Y el horizonte se tiñó de piedra negra.
No hay duda de que el post-rock instrumental progresivo es uno de los géneros musicales contemporáneos más emocionantes y sobrecogedores. Es un género que hipnotiza por su intensidad; y, porque muchas veces, el callado estruendo desahoga más que la verborrea de pastel de muchas otras músicas, llamémoslas emotivas. Parece, en los mejores casos, que guitarras, baterías y bajos son la musculatura en tensión de la rabia heroica personificada. Pero también parece ser un género acotado para pocas bandas: terreno limitado, un mundo demasiado pequeño para la excesiva repetición y las largas progresiones que le son características. God Is An Astronaut, en el concierto que dieron ayer noche en la sala City Hall, demostraron un poco las dos cosas en mi opinión. A saber: que si es la primera banda de post-rock instrumental progresivo que conoces, muy bien; pero si es la undécima, ya no te llegan tan adentro.
Se mostraron muy capaces de controlar y manejar la atmósfera escatológica que reina en sus discos encima de un escenario, pero a diferencia de otros ilustres del género, su estética parece más fruto de la pose que de un auténtico espíritu post-rockero: eso, o es que los horizontes de God Is An Astronaut son más heavy de lo que muestran en las grabaciones. Desde luego, a juzgar por la vestimenta de sus miembros, por el aspecto de los hermanos Kinsella (guitarra y bajo), y por ese repertorio de gestos y escorzos propios de los iconos del metal, se diría de los irlandeses que no provienen del grunge y del shoegaze, sino de un rock algo más duro, de cuero y de melenas oscuras. Tal vez por eso, sus melodías y progresiones parecen más mecánicas y monolíticas, menos naturales y aparentemente libres.
Estoy pensando todo el rato en Sigur Rós, Mogwai, Godspeed You! Black Emperor, Explosions In The Sky y Mono, la florinata del género, y aunque sea injusto y hasta cruel la comparación, creo que aún hay una buena distancia entre éstos y God Is An Astronaut. En primer lugar porque, como decía, son evoluciones más abruptas, más burdas y con bastante menos carga imaginativa y creativa; más limitadas: salvo por momentos de mayor intensidad rítmica en escalada, y por alguna que otra explosión de energía, es probable que, después de unos cuantos temas de su concierto empiecen a resultar previsibles y poco sorprendentes. Incluso tienen cierta tendencia a la métrica binaria electrónica, sin demasiados espacios para la improvisación o la experimentación con el eco de sus propias atmósferas, que pese a que siguen siendo emocionantes, no llegan a la profunda capacidad incisiva ni a la sobrecogedora estética abisal de los arriba mencionados .
En segundo lugar hay una cosa que está clara: God Is An Astronaut no destaca por tener un sonido con paciencia. No es que se precipiten en la evolución de sus melodías, pero sí resultan algo comprimidas y enlatadas, como si a veces los rasgueos de guitarra, ese teclado de ciencia ficción espacial, el repiqueteo y los escasos redobles de batería, y ese tanque 4x4 que es el bajo de 6 cuerdas, no cupieran en el reducido envase en el que los irlandeses encierran sus canciones. En el directo de anoche, no obstante, lograron revestirlo todo con un esfuerzo y una entrega encomiables. Ahora que cumplan 10 años, los irlandeses han remasterizado todos sus Cds, y se han embarcado en una gira donde los repasan de manera más ecuánime: así, sonaron temas como The End Of The Begining, Fragile o Suicide By Star, viejos hits que fueron recibidos con pasión y alegría por el público. Porque estos señores, rudos y macizos, derrochan todo lo que tienen en el escenario, y eso siempre se agradece.
Establecidos en un éxito mediano, y aunque no llegan al nivel de la élite del post-rock instrumental progresivo, mantienen una línea clara y personal dentro del género que hace que sus conciertos sean siempre una convocatoria inesquivable para los fieles seguidores de su música. Un sonido calculable y calculado que hace las delicias de quien aprecie la magia de las matemáticas. Yo, que tengo más tendencia a la evocación, y más admiración por la creación aparentemente caótica pero perfecta de la naturaleza, disfruté poco de un concierto que me pareció, en su excesiva frontalidad, poco atractivo: sin prolegómenos demasiado largos, y con un claroscuro completamente inexistente, su escaso misterio no me sobrecogió. No obstante, hay que reconocer que God Is An Astronaut tiene, por méritos propios, un lugar bien asentado dentro del género; eso sí, en una segunda línea. Al menos en mi opinión.
Fotos de Pablo Luna Chao.
También disponible en Alta Fidelidad.
No hay duda de que el post-rock instrumental progresivo es uno de los géneros musicales contemporáneos más emocionantes y sobrecogedores. Es un género que hipnotiza por su intensidad; y, porque muchas veces, el callado estruendo desahoga más que la verborrea de pastel de muchas otras músicas, llamémoslas emotivas. Parece, en los mejores casos, que guitarras, baterías y bajos son la musculatura en tensión de la rabia heroica personificada. Pero también parece ser un género acotado para pocas bandas: terreno limitado, un mundo demasiado pequeño para la excesiva repetición y las largas progresiones que le son características. God Is An Astronaut, en el concierto que dieron ayer noche en la sala City Hall, demostraron un poco las dos cosas en mi opinión. A saber: que si es la primera banda de post-rock instrumental progresivo que conoces, muy bien; pero si es la undécima, ya no te llegan tan adentro.
Se mostraron muy capaces de controlar y manejar la atmósfera escatológica que reina en sus discos encima de un escenario, pero a diferencia de otros ilustres del género, su estética parece más fruto de la pose que de un auténtico espíritu post-rockero: eso, o es que los horizontes de God Is An Astronaut son más heavy de lo que muestran en las grabaciones. Desde luego, a juzgar por la vestimenta de sus miembros, por el aspecto de los hermanos Kinsella (guitarra y bajo), y por ese repertorio de gestos y escorzos propios de los iconos del metal, se diría de los irlandeses que no provienen del grunge y del shoegaze, sino de un rock algo más duro, de cuero y de melenas oscuras. Tal vez por eso, sus melodías y progresiones parecen más mecánicas y monolíticas, menos naturales y aparentemente libres.
Estoy pensando todo el rato en Sigur Rós, Mogwai, Godspeed You! Black Emperor, Explosions In The Sky y Mono, la florinata del género, y aunque sea injusto y hasta cruel la comparación, creo que aún hay una buena distancia entre éstos y God Is An Astronaut. En primer lugar porque, como decía, son evoluciones más abruptas, más burdas y con bastante menos carga imaginativa y creativa; más limitadas: salvo por momentos de mayor intensidad rítmica en escalada, y por alguna que otra explosión de energía, es probable que, después de unos cuantos temas de su concierto empiecen a resultar previsibles y poco sorprendentes. Incluso tienen cierta tendencia a la métrica binaria electrónica, sin demasiados espacios para la improvisación o la experimentación con el eco de sus propias atmósferas, que pese a que siguen siendo emocionantes, no llegan a la profunda capacidad incisiva ni a la sobrecogedora estética abisal de los arriba mencionados .
En segundo lugar hay una cosa que está clara: God Is An Astronaut no destaca por tener un sonido con paciencia. No es que se precipiten en la evolución de sus melodías, pero sí resultan algo comprimidas y enlatadas, como si a veces los rasgueos de guitarra, ese teclado de ciencia ficción espacial, el repiqueteo y los escasos redobles de batería, y ese tanque 4x4 que es el bajo de 6 cuerdas, no cupieran en el reducido envase en el que los irlandeses encierran sus canciones. En el directo de anoche, no obstante, lograron revestirlo todo con un esfuerzo y una entrega encomiables. Ahora que cumplan 10 años, los irlandeses han remasterizado todos sus Cds, y se han embarcado en una gira donde los repasan de manera más ecuánime: así, sonaron temas como The End Of The Begining, Fragile o Suicide By Star, viejos hits que fueron recibidos con pasión y alegría por el público. Porque estos señores, rudos y macizos, derrochan todo lo que tienen en el escenario, y eso siempre se agradece.
Establecidos en un éxito mediano, y aunque no llegan al nivel de la élite del post-rock instrumental progresivo, mantienen una línea clara y personal dentro del género que hace que sus conciertos sean siempre una convocatoria inesquivable para los fieles seguidores de su música. Un sonido calculable y calculado que hace las delicias de quien aprecie la magia de las matemáticas. Yo, que tengo más tendencia a la evocación, y más admiración por la creación aparentemente caótica pero perfecta de la naturaleza, disfruté poco de un concierto que me pareció, en su excesiva frontalidad, poco atractivo: sin prolegómenos demasiado largos, y con un claroscuro completamente inexistente, su escaso misterio no me sobrecogió. No obstante, hay que reconocer que God Is An Astronaut tiene, por méritos propios, un lugar bien asentado dentro del género; eso sí, en una segunda línea. Al menos en mi opinión.
Fotos de Pablo Luna Chao.
También disponible en Alta Fidelidad.
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