ALT - J



Rebelión en la granja.

Una de los cosas más alucinantes de este An Awesome Wave de Alt-J es que, según va avanzando el Cd, se te va haciendo más y más difícil, cuando no imposible, definir qué estilo de música hacen estos chavales. Hacia la mitad del disco ya nos tienen en jaque; pero cuando acaba te das cuenta de que poco importa ese detalle de nomenclatura. Como su nombre: Alt-J; o el triángulo, o la delta, ¡o qué se yo! Lo realmente importante es que suenan de maravilla, hagan lo que hagan y se llamen cómo se llamen. Son de Cambridge, son cuatro, y van a ser casi seguro la revelación del año en el panorama indie.

An Awesome Wave es uno de los mejores álbumes de debut que recuerdo, tal vez, desde el Funeral de Arcade Fire, o desde el xx de The XX. 14 canciones, incluyendo tres interludios y una intro con bastante contenido, que forman un todo muy compacto, definido y, aunque parezca una contradicción, enormemente variado en su morfología exterior. Imposible acotar etiquetas a su sonido amplio y de cuidada varticalidad, pero campean con elegancia y seguridad por zonas cercanas a un trip-hop de luz y techo abierto, llegados desde áreas alternativas y acústicas del pop-rock más musical y colorido, pero siempre con un ritmo básico y una esencia vocal más propia de ese raggae de tapicería rústica y étnica que, en ocasiones, ha practicado Ben Harper. Por supuesto hay neo-folk del bueno, del camuflado entre cuerdas y voces, y también hay electrónica, en esencia, por esa constante tratamiento del beat, siempre marcado y nunca excesivamente rápido, que apoyan en una gama instrumental que reúne piano, bajo, unas guitarras y un teclado siempre deliciosos y, por supuesto, en una batería precisa, ágil y comprometida con la estructura de cada canción.

Alt-J sorprende al mundo con un disco, valga la redundancia, enteramente musical, donde no especulan ni una nota, donde derraman pasión, canralidad y una extremada y depurada atención por los detalles constantemente. Cada canción tiene algo que la hace especial, diferente, y a la vez necesaria dentro del organismo vivo que es el An Awesome Wave. Un disco mágico y fantástico, colorido y cavernoso, de piel suave y fresca como el tacto de la arena de las playas en la noche; donde no puedes dar nada por sentado, ya que en cada canción rompen sus propios moldes y se disparan en diversas direcciones: como si cada tema fuese la gestación de una pequeña mariposa musical. Un álbum de estados plenos de ánimo, con una vegetación floral que decora todo el trabajo con elementos extraidos de las cuatro estaciones, rezumando una humedad que huele a vida y a secreto bien guardado. Aunque por poco tiempo.

Porque esta gente tiene vocación de extrovesión: su música es el tipo de arte que surje por el impulso de agradecimiento ante un mundo que no para de asombrarlos y removerles su aguda sensibilidad. Es el fruto de quien sabe ver y ecuchar antes de expresarse: tal vez por eso suenen a tantos grupo a la vez, sin llegar a imitar ni a recordar a nadie en concreto. El principio, por ejemplo, podría haberlo firmado Piano Magic, con ese piano azulado, la distorisión melancólica, la batería concienzuda, borracha de vino tinto, y el encorvado lamento de Thomas mientras llueven los punteos. Una Intro que augura lo que luego no es: porque toda redención tiene un punto angustioso de orígen. Luego nos confunden con un Interdule I, a dos voces, con la métrica de un poema de Darío. Y por fin, con Tessellate parece que arranca definitivamente el Cd; todos suenan: batería de cálido beat, guitarras de agua, teclados y pianos cuan alfombras mágicas, y voces y alaridos de explorador frente a la hoguera. Todo con mucha clase.

Breezeblocks recoge el testigo ya con otra onda, construida entre la despreocupación caribeña, el tintineo y el redoble de ritmo de bajo, que se acaba imponiendo en uno de los pasajes más sorprendentes y pegadizos del Cd: "please don't go/ I love you so" rematan los Alt-J, haciendo del cubismo vocal un juego de niños bien criados. Puede que el estilo de la banda se sedimente mejor gracias a pacíficas oxigenaciones como el segundo interludio (Interlude 2), ya que apreciamos mejor tras él, en Something Good, la delicadeza de cómo meten un piano en escalera, una acustica africana en las cuerdas (también en las vocales), y como hacen confluir toda la instrumentación en ambientaciones y paisajes hermosísimos. También se hace notar más el silencio, justo en el corazón de disco, en Dissolve Me, logrando un hueco en el olimpo que ocupan los Fleet Foxes o Bon Iver con ese momento glorioso, hacia la mitad del tema, en que sositenen todo el Cd con un arco de voz.

Tal vez Matilda y Ms sean las canciones que menos llamarían la atención, pero en su modestia regalan pasajes de harmonía y, sobre todo, mucha de la riqueza de detalles con la que decoran cada compás. Ya siempre optimistas, siguen colgados del techo, recorriendo las cumbres que ellos mismos han constuido cantando. Desde luego, si el ritmo caracteriza el inicio sorprendente del Cd, el esfuerzo vocal lo hace en la segunda. Fitzpleasure, en su arrogancia, es el último coletazo rítmico: un beat elegante y encarado que revive el Cd cuando el viento ya ha cambiado. Porque de nuevo tras un liviano Interlude 3, Bloodflood huele ya distinto: a final, al recogimiento del atardecer, a los últimos pasajes de una historia asombrosa, colorida y emocionante que tiene que acabar; a esas despedidas y finales que hinchan el pecho pero oprimen la garganta. Taro es, por tanto, como la última mirada de regalo en la distancia: como el "Capitaaaaan" que gritó Dersou Uzala desde lo alto de la nieve cuando se separa de Arseniev. Lo que convierte algo especial en legendario; en inolvidable.

La última pista en una canción desnuda, acústica y en tono de folk matutino: Hand Made es lo que su nombre indica. Con ella se completa un Cd extraordinario que no pasará inadvertido en las listas de final de año. Por la grandeza del abanico de sonidos que demuestran, por su carácter y lo arriesgado del proyecto, por tenerlo tan jodidamente claro, y por tener un estilo tan insultantemente musical, de los que hacen honor al arte que representan, estos chicos de Alt-J van a estar en boca de todos, merecidamente, y siempre acompañados de alabanzas, sonrisas de alegría y el justo augurio de su éxito. Desde aquí le pido a grito a cualquiera de los promotores que trabajan en nuestro país que traigan pronto a estos chicos de Cambridge: su cotización se dispara, y pronto habrá tubas pidiéndolos como zombis por las calles. Y si no, al tiempo.