DISCO LAS PALMERAS!. Barcelona, 14-01-2012




La verdad es que me sorprendió que hubiera tan poca gente el sábado en La[2] de Apolo para ver a Disco Las Palmeras!. Con el pedazo de disco que han sacado, acogido con los brazos abiertos por la mayoría de publicaciones del género, esperaba, por lo menos, algún que otro apretón más en primera fila: calor, sudor, y un poquito más de esa sensación de angostura que predican en su Nihil Obstat. No fue, desde luego, por falta de entrega del trío, sino más bien porque las grandes batallas se libran entre mucha más gente. Voló la metralla, pero sin causar apenas víctimas, como concediéndonos el perdón, y sonaron con la seguridad y el arrojo de quién ha nacido preparado para lo peor, para el momento crítico; para el día del juicio final, tal vez.

La primera vez que me hablaron de Disco Las Palmeras! me los presentaron como los A Place To Bury Strangers españoles, quizás por esa semejante falta de tacto a la hora de presentar sus verdades. Pero ahora que he podido verles en directo, entiendo también que su universo musical se ha ido construyendo en base a la búsqueda de la parte cruda, del lado oscuro. No se refugian en el embellecimiento anestésico, ni en la magia blanca para explicar sus miedos: los presentan tal cual se les aparecen a ellos en la mente: caóticos, bajo un firme y colosal aspecto; como la superficie de la Tierra, que esconde el magma bajo su ilusoria estabilidad. El sonido áspero y punzante, las toneladas de penetrante distorsión que vuelcan en cada composición, el ritmo desafiante, y la densa y persistente atmósfera de choque y conflicto con que llenaron ayer la hueca sala del Paral-lell, son solo el lenguaje con el que se expresan fieles a su realidad.


La escatología reina en su filosofía musical. Otras bandas de las que les suponemos deudores como The Jesus And Mary Chain, My Bloody Valentine o incluso Sonic Youth o Tool, parecen menos abocados al desastre que Disco Las Plameras!. Disfrutaban también con la perdición y con el ruido del caos, pero el atisbo de confianza en el mañana que guardaba la generación grunge acabó por salvarles. Los gallegos, en cambio, de desbocan hacia la derrota, sin el miedo al qué perder: se desatan al borde de la pendiente, con el peso de millones de kilos de decibelios bien cargados en las dos guitarras, al ritmo despeñado de una batería portentosa y de plato ancho.

Por otra parte, es evidente que la voz de Diego Castro suena mejor en el disco que en concierto, pero en el pacto por la supervivencia no hay concesiones a la belleza. Su entonación, lóbrega y funesta, termina encajando en la instrumentación, aunque formando llagas de las que luego, una vez curadas, resultan fortalecedoras para la piel. Pero aunque cupiera alguna duda en ese sentido, la atención se centra en la seguridad e integridad instrumental que demuestran los gallegos sobre un escenario. Lo apuestan siempre todo, no dejando lugar al resquicio o al flirteo: son directos, intensos y virulentos; pero complementarios. Mientras Castro maneja la maquinaria pesada, Julián López Goicoa engrasa el sonido con la electricidad de un shoegaze cebado y levemente acelerado. Y David Lorenzo, realmente, toca la batería como si no hubiera un mañana.

El concierto duró una hora, y los asistentes tuvimos la suerte de escuchar tres temas nuevos, aparte de 8 de las 11 canciones de su primer trabajo ya editado. Me La Jugasteis En China, La Casa Cuartel, Del Miedo A Mis Viajes y A Los Indecisos sonaron especialmente bien; sin tregua, como un bombardeo. Observarles con el engranaje bien abierto, en esa progresiva y crítica ascendencia que es La Casa Cuartel, resulta espectacular. Manipulan un volumen de música que no podrían manejar tan solo con seis miembros: los pies de Castro gestionan la distorsión y las texturas, siempre ásperas, rudas y contundentes. Pero aparte de tanto miembro, y a diferencia de lo que aprecié en los Pains la noche anterior, lo cierto es que gran parte del mérito reside en que esta banda le echa muchas, pero muchas pelotas (con perdón).




Fotos de Pablo Luna Chao.

Escucha el setlist del concierto en Spotify (menos las 3 nuevas).

También disponible en Alta Fidelidad.

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