes y características de riqueza decorativa.

El último tema de la línea más combativa de Django Django es Skies Over Cairo, con esa tópica melodía egipcia, y un teclado en su misma sintonía. Pero lo que realmente destaca es, nuevamente, esa rítmica tarzanesca: de pirámide a pirámide en liana, mientras los tambores resuenan al ritmo de un baile entorno a una olla con seres humanos que se salvan en el último momento, porque irrumpe Silver Rays, como si de una nave intergaláctica se tratara, para transformar el final de la historia en una imagen de depurada y cuidada jungla espacial, psicoactiva y tremendamente rítmica, que seguramente acabará entre lo mejor del 2012. Default, al menos para mí, es uno de los hits más grandes y pegadizos que se han visto en lo que va de año. La cita en directo: Dcode Festival; Madrid, mediados del próximo mes.


UNKNOWN MORTAL ORCHESTRA



La sombra de Ariel Pink es alargada y huele a máquina del tiempo.

Unknown Mortal Orchestra tienen el don de la espontaneidad. Ha sido el efecto sorpresa de este verano. Nada de lo que hacen parece haber sido preparado previamente, como si sus canciones no fuesen el fruto de un concienzudo ensayo; sin embargo tienen un punto sintético, un lenguaje programado, que hace de su sonido algo enigmático y abierto a la vez: como si fuera un gran secreto a voces. Se dieron a conocer con un Bandcamp de un solo tema, Ffunny Ffriend, y solo tras un año, después de contagiarla por medio mundo, Fat Possum les ha editado un primer Lp.

El hit que abre el Cd, el tema emblemático de Unknown Mortal Orchestra, es un planteamiento relajado, como no queriendo demostrar nada, con guitarras y un punteo despreocupados. Es un beat que no muestra la verdadera cara del Cd, aunque anticipa el ritmo latente de psyhorock y electrofunk que va a desarrollarse a posteriori. Huele ya a máquina del tiempo, y solo poco a poco iremos concretando qué mes de qué año de la década de los '70 se pasea por nuestros oídos.

Por momentos me parece que la sombra de The Bavarian Druglords y Ariel Pink ha llegado a Nueva Zelanda (lugar de procedencia de Ruban Nielson, el instigador, aunque el grupo se formó en Portland. Creo). La síntesis y esa especie de psicodelia de desenganchados, clara, nada confusionista y sana, son la norma del Cd; además de cierto empuje funky, muy camulfado y ralentizado. Bycicle y Thought Ballune, con ese aire retro, tienen esa extraña narrativa explicativa de quien experimenta con la psicodelia, pero con fraseos reconocibles y muy cuerdos. Son como un acid-rock 1970, pero pasados la clínica, y por la revolución de la electrónica, aunque ésta esté presente de manera casi testimonial.

Las guitarras suelen ser a pinceladas largas y gordas, escuetas en su discurso, pero insistentes, como en Jello And Jaggernauts. Este tema, como Little Blu House, son más elegantes y calmados, menos rockeros y menos ejercicio de síntesis del psycho-rock, son canciones para días de inactividad, de poso, aquellos donde las situaciones se sedimentan. Pero las guitaras no pueden evitar sonreír al final de cada fraseo, de recogerse, cuán látigo, tras un certero golpe. How Can You Luv Me ya es más funky, porque canta como un negro orgulloso del color de su piel y del calor de su garganta; y porque el bajo describe un constante baile de caderas, saltando como nunca hasta ahora en el disco. No obstante, lo intuíamos.

Nerve Damage! es rockanroll total, con guitarras colgadas en los cables de la luz. Un discurso súper claro, rápido y sin rodeos, pero cantado desde dos puntos, dos voces extrañas y aparentemente puestas. Es un golpe material de rock, pero con el mismo encanto psychofunky de fondo.

Al final del Cd da la sensación de que el techo se acerca a nosotros cada vez más. Stranger Are Strangers es como una conga sigilosa y en cuclillas, de gente que hace tiempo perdió la vergüenza, que ya ni piensan que bailar es un acto de desinhibición. Una conga que desata una especie de huída a Méjico. En Boy Witch rompen con el ritmo, con cualquier ritmo, y se dedican a liberar músculos y tensiones. Es como si las células o mecanismos internos (como los de un reloj) se separarsen y el encanto se deshiciera por momentos, en una estrofa desencajada y un estribillo rompedor.

UNKNOWN MORTAL ORCHESTRA es un Cd difícil de describir. Engancha porque Ffunny Ffriends es un temazo hecho a base de opio musical. El resto lo escuchas por puro peso gravitatorio. Apenas media hora de experimentación molecular con notas, distorsionesy ritmos. No podría catalogarlo de rareza, pero no es habitual que lo retro y lo moderno case tan bien. Como ya ocurrió con el Round And Round del Before Today de Ariel Pink's Haunted Graffiti, le auguro al hit de este disco una posición muy elevada en la lista de lo mejor del año de Pitchfork. Y si no, será que se equivocan.

También disponible en My Feet In Flames.



THE BLACK ANGELS



Si tuviera que apostar, diría que estos chicos de The Black Angles formaron su grupito en 1969-70 y, accidentalmente, inventaron también una máquina del tiempo con la que viajaron hasta 2005. Con el paso de los años, y después de 3 discos, disimulan mejor; pero indudablemente su sonido es de una época que ya pasó hace mucho tiempo. De ser así, tendrían su mérito, pues habrían sido precursores, en cierto modo, de todo el movimiento Madchester, y del Brit-pop de los años '90.

The Black Angels son de Austin, Texas. Passover, DIRECTION TO SEE A GHOST, y Phosphene Dream son todo su trabajo: reminiscencia de una época donde el miedo no nos imedía soñar cada noche. Un sonido de vocación psicodélica, pero con la amabilidad y las buenas maneras de unos músicos muy lúcidos. The Black Angels son una especie de reencarnación de los Jefferson Airplane, pero pasado por la licuadora intelectual de principios del nuevo milenio. Y entre las más descaradas influencias, es inevitable nombrar a los Stone Roses, Kula Shaker, o The Charlatans. Suenan americanos, psicodélicos, tejanos, bluseros, pero también a la estilizada elegancia británica herencia de los Who, a ese ritmo irreverente, tan propio de los súbditos de su majestad.

Passover es un disco concreto de claras intenciones, compacto y aguerrido. Un sonido que solo carece de piedad. DIRECTION TO SEE A GHOST es el más experimental de los tres, elepicentro de mi pasión por esta banda, y Phosphene Dream, su último trabajo, el que van a presentar en el Primavera Sound, una evidente apertura, un sonido mucho más ligero y directo. Su tercer Cd aburre un poco, y eso que fue el primero que escuché. No, la esencia de esta banda reside en sus dos primeros trabajos, sin duda. DIRECTION TO SEE A GHOST destaca por el equilibrio perfecto entre esas dos referencias: el rock psicodélico americano de los '60-'70, y el brit-pop de principios de los '90. Frente al frontalismo del Passover, en el segundo Cd hay una aire más liberado, las notas se disparan en todas direcciones. Tiene muchísimo más contenido musical que los otros dos, desarrollos más largos, y adornos de presencia más intensa.



La verdad es que nada de estos tejanos tiene desperdicio. Cada disco tiene su valía, sus cualidades, su sonido redondeado y coherente. Pero entre ellos se pueden percibir pequeñas diferencias que nos hablan de un grupo en perpetua edificación. La psicodelia del DIRECTION TO SEE A GHOST, por ejemplo no es tan pura y libre en sus otros Cds, lo que hace de éste su trabajo más completo. Todos los temas superan los 4:30 minutos, y todos contienen diversos espacios musicales donde juegan con el blues de garaje, el poder manipulador anímico de los platos de una buena batería, y la movilidad apática derivada de la voz explayada de Alex Maas. El secreto de este álbum es la especie de onda expansiva en la que se manifiestan todas y cada una de las notas. A veces suenan más a The Verve, como en Doves o 18 Years, otras a Kula Shaker (en Deer-Ree-Shee), o en general, al pop-rock británico como In YOur Color, y otras veces reflejan la actualización de un sonido prototípico de los Jefferson Airplane, la Velvet Underground o The Jimmi Hendrix Experience (en el trasfondo de casi todos los temas, pero más especialmente en You On The Run, Science Killer, Mission District, Never/Ever, Vikings o la interminable Snake In The Grass).

The Black Angels difícilmente llegue al gran público. No es en absoluto una rareza; es más, es una mezcla de cosas que ya son, y suenan, clásicas. Pero aunque estén en una línea cercana, por ejemplo, a The Black Keys, o Black Rebel Motorcycle Club, The Black Angels representan el lado más oscuro y ácido del rock-blues alternativo y del folk sureño norteamericano, o la vertiente más psicodélica de aquel garage que, en el noreste, se desarrolló paralelo al movimiento grunge. De lo que estoy seguro es de que son buenos músicos, y por tanto imagino que gustarán mucho en directo. Eso sí, en festivales de música independiente, por el momento.





THE MARS VOLTA



Entre la salvación y el manicomio.

La potencia de Mars Volta no parece tener control. Rompen una y otra vez con su propio eje, giran y giran, revolucionados, amenazando siempre con desatar la tormenta, con la explosión nuclear. Dominan el fuego, el terror, y todo lo primario. Dominan la carne, y electrifican el alma. The Mars Volta, para mí, son un grupo de culto. ¿Por qué? Porque experimentan con dinamita, porque no han salido de la típica cadena de montaje del rock, porque su valentía se tradujo, en su día, en una auténtica maravilla de Cd: DE-LOUSED IN THE COMATORIUM, y porque técnicamente son asombrosos. Puede que no a todo el mundo le guste este álbum, pero es un sonido tan irrepetible, que ni ellos mismos han podido nunca igualarlo, ni mucho menos superarlo.

Por dónde empezar...Son de Tejas, y los líderes, Omar Rodríguez y Cedric Bixler-Zavala, tienen origen hispano. Ambos formaban parte de dos interesantes precedentes de The Mars Volta: At The Drive-in y De Facto. Y le agradeceré de por vida a Dios(=Messi) el hecho de que en 2003, tras un tímido Ep, viera la luz este inmenso trabajo de debut. DE-LOUSED IN THE COMATORIUM se sale por los cuatro costados. Es desquiciantemente potente, la prueba viva de que, aunque la energía y el control no casen bien, hay genios y valientes dispuestos a intentar rebatirlo. Mars Volta es un grupo de rock progresivo y experimental. Y este primer Cd lo que hace es abrir una auténtica autopista de fuego, una vía circular tipo Nascar que bordea el infierno, rozándolo de tanto en tanto.

El problema, para ellos, es que han corrido una carrera sin rivales. Nadie se ha atrevido a transitar las vías de Mars Volta, nadie aceptó el reto (o nadie estuvo a la altura). Su motor, tras miles y millones de vueltas, se ha desgastado. DE-LOUSED IN THE COMATORIUM y Frances The Mute (2005), aunque en mucha menor medida, son su legado, para mí, más preciado.

Cada canción de este primer álbum contiene unas notas más de psicodelia que la anterior, unos minutos más; va de lo concreto a lo indefinible, pero siempre con subidas y bajadas vertiginosas. La comprensión de este Cd puede tener efectos secundarios: desde la locura, hasta la más absoluta necesidad de dominarlos. En cualquier caso, se termina haciendo adictivo. Cicatriz Esp, de 12 minutos, puede resultar el mejor de los ejemplos: empiezan ordenados, relativamente formales, unos segundos de incertidumbre, y explota el estribillo. Transición increíble. Otra estrofa, otro estribillo, y se van. Un punteo y un ritmo enloquecedor nos zambullen de cabeza en un paréntesis de calma y experimentación pausada, que dura unos 6 minutos. Cuando otros ya habrían dado el trabajo por finalizado, Mars Volta se adentra en su propia música. Por unos instantes, casi todo yace apagado, y hasta se oyen caer las lágrimas de sudor de estos domadores de la perfección.

Y cuando todo vestigio de energía y potencia parecía perdido, la revientan con un tímido redoble, y un ritmo imparable, como una carroza en pleno Carnaval, que nos devuelve al puro rock de eléctricas de The Mars Volta; rematando el tema, como si no hubiera pasado gran cosa, rememorando la original estructura (aunque con impagables y pequeñas variaciones).

Salvo Televators, todas las canciones auguran mal presagio. O será que mi oído los transforma en síntoma del más cercano apocalipsis. El sonido de DE-LOUSED IN THE COMATORIUM es desgarrado (en las partes que no son experimentación, jazz-rock, o electro-psicodelia) en Take The Veil Cerpin Taxt, en Inertiatic Esp, en Roulette Dares y en Eriatarka; This Apparatus Must Be Unearth y Drunkship Of Lanterns ya rozan la rabia divina. La voz a Cedric le sale de más allá de las entrañas: ese hilillo agudo, elástico y desvergonzado tiene su origen en ese lado del cerebro que no atiende a razones. Además, la perfecta técnica de Omar, a la guitarra, y la de una batería que golpea con fiereza y precisión, engalanan de un aparente absurdo controlado la angustiosa letra de todo el Cd.

Creo que Mars Volta nunca podrá superar este Cd. DE-LOUSED IN THE COMATORIUM está tan fresco como el primer día que se pudo escuchar. Es la imagen inmóvil de una descarga eléctrica, la foto finish de la potencia, del descontrol dominado. Es un disco con impulsos de vida siempre latentes.

ARIEL PINK'S HAUNTED GRAFFITI



Ariel Pink es un curiosísimo personaje de Los Ángeles que, tras bastantes años de carrera en solitario, de autoproducción casera y casi para sí mismo, parece haber encontrado un segmento de mercado y de público capaz de hacerle pasar por el nuevo genio de la miscelánea y el eclecticismo del siglo XXI. Ariel Pink's Haunted Graffiti es la especie de banda resultante, y BEFORE TODAY, su flamante nuevo trabajo.

Con Ariel Pink's Haunted Graffiti nada es fácil. Es complicado entender de qué rollo va, casi imposible definirlos dentro de un estilo normal de música y, aunque agradable y rebosante de calidad y momentos brillantes, no es fácil de escuchar. En cualquier caso, mucho más tangible y serio que todo su anterior trabajo.

En 2003 Josh Dibb, de Animal Collective, conoció a Pink tras uno de sus 'recitales', y gracias a un amigo en común, Ariel Pink se convirtió en el primer fichaje de Paw Tracks, el sello de la banda de Baltimore. 7 años más tarde, y tras probar con varias producciones, Ariel Pink's Haunted Graffiti ha editado su primer trabajo verdaderamente importante con 4AD. BEFORE TODAY es un disco lleno de sorpresas; nos asombra en cada esquina, en cada rincón, con cada cambio de decorado (prácticamente a cada canción) y con las infinitas ramificaciones y combinaciones de su sonido.

Se ha definido a Ariel Pink como freak-folk, debido a su excentricidad, a su curioso aspecto, y a la rareza de sus 'conciertos'. Lo que es innegable es que se ha abierto paso por el mundo de la música con una independencia apabullante, hasta hacerse un hueco en los oídos de medio mundo gracias a BEFORE TODAY (9º mejor álbum de 2010 para Pitchfork). Estamos ante un auténtico jugador: la psicodelia y la experimentación llegan a cotas de gran sofisticación en este Cd. Ariel Pink se aburriría enclaustrado en un solo estilo musical, y por eso utiliza cuantos más mejor para crear su propio sonido, tan lleno de personalidad que parece mostrarnos claramente la alterada psique de este personaje.

Hay, como mucho, cuatro canciones que podríamos clasificar como rock: Bright Lit Blue Skies, un líquido y manejable indiepop; Butt-House Blondies, que es como una agradable pedrada de distorsión, entre tanta miscelánea; Little Wig, que bien podría haberse oído en Woodstock, entre ácidos y pioneros del rock duro; y Revolution's A Lie, con un bajo marcado a lo post-punk. El resto del Cd, que rebosa frescura, energía y esa pacífica fuerza del hippie, se mueve entre melodías semiaéreas (L'estac), de entre las nubes, y ritmos que, cuando se disipan los humos de la experimentación más pura, van desde el mismo rock variado que mencionaba antes, hasta una especie de acid soul (Beveryl Kills o Can't Hear My Eyes), pasando por algo que suena, de reojo, a funkypop difuminado y mal pinchado (Round and Round, el temazo del año para Pitchfork), y con un ligero trasfondo de electrónica básica que, por momentos, nos transporta a sus albores, a finales de los '70, principios de los '80 (Fright Night, Menopause Man o las mismas Revolution's A Lie y Round And Round) .

Pero es tratar de clasificar lo indefinible. Todo se mezcla, todo suena indirectamente a varias cosas. Ariel Pink's Haunted Graffiti se escucha, divierte, sorprende y, si nos gusta, simplemente repetimos. Teclado y bajo hacen constantemente el amor; la voz es cortejada, sin tregua, por la percusión, y los arreglos y ese sinfín de incursiones instrumentales llaman, una y otra vez, a una sensualidad implícita. Y cuando los diversos elementos de un sonido se aman tanto, y de una manera tan libre y desinhibida, salen cosas como el BEFORE TODAY de Ariel Pink's Haunted Graffiti. Quizá no vaya a ser el disco de cabecera de nadie medianamente cuerdo, pero es un ejercicio genial de apertura mental; un ejemplo interesantísimo de cuánto puede llegar a caber en una docena de temas.

THE BAVARIAN DRUGLORDS



La voz de las máquinas.

Si me dijeran que la música de The Bavarian Druglords es el producto de una de esas máquinas-ordenador que ocupaban una pared, antigua pero súper potente, y que además tiene cualidades humanas como Hall9000, me lo creería sin dudarlo un segundo. No suenan a humano, y eso es inquietante y, por tanto, atractivo y adictivo. The Bavarian Druglords crea cierta adicción, y por eso me hacen desconfiar, mirar hacia atrás con temor, y dudar de toda la existencia.

Para grupo desconocido, éste. Sé que el proyecto musical es básicamente personal, el de Syed Druglord, un chaval de Brooklyn; sé que detrás de él hay algo llamado Kill Art Movement, que parece que le edita este segundo Cd del que quiero hablar: 229. Y sé que su música es excepcional, y original, y prepotente, y poderosamente atractiva, compleja y tremendamente indescifrable. Por eso es tan cierto lo que acabo de leer de ellos: lo mejor es escucharlos para que la morralla que soltamos los que intentamos poner nombre a algo que no lo tiene, no os confunda o, lo que es peor, os llene de infundados prejuicios o falsas esperanzas. "The Bavarian Druglords, Señores:", debería poner, y lo demás solo sería su música.

En 2009, tras editar tres Eps, vio la luz el primer Cd de esta especie de banda/proyecto personal, llamado 205; en 2010 volvieron con 229, y para 2011 han prometido un nuevo álbum, 301. Parece que a las máquinas se les ha quedado corto el sistema binario. Porque Syed Druglords, o los The Bavarian Druglords, son el eco hueco del metal, un estilo extravagante de rock que parece tener alma de electrónica, piel sintética y la voz propia de un ser virtual y de inteligencia artificial. 205 es más variado, y algo más catalogable que el 229: una especie de mal llamado rock psicodélico, muy personal y particular, inspirado en el rollito Madchester, y con esa especia de alma androide que sueña con ovejas eléctricas.

229, mi toma de contacto con The Bavarian Druglords, es muy similar, pero más sintético aún. Sintético en los dos sentidos: es más compacto y concreto, más preciso y pulido, pero también más industrial, más mecánico, más repetitivo, con las mismas ráfagas de dub, con algún ingrediente más de funky y menos ambiente shoegaze. Piezas como Cascades me vuelven loco. Es como una metonimia musical de tamaño descomunal, como ver la música aumentada un millón, a través del microscopio, hasta el punto de poder ver su propia consistencia química. Podrían ser las voces de los instrumentos eléctricos, captadas a escondidas, subiendo muchísimo el volúmen. Si los dejamos en el estudio una noche, a solas, y escuchamos luego la grabación a un volúmens desorbitado, esto es lo que suena: The Bavarian Druglords: la voz de las máquinas.

Es cierto que el sonido cansa, después de un buen rato, pero en su justa medida deja un sabor de boca incomparable, una imagen de ciudad nocturna, que se rinde a los pies de la sofisticada actitud que también nos deja preparada en la retina. Syed Druglord hace esta música él solo, por lo que parece, cortando y pegando samplers y loops. Y es uno de esos casos en los que importa más el lenguaje que el contenido...pero ahora sí: The Bavarian Druglords, Señores!

BROADCAST (Elegía a Trish Keenan)



La muerte de Trish Keenan, cantante del dúo de indiepop electrónico británico Broadcast, ha conmocionado al mundo de la música. Tanto Warp Records como la organización del Primavera Sound 2011 notificaron la mañana del pasado sábado la desaparición de ‘una voz única, un extraordinario talento y un ser humano maravilloso’. La cantante contrajo Gripe A en su reciente visita a Australia, y poco después de volver al Reino Unido ingresó en el hospital por una neumonía derivada que, tras varias semanas de lucha, finalemente ha acabado con su vida. Broadcast echa el cierre, y el Primavera queda huérfano y sensiblemente marcado por la tragedia.

Conocí poco tiempo a Trish Keenan, pero el suficiente como para saber que este pasado sábado nos ha dejado una de las figuras más interesantes del la música independiente británica: la inestimable voz de Broadcast, la mitad de un dúo que, en esta última década, ha caracterizado, quizá mejor que nadie, la línea del dreampop británico y de la electrónica indie.

Primavera Sound 2011 emitió un comunicado en la mañana del 15 de enero para anunciar la desaparición de Keenan y, por consiguiente, la caída de Broadcast del cartel del festival. Será un evento, por tanto, marcado por el luto y el homenaje. O, al menos, así lo espero. Porque estoy convencido de no ser el único que esperaba con gran ilusión poder verlos aún por primera vez poco antes del próximo verano. Después de la buena acogida que tuvieron en el Sónar 2010, Broadcast fue de las primeras confirmaciones del Primavera, uno de los primeros alicientes.

James Cargill y Trish Keenan han sido, sobre todo en los últimos 5 años, las constantes de una banda por la que han pasado hasta 5 baterías distintos, y que se caracteriza por un sonido base semi-electrónico de rítmica pop, engalanado con la voz de Keenan, y con un sinfín de delicados arreglos y detalles instrumentales, para los cuales cuentan con la colaboración habitual de otros músicos, en estudio y en los directos. Siento que Broadcast ha desaparecido antes de tiempo, pero también creo que nunca tuvieron demasiado respeto por ese tipo de coordenadas y medidas cronológicas: su música pertenecía al pasado, y se proyectaba hacia el futuro sin miedo ni complejos. Nunca han sonado a presente.


En su incorporeidad, la voz de Trish Keenan ha mantenido viva la herencia del dreampop británico, de inolvidables voces femeninas como las de Laetitia Sadier (Stereolab), Mariel Barham (Pale Saints), Dolores O’Riordan (The Cranberries) o el dúo Berenyi-Anderson, de los también desaparecidos Lush, pero con una actitud, en cierto modo, más segura. La oscuridad de sus predecesores, producto de un narcotizado pavor por el nuevo siglo, ha derivado en Broadcast en el sonido de una sombra pulcra y pulida, en un atractivo llamamiento para que participemos en la cálida modernidad. Ya no existe el miedo. Ahora, a toda velocidad, y más que nunca, el mañana se ha convertido en el ayer.

Broadcast no ha revolucionado nada, ni siquiera serán recordados por el gran público, ni por la crítica especializada como un hito inesquivable; pero sí permanecerá en la mente colectiva de los enfermos de la música alternativa e independiente: Trish Keenan hizo lo que quiso, cantó a su manera, y murió entre el respeto y la admiración de todo el gremio de artistas indie. Y dadas las circunstancias, imagino que el Primavera Sound 2011 servirá de sentido y digno funeral musical colectivo. Descanse en paz.

WARPAINT



2010 ha sido, musicalmente hablando, un gran año, un excelente año. Lo empezábamos con la espera de grandes y ansiados regresos: Massive Attack, Interpol, Arcade Fire, Kings of Leon...casi nada. Pero al final no han sido lo mejor del año: muchos de los grupos ya asentados en el exito no han aportado gran cosa a sus carreras. Por el contrario, hemos asistido a la definitiva consagración de bandas jóvenes y viejas promesas como Beach House, Deerhunter, Vampire Weekend o Blonde Redhead, y al nacimiento de nuevas revelaciones, a la aparición de álbumes de debut fascinantes que nos hablan de la buenísima salud de la música independiente. Surfer Blood, Tame Impala, Wild Nothing, Beast Coast, The Morning Benders, Cloud Nothing o Warpaint son solo algunos de los grupos que, con toda seguridad, darán mucho de qué hablar a partir de ahora.

Probablemente no debería sorprenderme el hecho de que en California, últimamente, se esté haciendo muy buena y muy variada música indie, no en vano es el Estado más rico y progresista (según en qué cosas, claro) de EEUU, la 6ª potencia económica del mundo si fuera un país independiente. The Soft Pack, The Mornig Benders, Beast Coast, Broken Bells, o los ya veteranos Wavves, The Album Leaf o Tristeza (proyectos paralelos de Jimmy La Valle) son una muestra, en este caso, del buen nivel de los artistas jóvenes californianos, aunque generalmente los sellos no tengan sede allí. Warpaint es un buen ejemplo de todo esto. Una maravillosa sorpresa del 2010.


THE FOOL es un debut sobrado de elegancia. Es como la aparición de una Grace Kelly cualquiera, jovencita e inédita, en una deslumbrante cena de gala, dando sus primeros y atractivos pasos, inocentes y seductores, sobre una aterciopelada alfrombra de intenso rojo. Warpaint es un grupo compuesto solo por mujeres: Emily Kokal lidera el grupo, toca la guitarra y canta, Theresa Wayman es guitarrista y vocalista, y Jenny Lee Lindberg toca el bajo. En un principio, la hermana de Jenny Lee, la actriz Shannyn Sossamon, tocaba la batería, y con esta composición ellas mismas grabaron el EP Exquisite Corpse, en 2008, atrayendo la atención del mismísimo John Frusciante. Se reeditó al año siguiente, con su mezcla, con la colaboración del nuevo guitarrista de Red Hot Chili Peppers, y con la distribución del joven sello local Manimal Vinyl, y fue un exito. Entonces es cuando Shannyn deja la banda, y en su lugar se incorpora la baterista (y teclista) Stella Mozgawa, cuando firman un contrato con Rough Trade Records, y cuando el grupo arranca definitivamente.


THE FOOL es una de las mejores noticias del 2010, al menos para mi gusto. La voz sedosa de Emily Kokal, la pausada y armónica progresión de la composición, la elegancia de un ritmo con perfecto acabo, precisa expresividad y un delicioso y sutil aroma a trip-hop; pero también el leve trasfondo electrónico, la calidez de las texturas que crean las cuerdas, la entonación tensionada y un tanto siniestra, o esa desnudez y fragilidad tan abiertamente manifestadas que conectan con el dream pop y el space rock, son algunos de los elementos que hacen de Warpaint una banda con futuro. Es un sonido con mucha personalidad, pero a la vez deja claras unas influencias que pueden ir desde Cocteau Twins a Radiohead, desde Mazzy Star o Cat Power hasta Air, pasando por Husky Rescue, Blonde Redhead o Beach House, sin ir más lejos. Pero es, sobre todo, herencia directa del Third de Portishead.

No sé si es porque últimamente me domina la testosterona acumulada, pero este otoño no he parado de escuchar grupos con voces femeninas. Se acabó mi fantasiosa monogamia con Beth Gibbons; ahora tengo otro sueño mitológico: busco oposiciones para muso de artistas de rock.

LOWER DENS (Twin Hard Movement, 2010)



El pasado lunes tuve la suerte de asistir, bien recomendado y mejor acompañado, al primer concierto de Lower Dens en Madrid, en la pequeña sala Moby Dick. Un concierto promovido por el Colectivo Piovra, muy bien teloneado por los madrileños The Secret Society. Al final, cuando más inspirados estaban, pensé en lo privilegiado que era por estar viendo tan de cerca, tan íntimamente, a una banda que dentro de poco va a llenar salas mucho más grandes. Lower Dens triunfará, es solo cuestión de tiempo.

Al estar tan cerca de ellos uno se da cuenta de que es gente seria, seguros de lo que hacen; uno se da cuenta del talento innato y de la tremenda presencia de Jana Hunter. El grupo gira en torno a ella, una tejana que hace ya 5 años impresionó a Devendra Banhart con sus composiciones, oscuras e introspectivas, hasta el punto de ficharla para su recién creado sello Gnomosong. Después de un álbum en solitario, Hunter se ha trasladado a Baltimore donde ha formado Lower Dens, una banda que, ceñida a su minúsculo cuerpo, parece hecha a su medida.

TWIN HAND MOVEMENT es un magnífico debut: se nota la mano de un experto como Chris Coady (Beach House, TV on the Radio, Yeah Yeah Yeahs, Grizzly Bear, ...Trail of Dead, etc), capaz de marcar sus trabajos con sello propio, pero permitiendo y fomentando la elaboración de un sonido muy personal. Lower Dens puede recordar a alguno de eso grupos, a Deerhunter o incluso a Wild Nothing. Por momentos tiene la evasión (que acostumbramos a llamar) psicodélica de Bark Psychosis, y otros la fuerza desnaturalizada de Come y el talento bipolar con voz de mujer a lo Throwing Muses o PJ Harvey (en Pitchfork comparan la voz de Hunter con la de Polly Jean).


Se trata de un Cd compacto, sin apenas fisuras, en un tono rasurado de guitarras líquidas y espumosas. El ritmo nunca es demasiado acelerado, ni demasiado lento; simplemente, con el delicado tejer de las guitrras, lo tiñe todo con un filtro azulado, grisáceo; áspero y arisco, pero acogedor. Podría decirse que es una especie de shoegaze muy edulcorado, y podríamos incluirlo dentro del amplísimo espectro del post-rock, pero lo más probable e que Hunter se salga por la tangente. Los músicos como ella (¡Cómo coño se dice, ¿las músicas, las músicos?!) tienen la capacidad de transformarse, de evolucionar y de sorprendernos una y otra vez.

TWIN HAND MOVEMENT es solo el principio de algo que sabemos que va a ser mucho más grande: cuento con que Lower Dens crecerá más y más en cada disco, con que hará temas verdaderamente inolvodables, y con que dentro de unos años pueda hablar del primer concierto que dieron en España con orgullo y, por qué no (siguiendo el estilo de la banda), con algo de soberbia.