Los tiempos de la canción protesta han vuelto; y con ellos, Zebda.
Tras casi 8 años alejados de los escenarios, y sin haber anunciado todavía su intención de lanzar al mercado nuevo material, los Zebda volvieron a hacer lo que más les gusta en el mundo hace unos meses: tocar, cantar y bailar sobre las tablas para un montón de gente animadísima. Fue a mediados de octubre del año pasado, en la localidad francesa de Cahors. Poco después, en enero, vio la luz el quinto álbum de estudio de la banda, Second Tour, y ayer, 6 de marzo, dieron en Barcelona el pistoletazo de salida a una larga e íntegramente francesa gira. Un regreso celebrado, y más cuando parece que los tiempos de la canción protesta han vuelto también: Zebda despierta conciencias, alimenta luchas justas, aunque sean interiores, y exterioriza la rabia, el humor y las ganas de pelea y de vida que todos nosotros llevamos dentro. Porque este colectivo sabe que la más importante de las contiendas que el hombre ha de librar en su vida es contra sí mismo, contra la rendición frente a la muerte y/o la quietud. Y por eso no paran de moverse: porque mientras siga la música, seguiremos estando vivos.
Los 8 integrantes de este nuevo Capricho de Apolo provienen todos de Toulousse, y varios de ellos son de procedencia magrebí. Los hermanos Hakim y Mustapha Amokrane, junto a Magyd Cherfi, hacen del juego multi-vocal un arte: con un estilo que va de la chanson hasta la dinámica y el flow del más melódico de los Mc, pero con un plus de motivación e interactuación (entre ellos y con el público). Como base: dos guitarras, un bajo, teclado y programación, y una batería de fábula; por momentos, además, un acordeón, una española, y hasta un laúd. Todo compacto y bien armado, con una producción brillante y precisa, bien limpio y definido: porque lo de Zebda es la extraña y perfecta mezcla triangular de exotismo, cercanía y de la celebración del underground; y no es fácil mostrarlo como un todo de buen cuerpo.
De hecho, oyendo sus discos se podría hacer la deconstrucción de estilos que pueblan las partituras de Zebda: una amalgama generosa que va desde el raggae compuesto, el hip-hop y el puk-rock mestizo rollo Mano Negra, hasta la rumba, y la versión más moderna y abierta de la música popular francesa y magrebí. Con un ligero acento funky muy bailable, los de Toulousse puede que hagan un folk compuesto, un folk mediterráneo más abierto y amigable que, por ejemplo, el de otros grupos franceses cercanos como La Rue Kétanou o La Ruda Salska. Pero en concierto logran que todo eso suene en uno, sin amontonarse ni turnarse, como si cada uno aportase, con su instrumento, su voz, o su mera actitud sobre el escenario, un ingrediente a esa receta maestra.
Centraron el concierto de anoche de Apolo en su último trabajo y en sus dos discos más aplaudidos, Essence Ordinarie y Le Buit Et L’Odeur. Siempre en total conexión y sincronía con el público, y sin parar un solo instante de invitarnos a bailar, los franceses repasaron sus mejores éxitos, bañando la sala de una atmósfera circense y festiva que hizo que los temas, en el fondo, quedaran casi en un segundo plano. Porque pese a que no faltaron los platos fuertes como Le Bruit Et L’Odeur, Toulousse, Tomber La Chemise (estas tres encadenadas justo antes de la falsa despedida) o Motivés (como telón de cierre), no fue un concierto de temazos, sino de ambiente. Prácticamente dos horas en las que la maquinaria instrumental de Zebda, y el arrojo y el desafío de las voces, siempre retando su propia vitalidad, no dieron tregua un solo instante.
Es difícil saber si los Zebda han vuelto para quedarse, pero por lo menos han reaparecido para demostrar que, en determinados casos, la veteranía es una característica positiva. No dieron la impresión de protagonizar una escapada nostálgica a sus mejores años, y aunque puede que ya no tengan el factor sorpresa y la frescura creativa de los ’90, han renacido en escena demostrando que saben hacer muy bien las cosas, y que después de casi 30 años de carrera, dominan a la perfección la producción y la puesta en escena de su música.
La atmósfera, la actitud, sus mensajes, su arranque y su arrojo, además del precioso detalle de interpretar L’Estaca, aquella canción popular catalana antifranquista, y las palabras de apoyo al movimiento de los Indignados del 15M que vertieron justo antes de Motivé, hicieron que muchos saliéramos de la abarrotada sala Apolo pensando, al menos por una noche, que el lema Music & Revolution aún va a dar mucho de que hablar en el siglo XXI. Porque los tiempos de la canción protesta puede que hayan vuelto (si es que alguna vez hubo motivo para que ésta se fuera), y a veces hace falta gente como Zebda para despertarnos la coniencia.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Escucha el setlist del concierto en Spotify.
También disponible en Alta Fidelidad.
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