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CALEXICO. Barcelona, 11-11-2012



Una casa de puertas abiertas.

Repasando esta mañana los motivos por los cuales el concierto de anoche de Calexico en la sala Apolo me pareció tan sobresaliente, me he dado cuenta de que, en el fondo, tampoco me sorprendieron tanto. Pero no porque esperara más de ellos, sino por todo lo contrario: de Calexico ya no sorprende la asombrosa capacidad cinemática, estilística y de hacer de la música el arte del encuentro entre gentes y culturas distintas; ni la extraordinaria variedad de instrumentos que complementan al dúo original, en continuas explosiones étnicas y rítmicas; ni, por supuesto, el impresionante peso que tienen Convertino y Burns, veterano cada uno en su papel, sobre el escenario. Por eso verlos en directo, por fin, más que admiración o sorpresa, lo que genera es algo parecido al cumplimiento de un sueño recurrente, tantas veces idealizado, que se hace realidad tal y como siempre lo habíamos imaginado: familiar, pero igualmente maravilloso.

Debe ser así cada vez, ya que la casa de Calexico está allá donde van, porque es la música misma; y siempre tendrá las puertas abiertas para convidados sonrientes. Ayer montaron una noche espectacular, de plena conexión con un público entregado, incluyéndonos a todos en una comunidad, la suya, que cuenta con amigos y colaboradores en cada ciudad que pisan. Compartió escenario con ellos Amparo Sánchez, por ser Barcelona, e interpretaron canciones juntos que forman parte de la historia de ambos. Dejaron ver, además, como buenos anfitriones de un hogar como el suyo, todos los rincones de su obra, y presentaron lo justo de su último trabajo, Algiers (ANTI-, 2012), perfectamente diluido en un repertorio mucho más amplio y ambicioso basado en el abanico de ritmos que tan bien dominan, desde lo alto de la América hispanohablante, los de Tucson.

Pioneros en la re-conceptualización del folk desde mediados de los ’90 (sin incluir su etapa en Giant Sand), Convertino y Burns han hecho carrera al borde de la frontera más extensa del mundo, demostrando en cada trabajo su ascendencia anglosajona, su admiración por la cultura mejicana, y una capacidad sincrética difícilmente comparable, incluso dentro del panorama neofolk. Tal vez porque, en cierto modo, esta banda no atiende solo a las tradiciones musicales que conoce, sino que intenta remontarse y reunir a toda la familia descendente de la música española, de la criolla desarrollada en cada sitio conquistado, reconquistado y mezclado, en el interior de su propio sonido: en el salón de un hogar que siempre se mueve al ritmo patriarcal de John Convertino, y bajo el acogedor tono de voz de Joey Burns.

Ayer montaron y abrieron la Casa de Calexico en el escenario de la sala Apolo, en un concierto organizado por Live Nation, y teloneado por Blind Pilot, unos amigos de Oregón con los que, ya en los bises y a viva voz, interpretó Burns Look At Miss Ohio, de Gillian Welch. Fue, con toda certeza, el momento emotivo más íntimo de la noche. Porque el resto, 20 canciones repartidas en dos horas, fueron pura extroversión. Y no solo porque en el setlist no quedara apenas hueco para el tipo de balada bajo el sol del desierto de Calexico, al margen de Para, hacia la media hora, y de The Vanishing Mind, con la que acabaron el concierto. Sino porque tal vez sea imposible o contradictorio emitir un sonido eminentemente solitario (el de canciones como Black Heart o Fortune Teller, por ejemplo, que sí sonaron en Madrid), con tanta gente, y tan buena, en el escenario. Es demasiado buena la compañía como para que pasen inadvertidos, así que, ¿para qué esconderlos? ¡Qué pasen todos y sean protagonistas!

Porque lo de Calexico es otra historia: del dúo original se ha conformado una banda estable, pero además, lo han hecho desde una concepción totalmente orquestal que ya se respiraba en los Cds. Puede que todo parta de una batería, una voz y una guitarra acústica, con una gran composición en bruto, pero se le suman nada menos que un contrabajo, un xilófono de los que tienen tubos por debajo, cientos de teclados, eléctricas, españolas, un acordeón, maracas, una steel guitar que maneja Jairo Zavala (de DePedro y Vacazul) como si hubiera nacido en Arkansas, y ese par de trompetones que tan bien remarcan el carácter festivo y de celebración que propuso ayer Calexico. Abrieron con Epic, pero en seguida demostraron por dónde querían ir: a través de Across The Wire, de Minas de Cobre y, en un final que podía haberse dilatado horas, con Alone Again Or, Puerto y Güero Canelo, hacia la gran orquesta del mestizaje. Incluso en la vertiente rumba-funk-rock de Crystal Frontier, en los bises, con un Zavala estelar.

No obstante, no resulta casual que empezaran y acabaran como lo hacen en su último trabajo. Lo tocaron de manera esencial, escogiendo muy bien qué temas y cuándo ponerlos; integrando a la perfección, por ejemplo, Maybe On Monday entre Sunken Waltz, Two Silver Trees, Victor Jara’s Hand y All Systems Red, varillas maestras del abanico de sonidos de Calexico. O Para, justo después de que Amparo les ayudase con Roka y Muchacho, antes de Minas de Cobre, y de que volviera la ex de Amparanoia a cantar Inspiración. Pero en absoluto el concierto se centró en Algiers: fue la expresión más festiva e incisiva del alma visible de la banda, tirando de grandes hitos del Carried To Dust (Quarterstick, 2008), del Garden Ruin (Qaurterstick, 2006) y el Feast Of Wire (Quarterstick, 2003), e incluso del The Black Light (Quarterstick, 1998).

Demuestran, ante todo, mucha complicidad. Entre todo ellos, con sus invitados y colaboradores, y tratan de establecerlo también con el público. En su repertorio había espacio para el lucimiento de todos los instrumentos; y así, a la hora de presentar Burns a su banda, los aplausos se repartieron equitativos entre todos ellos. Pero de aquel alma visible del que hablaba antes, o de ese hogar acogedor que propician entre todos, sobresale callada la figura perenne de John Convertino. Omnipresente en el pulso de cada punteo o lamento de steel, y en cada ritmo, sea de donde sea, dirigió este auténtico conciertazo desde el ángulo derecho del escenario, siempre cerca de Burns. Son los responsables de una música que le ha dado a las fronteras un significado completamente distinto: el de la unión. Hasta bendijeron a una pareja (pensamos que) en luna de miel que se acercó al escenario, invitándolos a champán. El mundo sería un lugar mucho más armonioso y alegre si fuera siempre un concierto de Calexico.

Fotos de Pablo Luna Chao.

También disponible en Alta Fidelidad.

Escucha el setlist (casi entero) del concierto en Spotify.

O Míralo aquí!)

ABSYNTHE MINDED



En las pelis siempre dicen, con razón: '¡sé tú mismo!'

En el verano de 2006 me fui con unos amigos hasta Bélgica para ver en directo a Tool, Mogwai, Sigur Rós, Muse, Placebo, y a Depeche Mode, entre otros, que se reunían en el Rock Werchter. Nos propusimos, como cualquier pandilla de novatos, escuchar todos los grupos del cartel antes de ir, y obviamente, empezamos por la A. Así que ni siquiera conocí a Absynthe Minded por haber ido a su país a escuchar música, sino por una mera coincidencia de nomenclatura. Como es lógico, no pasamos de la B, y por supuesto tampoco vimos todo lo que nos habíamos propuesto: al fin y al cabo, era un festival. Pero al menos conocimos al grupo local más prometedor de aquel entonces, y tuvimos la oportunidad de verlos en directo en uno de sus primeros grandes momentos como banda. Tras haber editado dos Cds, parecía que se preparaban para su expansión por Europa, pero al final ésta siempre se ha pospuesto; tal vez hasta ahora.

Porque Absynthe Minded han seguido trabajando duro su sonido desde entonces, madurándolo, aunque siempre haya sido adulto y muy serio, y curándolo en su propio estilo con elegancia y complacencia. Con un primer Cd, Acquired Taste (Keremos, 2004), sorprendente, juguetón, fresco y ecléctico; una canción, My Heroics, Part 1 (del segundo Cd, New Day [Keremos, 2005]), nombrada por los oyentes de una cadena de radio como la mejor canción belga de la década; y un cuarto Cd, Absynthe Minded (AZ  [Universal], 2009) que arrasó en los Premios de la Industria Musical Belga de 2011, los de Gante ya debería haber rebasado las fronteras de Europa o, por lo menos, haberla conquistado sin contestación alguna. La ofensiva definitiva ha de ser As It Ever Was (AZ [Universal], 2012), su quinto disco, editado en mayo, y la consecuente gira de presentación que llevan en proceso prácticamente desde entonces.

La banda gira en torno a Bert Ostyn, a su voz aterciopelada y vital; al sonido acústico de su guitarra, del violín de  Renaud Ghilbert y del contrabajo de Sergej Van Bouwel; al acento elegante, clásico y de buena educación que le otorgan éstos, junto con el hammond de Jan Duthoy; y a la batería, ya siempre en clave pop-rockera, de Jakob Nachtergaele. Todo esto da como resultado un sonido amable y característico, con sello propio, que aunque se haya movido hasta hace poco por los circuitos del panorama independiente, no tiene nada de alternativo. Todo lo contrario: Absynthe Minded logra esa tonalidad neutra, en paz con el mundo que les rodea, propia del mejor pop-rock anglosajón de tendencia folk. Con una personalidad musical cada vez más depurada y definida, reclaman su lugar entre los legítimos herederos de los años ’60 y ’70, junto a bandas como The Wallflowers, la Dave Matthew’s Band o The Shins.

Lo hacen mediante un disco, As It Ever Was, que mantiene la fórmula, y que contiene ya pasajes o fraseos que solo pueden sonar a ellos mismos: como por ejemplo el estribillo de You Will Be Mine, o la espectacular Crosses, con el as en la manga del violín, en clave gipsy, a máxima potencia. En general es un muy buen disco, con una producción (en la que ha colaborado Adam Samuels) y una riqueza y elección de ritmos y sonidos impecables. Pese a abrirse con el que ha sido su primer single, Space, una destacada y fuerte balada con la que combatir la amargura, el disco no resulta en absoluto un descenso.

La vitalidad y el ritmo de As It Ever Was, canción que da título al álbum, la sensación de libertad que otorga How Short A Time, reforzada por teclado y guitarras acuosas y acústicas, el sorprendente final de la popera Fighting Against Time, y el extravagante intento de electrónica (con octopad incluido) de Little Rascall, sostienen la primera mitad del Cd. Pero si por algo destaca este As It Ever Was es porque por fin, como decía antes, empiezan a sonar a ellos mismos; y las mejores muestras de ello se hallan en la segunda mitad del disco. A parte de las ya mencionadas, Only Skin Deep, con el delicioso planear del violín, o 24 7, de aliento ascendente, tienen el inconfundible aroma de Absynthe Minded, con melodías y frases musicales solo concebibles a lomos de la voz de Ostyn.

Pero el mundo de la música a veces es injusto con grandes artistas y gente trabajadora, humilde y con modales (musicales y generales). Así que tal vez no sea tampoco con este quinto Cd con el que Absynthe Minded se popularicen como merecen. No obstante, han marcado un punto de inflexión en su carrera, que hará que si no despegan definitivamente, se haga oficial su entrada en la lista de célebres desconocidos, de joyas que pasan inadvertidas por el gran público. El mes que viene tocan en Barcelona: un bonito reencuentro para algunos, y la oportunidad, para otros, de conocer a uno de los fenómenos más interesantes y populares de Bélgica, pero, sobre todo, para hacerles justicia y escuchar música de la buena.

También disponible en Alta Fidelidad.


CALEXICO (Algiers, 2012)


Volver a casa.

Las ceremonias cambian. Antes, cuando comprábamos un Cd que acababa de salir, llegábamos a casa como con prisa, nos encerrábamos en la habitación, y, lentamente, tirábamos de esa cintita de plástico que nunca cumplía del todo bien su función de apertura-fácil, y se rompía. Entonces arrancábamos nerviosos todo el envoltorio de plástico, y sin siquiera tirarlo a la papelera (por aquél entonces casi nadie reciclaba), abríamos extasiados el recipiente de aquel preciado tesoro que era un Cd nuevo, original, por estrenar. Lo metíamos en el reproductor típico de la época, y le dábamos al play con el nerviosismo de quien entra en un examen que no se sabe muy bien. Ahora leemos en alguna red social que fulanito ha sacado (o incluso que va a sacar) disco, copiamos su nombre a golpe de ratón, lo ponemos en google, y al cabo de un rato ya podemos oírlo, en medio de una montaña de otros grupos a los que accedemos casi sin restricción alguna. Cuando hace unas semanas hice esto mismo con el Algiers (ANTI-, 2012) de Calexico, añoré de veras aquellas épocas ceremoniosas que ya nunca volverán (hasta que me pase al vinilo).

Porque Joey Burns y John Convertino, al margen de un par de bandas sonoras (Circo y The Guard), llevaban 4 años sin publicar nada nuevo, y eso es mucho tiempo; tanto, que merecería aquella ceremonia. Con este son ya 7 discos los que los contemplan, a parte de la extensa carrera que desarrollaron previamente en Giant Sand, desde mediados de los '80. Calexico no ha sido nunca una banda paralela: ha desarrollado un estilo y un sonido propios desde el principio, desde su primer álbum, Spoke (producido por el sello alemán Hausemusik en 1996, cuando de hecho aún se llamaban así, Spoke, y reeditado con el sello Quarterstick Records al año siguiente, cuando ya eran Calexico). Un estilo a medio camino entre el pop-rock indie del suroeste de los EEUU y el folk alternativo del norte de Méjico, de estética fronteriza y cinemática, pero con bastante más garbo que el spaghetti western. De gran carga emotiva, cada Cd de Calexico es una obra aparte, donde coquetean con géneros y tendencias dispares, pero remarcando siempre el de dónde son a fuego, como la marca de propiedad en la piel curtida de las reses.

Algiers responde perfectamente a la línea general del trabajo de la banda. Tal vez no sea el mejor, ni el más arriesgado, ni el más característico de sus Cds, pero transmite esa cálida y reconfortante sensación que se siente al volver a casa y comprobar que las cosas no han cambiado casi nada. En este caso, la casa de Calexico es el desierto de Sonora, el Bosque Petrificado y el Río Pecos: un terreno baldío bajo el sol y sobre el polvo del recuerdo de unos antepasados que no supieron nada de naciones o fronteras, pero que dejaron huella en lo cultural. Porque lo que siempre ha hecho esta banda es lo que ahora se alaba de otras como Fleet Foxes o Mumford and Sons: rescatar las raíces musicales de la propia tierra y darle vida mediante su reconceptualización. Nos hacen así partícipes de su propia cultura identitaria mestiza.

Da la sensación, en cualquier caso, de que la voluntad de exploración ha acabado en Calexico. Al menos en un sentido extrospectivo, o en relación a otras músicas no directamente emparentadas con sus genes. La experimentación ahora gira más sutilmente en torno a su propio universo, adentrándose más a un lado (No Te Vayas, Puerto y, en menor medida, Algiers) y a otro de la frontera. En cierto modo, parece la reflexión, introspectiva y cansada, de quien observa el fin de un camino, o de una separación, desde el borde del mar, donde el rumor eterno apacigua la tristeza, cicatriza las heridas y otorga calma y perspectiva a nuestras almas. Hay en Algiers un punto de fuga y de huida (sobre todo en Fortune Teller) que se adentra en el océano, hacia el oeste, hacia el ocaso, emocionante e intenso: muy de Calexico. Pero aunque la sombra que creen, en su incansable caminar (parece que hacia Comala), siguen entornando los ojos, pues se hallan bajo el mismo sol justiciero de siempre.

Algiers se mueve entre el típico medio-tempo de Calexico, un galope de poncho y arrastre, y la canción lenta, al fuego de la sedosa e invariable voz de Burns, con un ligero anestesiamiento progresivo, a la vez que también se permiten los pocos juegos con el verdadero son de Jalisco. Como siempre, los de Tucson logran narrar un relato de viajes casi al completo: describiendo la peregrinación por el desierto, la expiación a través de la música. Desde Epic a The Vanishing Mind, perdiendo fuerzas, pero ganando experiencia y sosegada sabiduría. Como la de los chamanes que se quedan ciegos. La primera, y Splitter, rebosan energía: de turbada decisión la que abre el Cd, como quien repite el mismo sacrificio, con oficio, una vez más; y de honrado entusiasmo la segunda, rozando el tipo de melodía más abierta y popera de la banda, cercana al Garden Ruin (Quarterstick Records, 2006).

Pero rápidamente llegamos al hueso del Cd, a la médula rítmica y al tono legendario, pero cubierto, que marca el destino de aquel viaje del que hablaba antes. Sinner In The Sea, con la acústica bien afilada, los punteos al atardecer, las trompetas en el eco, batería de palo y bajo pisando el suelo de fuego a tímidos saltos, se rompe a los dos minutos a base de piano y teclado, en un oscuro reflejo del caminante que, solitario, se acaba enfrentando en un narcótico descenso consigo mismo: nuestro único verdadero enemigo. Parece la primera noche del viaje; y Fortune Teller la primera mañana de después: cuando más claro se ve el horizonte, el punto de fuga. Guitarra, batería, y la voz de Burns ululando como el viento recio del alba, que nos empuja, en silencio, a seguir adelante. Pero el camino no es fácil, y la majestuosa aunque funesta Para, nos lo recuerda. Con arreglos de buen cine, con trompetas y violines que suben cuando hay que apretar el corazón, se presenta como la premonición de una desgracia que sobrevuela.

Algiers, el tema que le da nombre al Cd, y que es su epicentro, es una sonata instrumental, apoyada en acordeón, batería de feria ambulante, y en una guitarra que parece salida de una plaza cualquiera de toros de un desierto inanimado. Si concebimos el Cd como una travesía hacia el océano, hacia la salida, trazada justo sobre la frontera, con etapas en un lado y etapas en el otro, Algiers sería el funambulismo de intentar estar a la vez en uno y en otros, y también a la vez, en ninguno de ellos. Y Maybe Monday, en ese sentido, es la etapa en Arizona, pero con la amarga nostalgia de Méjico. Porque Calexico representa también esa cruel ambivalencia del sincretismo, que te hace sentir dividido en dos; la brecha del emigrante, de quien tiene una clara división en sus recuerdos y sus ancestros. Por eso se busca el consuelo del mar, porque siempre hay algo amado en la otra orilla.

Puerto, con su bilingüismo, letrístico e instrumental, parece entonces el inestable equilibrio de la fórmula mestiza, como en los mejores tiempos de Amparanoia, recordándonos que los genes castellanos se hallan por doquier. Con el ritmo más acelerado del Cd, es un tema de duelo bajo el sol del mediodía. A partir de ahí, en el último tercio del Cd, parece como si se hubiera perdido ese duelo, y la rendición, en lugar de ser amarga, fuera como una liberación. Better And Better es solo una voz, dos guitarras hermanadas, y una batería de pulso lento y tranquilo. Se vislumbra el final, y la claridad más allá del horizonte. No Te Vayas es la despedida definitiva de Méjico, y solo queda sentarse a la orilla y mirar el mar.

Hush y The Vanishing Mind son el destino que se respiraba en el disco desde que empezó el viaje. Se impone el ritmo lento, la fijación de las guitarras, la claridad de la voz de Burns, que respira en cada bocanada, y esos arreglos sutiles que van creciendo en ambas, y que otorgan la fotografía de fondo de la película que nos han planeado, y que nos plantean siempre en cada disco. Algiers en seguida resulta familiar y cercano, porque son enteramente reconocibles y fieles a sí mismos. Cuidado hasta el mínimo detalle, es un trabajo hecho con cariño, que suena más a despedida que a llegada. O tal vez, no es más que el eterno y cíclico volver a casa.


SHARON VAN ETTEN




La nota distinta: las otras nunca lo harían.

Sharon van Etten es, en estos momentos, el principal motivo de mi felicidad. Sé que es superficial, efímera y basada en ese placer que pruebo y reconozco cuando descubro un artista o grupo que me enamora a primera vista: noto el pecho más ancho, una sonrisa siempre latente, y unas ganas tremendas de contar lo que oigo, siento y observo. Y la vida es así: hace un mes no la conocía, era solo uno de los incontables nombres que había leído, y que tenía pendiente; me la perdí en el Primavera Sound. Pero cada cosa tiene su momento, supongo, y así disfrutaré durante todo el verano de las ansias de querer escucharla en directo. La cita: a finales de septiembre en Madrid, Valencia y Barcelona.

Lo que sé de Sharon van Etten lo aprendí en Wikipedia, pero todo lo que demás me lo enseña ella cuando canta. Sé que es de Jersey, que Kyp Malone, el de los TV On The Radio, la animó a iniciar su carrera musical, que ha colaborado con The Antlers, que su último Cd, el primero que he escuchado yo, TRAMP, lo ha prodcido Jajgaguwar, y que se ha grabado en el estudio de Aaron Dessner, de The National. Pero también intuyo, yo solito, que esta chica va a llegar muy lejos: por lo menos, al lugar que le corresponde dentro de la generación de mujeres que, en el mundo anglosajón, se está haciendo con el control del rock. Del corte de Cat Power, PJ Harvey, Mazzy Star, Leslie Feist o St. Vincent, la de Jersey compone un folk educado en la urbe, suave en su definición, pero triste en su andadura. Una suerte de baladas modernas, envueltas en una voz preciosa que no alardea ni especula. Pero además, Sharon van Etten tiene siempre una nota distinta, un punto diferenciador.

BON IVER



Hay gente que hace del mundo un lugar un poquito mejor.

2011 ha sido el año de mucha gente en el mundo de la música, pero creo que por encima de todos ha destacado el binomio compuesto por PJ Harvey y Bon Iver. La primera porque con su décimo disco se ha elevado ya a la categoría inalcanzable de diva universal; y Justin Vernon, porque con su segundo álbum ha demostrado que es posible convencer a todo el mundo de forma unánime. La emergencia de esta nueva personalidad musical es un hecho que debería hacer del mundo un lugar un poquito mejor, un lugar un poco más acogedor y seguro. Porque escucharle reconforta; ejercita los músculos del cariño, de la sinceridad y de la comprensión; y porque su música parece la fórmula mágica que es capaz de extender la bondad por toda La Tierra.

Bon Iver ha superado con creces las expectativas generadas por su primer Lp, creando un Cd enorme de donde uno, una vez dentro, ni puede ni quiere salir. For Emma, Forever Ago, sin embargo, resulta ahora un trabajo más limitado y finito al lado de este inconmensurable y eterno BON IVER. Evitando cualquier acepción peyorativa del término, podría decirse que resulta también más superficial. Es, en apariencia, más sencillo, más de cantautor solista acompañado de una guitarra acústica. BON IVER, en cambio, es profundo como la luz cambiante del atardecer. Es como esas majestuosas e inquietantes grutas que grabó Herzog en la Antártida: incontestables obras maestras de la naturaleza esculpidas en el hielo que, segundos después de mirarlas, han cambiado irremediablemente su aspecto.


MY MORNING JACKET


Empieza a ser habitual que grandes bandas consolidadas compren iglesias en sus pueblos para convertirlas en estudios de grabación. No creo que el oído humano esté preparado para apreciarlo de primeras, pero lo cierto es que las casas de Dios han sido siempre lugares donde la música se manifiesta de manera especialmente sobrecogedora, grandiosa, y tremendamente poderosa. Los últimos en seguir esta extraña costumbre han sido los norteamericanos My Morning Jacket. Se podría pensar que la voz de Jim James solo cabe en edificios de ese calado, de tan imponente porte como el que tienen las iglesias; pero en realidad es en la voz de Jim James donde cabe todo Dios.

CIRCUITALS es el sexto álbum de la banda de Kentucky, y con cada disco llegan más alto en las listas de venta de todo el mundo. Poco a poco van enamorando, con ese estilo de rock sano, vigoroso e íntimo a la vez, colorido y lleno de vida: un rock con los ojos bien abiertos, capaces de apreciar todo lo bello que el mundo nos ofrece cada día. My Morning Jacket es como un buen tipo, como un gran tipo; sería de esas personas llenas de bondad, absolutamente incapaces de la más mínima maldad, que solo reparten buenas intenciones; de las que te fías conociéndolas de un día.

Z es, seguramente, su mejor disco hasta la fecha. Ningún otro me parece tan completo y equilibrado. Este CIRCUITALS, pese a ser, como siempre, un trabajo muy correcto de la banda de James, no me parece de esos discos que los dejas correr en tu reproductor: sobresalen temazos, y corre el riesgo de acabar siendo recordado simplemente por haberlos contenido, y no por formar parte de un todo imparable, coherente y firme. En general, opino que el disco se sustenta en dos piezas iniciales gloriosas, Victory Dance y Circuitals, y un par de temas hacia la mitad que hacen que el descenso hacia el final no sea una cuesta en picado: Holding On The Black Metal y First Light. Curiosamente, es ese hasta ahora inédito deje soulero de hombretón negro el que termina por salvar el Cd. Pero claro, ¿quién es el iluso que aún espera encontrar un disco de folk cuando abre la caja de My Morning Jacket?

No sería justo decir que el resto de las canciones son malas. Todo lo que hace esta banda es envolvente, detallista y cálido, como un salón con chimenea, alfombras gruesas, madera y mantas; como un fuego que chisporrotea mientras el otoño avanza tras los fuertes muros de piedra. You Wanna Freak Out tiene, además, el brillo colorido de la luz pasando pura por las cristaleras de su iglesia; Slow Slow Tune y Movin' Away esa calma nostálgica de los viajes de vuelta. Y no digamos Wonderful (The Way I Feel), que nace de un arpegio cantado en soledad, para acabar siendo, esta vez sí, un pequeño hit de granero. The Day Is Coming y Outta My System, para mi gusto, encajan un poco peor: prometen más de lo que luego dan (o quizá es la injusta maldición de las canciones que van después de los temazos).

Merece mención especial, de todas maneras, el espectacular inicio del CIRCUITALS. Son 13 minutos exactos de tremendo rock: de ese que no tiene apellidos, pero que es capaz de detener unos segundos el movimiento de La Tierra cuando suena en directo en algún punto del planeta. Dondante seguirá siendo indiscutiblemente la mejor canción de My Morning Jacket, pero Victory Dance y Circuitals se le han acercado bastante.

La primera tiene un poquito de lo mejor de Pearl Jam y bastante de esa capacidad que tiene Coldplay para emocionar explícitamente. Empieza extraña, con el canto de dos pájaros (JJ y una guitarra), y un teclado que comienza marcando el camino. Al poco entran la batería y el bajo para poner orden, y conducir el tema siempre hacia arriba, siempre hacia adelante. La guitara empieza a lijar sobre el insistente carril del teclado, cada vez más fuerte, más profundo, y pronto romperá el huevo y saldrá a volar, en un punteo que llega ya cuando el tema ruge y alcanza su nivel de progresión más elevado. Miento, porque después aún queda ese tremendo redoble que en directo debe poner patas arriba toda la santísima creación del Señor.

Circuitals, la canción que da título al álbum, aunque me guste unas décimas menos que la anterior, es una de esas pistas que se rayan en pocos días, un hit indiscutible. Teniendo en cuenta de donde viene, es como el triunfo de la primavera sobre el duro invierno; es la delicia de ver una flor naciente abriéndose poco a poco, creciendo hasta llegar sana a su máximo esplendor. Es una oda a esa fuerza de la vida que es capaz de abrirse paso siempre entre la muerte.

Con tan tremendos chutes al principio es normal que el resto del disco no parezca estar a la altura. Y no está, desde luego, a la altura de estas dos piezas iniciales, pero sí con respecto a su evolución discográfica en los doce o trece años que llevan tocando. Con CIRCUITALS debe pasar como con la heroína, que nunca un viaje será igual que el primero: siempre andarás buscando, como el pobre yonki de las esquinas, tu Riding The Dragon particular. Pero ni Victory Dance ni Circuitals vuelven a sonar.

OMEGA (Morente y Lagartija Nick)



Traductor de lo inmaterial.

Hoy te has marchado, Enrique, y contigo se ha ido el puro cante jondo, el infinito quiebro de tu voz, la interminable noche que tú me cantaste, y todas las estrellas del firmamento. Te has llevado ese alma tan amplia, tan nuestra; esa boca cristalina, esa infinita lengua tuya que seducía al mundo entero; te has llevado el amor de quién te haya oído, las lágrimas más secretas de cuantos te han tocado, las risas de las noches de verano. Pero nos has dejado, como capturadas por el tiempo para siempre, tu inmensa fuerza y tu emoción, el sublime y sagrado escalofrío que siente el alma humana al escucharte. Nos has regalado a los ateos el inexplicable misterio del credo, el inimaginable embrujo del flamenco, la inconsciente perfección de tus palabras, de tu asombro, de tu sentimiento. Nos has hecho más humanos, y tú te has ido siendo eterno.

No quiero rebajarte, no eres inmortal. En tu lápida, mañana...ay, qué pronto llegó tu mañana silenciosa! En tu lápida no habrá fechas, porque no naces si no mueres nunca, y tú te has escapado del olvido. Pero si he de aceptar tu abandono, lo haré con las palabras del poeta: "Ay, lo que la muerte ha roto, era un hilo entre los dos" (Antonio Machado). Asesinado, como decía tu Federico, por el cielo, celoso de tu luz y tu imponencia.

Me hiciste tuyo con OMEGA, un monumento de disco del que no se puede hablar en lenguaje humano, que trasciende lo explicable. Sé que es especial para tí, que lo soñaste y lo pensaste; sé que has llorado sobre él, y que por él luchaste. Sé que nació del dolor, del funeral de tu amigo el poeta; sé que uniste al faranduleo granaíno, casi al completo, y que moviste hilos, mares y montañas...¡Uniste a Lorca con Leonard Cohen, maldito genio del Albaicín! Devolviste el poema a Nueva York, y la trajiste a ella a conocer al flamenco. Quizá no lo sepas, Enrique, pero heredaste los sueños del '27: renunciaste a lo real y creaste donde solo había una mísera nada. Eres el traductor de lo inmaterial.


Maestro, tú me has regalado la visión imposible: he llorado con Lorca en las inmensas escaleras, buscando tu Granada entre aristas y albas. Y al volver a casa, encontré tu puerta abierta; como siempre lo ha estado para todos, como lo estuvo para el rock en el OMEGA. Dejaste entrar a Lagartija Nick, y transformaste el flamenco para siempre. Esculpiste en él, para todos nosotros, los poros que acaricia el nuevo sol, las grietas de ventilación de tu arte ancestral.

¡Y qué bien le sentaba a tu montura ese negro corcel de guitarra honda, ese galopar decidido de timbales, platos y bombos! Cómo entendías el tempo de las baladas, de los valses, de la tristeza que se ahoga en cada verso del poeta, en cada nota del judío errante. Porque, según dicen, te alejaste del dogma, y eso te convirtió en un sabio, en el rabino emigrado del flamenco.

Ahora te has ido y yo no sé qué decir. No sé explicar tu grandeza, tu inmensidad. Apenas sí te conocí, desde aquella noche de invierno en Madrid. Tú nunca fuiste uno de tantos, ni siquiera el mejor: tú estabas a parte. OMEGA está en otra lista, en otra dimensión. Porque tú no eres real, Enrique, eres el eco del flamenco en mi interior. Cuado cantas, me rompes, me matas. Tu voz lo invade todo, subyugas con ella al mundo entero, desafías al creador: tu voz lo es todo.

Mañana no habrá luto: volarán por tí dos gorriones rezagados. No habrá despedidas entre tú y yo, solo te diré: "¡Joder, Enrique, has parido el mejor puto disco jamás producido en este mísero país!".