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ALABAMA SHAKES. Madrid, 18-07-2012.




Si no se cura con soul, es que no tiene arreglo.

Fernando Navarro escribía ayer en El País que los chicos de Alabama Shakes dieron el salto a la fama gracias a que el reputado blogger Justin Cage recomendó alguna de sus canciones en su Aquarium Drunkard. No me quiero ni imaginar el tamaño de la desgracia que habría sido el que esto no hubiera llegado a ocurrir: ahora mismo nadie hablaría de ellos, no serían la gran novedad renovadora del soul-rock americano, y no habríamos tenido la oportunidad de verlos en directo en nuestro país. Seguirían con sus trabajos de cartera, técnico de veterinaria, y de pintor, tocando de vez en cuando en clubs y locales del norte del Estado de Alabama versiones de Otis Redding y Chuck Berry sin que el gran público llegara a tener nunca la oportunidad de escucharlos. Pero sobre todo, no habríamos tenido el inmenso privilegio de conocer la impresionante voz de Brittany Howard.

Ayer, en la célebre Sala El Sol de Madrid, y gracias al sello y promotor de conciertos barcelonés Houston Party, los Alamaba Shakes dieron un conciertazo en toda regla. Se colgó el cartel de no hay entradas, y el público abarrotó, entusiasmado, de la primera a la última fila, saltando, bailando y sonriendo por el chute de energía que es siempre el buen soul en directo. Gente de todas las edades, aunque mayoritariamente en la treintena, que disfrutó con los gritos, los gestos, los contoneos y guitarreos de Brittany, y que se contagió de ese espíritu tan pleno y rebosante de musicalidad, poder de evasión y autoafirmación que posee el auténtico soul. Porque si hay algo que esta música no es capaz de curar, es que de verdad no tiene arreglo.

Y como lo que nos preocupa a todos últimamente no parece tener, en efecto, visos de arreglarse en un futuro cercano, a parte de la movilización o la acción contestataria solo nos queda utilizar espacios como la hora y media de actuación que los de Athens (AL) nos regalaron ayer para evadirnos, desahogarnos o, simplemente, para disfrutar del arte musical. Se nota, desde luego, que Howard los utiliza para expresar toda la pasión y el desenfreno que lleva dentro, y para honrar a sus raíces musicales sureñas, con influencias que van desde Elvis y James Brown a Aretha Franklin o Charles Bradley, pasando por supuesto por Sister Rosetta Tharpe, y de Janis Joplin a The Black Keys, pasando por los White Stripes, Kings Of Leon y, de seguro, por un sinfín de bandas y sonidos locales y paradigmáticos del rock sureño norteamericano. Alabama Shakes no se sale nunca del mapa, y recorre todas las influencias mencionadas sin excesiva mezcla ni pretensiones alternativas o innovadoras para con el género. Genuino sabor tradicional para mitigar todo tipo de ardores.

Presentaban el que es su álbum de debut, Boys & Girls, editado y distribuido desde abril en Estados Unidos por ATO Record, el sello de Dave Matthews (en el Reino Unido por Rough Trade), y lo presentaron como dios manda: al completo. Uno a uno fueron cayendo los temas que el público reconocía: Goin’ To The Party y Hold On, a modo de intro, o Heartbreaker, Boys & Girls y Be Mine, hacia el ecuador del recital, cuando el caldeado ambiente incitaba ya a Brittany a abrirse y explayarse en canal. Pero hubo hasta 8 temas que imagino que casi nadie conocía, que fueron casi igualmente bien recibidas: porque el atractivo de esta música reside, entre otras cosas, en el espíritu que subyace en todas y cada una de las canciones, si se es auténtico, claro. Por eso importa poco la morfología del tema, frente a la capacidad, más o menos extensible en el tiempo, de movilizar el ánimo del público, y de poner los locales patas arriba con la garra y la energía que, en efecto, sí puso el cuarteto (quinteto en directo) de Alabama.

Mención aparte merece quien lidera esta fantástica banda: entre un batería (Steve Johnson) que golpea sin piedad, un bajo (Zac Cockrell) ancho, barbudo y fiel, otra guitarra (Heath Fogg) compañera con quien revolotear, y un teclado (Ben Tanner) para los directos, la figura de Brittany Howard destaca sobre manera. Además es de las que presenta a su grupo. Abarca todas las miradas, y cada uno de sus gestos parece salir de su interior sin que ella se dé ni cuenta. Dirige, toca, canta y se rompe la voz una y otra vez, renaciendo cada vez con el nervio a tope y la seguridad de que es más fuerte que cualquier viento que intente derribarla. Fue un huracán con vozarrón de negra, de potente y espaciosa caja de resonancia, que pasó por la Sala El Sol haciéndola territorio suyo con la aprobación unánime de todo el público.

Alabama Shakes volverán a Madrid dentro de no mucho, y no les valdrá con este reducido aunque carismático emplazamiento: es perfecto para una actuación de debut y consagración en la capital, como así ha sido, pero el éxito imparable que les acompañará siempre, mientras mantengan este nivel, hará que pronto necesiten el doble de espacio para meter en sus conciertos a los nuevos seguidores, que caerán como fruta madura en plena temporada, y a los que a esas alturas seamos ya adeptos. Aunque teniendo en cuenta la cantidad de material nuevo que presentaron anoche, no sería de extrañar que antes saliera a la luz otro trabajo de estudio: las expectativas, desde luego estarán bien altas. Eso sí, esperemos que para entonces las cosas tengan ya un poco más de arreglo para todos.

Fotos de Pablo Luna Chao.

También disponible en Alta Fidelidad.


ALABAMA SHAKES



Y el sol salió por Alabama.

Después del frío y oscuro invierno, de la intimidad y el recogimiento de las noches largas, siempre hay un disco que abre la veda de la primavera, de la extroversión y el colorido, uno que simboliza el inicio de la frescura renovadora, del renacimiento, y de la ilusión del volver a empezar. Luego puede que vengan más, o quizá es que simplemente nos sentimos atraídos por el primer sonido que pega con el sol, con los pantalones y las faldas cortas, con la playa o con el dolce far niente, pero como pasa con la pesca del primer atún rojo del año, siempre hay uno que marca el inicio; y suele ser el más grande y hermoso. Y en esta ocasión, la veda la han abierto los Alabama Shakes con su disco de debut BOYS & GIRLS.

De todas formas, opino que si este Cd se hubiera lanzado al mercado en pleno enero, hubieran dado igual las lógicas meteorológicas que aseguraban lluvias y mal tiempo, al menos, hasta marzo: el sol habría salido cada mañana desde Athens, Alabama para iluminar con su calor al planeta entero, convocado por el maravilloso rock-soul que hace este cuarteto. Pero al final se ha presentado ante el mundo en primavera, como hacen las flores, animadas por el astro rey. Ha brotado con fuerza, con un esplendor especial que lo hace tremendamente atractivo y hasta vicioso. Dura apenas 36 minutos, pero dudaría de la salud mental de aquel que, al descubrirlos, no se pase una hora, u hora y media, escuchándolos. No saturan porque cada tema es como un chapuzón en deliciosa agua pura, como el primero de cada verano; el único riesgo es acabar con la piel arrugada de tanta frescura.

BOYS & GIRLS es un discazo de soul fabricado con las armas del rock. Sin entrar en comparaciones, me resulta muy enmarcable en una corriente de música americana sureña que, tal vez solo durante los años de actividad de Janis Joplin, logró unir algunos de los elementos del soul más clásico, con otros relativos al folk y al southern rock. Ahora, con la influencia de formaciones como The Black Crowes, Kings Of Leon o The Black Keys en el horizonte, Alabama Shakes rescata ese genuino sabor a parrilla y libertad que tanto echamos de menos durante varias generaciones. La suprema y poderosa voz de Brittany Howard, que se desgarra y se recompone a su antojo, que sube y baja en volandas, cabalga ágil y sin montura sobre una base musical que parece hecha a su medida. No en vano, entre su voz, su guitarra, y el bajo de Zac Cockrell, nació este proyecto musical. Después se unieron el batería, Steve Johnson, y el guitarrista Heath Fogg: costaleros de la nueva diva del rock-soul americano.

Ben Tanner es un quinto integrante que se une a la banda como teclista para la grabación del álbum y para los conciertos: una aportación que resulta fundamental pues con él se desglosa un catálogo de elementos que remarcan la genética y el origen del sonido de Alabama Shakes, desde el teclado de ghospel de I Found You, a la pianola de saloon del medio oeste de Hang Loose. Eso sí, siempre con una vocación blusera muy al servicio del alma de cada canción: relanza finales apoteósicos como los de You Ain't Alone o Be Mine, verdaderos revivals de la esencia de la Joplin, y sostiene y contemporiza el pulso del esplendoroso lamento de Howard en éstas y en Heartbreaker. Esta aportación base, junto a un bajo en constante bamboleo, permite a las guitarras hilar muy fino: incluso en temas donde se nota menos, como Hold On o Boys & Girls, asumen el peso a base de pinceladas; con un fraseo seguro, alegre y ordenado en la primera, que abre el Cd en forma de impresionante mordisco, y dibujando un arpegio matutino en la segunda, que a parte de dar nombre al disco, aporta la necesaria pausa que toda buena experiencia debe tener. Son guitarras limpias, sin desperdicio alguno, que siempre acompañan desde atrás los cambios de ritmo e intensidad que ordena la jefa.

Lo mismo vale para la batería, rockera 100%, pero que parece agitarse y sonarse sola ante la vibración interna de Brittany Howard: se diría, si no fuera porque es pleno mérito del señor Johnson, que es una extensión, o una traducción rítmica del proceso que vive la cantante y guitarrista en cada canción. Su voz activa platos y redobles. 

Con todo se conforma un disco que vale la pena escuchar, que es capaz de curar, como lo hace el soul, sin material quirúrgico alguno, y de sacar al más timorato de su ya recalentada guarida invernal. La búsqueda de un hit que sobresalga claramente del resto nos hará reproducirlo una y otra vez, para darnos cuenta al final de que no hay rendija por donde hincarle el diente si queremos comérnoslo a pequeños bocados: BOYS & GIRLS de Alabama Shake es un disco que se engulle de un solo mordisco.