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MUMFORD AND SONS (Babel, 2012)



Los banjos al poder.

Puede que los que hayan visto Deliverance (John Boorman, 1972) me entiendan. Yo me crié escuchando en cada viaje, en el coche de mi padre, el famoso Dueling Banjos de Arthur 'Guitar Boogie' Smith que aparece en el filme; así que tal vez no sea del todo imparcial al reseñar este segundo álbum de Mumford and Sons, Babel (Island, 2012), ya que el sonido del banjo me transporta a lugares especiales de mi memoria. Y no precisamente a las pantanosas riberas de la cuenca central y sur del Mississippi, de donde es originario el folk que practica esta banda del oeste de Londres. Porque el mundo global de nuestros días permite eso, entre otras cosas no tan enriquecedoras: que el folklore personal de cada uno pueda componerse de piezas de variada procedencia cultural; demostrando que el arte y la cultura no entienden de nacionalismos ni patrimonios de mira estrecha y horizonte corto.

Ben Lovett (voces, teclado, acordeón, batería), Winston Marshall (voces, banjo, dobro), y Ted Dwane (voces, contrabajo, batería, guitarra) no son hijos de Marcus Mumford (voz principal, guitarra, batería, mandolina), pero pensaron que el nombre, a modo de antigua empresa familiar, pegaba con la filosofía del grupo. Mumford ya se había dado a conocer entre la comunidad folk del oeste de Londres, haciendo de batería para Laura Marling en su inicios (2006-8); y fue precisamente a través del mánager de ésta, Adam Tudhope, como se puso en marcha el proyecto de Mumford and Sons. Sin embargo, antes de firmar con Island Records (filial de Universal), y de tener a Markus Dravs (que había trabajado recientemente con Björk, Coldplay o Arcade Fire) de productor para su álbum de debut, el cuarteto se lo curró girando por media Inglaterra, madurando su sonido, y editando algún que otro Ep. 

En octubre de 2009 vio por fin la luz Sigh No More (Island, 2009), pero la impresinante extensión de su popularidad vendría generada más adelante, desde principios de 2011, cuando actuaron en la ceremonia de los Grammy. Pese a no ganar ninguna de las dos nominaciones (Mejor Artista Nuevo y Mejor Canción de Rock, por Little Lion Man), interpretaron el single The Cave, y compartieron escenario con The Avett Brothers y con el mismísimo Bob Dylan, con quienes tocaron Maggie's Farm. Dylan declaró, además, que Mumford and Sons era una de sus bandas favoritas del momento. Así es como han conseguido ser el primer grupo británico, desde Coldplay, que vende más de un millón de discos en EEUU; aunque aquellos no lo hicieron con su primer trabajo. Pero lo que es indudable es que una banda de estas características, hace 10 o 15 años, no habría funcionado como ahora.

Vivimos el boom de un fenómeno que solemos denominar como neo-folk, una suerte de revisión de las formas musicales tradicionales, modernizadas y revalorizadas, y manteniendo una estricta fidelidad con el espíritu ancestral; un fenómeno que, en otros estilos, no forzosamente cercanos geográficamente, ha propiciado también el nacimiento y éxito de bandas como Fleet Foxes, The Black Keys, Beirut, Iron and Wine, Kings Of Leon, The Tallest Man On The Earth (en plan solitario), M. Ward, Siskiyou, The Decemberists, los mismos Calexico, o aquí en la península, Manel o Los Evangelistas, por poner algunos ejemplos. Aunque referentes a dos mundos tan alejados como son la vieja Louissiana y los bosques húmedos y frondosos de la costa del Pacífico norte, y pese a una evidente diferencia en la tendencia estilística de fondo, el paralelismo con Fleet Foxes es evidente: el mismo halo de expectativa envolvió el lanzamiento del segundo trabajo de éstos últimos, Helplessness Blues (Sub Pop, 2011) el año pasado, como el que ha acompañado durante 2012 toda información sobre el Babel de Mumford and Sons, la esperada confirmación de su supuesta excelencia (por mucho que le moleste a Ben Lovett).

Más que un disco continuista, considero que Babel es incluso un paso hacia atrás en la naturaleza del sonido de Mumford and Sons y su evolución. Diría que por una parte, la instrumental, se acercan más a la ortodoxia del country, y por otra, al pop posmoderno, en la estructura y en la abierta narración melódica. Pese a resultar un disco abundante, demuestran una pizca menos de capacidad compositiva y de versatilidad y relieve morfológicos. Casi me pegaría más éste como su disco de debut, y Sigh No More una leve apertura de su sonido; o tal vez es que siguen escarbando en las raíces, asidos al cabo comercial del aire liberal de las formas del pop. En cualquier, caso está clara la apuesta de Mumford and Sons: reforzar el atractivo efecto de su sonido acústico, apoyado más que nunca en el banjo, las guitarras circulares y un ritmo cabalgante; y valerse de estructuras más directas, que facilitan la creación de la atmósfera de épica, leyenda y pasión, en desarrollos que van siempre hacia arriba.

En ese sentido, las canciones del Babel resultan algo parecidas entre sí: da igual cómo empiezan, porque siempre acaban con el cambio de tono de la voz de Mumford en el último estribillo, con arreglos de viento y una aceleración de intensidad, más que de ritmo, que haría que hasta el más escéptico del plantea creyera en algo grandioso por un momento. Así funcionan, al menos, Lover Of The Light, Whispers In The Dark, I Will Wait, Holland Road, Lover's Eyes, Broken Crown, Below My Feet...incluso Ghost That We Knew, desde un plano más lento y acústico, donde se oye el movimiento y el latir de los dedos. No es de extrañar, por tanto, que incluyeran una versión de The Boxer, de Simon and Gartfunkel, que tan bien se adapta a esa estructura. Estribillos gloriosos en un énfasis ensalzado de vitalidad y sensación de libertad perfilada en el horizonte de poniente.

Pero nada de esto impide que el Babel sea un gran disco: Mumford and Sons tienen argumentos de sobra para repetir fórmula y seguir extasiando a público y crítica. No solo por su virtuosismo instrumental (todos se intercambian todo en directo), o por el impagable acento de liderazgo justiciero de la voz de Mumford: los apoyos corales, la autenticidad de su entusiasmo rítmico, el respeto por la tradición literaria anglosajona reflejado en sus letras y la pureza de los orígenes culturales a los que hacen constante homenaje son algunos de los otros elementos que hacen grandes a esta banda. Y todos están presentes en este Babel que tanto va a dar que hablar, pese a que en otros aspectos haya ciertas limitaciones. Imprescindibles, por otra parte, en directo: en verano, en el Optimus Alive, fueron de lo mejorcito.

También disponible en Alta Fidelidad.


ALABAMA SHAKES



Y el sol salió por Alabama.

Después del frío y oscuro invierno, de la intimidad y el recogimiento de las noches largas, siempre hay un disco que abre la veda de la primavera, de la extroversión y el colorido, uno que simboliza el inicio de la frescura renovadora, del renacimiento, y de la ilusión del volver a empezar. Luego puede que vengan más, o quizá es que simplemente nos sentimos atraídos por el primer sonido que pega con el sol, con los pantalones y las faldas cortas, con la playa o con el dolce far niente, pero como pasa con la pesca del primer atún rojo del año, siempre hay uno que marca el inicio; y suele ser el más grande y hermoso. Y en esta ocasión, la veda la han abierto los Alabama Shakes con su disco de debut BOYS & GIRLS.

De todas formas, opino que si este Cd se hubiera lanzado al mercado en pleno enero, hubieran dado igual las lógicas meteorológicas que aseguraban lluvias y mal tiempo, al menos, hasta marzo: el sol habría salido cada mañana desde Athens, Alabama para iluminar con su calor al planeta entero, convocado por el maravilloso rock-soul que hace este cuarteto. Pero al final se ha presentado ante el mundo en primavera, como hacen las flores, animadas por el astro rey. Ha brotado con fuerza, con un esplendor especial que lo hace tremendamente atractivo y hasta vicioso. Dura apenas 36 minutos, pero dudaría de la salud mental de aquel que, al descubrirlos, no se pase una hora, u hora y media, escuchándolos. No saturan porque cada tema es como un chapuzón en deliciosa agua pura, como el primero de cada verano; el único riesgo es acabar con la piel arrugada de tanta frescura.

BOYS & GIRLS es un discazo de soul fabricado con las armas del rock. Sin entrar en comparaciones, me resulta muy enmarcable en una corriente de música americana sureña que, tal vez solo durante los años de actividad de Janis Joplin, logró unir algunos de los elementos del soul más clásico, con otros relativos al folk y al southern rock. Ahora, con la influencia de formaciones como The Black Crowes, Kings Of Leon o The Black Keys en el horizonte, Alabama Shakes rescata ese genuino sabor a parrilla y libertad que tanto echamos de menos durante varias generaciones. La suprema y poderosa voz de Brittany Howard, que se desgarra y se recompone a su antojo, que sube y baja en volandas, cabalga ágil y sin montura sobre una base musical que parece hecha a su medida. No en vano, entre su voz, su guitarra, y el bajo de Zac Cockrell, nació este proyecto musical. Después se unieron el batería, Steve Johnson, y el guitarrista Heath Fogg: costaleros de la nueva diva del rock-soul americano.

Ben Tanner es un quinto integrante que se une a la banda como teclista para la grabación del álbum y para los conciertos: una aportación que resulta fundamental pues con él se desglosa un catálogo de elementos que remarcan la genética y el origen del sonido de Alabama Shakes, desde el teclado de ghospel de I Found You, a la pianola de saloon del medio oeste de Hang Loose. Eso sí, siempre con una vocación blusera muy al servicio del alma de cada canción: relanza finales apoteósicos como los de You Ain't Alone o Be Mine, verdaderos revivals de la esencia de la Joplin, y sostiene y contemporiza el pulso del esplendoroso lamento de Howard en éstas y en Heartbreaker. Esta aportación base, junto a un bajo en constante bamboleo, permite a las guitarras hilar muy fino: incluso en temas donde se nota menos, como Hold On o Boys & Girls, asumen el peso a base de pinceladas; con un fraseo seguro, alegre y ordenado en la primera, que abre el Cd en forma de impresionante mordisco, y dibujando un arpegio matutino en la segunda, que a parte de dar nombre al disco, aporta la necesaria pausa que toda buena experiencia debe tener. Son guitarras limpias, sin desperdicio alguno, que siempre acompañan desde atrás los cambios de ritmo e intensidad que ordena la jefa.

Lo mismo vale para la batería, rockera 100%, pero que parece agitarse y sonarse sola ante la vibración interna de Brittany Howard: se diría, si no fuera porque es pleno mérito del señor Johnson, que es una extensión, o una traducción rítmica del proceso que vive la cantante y guitarrista en cada canción. Su voz activa platos y redobles. 

Con todo se conforma un disco que vale la pena escuchar, que es capaz de curar, como lo hace el soul, sin material quirúrgico alguno, y de sacar al más timorato de su ya recalentada guarida invernal. La búsqueda de un hit que sobresalga claramente del resto nos hará reproducirlo una y otra vez, para darnos cuenta al final de que no hay rendija por donde hincarle el diente si queremos comérnoslo a pequeños bocados: BOYS & GIRLS de Alabama Shake es un disco que se engulle de un solo mordisco.

THE BLACK ANGELS



Si tuviera que apostar, diría que estos chicos de The Black Angles formaron su grupito en 1969-70 y, accidentalmente, inventaron también una máquina del tiempo con la que viajaron hasta 2005. Con el paso de los años, y después de 3 discos, disimulan mejor; pero indudablemente su sonido es de una época que ya pasó hace mucho tiempo. De ser así, tendrían su mérito, pues habrían sido precursores, en cierto modo, de todo el movimiento Madchester, y del Brit-pop de los años '90.

The Black Angels son de Austin, Texas. Passover, DIRECTION TO SEE A GHOST, y Phosphene Dream son todo su trabajo: reminiscencia de una época donde el miedo no nos imedía soñar cada noche. Un sonido de vocación psicodélica, pero con la amabilidad y las buenas maneras de unos músicos muy lúcidos. The Black Angels son una especie de reencarnación de los Jefferson Airplane, pero pasado por la licuadora intelectual de principios del nuevo milenio. Y entre las más descaradas influencias, es inevitable nombrar a los Stone Roses, Kula Shaker, o The Charlatans. Suenan americanos, psicodélicos, tejanos, bluseros, pero también a la estilizada elegancia británica herencia de los Who, a ese ritmo irreverente, tan propio de los súbditos de su majestad.

Passover es un disco concreto de claras intenciones, compacto y aguerrido. Un sonido que solo carece de piedad. DIRECTION TO SEE A GHOST es el más experimental de los tres, elepicentro de mi pasión por esta banda, y Phosphene Dream, su último trabajo, el que van a presentar en el Primavera Sound, una evidente apertura, un sonido mucho más ligero y directo. Su tercer Cd aburre un poco, y eso que fue el primero que escuché. No, la esencia de esta banda reside en sus dos primeros trabajos, sin duda. DIRECTION TO SEE A GHOST destaca por el equilibrio perfecto entre esas dos referencias: el rock psicodélico americano de los '60-'70, y el brit-pop de principios de los '90. Frente al frontalismo del Passover, en el segundo Cd hay una aire más liberado, las notas se disparan en todas direcciones. Tiene muchísimo más contenido musical que los otros dos, desarrollos más largos, y adornos de presencia más intensa.



La verdad es que nada de estos tejanos tiene desperdicio. Cada disco tiene su valía, sus cualidades, su sonido redondeado y coherente. Pero entre ellos se pueden percibir pequeñas diferencias que nos hablan de un grupo en perpetua edificación. La psicodelia del DIRECTION TO SEE A GHOST, por ejemplo no es tan pura y libre en sus otros Cds, lo que hace de éste su trabajo más completo. Todos los temas superan los 4:30 minutos, y todos contienen diversos espacios musicales donde juegan con el blues de garaje, el poder manipulador anímico de los platos de una buena batería, y la movilidad apática derivada de la voz explayada de Alex Maas. El secreto de este álbum es la especie de onda expansiva en la que se manifiestan todas y cada una de las notas. A veces suenan más a The Verve, como en Doves o 18 Years, otras a Kula Shaker (en Deer-Ree-Shee), o en general, al pop-rock británico como In YOur Color, y otras veces reflejan la actualización de un sonido prototípico de los Jefferson Airplane, la Velvet Underground o The Jimmi Hendrix Experience (en el trasfondo de casi todos los temas, pero más especialmente en You On The Run, Science Killer, Mission District, Never/Ever, Vikings o la interminable Snake In The Grass).

The Black Angels difícilmente llegue al gran público. No es en absoluto una rareza; es más, es una mezcla de cosas que ya son, y suenan, clásicas. Pero aunque estén en una línea cercana, por ejemplo, a The Black Keys, o Black Rebel Motorcycle Club, The Black Angels representan el lado más oscuro y ácido del rock-blues alternativo y del folk sureño norteamericano, o la vertiente más psicodélica de aquel garage que, en el noreste, se desarrolló paralelo al movimiento grunge. De lo que estoy seguro es de que son buenos músicos, y por tanto imagino que gustarán mucho en directo. Eso sí, en festivales de música independiente, por el momento.





KINGS OF LEON



Kings of Leon, King of Tennessee, Kings of the USA!

Desde hace un tiempo vengo asociando el Estado de Tennessee con aquella parte más auténtica y genuina de la cultura y la sociedad norteamericana. No solo por ser la patria de Jack Daniels, fabricante de whiskey y de una deliciosa salsa BBQ, sino por su propia historia. Territorio incorporado tras la Independencia, colonizado por pioneros rudos ya autoconsiderados autóctonos, y secesionado de la Unión en la Guerra Civil, Tennessee encarna a la perfección el espíritu jeffersoniano del buen americano, individualista que cuida de sí mismo y de los suyos: el solitario y emancipado hombre agrario. Un Estado clave en la radiografía sociodemográfica norteamericana. Y los Kings of Leon, como no podía ser de otro modo, son de allí.

La progresión de esta banda de rock sureño ha sido impresionante: uno de los sonidos de la década. Acaban de sacar su 5º Cd, y aún huele la pólvora de su directo en Madrid. En su debut, Youth and young manhood (2003), ya anunciaban que algo nuevo se movía bajo las viejas arenas del country sureño. Canciones como Trani, California waiting, o Dusty unían de la mano el espíritu de Dylan y lo mejor del white soul con la inclinación del sonido norteño de Pearl Jam o los White stripes. Aha shake heartbrake (2004) confirmaba la proyección de Kings of Leon, aunque sigue sin romper los moldes; eso sí, elevaba aún más el listón y significaba una esperanzadora promesa de algo más, de mucho más. Y no defraudaron.

BECAUSE OF THE TIMES es el tercer Cd de Kings of Leon, con el que por fin conectaron con el público nacional (hasta entonces se vendían y escuchaban más en UK). Es algo completamente distinto a todo lo anterior: sutil, brillante, depurado. Frases musicales directas y afiladas, una batería orgánica, universal, esencial en cada segundo de cada canción; guitarras inverosímiles, con sonidos de allende los cielos, y otros que llegan directos de las entrañas: pesadas como yunques y ligeras como plumas. Y con una voz que se rige por leyes propias. Eso es cantar al estilo de Tennessee.


Y es que uno de los secretos de este disco, y del sonido nuevo de Kings of Leon es la inmensa variedad y libertad de movimientos de voz, guitarras y bajo, sobre la imperial construcción de la percusión. El contraste de Knocked up a Charmed muestra el inmenso abanico musical que proponen en BECAUSE OF THE TIMES. El principio del disco es como una lluvia de meteoritos, una sucesión de golpes de enormes y diversos pedruscos perfectamente perfilados y precisos: al menos las primeras 5 canciones tienen vida propia, y bien podrían valer un disco por sí solas (pero no, hay más!). Personalmente me alucina McFearless, porque hace que piense, en la misma canción, en Rage against the machine y en Eddie Vedder. Pero todos los temas de este Cd tienen muchísima personalidad: son anchas como el arco de piernas del mejor cowboy, firmes como las raíces del álamo más alto, y con esa delicada contundencia que, por ejemplo, caracteriza a Ragoo, entre otras.

Más que enmarcables en alguna etiqueta tipo neo-country alternativo, o rock sureño de nuevo cuño, Kings of Leon se definen con la mejor fórmula: a través de su música, con un estilo propio muy trabajado y una gran capacidad de absorción de influencias y de transformación. BECAUSE OF THE TIMES es, según la crítica especializada, su mejor trabajo. Only by the night (2008), el siguiente, no le anduvo muy a la zaga, pero queda para otro post. Son los 8000 de un proyecto que parece haberse estancado con su último álbum, Come around sundown (2010). La banda de los Followill es una pieza clave de esta primera década musical del siglo XXI, y BECAUSE OF THE TIMES, uno de los mejores discos de rock de la misma.