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TV ON THE RADIO



La serpiente del millón de pieles.

TV on the Radio no es un grupo más, es una de esas bandas de culto, inclasificables, llamadas a marcar el camino para las próximas generaciones de músicos (con algo en la cabeza). Su sonido no tiene nada que ver con casi nada que hayamos escuchado antes. Cada una de sus canciones son como enteros ecosistemas, diferenciado entre sí, pero cuyas fronteras son absolutamente ilocalizables. Son ecosistemas vivos, cambiantes, en constante mutación: TV on the Radio son la serpiente de un millón de pieles, sibilina y astuta; un organismo perfecto, con coraza de rock y la sangre negra.

Desde su nacimiento en 2001, esta banda de Broocklyn la integraban Tunde Adebimpe, de origen nigeriano, Kyp Malone, David A. Sitek, que también los produce (el único blanco, por cierto), y el recientemente fallecido Gerard Smith. Murió el 20 de abril, el día que el Real Madrid le ganó la Copa del Rey (o chupito) al Barça; y por muy culé que sea, no fue esa, ni de lejos, la mala noticia del día. Con su 5º Cd recién salido al mercado, ya sabíamos que su grabación se había visto irremediablemente marcada por la enfermedad del bajista, que además fue fulminante. Muchos notamos en NINE TYPES OF LIGHTS un ligero acento de tristeza, y su efusividad musical bastante rebajada. Eso sí, sin perder un ápice de calidad y de esa capacidad de asombrarnos con cada canción.



Con TV on the Radio pasa como en el síndrome de Estocolmo, como en Átame: cada tema capta tu atención, secuestra tus oídos, los abren para que pasen todos sus múltiples instrumentos, te atrae cada vez más hacia su interior, como si el disco fuera un pequeño universo plagado de enormes y colindantes agujeros negros. Y cuando ya estás dentro, sientes que es un encierro voluntario; pero disfrutas tanto con la compañía de tus secuestradores, con sus voces de goma, que desearías que no te soltaran nunca.

No voy a discutir si me parece mejor este Cd que el Dear Science, el Desperate Youth, Love Thirsty Babes, el Ok Calculator, o que el inconmensurable Return To Cookie Mountain. Porque esta banda está madura desde las raíces; y los frutos, distintos en cada estación, son racimos perfectos de fraseos originales, provocativos y de alma funky. Tienen el flow de los Globetrotters, de la estética setentera, pero pasada por la trituradora del grunge, del punk, del postrock y del postpunk (por la trituradora de los 80-90, vaya).

Diría, eso sí, que el NINE TYPES OF LIGHTS es el disco más homogéneo: sin contundencias extremas, y sin caer en la melancolía evidente, aquí los TV on the Radio establecen una medular menos dispuesta al ácido, más realista, acomodada y, por decirlo de alguna manera, adulta y seria. Empieza Second Song con lo que parece un acordeón, y una voz, ambas de tendencia plañidera. Pero pronto, antes del minuto y medio, la banda lo despliega todo: guitarra, bajo, batería, base, y de pronto, Tunde cambia su voz. Realmente parece otro: no es posible que una voz tenga tanta profundidad. Parece una de esas plantitas que cambian su color mil veces en apenas unos milímetros; o ese chorro de agua, proveniente de dos grifos, que está caliente y frío al mismo tiempo. Agudos y graves, Tunde los abarca todos en la glotis.

En Keep Your Heart vuelve a pasar (como en casi toda la disografía): los estribillos, siempre agudos y melódicos, son más finos y volátiles; y en este caso, la cascadita de guitarra marca el ritmo, de constancia pasajera, no solo del tema sino del disco en general. Por este principio podríamos augurar un Cd con menos aristas, menos sonido enlatado en distorsiones y efectos; aunque TV on the Radio sean los maestos del sonido metálico, los orfebres del postrock artístico. Porque sí, tal vez sea el disco más artístico de los de Broocklyn.

Sin salirse de esa línea elegantona, recuperan su vertiente funky y hiphopera (muy sutil, como de laboratorio) en You, que es un temazo que se mueve por sí solo, que baila consigo mismo, y sobre todo en No Future Shock. El funky de TV on the Radio es único y casi imperceptible; distinto y conceptual. Parece que llegan a él desde donde nadie antes se había acercado: como accedieran entraran por una puerta de atrás que nadie conocía, como venidos del rock, haciendo el camino inverso. Este temazo termina con vientos en fiesta, con un festival de ritmo entre lo caribeño y lo raggae. Y cuando solo ello pueden parar la inercia, cada vez más arrolladora del Cd, lo hacen con Killer Crane: una dulce balada, como de juglar posmoderno, suspendida entre gatillo y gatillo.

Porque en seguida suena Will Do: todos los discos de TV on the Radio tienen un temazo que destaca por encima del resto de canciones, y en NINE TYPES OF LIGHTS, es este. Tiene el ritmo más descaradamente callejero, aunque sobrado de elegancia y nobleza. Es un poco como el primer tema de un rapero que ya es veterano, como si hubieran cruzado una frontera de madurez que ya no tiene vuelta atrás. La provocación suena más a amenaza de padre que a insulto de crío, pero la tintura adulta a TV on the Radio le sienta bien, como las canas a George Clooney. Pero los de Broocklyn son factoriales: conservan, pese a las mutaciones, todas las características y elementos sonoros con los que han ido creciendo. En New Cannonball Blues realmente parecen el último peldaño que ha alcanzado la música negra, la completa sofiscticación de un sonido milenario (no nos pasemos, dejémoslo en centenario).Y de nuevo los vientos en fiesta.

El final del Cd no es tan bueno como su principio. Repetition es ya un ejercicio de rock más o menos convencional, con la acentuación pertinente de esa faceta adictiva y obsesiva de su sonido. Flaquea sobre todo en Forgotten, porque de repente huele a final sin previo aviso, y casi te entran ganas de que, efectivamente, acabe y puedas pararte a pensarlo. No obstante, reservan para el verdadero final el ritmo engreído (con permiso de Will Do): Caffenaited Consciousness combina ese hiphop rockero de Beastie Boys o Rage Against the Machine con un estribillo que podría haber sido extraído de un The Best of Red Hot Chili Peppers. Que tampoco es mala, por supuesto que no; pero es la primera vez que los TV on the Radio nos recuerdan a otros grupos.

Supongo que estará siendo una gira extraña para los de Broocklyn; sin Gerard Smith. Es quizá lo único que lamento no haber hecho este verano: verles en directo. Supongo también que tendré ocasión de hacerlo en un futuro, porque la banda parece que sigue adelante. Habrá que ver cómo afecta a su sonido a medio y largo plazo. Desde luego, parece difícil que este acontecimiento, por dramático cortante que pueda ser, pueda empañar o minar la extraordinaria trayectoria de este grupo. Para mí, una de las guías de innovación más imporantes de la música actual; una de las bandas por las que ha mereceido la pena esta última década.

DEERHUNTER




Deerhunter tiene algo. No sé qué es; y seguramente, por muchos esfuerzos que haga, nunca llegaré a entenderlo exactamente. Pero hay algo indescifrable en su sonido, algo subliminal que se esconde tras las cortinas armónicas de guitarras y voces semi enterradas. Un extraordinario secreto, casi imperceptible, que es, sin embargo, el ingrediente oculto que altera toda la fórmula, el aliciente, el polvo mágico que transforma el agua en vino: el detalle sin el cual esta banda sería, simplemente, otra más.

Por eso, con Deerhunter no vale solo la primera impresión, ni la segunda, ni la tercera. Es un continuo redescubrimiento, una excavación arqueológica sin fin, en la que siempre nos parecerá que es en la próxima escucha, en el próximo estrato, un poco más profundo aún, donde hallaremos el secreto deslumbrante del sonido de esta banda. Un secreto bien guardado, que hace que sigamos escarbando, una y otra vez, sobre las muchísimas capas de que se compone su música. No sé si algún día llegaré tan abajo, pero el profundizar es siempre delicioso, y espero no alcanzar nunca el subsuelo. Una referencia: Troya apareció en el estrato 6-b, así que aún debe quedarme Deerhunter para rato.



Es difícil restringir a un solo disco el comentario sobre Deerhunter: las fronteras de esta banda son tan difusas como coherente es el conjunto de su trabajo. En mi memoria se solapan los Cds formando un paisaje completo, un inmenso planeta vírgen que espera ser surcado siempre como si fuese la primera vez. Pero de un tiempo a esta parte he sentido especial atracción por el MICROCASTLE, con un particular enamoramiento por Never Stops, que se produjo en Barcelona, cuando el Primavera, sin necesidad de haber ido a su concierto (elegí Explosions, como sabréis). Que sirva de ejemplo para un intento de aproximación y descripción.

Habría que decir que Deerhunter son de Atlanta, Georgia, que han editado 5 álbumes de estudio, y que lo han hecho con Kranky Records en EEUU y con 4AD en Europa. Que su valoración está, hoy en día, en alza, y que es uno de los grupos más admirados, importantes y representativos del momento en la escena independiente. Practican un indie cargado de la electricidad estática del shoegaze, y de una experimentación intermitente; un rock desgastado, creativo y original, a medio camino entre el pop y el grunge. Liderados por Bradford Cox, los Deerhunter no tienen un disco igual a otro: trabajan a diario su sonido, y siempre podremos esperar de ellos cosas nuevas. De hecho, nada más sacar el MICROCASTLE, editaron también el Weird Era Cont., como desmarcándose de su propio sonido, como huyendo de su propia sombra. De evolución impredecible, se podría decir que cada vez son más concretos.

De todas formas, MICROCASTLE se sigue componiendo de una infinidad de capas ambientales, y un puñado de momentos, de fraseos concretos y contundencia estructural, que marcan el pulso del Cd entero: saben controlar la evolución de la intensidad de su produco mejor que nadie. Cover Me, Agoraphobia y Never Stops en una primera pulsión; un largo interfaz acristalado que tiene en Green Jacket su clímax; y Nothing Ever Happened, que desata una segunda pulsión que eleva el ambiente creado y alimentado durante todo el Cd, a nivels ionosféricos. Un planeo sin altercados que va diluyéndose y aterrizándose, lentamente, sobre las verdes colinas vírgenes del universo compositivo conjunto de este cuarteo norteamericano.

Es difícil penetrar en su sonido, porque es como observarse fijamente en un espejo: una tarea difícil que al poco rato nos hará apartar la mirada. El reflejo real es la imagen más aterradora. Deerhunter, que parece el sincero ejercicio de expresión de la introspección de Cox, es también la banda sonora de nuestra propia imposición rítmica, la traducción del tira y afloja interno que cada uno de nosotros sufrimos en la vida: la materialización de la dialéctica muscular del corazón humano. Aprietan y aflojan; dilatan y contraen. destruyen y crean.


WILD BEASTS



Pop perfumado y con pedigree.

Hace justo una semana asistí al Día de la Música en el Matadero; solo el sábado. Iba para ver a The Pains of Being Pure at Heart y, sinceramente, me llevé una pequeña decepción. Al grupo más prometedor del momento se le vieron cosas buenas, pero también bastantes otras por mejorar; aunque siempre teniendo en cuenta las enormes espectativas que generan. De todas formas, Wild Beasts se encargó de darnos la de arena (o la de cal, nunca he entendido cuál es mejor): un concierto sensacional, el mejor de la noche, absolutamente sorprendente para todos aquellos que, como yo, conocíamos a esta banda desde hace poco, desde la publicación de su tercer álbum, Smother, el pasado mes de mayo.


Como preparación para el festival escuché su segundo trabajo, TWO DANCERS, y casi sin tiempo para fijarme, ya me llamó la atención. El concierto ha dado pie a una escucha más atenta, y es puro deleite.Su primer disco, Limbo, Panto, queda muy lejos del nivel que exhiben los de Leeds en sus siguientes Cds, modulando su extrema musicalidad hasta alcanzar el equilibrio perfecto. Un pop sofisticado y con pedigree.

Si tuviera que compararlos con alguien (cosa a la que nadie me obliga; en realidad me encanta), o hablar de los ingredientes que este sonido posee, diría tres nombres: Arcade Fire + Sigur Rós + Vampire Weekend. No obstante, quiero dejar claro que, como ocurre a veces en la mezcla de colores, en este caso las influencias evidentes dan como resultado un producto que casi nada tiene que ver con las bandas mencionadas. La vocación fuertemente artística, casi barroca, esa retórica casi de musical, e incluso la pose de Hyden Thorpe (con un aire a Win Buttler), recuerdan a los canadienses; también por la calidad de su sonido. Los agudos sobre una profundidad luminosa podrían acercarse a lo último de los islandeses; y esa capacidad de hacer sencillo lo articulado, o el ritmo sin complejo alguno, me recuerdan a los neoyorquinos.

Pero ese glamour que inunda todo el TWO DANCERS es totalmente de cosecha propia, al igual que el particular acento que proporciona la voz sobre las guitarras, cristalinas y claras, la infinidad de texturas y colores son capaces de crear, o el aire de homenaje a Queen, o al mismísimo Sinatra, son producto de una personalidad musical importante. Wild Beasts, con este Cd, se ha hecho un hueco en el panorama del pop independiente a base de derrochar personalidad compositiva y estética. Entre la extravagancia de temas como The Fun Powder Plot o Underbelly, la épica íntima de Two Dancers I, la extrovertida de Hooting & Howling, All The King's Men o Throught The Iron Gate, y los temas de dreampop moderno a lo Blonde Redhead tipo We Still Got The Taste Dancin' On Our Tonques o This Is Our Lot, construyen un disco redondo, pulido y de aspecto totalmente renovador; probablemente el pop más cuidado y perfumado del planeta.

Cuidado, de todas formas, con abusar de este Cd. Es como abusar de la comida china: al final puede llegar a empalagar. Tanto condimento sabroso sacia hasta el apetito del más glotón. El Smother, problemente, tiene menos grasa. Pero sin duda, todas las artes musicales, todos los ingredientes de la cocina de Wild Beasts, están expuestas en el maravilloso TWO DANCERS: un disco indispensable para todos los amantes del dream pop, que casi siempre es independeiente.




THE BLACK ANGELS



Si tuviera que apostar, diría que estos chicos de The Black Angles formaron su grupito en 1969-70 y, accidentalmente, inventaron también una máquina del tiempo con la que viajaron hasta 2005. Con el paso de los años, y después de 3 discos, disimulan mejor; pero indudablemente su sonido es de una época que ya pasó hace mucho tiempo. De ser así, tendrían su mérito, pues habrían sido precursores, en cierto modo, de todo el movimiento Madchester, y del Brit-pop de los años '90.

The Black Angels son de Austin, Texas. Passover, DIRECTION TO SEE A GHOST, y Phosphene Dream son todo su trabajo: reminiscencia de una época donde el miedo no nos imedía soñar cada noche. Un sonido de vocación psicodélica, pero con la amabilidad y las buenas maneras de unos músicos muy lúcidos. The Black Angels son una especie de reencarnación de los Jefferson Airplane, pero pasado por la licuadora intelectual de principios del nuevo milenio. Y entre las más descaradas influencias, es inevitable nombrar a los Stone Roses, Kula Shaker, o The Charlatans. Suenan americanos, psicodélicos, tejanos, bluseros, pero también a la estilizada elegancia británica herencia de los Who, a ese ritmo irreverente, tan propio de los súbditos de su majestad.

Passover es un disco concreto de claras intenciones, compacto y aguerrido. Un sonido que solo carece de piedad. DIRECTION TO SEE A GHOST es el más experimental de los tres, elepicentro de mi pasión por esta banda, y Phosphene Dream, su último trabajo, el que van a presentar en el Primavera Sound, una evidente apertura, un sonido mucho más ligero y directo. Su tercer Cd aburre un poco, y eso que fue el primero que escuché. No, la esencia de esta banda reside en sus dos primeros trabajos, sin duda. DIRECTION TO SEE A GHOST destaca por el equilibrio perfecto entre esas dos referencias: el rock psicodélico americano de los '60-'70, y el brit-pop de principios de los '90. Frente al frontalismo del Passover, en el segundo Cd hay una aire más liberado, las notas se disparan en todas direcciones. Tiene muchísimo más contenido musical que los otros dos, desarrollos más largos, y adornos de presencia más intensa.



La verdad es que nada de estos tejanos tiene desperdicio. Cada disco tiene su valía, sus cualidades, su sonido redondeado y coherente. Pero entre ellos se pueden percibir pequeñas diferencias que nos hablan de un grupo en perpetua edificación. La psicodelia del DIRECTION TO SEE A GHOST, por ejemplo no es tan pura y libre en sus otros Cds, lo que hace de éste su trabajo más completo. Todos los temas superan los 4:30 minutos, y todos contienen diversos espacios musicales donde juegan con el blues de garaje, el poder manipulador anímico de los platos de una buena batería, y la movilidad apática derivada de la voz explayada de Alex Maas. El secreto de este álbum es la especie de onda expansiva en la que se manifiestan todas y cada una de las notas. A veces suenan más a The Verve, como en Doves o 18 Years, otras a Kula Shaker (en Deer-Ree-Shee), o en general, al pop-rock británico como In YOur Color, y otras veces reflejan la actualización de un sonido prototípico de los Jefferson Airplane, la Velvet Underground o The Jimmi Hendrix Experience (en el trasfondo de casi todos los temas, pero más especialmente en You On The Run, Science Killer, Mission District, Never/Ever, Vikings o la interminable Snake In The Grass).

The Black Angels difícilmente llegue al gran público. No es en absoluto una rareza; es más, es una mezcla de cosas que ya son, y suenan, clásicas. Pero aunque estén en una línea cercana, por ejemplo, a The Black Keys, o Black Rebel Motorcycle Club, The Black Angels representan el lado más oscuro y ácido del rock-blues alternativo y del folk sureño norteamericano, o la vertiente más psicodélica de aquel garage que, en el noreste, se desarrolló paralelo al movimiento grunge. De lo que estoy seguro es de que son buenos músicos, y por tanto imagino que gustarán mucho en directo. Eso sí, en festivales de música independiente, por el momento.





ESBEN AND THE WITCH



Como en Cien años de soledad, cuando alguien muy importante se va durante años, y luego regresa, tiempo después empiezan a aparecerle por doquier hijos desconocidos, que llaman a su puerta reclamando su paternidad y bendición. 17 Aurelianos; y serán 17 las hijas del Third de Portishead. Warpaint y Esben and The Witch son la avanzadilla. No me extraña, por tanto, que ambas bandas estuvieran nominadas al 'Sound of 2011' de la BBC, junto con James Blake, The Vaccines o Yuck, entre otros. Sin duda que darán que hablar en los próximos años, y no sólo en el Reino Unido. Ambas demuestran, definitivamente, que el trip-hop ya no existe.

Esben and The Witch es una de las más nuevas e interesantes apuestas de Matador Records para 2011. El 31 de enero editaron su álbum de debut, VIOLET CRIES: otra prueba más de lo lejos que quedan ya los primeros años '90. Trip-hop de 3ª generación, ya muy distante de un Blue Lines, un Dummy, o incluso de un Motion (The Cinematic Orchestra), o de un Moon Safari (Air). Heredero directo del Third, y caminando por un terreno allanado por The XX, este Cd se mueve siempre a un ritmo abatido, de sólidas dispersiones mentales, de densos humos de reflexión circular; al ritmo enfermizo del augurio de la muerte. Pero en la espera de lo inevitable, este trío de Brighton nos regala momentos de extrema delicadeza, profundidades abismales, descritas con la calma del vencido.

Me sorprenden dos cosas de este VIOLET CRIES tras una primera escucha: la profundidad y la personalidad que demuestran en todas y cada una de las pistas. Como todos sus precedentes, Esben and The Witch busca un sonido oscuro y elegante, una pose de engalanada dignidad, y una mirada sutil, siempre misteriosa. Otras formaciones parecidas pecan quizás de excesiva formalidad; Esben and The Witch son todo contenido. La decadencia en la voz de Rachel Davies, casi tétrica, pero tremendamente atractiva, las extrañas abstracciones de su electrónica, la difusa ambientación de platos y bombo, el coro de ángelas caídas, y la finitud de sus arpegios y punteos hablan, más que de una forma, de un lenguaje lleno de contenido, un lenguaje que es el mensaje; el sentimiento y la expresión, materializadas en una misma música.

Quizá la primera virtud del VIOLET CRIES sea que al escucharlo, uno no tiene por qué saber de dónde viene su sonido. Por primera vez, el Bristol de los '90 no ensombrece a su propia descendencia. Esben and The Witch tienen personalidad propia, precisamente porque beben más de ese sonido, ya evolucionado por el Third de Portishead (ya no lo digo más), por ese trip-hop actualizado: mucho más entrecortado, disonante, amante del desequilibrio controlado, más sombrío y desencantado; otra vez miedoso, como lo eran las voces del dream pop inglés de la Era Nirvana (1987-94), pero con el tono de Chan Marshall, de PJ, o el de las chicas de Warpaint.

No obstante, soy consciente de lo arriesgado que es llamar a esto trip-hop: su abanico de sonido es, con toda seguridad, mucho más amplio. La abrasiva influencia del post-rock ensancha sus fronteras (sobre todo en Light Streams, Hexagons IV y en el final de Eumenides), las estructuras son más imprevisibles y libres (incluso la progresiva Argyria); y, en general, el sonido parece mucho más experimental. Pero la tensión impenetrable que subyace en VIOLET CRIES, sobre todo en Chorea, Marching Song, nos remite nostálgicamente a aquél efímero estilo musical. También podríamos llamarlo trip-hop maduro, siempre y cuando aceptemos que tiene la esencia partida en dos: más que nunca, entre la electrónica y el post-rock.

La buena noticia es que discos como este nos hacen creer aún en la vitalidad y validez de esa unión. Esben and The Witch parece saber administrar las dosis de una y otra influencia, con una personalidad notoria; saben respetar la distancia con sus referentes, leen su evolución; y crean, en definitiva, una atmósfera propia, muy definida, y que hace honor a la época de incertidumbre que estamos viviendo.




Imágenes de Emi Wakatsuki

THE MARS VOLTA



Entre la salvación y el manicomio.

La potencia de Mars Volta no parece tener control. Rompen una y otra vez con su propio eje, giran y giran, revolucionados, amenazando siempre con desatar la tormenta, con la explosión nuclear. Dominan el fuego, el terror, y todo lo primario. Dominan la carne, y electrifican el alma. The Mars Volta, para mí, son un grupo de culto. ¿Por qué? Porque experimentan con dinamita, porque no han salido de la típica cadena de montaje del rock, porque su valentía se tradujo, en su día, en una auténtica maravilla de Cd: DE-LOUSED IN THE COMATORIUM, y porque técnicamente son asombrosos. Puede que no a todo el mundo le guste este álbum, pero es un sonido tan irrepetible, que ni ellos mismos han podido nunca igualarlo, ni mucho menos superarlo.

Por dónde empezar...Son de Tejas, y los líderes, Omar Rodríguez y Cedric Bixler-Zavala, tienen origen hispano. Ambos formaban parte de dos interesantes precedentes de The Mars Volta: At The Drive-in y De Facto. Y le agradeceré de por vida a Dios(=Messi) el hecho de que en 2003, tras un tímido Ep, viera la luz este inmenso trabajo de debut. DE-LOUSED IN THE COMATORIUM se sale por los cuatro costados. Es desquiciantemente potente, la prueba viva de que, aunque la energía y el control no casen bien, hay genios y valientes dispuestos a intentar rebatirlo. Mars Volta es un grupo de rock progresivo y experimental. Y este primer Cd lo que hace es abrir una auténtica autopista de fuego, una vía circular tipo Nascar que bordea el infierno, rozándolo de tanto en tanto.

El problema, para ellos, es que han corrido una carrera sin rivales. Nadie se ha atrevido a transitar las vías de Mars Volta, nadie aceptó el reto (o nadie estuvo a la altura). Su motor, tras miles y millones de vueltas, se ha desgastado. DE-LOUSED IN THE COMATORIUM y Frances The Mute (2005), aunque en mucha menor medida, son su legado, para mí, más preciado.

Cada canción de este primer álbum contiene unas notas más de psicodelia que la anterior, unos minutos más; va de lo concreto a lo indefinible, pero siempre con subidas y bajadas vertiginosas. La comprensión de este Cd puede tener efectos secundarios: desde la locura, hasta la más absoluta necesidad de dominarlos. En cualquier caso, se termina haciendo adictivo. Cicatriz Esp, de 12 minutos, puede resultar el mejor de los ejemplos: empiezan ordenados, relativamente formales, unos segundos de incertidumbre, y explota el estribillo. Transición increíble. Otra estrofa, otro estribillo, y se van. Un punteo y un ritmo enloquecedor nos zambullen de cabeza en un paréntesis de calma y experimentación pausada, que dura unos 6 minutos. Cuando otros ya habrían dado el trabajo por finalizado, Mars Volta se adentra en su propia música. Por unos instantes, casi todo yace apagado, y hasta se oyen caer las lágrimas de sudor de estos domadores de la perfección.

Y cuando todo vestigio de energía y potencia parecía perdido, la revientan con un tímido redoble, y un ritmo imparable, como una carroza en pleno Carnaval, que nos devuelve al puro rock de eléctricas de The Mars Volta; rematando el tema, como si no hubiera pasado gran cosa, rememorando la original estructura (aunque con impagables y pequeñas variaciones).

Salvo Televators, todas las canciones auguran mal presagio. O será que mi oído los transforma en síntoma del más cercano apocalipsis. El sonido de DE-LOUSED IN THE COMATORIUM es desgarrado (en las partes que no son experimentación, jazz-rock, o electro-psicodelia) en Take The Veil Cerpin Taxt, en Inertiatic Esp, en Roulette Dares y en Eriatarka; This Apparatus Must Be Unearth y Drunkship Of Lanterns ya rozan la rabia divina. La voz a Cedric le sale de más allá de las entrañas: ese hilillo agudo, elástico y desvergonzado tiene su origen en ese lado del cerebro que no atiende a razones. Además, la perfecta técnica de Omar, a la guitarra, y la de una batería que golpea con fiereza y precisión, engalanan de un aparente absurdo controlado la angustiosa letra de todo el Cd.

Creo que Mars Volta nunca podrá superar este Cd. DE-LOUSED IN THE COMATORIUM está tan fresco como el primer día que se pudo escuchar. Es la imagen inmóvil de una descarga eléctrica, la foto finish de la potencia, del descontrol dominado. Es un disco con impulsos de vida siempre latentes.

ARIEL PINK'S HAUNTED GRAFFITI



Ariel Pink es un curiosísimo personaje de Los Ángeles que, tras bastantes años de carrera en solitario, de autoproducción casera y casi para sí mismo, parece haber encontrado un segmento de mercado y de público capaz de hacerle pasar por el nuevo genio de la miscelánea y el eclecticismo del siglo XXI. Ariel Pink's Haunted Graffiti es la especie de banda resultante, y BEFORE TODAY, su flamante nuevo trabajo.

Con Ariel Pink's Haunted Graffiti nada es fácil. Es complicado entender de qué rollo va, casi imposible definirlos dentro de un estilo normal de música y, aunque agradable y rebosante de calidad y momentos brillantes, no es fácil de escuchar. En cualquier caso, mucho más tangible y serio que todo su anterior trabajo.

En 2003 Josh Dibb, de Animal Collective, conoció a Pink tras uno de sus 'recitales', y gracias a un amigo en común, Ariel Pink se convirtió en el primer fichaje de Paw Tracks, el sello de la banda de Baltimore. 7 años más tarde, y tras probar con varias producciones, Ariel Pink's Haunted Graffiti ha editado su primer trabajo verdaderamente importante con 4AD. BEFORE TODAY es un disco lleno de sorpresas; nos asombra en cada esquina, en cada rincón, con cada cambio de decorado (prácticamente a cada canción) y con las infinitas ramificaciones y combinaciones de su sonido.

Se ha definido a Ariel Pink como freak-folk, debido a su excentricidad, a su curioso aspecto, y a la rareza de sus 'conciertos'. Lo que es innegable es que se ha abierto paso por el mundo de la música con una independencia apabullante, hasta hacerse un hueco en los oídos de medio mundo gracias a BEFORE TODAY (9º mejor álbum de 2010 para Pitchfork). Estamos ante un auténtico jugador: la psicodelia y la experimentación llegan a cotas de gran sofisticación en este Cd. Ariel Pink se aburriría enclaustrado en un solo estilo musical, y por eso utiliza cuantos más mejor para crear su propio sonido, tan lleno de personalidad que parece mostrarnos claramente la alterada psique de este personaje.

Hay, como mucho, cuatro canciones que podríamos clasificar como rock: Bright Lit Blue Skies, un líquido y manejable indiepop; Butt-House Blondies, que es como una agradable pedrada de distorsión, entre tanta miscelánea; Little Wig, que bien podría haberse oído en Woodstock, entre ácidos y pioneros del rock duro; y Revolution's A Lie, con un bajo marcado a lo post-punk. El resto del Cd, que rebosa frescura, energía y esa pacífica fuerza del hippie, se mueve entre melodías semiaéreas (L'estac), de entre las nubes, y ritmos que, cuando se disipan los humos de la experimentación más pura, van desde el mismo rock variado que mencionaba antes, hasta una especie de acid soul (Beveryl Kills o Can't Hear My Eyes), pasando por algo que suena, de reojo, a funkypop difuminado y mal pinchado (Round and Round, el temazo del año para Pitchfork), y con un ligero trasfondo de electrónica básica que, por momentos, nos transporta a sus albores, a finales de los '70, principios de los '80 (Fright Night, Menopause Man o las mismas Revolution's A Lie y Round And Round) .

Pero es tratar de clasificar lo indefinible. Todo se mezcla, todo suena indirectamente a varias cosas. Ariel Pink's Haunted Graffiti se escucha, divierte, sorprende y, si nos gusta, simplemente repetimos. Teclado y bajo hacen constantemente el amor; la voz es cortejada, sin tregua, por la percusión, y los arreglos y ese sinfín de incursiones instrumentales llaman, una y otra vez, a una sensualidad implícita. Y cuando los diversos elementos de un sonido se aman tanto, y de una manera tan libre y desinhibida, salen cosas como el BEFORE TODAY de Ariel Pink's Haunted Graffiti. Quizá no vaya a ser el disco de cabecera de nadie medianamente cuerdo, pero es un ejercicio genial de apertura mental; un ejemplo interesantísimo de cuánto puede llegar a caber en una docena de temas.

RADIOHEAD



El rock sin el rock.

Son el sonido de una era, la desmaterialización en notas, efectos, y átomos de música de museo, de una realidad en la que vivimos varios millones de personas de mi generación. Radiohead, sin duda, es el grupo más importante de los últimos 15 años, por esa extraña capacidad de reinventar todo aquello que tocan, por haber abierto caminos de experimentación jamás vistos hasta ahora, y por hacerlo con esa increíble naturalidad, por haber inspirado a cientos de bandas de todo el mundo y, sobre todo, porque nunca, nunca defraudan.

El pasado lunes anunciaban por sorpresa el inminente lanzamiento de su octavo trabajo de estudio, THE KING OF LIMBS, que pudo adquirirse ya el viernes (con un día de adelanto) directamente desde su página web. El quinteto de Oxfordshire ya colgó su anterior trabajo, In Raimbows (2007), para la libre descarga, previo pago, o no, de un donativo de cuantía indefinida. No obstante, este hecho no les impidió liderar las listas de venta ordinaria durante varias semanas. En esta ocasión, sin embargo, el precio sí es fijo. Duro no, durísimo golpe a toda pieza intermediaria prescindible entre ellos y su público.

THE KING OF LIMBS es muy bueno en sí, vale. Pero hay una cosa que no suelen tener los grandísimos discos, y que este sí lo tiene: resulta tan claro en su discurso que aporta una nueva visión sobre el resto de su trabajo anterior. De pronto, sin otro motivo aparente, tengo la necesidad de re-escuchar In Rainbows, que en su día no me convenció al 100%, y ahora le veo todo el sentido. Posados los pies del arcoiris, podemos ya observar el precioso desarrollo de su arco, en todo su esplendor. Toda la evolución desde el Kid A (2000) se nos aparece, como una visión ultraterrenal, entre la inmensa luminosidad de esta octava maravilla.

Pero Radiohead se nos va, han trascendido; levitan, se elevan, y su música ya no está posada en la tierra, sino construída en el aire. Apenas se intuyen, levemente, las sutiles conexiones que, como raíces finas y electricas, unen su electrónica al rock que les amamantó durante sus comienzos. Es la metonimia máxima. El rock sin el rock. O tal vez no se vayan ellos, sino nosotros mismos: nuestra vida, nuestro tiempo. Radiohead es la banda sonora de esos cambios que no se esperan, que no se advierten hasta que se han cumplido. Es el sonido íntimo de nuestra propia nostalgia, un bramido interior que ellos universalizan. Escuchando THE KING OF LIMBS, y siendo consciente de lo que ellos han dejado atrás, entiendes lo que tú has dejado atrás.

Es un disco deslumbrante, sorprendente, como siempre, con una luz palpable, delicada y precisa, con un tono contundente pero amable, y una voz, la de Thom Yorke, que lejos de aceptar unos límites normales, planea de manera majestuosa sobre cualquier tipo de terreno. Por momentos, como en Morning Mr. Magpie o en Little By Little, se aprecia claramente el rock deformado, el abobinable y experimental trabajo de bajo, guitarra y batería que, milagrosamente, ha derivado en la creación, no de un monstruo, sino en la de un ser superior.

Pero el concepto de rock electrónico se les queda corto. Feral, por ejemplo, carece que cualquier tipo de elemento de rock, en Bloom el bajo tan solo marca, y levemente, una mínima estructura, y, en general, la percusión está tan afinada que cuesta distinguir cuando es real y cuando no. Pero el eco y la dulce ambientación de Lotus Flower, Codex y Give Up The Ghost (casi acúsitca), nos remiten tan directamente a los clásicos de Radiohead, que nuestra mente puede recorrer, planeando a lomos de la voz, las finas y robotizadas raíces de su sonido, desangeladas, pero con alguna esporádica corriente de flujo sanguíneo, todavía un poco humano. Y Separator, como colofón de un disco partido en dos, tiene el bajo sutil que marca la estructura, el eco del Radiohead atemporal, el rock deformado, pero la batería (aunque igualmente afinadísima) más creíble de todo el Cd.

Radiohead, ahora más que nunca, se ha transformado en Marvin, aquel angustiado robot de la saga de Douglas Adams al que dedicaron Paranoid Android: una máquina con sentimientos humanos; electrónica con vestigios de rock. El sello personal que nunca perderán, y que también tenía el proyecto en solitario de Thom Yorke, The Eraser, es esa capacidad de crear momentos y sonidos instantámeos, que se dilaten en sí mismos. Canciones que son cuadros, cuyos bordes se deforman y entremezclan, ante el vertido voluntario de gotas de electrónica. THE KING OF LIMBS es un disco entre dos propuestas, pero con un abanico tan rico de sonidos, que Radiohead demuestra en él, una vez más, que son capaces de abarcar, con las dos manos, todo el universo (musical) conocido.



También disponible en Fanzine Radar.es

Cuadros de Minako Abe, expuesto en ARCO 2011.

THE BAVARIAN DRUGLORDS



La voz de las máquinas.

Si me dijeran que la música de The Bavarian Druglords es el producto de una de esas máquinas-ordenador que ocupaban una pared, antigua pero súper potente, y que además tiene cualidades humanas como Hall9000, me lo creería sin dudarlo un segundo. No suenan a humano, y eso es inquietante y, por tanto, atractivo y adictivo. The Bavarian Druglords crea cierta adicción, y por eso me hacen desconfiar, mirar hacia atrás con temor, y dudar de toda la existencia.

Para grupo desconocido, éste. Sé que el proyecto musical es básicamente personal, el de Syed Druglord, un chaval de Brooklyn; sé que detrás de él hay algo llamado Kill Art Movement, que parece que le edita este segundo Cd del que quiero hablar: 229. Y sé que su música es excepcional, y original, y prepotente, y poderosamente atractiva, compleja y tremendamente indescifrable. Por eso es tan cierto lo que acabo de leer de ellos: lo mejor es escucharlos para que la morralla que soltamos los que intentamos poner nombre a algo que no lo tiene, no os confunda o, lo que es peor, os llene de infundados prejuicios o falsas esperanzas. "The Bavarian Druglords, Señores:", debería poner, y lo demás solo sería su música.

En 2009, tras editar tres Eps, vio la luz el primer Cd de esta especie de banda/proyecto personal, llamado 205; en 2010 volvieron con 229, y para 2011 han prometido un nuevo álbum, 301. Parece que a las máquinas se les ha quedado corto el sistema binario. Porque Syed Druglords, o los The Bavarian Druglords, son el eco hueco del metal, un estilo extravagante de rock que parece tener alma de electrónica, piel sintética y la voz propia de un ser virtual y de inteligencia artificial. 205 es más variado, y algo más catalogable que el 229: una especie de mal llamado rock psicodélico, muy personal y particular, inspirado en el rollito Madchester, y con esa especia de alma androide que sueña con ovejas eléctricas.

229, mi toma de contacto con The Bavarian Druglords, es muy similar, pero más sintético aún. Sintético en los dos sentidos: es más compacto y concreto, más preciso y pulido, pero también más industrial, más mecánico, más repetitivo, con las mismas ráfagas de dub, con algún ingrediente más de funky y menos ambiente shoegaze. Piezas como Cascades me vuelven loco. Es como una metonimia musical de tamaño descomunal, como ver la música aumentada un millón, a través del microscopio, hasta el punto de poder ver su propia consistencia química. Podrían ser las voces de los instrumentos eléctricos, captadas a escondidas, subiendo muchísimo el volúmen. Si los dejamos en el estudio una noche, a solas, y escuchamos luego la grabación a un volúmens desorbitado, esto es lo que suena: The Bavarian Druglords: la voz de las máquinas.

Es cierto que el sonido cansa, después de un buen rato, pero en su justa medida deja un sabor de boca incomparable, una imagen de ciudad nocturna, que se rinde a los pies de la sofisticada actitud que también nos deja preparada en la retina. Syed Druglord hace esta música él solo, por lo que parece, cortando y pegando samplers y loops. Y es uno de esos casos en los que importa más el lenguaje que el contenido...pero ahora sí: The Bavarian Druglords, Señores!

GODSPEED YOU! BLACK EMPEROR



El infinito musical.

Son profesionales del apocalipsis; observadores y narradores ultraterrenales del fin del mundo. La escatología es su forma de vida, y hacen de ella una obra maestra. Godspeed You! Black Emperor son una banda canadiense de post-rock instrumental que no tiene parangón alguno en este planeta. Con tan solo 3Cds editados desde 1994, y pese a su total aversión por la industria musical, la publicidad y la promoción que ella conlleva, esta numerosa formación de inquietantes caballeros oscuros se ha convertido en uno de esos grupos de culto, inaccesibles y reacios al contacto humano, que fascina a todo aquel que tenga la suerte de conocerles.

Parece un milagro cuando te envuelve su música, porque no es de este mundo, ni de este tiempo, ni de una realidad tangible que no sea fruto de la ciencia ficción. Son la mitad de '28 días después' de Danny Boyle. Son una visión, suspendida en el aire tras el drama: calles vacías, cafés desiertos, terrazas teñidas de espanto, gritos ahogados, canalizados en hirientes guitarras. Son el único testigo de una destrucción masiva, la cámara tirada que graba el horror sin apartar la mirada. Godspeed You! Black Emperor te cuenta cómo fue el fin del mundo, sin llantos, sin falsas esperanzas, sin maquillaje que huela a narrativa barata. Parecen los únicos que han tenido estómago para soportar la fatalidad, para describir el caos, y para observarlo en su nueva y plena armonía con el universo. Redactores sin público para una realidad post-humana.

F♯A♯∞ (1997-8), Litf Your Skinny Likes Antennas To Heaven (2000), y Yanqui U. X. O. (2002) son, básicamente, el trabajo de Godspeed You! Black Emperor. Un puñado de doce canciones, de 20 minutos de media, y divididas en varios movimientos o actos. Cada una de ellas bien podría ser la descripción de una de esas extrañas fotografías de nebulosas, galaxias y fenómenos astronómicos lejanos: atractivas y temibles; una imagen que nos perturba, que escapa a nuestra limitada lógica, que nos oprime y nos pone en contacto con nuestra inútil naturaleza finita. Godspeed You! Black Emperor es la imagen de cuánto nos supera. La transmisión ininterrumpida desde el más allá.

Es cierto, hay un sinfín de bandas que podrían responder, previa audición, a esta descripción. Mono, Yndi Halda, Explosions In The Sky, September Malevolence, The Evpatoria Report o iLiKETRAiNS, por ejemplo; pero esta gente son como la unión de todos ellos: una especie de fusión definitiva y categórica. Nada en la progresión de sus canciones resulta previsible, ni repetitivo, todo sonido se transforma, lentamente, como las miles de explosiones de gases y elementos que inundan, ante nuestra mísera ceguera, el espacio infinito. Los cientos de instrumentos entran y salen a su antojo, destacando uno tras otro: hay baterías que van desde lo más tribal a lo más geométrico, pero siempre rodeando el abismo; guitarras y punteos que toman caminos jamás explorados, adentrándose en la oscuridad para salir después, tras el agujero de gusano sideral, a años luz del panorana normal del post-rock instrumental.

Intentar describir a Godspeed You! Black Emperor es como plantarse frente a lo incomprensible y tratar de hincarle el diente. Medio pestañeo más tarde, como una hueca e incómoda burla, sus formas han cambiado y su apariencia es totalmente distinta. Una vez describí a los japoneses Mono como el reflejo de nuestra propia actividad vital, ya que combina momentos de extrema agitación y cócteles de pasión, con otros de pesada calma y sedante conformismo. Godspeed You! Black Emperor, sin embargo, no puede describir una vida normal, sino la de un lunático, o la de un visionario, que a veces viene a ser lo mismo. Los altibajos son tan enrevesados como hipnóticos, el ritmo se convierte en despótico marcapasos para nuestro débil organismo: es el silencio transformado en música, y al instante, la figura grotesca, tallada en hielo, de los jinetes del apocalipsis, suspendida, intocable y magestuosamente, sobre las mismas puertas del infierno.


Godspeed You! Black Emperor tocan el domingo 30 de enero en Madrid, en La Riviera. Y grabaría en cinta una final de Champions del Barça si coincidieran. Creo que con eso lo digo todo.

MOGWAI (Hardcore Will Never Die, But You Will, 2011)



Aires nuevos recorren las cuerdas de Mogwai.

Son como ese vecino majete de toda la vida, ese con el que nos encontramos de vez en cuando en la panadería, y con el que siempre cae una agradable cañita y una charla amena que nos endulza el paladar. Rebosan familiaridad, humildad y grandes dosis de trabajo y constancia. Por eso Mogwai rara vez nos decepciona. Los de Glasgow editan este invierno su 7º álbum de estudio, HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL, y eso me lleva a dos conclusiones. Uno: que me estoy haciendo mayor si recuerdo casi íntegra la carrera de una banda con 7 discos. Y dos: que a veces ese vecino modesto y de hábito cotidiano, de pronto, se ha convertido, no solo en estrella, sino en una de las más admiradas referencias del post-rock.

Esta vez han vuelto en serio, de verdad; Y son los de siempre: el Mogwai del Mr. Best y del Happy Songs For Happy People, que relega casi al ostracismo a su olvidable y último trabajo, The Hawk Is Howling. De este Cd dije hace unos meses que no me convencía, que le faltaba ese pasito hacia adelante que ya tocaba, una evolución necesaria. Porque el post-rock debe reinventarse casi cada mañana ya que, en teoría, aborrece lo ya establecido. Y el paso ha sido todo un salto, con oca de por medio.


HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL suena a nuevo desde la primera nota, desde la aireada y siempre instrumental White Noise. La múltiples capas de guitarra, bajo y teclado vuelven a su sitio, pero proyectan sombras distintas, hábilmente deformadas. Otra novedad: con Mexican Grand Prix demuestran, al parecer, haber superado su asignatura pendiente, la de coquetear con la electrónica manteniendo incólumes sus estructuras progresivas de rock agresivo. Las mismas que, contundentemente, renuevan en Rano Pano, una 3ª pista que completa un primer cuarto de hora brillante. Aires nuevos recorren las cuerdas de Mogwai.

Siempre han sido maestros del contraste: eléctricos y anestésicos; pero ahora nos sorprenden con pequeñas dosis de concentrada contundencia como San Pedro, de remarcada estructura, donde cada nota se ha colocado con martillo. Eso sí, bien rodeada de narcóticos. Sonar a nuevo y a añejo a la vez no es fácil, pero los de Glasgow lo han conseguido. Porque las mejores transiciones se hacen modificando poco a poco las piezas.Y How To Be A Warewolf o Too Raging To Cheers (o las mismas Rano Pano y White Noise), por ejemplo, repiten la clásica progresión Mogwai, pero con fraseos, transiciones y pequeños detalles totalmente inéditos hasta ahora.

Un grupo de culto como este no suele necesitar nuevos argumentos para presentarse en un festival como el Primavera Sound. Sin embargo, en este caso, Mogwai sí nos da una buena razón para volver a verles en mayo. HARDCORE WILL NEVER DIE, BUT YOU WILL proporcionará a su directo las mismas oleadas de suaves y densos guitarreos, la misma profundidad, iluminada por manchas, de su callado instrumentalismo, y el mismo claroscuro rítmico de siempre, que nos hace gravitar desde el torrente al remanso. Pero también habrá un Mogwai más maduro, más pulido, con una mejora técnica que parece haber barnizado su sonido. Es lo que suele pasar cuando un grupo crece tanto desde un sello independiente como Matador Records: siendo tan dueños de su sonido, tarde o temprano, terminan auto-produciéndose. Este es, por tanto, el primer trabajo importante de Rock Action Records, su propio sello discográfico.

El disco, por cierto, se filtró en internet el 31 de diciembre, pese a que la fecha oficial del lanzamiento es el 14 de febrero. Definitivamente, la industria musical ya ha cambiado. Y Mogwai navega viento en popa simplemente porque son buenos y hacen bien su trabajo.

WARPAINT



2010 ha sido, musicalmente hablando, un gran año, un excelente año. Lo empezábamos con la espera de grandes y ansiados regresos: Massive Attack, Interpol, Arcade Fire, Kings of Leon...casi nada. Pero al final no han sido lo mejor del año: muchos de los grupos ya asentados en el exito no han aportado gran cosa a sus carreras. Por el contrario, hemos asistido a la definitiva consagración de bandas jóvenes y viejas promesas como Beach House, Deerhunter, Vampire Weekend o Blonde Redhead, y al nacimiento de nuevas revelaciones, a la aparición de álbumes de debut fascinantes que nos hablan de la buenísima salud de la música independiente. Surfer Blood, Tame Impala, Wild Nothing, Beast Coast, The Morning Benders, Cloud Nothing o Warpaint son solo algunos de los grupos que, con toda seguridad, darán mucho de qué hablar a partir de ahora.

Probablemente no debería sorprenderme el hecho de que en California, últimamente, se esté haciendo muy buena y muy variada música indie, no en vano es el Estado más rico y progresista (según en qué cosas, claro) de EEUU, la 6ª potencia económica del mundo si fuera un país independiente. The Soft Pack, The Mornig Benders, Beast Coast, Broken Bells, o los ya veteranos Wavves, The Album Leaf o Tristeza (proyectos paralelos de Jimmy La Valle) son una muestra, en este caso, del buen nivel de los artistas jóvenes californianos, aunque generalmente los sellos no tengan sede allí. Warpaint es un buen ejemplo de todo esto. Una maravillosa sorpresa del 2010.


THE FOOL es un debut sobrado de elegancia. Es como la aparición de una Grace Kelly cualquiera, jovencita e inédita, en una deslumbrante cena de gala, dando sus primeros y atractivos pasos, inocentes y seductores, sobre una aterciopelada alfrombra de intenso rojo. Warpaint es un grupo compuesto solo por mujeres: Emily Kokal lidera el grupo, toca la guitarra y canta, Theresa Wayman es guitarrista y vocalista, y Jenny Lee Lindberg toca el bajo. En un principio, la hermana de Jenny Lee, la actriz Shannyn Sossamon, tocaba la batería, y con esta composición ellas mismas grabaron el EP Exquisite Corpse, en 2008, atrayendo la atención del mismísimo John Frusciante. Se reeditó al año siguiente, con su mezcla, con la colaboración del nuevo guitarrista de Red Hot Chili Peppers, y con la distribución del joven sello local Manimal Vinyl, y fue un exito. Entonces es cuando Shannyn deja la banda, y en su lugar se incorpora la baterista (y teclista) Stella Mozgawa, cuando firman un contrato con Rough Trade Records, y cuando el grupo arranca definitivamente.


THE FOOL es una de las mejores noticias del 2010, al menos para mi gusto. La voz sedosa de Emily Kokal, la pausada y armónica progresión de la composición, la elegancia de un ritmo con perfecto acabo, precisa expresividad y un delicioso y sutil aroma a trip-hop; pero también el leve trasfondo electrónico, la calidez de las texturas que crean las cuerdas, la entonación tensionada y un tanto siniestra, o esa desnudez y fragilidad tan abiertamente manifestadas que conectan con el dream pop y el space rock, son algunos de los elementos que hacen de Warpaint una banda con futuro. Es un sonido con mucha personalidad, pero a la vez deja claras unas influencias que pueden ir desde Cocteau Twins a Radiohead, desde Mazzy Star o Cat Power hasta Air, pasando por Husky Rescue, Blonde Redhead o Beach House, sin ir más lejos. Pero es, sobre todo, herencia directa del Third de Portishead.

No sé si es porque últimamente me domina la testosterona acumulada, pero este otoño no he parado de escuchar grupos con voces femeninas. Se acabó mi fantasiosa monogamia con Beth Gibbons; ahora tengo otro sueño mitológico: busco oposiciones para muso de artistas de rock.

LOWER DENS (Twin Hard Movement, 2010)



El pasado lunes tuve la suerte de asistir, bien recomendado y mejor acompañado, al primer concierto de Lower Dens en Madrid, en la pequeña sala Moby Dick. Un concierto promovido por el Colectivo Piovra, muy bien teloneado por los madrileños The Secret Society. Al final, cuando más inspirados estaban, pensé en lo privilegiado que era por estar viendo tan de cerca, tan íntimamente, a una banda que dentro de poco va a llenar salas mucho más grandes. Lower Dens triunfará, es solo cuestión de tiempo.

Al estar tan cerca de ellos uno se da cuenta de que es gente seria, seguros de lo que hacen; uno se da cuenta del talento innato y de la tremenda presencia de Jana Hunter. El grupo gira en torno a ella, una tejana que hace ya 5 años impresionó a Devendra Banhart con sus composiciones, oscuras e introspectivas, hasta el punto de ficharla para su recién creado sello Gnomosong. Después de un álbum en solitario, Hunter se ha trasladado a Baltimore donde ha formado Lower Dens, una banda que, ceñida a su minúsculo cuerpo, parece hecha a su medida.

TWIN HAND MOVEMENT es un magnífico debut: se nota la mano de un experto como Chris Coady (Beach House, TV on the Radio, Yeah Yeah Yeahs, Grizzly Bear, ...Trail of Dead, etc), capaz de marcar sus trabajos con sello propio, pero permitiendo y fomentando la elaboración de un sonido muy personal. Lower Dens puede recordar a alguno de eso grupos, a Deerhunter o incluso a Wild Nothing. Por momentos tiene la evasión (que acostumbramos a llamar) psicodélica de Bark Psychosis, y otros la fuerza desnaturalizada de Come y el talento bipolar con voz de mujer a lo Throwing Muses o PJ Harvey (en Pitchfork comparan la voz de Hunter con la de Polly Jean).


Se trata de un Cd compacto, sin apenas fisuras, en un tono rasurado de guitarras líquidas y espumosas. El ritmo nunca es demasiado acelerado, ni demasiado lento; simplemente, con el delicado tejer de las guitrras, lo tiñe todo con un filtro azulado, grisáceo; áspero y arisco, pero acogedor. Podría decirse que es una especie de shoegaze muy edulcorado, y podríamos incluirlo dentro del amplísimo espectro del post-rock, pero lo más probable e que Hunter se salga por la tangente. Los músicos como ella (¡Cómo coño se dice, ¿las músicas, las músicos?!) tienen la capacidad de transformarse, de evolucionar y de sorprendernos una y otra vez.

TWIN HAND MOVEMENT es solo el principio de algo que sabemos que va a ser mucho más grande: cuento con que Lower Dens crecerá más y más en cada disco, con que hará temas verdaderamente inolvodables, y con que dentro de unos años pueda hablar del primer concierto que dieron en España con orgullo y, por qué no (siguiendo el estilo de la banda), con algo de soberbia.