El horror de mi reflejo.
No sé si es conveniente explicar quién es esta gente, o mantener vivo el espíritu de su sonido dejándolos en un descriptivo anonimato, reduciéndoles a ese enigmático perfil con el que se autorretratan a través de la música. Pero al menos diré que The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble es una formación de origen holandés, que hace una especie de nu jazz, o acid-jazz extremo, o algo parecido al jazz electrónico, al downtempo, al trip-hop; tremendamente experimental, en cualquier caso. Podría ser la exageración de la Cinematic Orchestra, o un acto de puro vanguardismo musical, pero de lo que no cabe duda, una vez escuchado su HERE BE DRAGONS, es de que el magnetismo de la oscuridad seguirá atrayendo al ser humano por toda la eternidad.
Diré también que son un sexteto de músicos no demasiado convencionales, con una serie de inquitudes y cualidades artísticas que son el alma y el trasfondo del grupo. El proyecto nace a principios de la década, pero no se completa su formación hasta 2008, cuando se embarcan en la producción de HERE BE DRAGONS, el tercer trabajo bajo tan fascinante nombre; el primero de larga duración. En 2011 han vuelto con From The Stairwell. Y poco más de su curriculum, la verdad. El resto es todo pura traducción de lo que oigo.
La instrumentalización clásica deformada es una de las constantes de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble: hacen de su jazz algo que no parece merecer ser parte de la sociedad. Parece la banda sonora del vagar de un monstruo cualquiera, encapotado, culto e injuriado, que sortea las luces de candil entre las nebulosas calles nocturnas de Londres. Un Londres victoriano, para más señas. El saxo nos habla de un solitario y su locura, de un retrato desfigurado en el espejo. Pero al final, canciones como la dulce Seneca nos hacen dudar: la imagen, y el monstruo que vemos reflejado pueden ser solo producto de nuestra mente, del ojo que mira muy adentro de su propia mirada.
Otra constante es la rítmica de largo recorrido, de evolución celular gradual. Siempre dentro de la oscuridad, el downtempo y el trip-hop aparecen como un rayo de expresionismo pseudoabstracto entre afinaciones y sonidos impresionistas, siempre teñidos de la elegancia y el señorío de instrumentos mimados en blanco y negro. The MacGuffin es el único tema que apuesta por un ritmo y una evolución más propias del post-rock instrumental (en una micro aproximación al universo Godspeed You! Black Emperor), con lo que elevan la mirada al mismo cielo al que miran quienes hacen space-rock o drampop, por ejemplo.
La inyección transversal de la electrónica es, sin duda, otra de las características más destacadas de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble, no solo por la rítmica anteriormente mencionada, sino también por la acidez con la que infectan ese jazz, tan desvencijado que da pena mirarlo, ya desde Lead Squid. Es la caducidad manifiesta de la convención musical: un nuevo juego en el que todo vale. El predominio electrónico es la droga a través de la cual transforman la realidad en deformada visión del mundo, el alucinógeno que hace crecer al monstruo entre las arrugas de nuestra faz, el cristal caleidoscópico que hace casi desaparecer todo vestigio de clasicismo, aunque siga ahí.
La voz femenina que aparece en Embers (que se acerca peligrosamente a Portishead), Mits Of Krakatoa y Siroco, solo puede conducirnos al pecado: una femme fatal que se mueve al ritmo lento y saturado de 2046, y que huele a las flores que olían a desastre en Perdición. Los violines que la acompañan, y que suenan solos en Caravan!, además, nos remiten inmediatamente a una lugar muy poco concreto del Mediterráneo oriental, casi como si quisieran hacernos ver, de manera elegante pero soberbia, que el embrujo de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble puede llevarnos, a través de las luces de la oscuridad, a donde les de la real gana llevarnos.
En noches de soledad, son la banda sonora de cuantos hayan perdido algo alguna vez en la vida, de quienes no caen en la nostalgia, no imaginan un pasado que ya no existe, pero caminan noctámbulos, escurridizos y olvidados, por el desértico camino de sus vidas. Sin embargo, a la luz de la cordura, son lo que anda buscando todo aquel que siempre busca algo. Son la respuesta del mañana a la pregunta que los viejos no se atreven a imaginar. Un acto puro de irreverencia vanguardista.
No sé si es conveniente explicar quién es esta gente, o mantener vivo el espíritu de su sonido dejándolos en un descriptivo anonimato, reduciéndoles a ese enigmático perfil con el que se autorretratan a través de la música. Pero al menos diré que The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble es una formación de origen holandés, que hace una especie de nu jazz, o acid-jazz extremo, o algo parecido al jazz electrónico, al downtempo, al trip-hop; tremendamente experimental, en cualquier caso. Podría ser la exageración de la Cinematic Orchestra, o un acto de puro vanguardismo musical, pero de lo que no cabe duda, una vez escuchado su HERE BE DRAGONS, es de que el magnetismo de la oscuridad seguirá atrayendo al ser humano por toda la eternidad.
Diré también que son un sexteto de músicos no demasiado convencionales, con una serie de inquitudes y cualidades artísticas que son el alma y el trasfondo del grupo. El proyecto nace a principios de la década, pero no se completa su formación hasta 2008, cuando se embarcan en la producción de HERE BE DRAGONS, el tercer trabajo bajo tan fascinante nombre; el primero de larga duración. En 2011 han vuelto con From The Stairwell. Y poco más de su curriculum, la verdad. El resto es todo pura traducción de lo que oigo.
La instrumentalización clásica deformada es una de las constantes de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble: hacen de su jazz algo que no parece merecer ser parte de la sociedad. Parece la banda sonora del vagar de un monstruo cualquiera, encapotado, culto e injuriado, que sortea las luces de candil entre las nebulosas calles nocturnas de Londres. Un Londres victoriano, para más señas. El saxo nos habla de un solitario y su locura, de un retrato desfigurado en el espejo. Pero al final, canciones como la dulce Seneca nos hacen dudar: la imagen, y el monstruo que vemos reflejado pueden ser solo producto de nuestra mente, del ojo que mira muy adentro de su propia mirada.
Otra constante es la rítmica de largo recorrido, de evolución celular gradual. Siempre dentro de la oscuridad, el downtempo y el trip-hop aparecen como un rayo de expresionismo pseudoabstracto entre afinaciones y sonidos impresionistas, siempre teñidos de la elegancia y el señorío de instrumentos mimados en blanco y negro. The MacGuffin es el único tema que apuesta por un ritmo y una evolución más propias del post-rock instrumental (en una micro aproximación al universo Godspeed You! Black Emperor), con lo que elevan la mirada al mismo cielo al que miran quienes hacen space-rock o drampop, por ejemplo.
La inyección transversal de la electrónica es, sin duda, otra de las características más destacadas de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble, no solo por la rítmica anteriormente mencionada, sino también por la acidez con la que infectan ese jazz, tan desvencijado que da pena mirarlo, ya desde Lead Squid. Es la caducidad manifiesta de la convención musical: un nuevo juego en el que todo vale. El predominio electrónico es la droga a través de la cual transforman la realidad en deformada visión del mundo, el alucinógeno que hace crecer al monstruo entre las arrugas de nuestra faz, el cristal caleidoscópico que hace casi desaparecer todo vestigio de clasicismo, aunque siga ahí.
La voz femenina que aparece en Embers (que se acerca peligrosamente a Portishead), Mits Of Krakatoa y Siroco, solo puede conducirnos al pecado: una femme fatal que se mueve al ritmo lento y saturado de 2046, y que huele a las flores que olían a desastre en Perdición. Los violines que la acompañan, y que suenan solos en Caravan!, además, nos remiten inmediatamente a una lugar muy poco concreto del Mediterráneo oriental, casi como si quisieran hacernos ver, de manera elegante pero soberbia, que el embrujo de The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble puede llevarnos, a través de las luces de la oscuridad, a donde les de la real gana llevarnos.
En noches de soledad, son la banda sonora de cuantos hayan perdido algo alguna vez en la vida, de quienes no caen en la nostalgia, no imaginan un pasado que ya no existe, pero caminan noctámbulos, escurridizos y olvidados, por el desértico camino de sus vidas. Sin embargo, a la luz de la cordura, son lo que anda buscando todo aquel que siempre busca algo. Son la respuesta del mañana a la pregunta que los viejos no se atreven a imaginar. Un acto puro de irreverencia vanguardista.
Acabo de encontrar este maravilloso grupo de página en página y llegué acá.
ResponderEliminarExelente reseña!
Gran descubrimiento The Kilimanjaro Darkjazz Ensamble, sí señor!
EliminarEspero que el descubrimiento de este blog haya sido otra gran noticia para tí.
Muchas gracias, Sando!
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