GZA. Barcelona, 25-01-2012



La pregunta al salir del concierto de ayer de Genius/GZA en la sala Apolo fue, inevitablemente, la siguiente: ¿cómo va el partido? Era lógico. Pero el verdadero interrogante que me quedó a mí, oculto mientras el Barça no certificaba su pase a las semifinales de la Copa del Rey, era si el hip-hop es o no un género musical minoritario. No hablo de géneros mejores o peores, en absoluto: pienso que hay piezas de hip-hop que nada tienen que envidiar a temas de rock, por ejemplo, consideradas obras maestras; y GZA es, de hecho, autor de algunas de ellas. Ha habido y hay artistas raperos de platino, y aunque seguramente no se editen tantos Cds de este estilo como de pop o de rock, el rey y la reina del mercado, sí tiene un nicho bien marcado y estable que sigue permitiendo el nacimiento de nuevos valores y estrellas. Pero en cuanto al público que mueve, ahí sí me parece minoritario; aunque es la idiosincrasia de la cultura del rap: la marginalidad. No es que sean pocos, ni pobres, ni marginados sociales; es que disfrutan sintiéndose al otro lado, y por eso dan la sensación de ser un colectivo cerrado y excluyente.

Son pocos porque ellos quieren pensar que son pocos, pero ante un regalo como el de GZA en un escenario, interpretando además el mejor de sus trabajos, ves aparecer allí a ciento y la madre, a gentes de todas la edades, a todo aquel que en su día, al menos durante una temporada, escuchó algo de rap del bueno. Porque el mayor de los Wu-Tang Clan es toda una leyenda, y su Liquid Swords una auténtica referencia en el género. Nadie se lo quería perder, incluso a costa de ver solo el segundo tiempo del clásico. De todas formas, un público mayoritariamente joven abarrotó entusiasmado las primeras filas. Tal vez, sus edades coincidieran con los momentos vitales de mayor energía y pura rebeldía. Porque es este un género que solo admite a luchadores, soldados del ritmo y sicarios de la rima, y Genius es un solista que no necesita comandante, es un guerrero del cuerpo a cuerpo. Honesto con su trabajo, no tuvo reparos en presentar un álbum de 1995, e incluso tuvo el detalle de desempolvar cosas de cuando su antigua banda.

BON IVER



Hay gente que hace del mundo un lugar un poquito mejor.

2011 ha sido el año de mucha gente en el mundo de la música, pero creo que por encima de todos ha destacado el binomio compuesto por PJ Harvey y Bon Iver. La primera porque con su décimo disco se ha elevado ya a la categoría inalcanzable de diva universal; y Justin Vernon, porque con su segundo álbum ha demostrado que es posible convencer a todo el mundo de forma unánime. La emergencia de esta nueva personalidad musical es un hecho que debería hacer del mundo un lugar un poquito mejor, un lugar un poco más acogedor y seguro. Porque escucharle reconforta; ejercita los músculos del cariño, de la sinceridad y de la comprensión; y porque su música parece la fórmula mágica que es capaz de extender la bondad por toda La Tierra.

Bon Iver ha superado con creces las expectativas generadas por su primer Lp, creando un Cd enorme de donde uno, una vez dentro, ni puede ni quiere salir. For Emma, Forever Ago, sin embargo, resulta ahora un trabajo más limitado y finito al lado de este inconmensurable y eterno BON IVER. Evitando cualquier acepción peyorativa del término, podría decirse que resulta también más superficial. Es, en apariencia, más sencillo, más de cantautor solista acompañado de una guitarra acústica. BON IVER, en cambio, es profundo como la luz cambiante del atardecer. Es como esas majestuosas e inquietantes grutas que grabó Herzog en la Antártida: incontestables obras maestras de la naturaleza esculpidas en el hielo que, segundos después de mirarlas, han cambiado irremediablemente su aspecto.


DISCO LAS PALMERAS!. Barcelona, 14-01-2012




La verdad es que me sorprendió que hubiera tan poca gente el sábado en La[2] de Apolo para ver a Disco Las Palmeras!. Con el pedazo de disco que han sacado, acogido con los brazos abiertos por la mayoría de publicaciones del género, esperaba, por lo menos, algún que otro apretón más en primera fila: calor, sudor, y un poquito más de esa sensación de angostura que predican en su Nihil Obstat. No fue, desde luego, por falta de entrega del trío, sino más bien porque las grandes batallas se libran entre mucha más gente. Voló la metralla, pero sin causar apenas víctimas, como concediéndonos el perdón, y sonaron con la seguridad y el arrojo de quién ha nacido preparado para lo peor, para el momento crítico; para el día del juicio final, tal vez.

La primera vez que me hablaron de Disco Las Palmeras! me los presentaron como los A Place To Bury Strangers españoles, quizás por esa semejante falta de tacto a la hora de presentar sus verdades. Pero ahora que he podido verles en directo, entiendo también que su universo musical se ha ido construyendo en base a la búsqueda de la parte cruda, del lado oscuro. No se refugian en el embellecimiento anestésico, ni en la magia blanca para explicar sus miedos: los presentan tal cual se les aparecen a ellos en la mente: caóticos, bajo un firme y colosal aspecto; como la superficie de la Tierra, que esconde el magma bajo su ilusoria estabilidad. El sonido áspero y punzante, las toneladas de penetrante distorsión que vuelcan en cada composición, el ritmo desafiante, y la densa y persistente atmósfera de choque y conflicto con que llenaron ayer la hueca sala del Paral-lell, son solo el lenguaje con el que se expresan fieles a su realidad.

THE PAINS OF BEING PURE AT HEART. Barcelona, 13-01-2012



¡Un poquito de algo más!

En el tiempo que emplea un español normal con conocimiento medio del inglés en leer y pronunciar correctamente The Pains of Being Pure at Heart, estos chicos se marcan un concierto. Ayer pasaron por Razzmatazz, y los catorce temas que tocaron dieron apenas para una hora justa de recital: fue visto y no visto, una ráfaga primaveral de pop independiente en medio del invierno. Los neoyorquinos, tras editar dos discos extraordinarios, siguen con el directo como asignatura pendiente, pero va siendo menos evidente que les falta rodaje. Porque pese a no ser una banda de excesiva pretensión artística, sí que se esperan de ella grandes cosas: un poco de ese algo más que tanto se respira en sus trabajos de estudio, que tan revitalizador ha resultado para el panorama pop internacional.

El principal problema de The Pains of Being Pure at Heart en directo es, según mi opinión, que no son capaces de remarcar suficientemente sus grandes momentos, que los tienen y a pares; no logran grandes contrastes, y apenas consiguen subrayar o recalcar las transiciones y los cambios de ritmo interesantes. Por el contrario, tienden a monotonizar las canciones y, en consecuencia, el setlist entero, que se diluye. Carecen del trazo grueso, de la pincelada gorda que todo impresionista debe guardar para las líneas maestras. Es como si se empeñaran en copiar en bajo relieve un precioso y rico alto relieve musical, como si el cincel, sobre el escenario, perdiese profundidad o capacidad de incisión. Y no es que los Pains se distingan precisamente por clavar sus notas a golpe y martillo, o por tener un registro sonoro amplio y variado, pero se echa en falta que se pongan guapo: que se miren con orgullo al espejo y potencien sus virtudes; quizá les sobre humildad y les falte algo de ego.

HITABALDAÄS. Barcelona, 12-01-2012.



La mezcla perfecta de razz y jock.

Paseando ayer por Gràcia, aquellos que no lo supieran, podían haberse topado con la actuación en directo del grupo local Hitabaldaäs en el Bar El Continental: un quinteto sorprendente, que trabaja entre lo clásico y lo vanguardista, que hizo las delicias del selecto público que pudo reunir. Fue un bolo gratuito y tranquilo del que apenas pude ver cuatro o cinco canciones, pero fueron más que suficientes para confirmar lo que ya me venía oliendo desde la escucha de su primer Cd.

Me gustan los grupos como Hitabaldaäs: son un auténtico reto para aquellos que nos empeñamos en descifrar y etiquetar los sonidos que brotan de la música, de las bandas. Te obligan a permanecer siempre atento, en guardia, esperando el siguiente giro inesperado, la enésima desviación. De ellos, a priori, se podría decir que mezclan rock instrumental y jazz atmosférico; pero también que juegan a juntar razz ácido y jock ambiental. El caso es que te descubres en sus conciertos disfrutando de una bella y elegante percusión, al modelo Cinematic Orchestra, a veces más sutil, otras más marcada; de una solitaria y sólida trompeta, con un punto de comedida melancolía; y, en general, de un sonido noble, sesudo y reflexivo.

ANNA CALVI



Ha nacido una estrella.

A esta chica la escuché, por el rabillo de la oreja, a principios de verano en el Día de la Música Heineken de Madrid, sin saber quién era, y sin hacerle mucho caso. Recuerdo haber comentado algo que se suele decir en los festivales cuando oyes algo que no conocías hasta el momento: "Oye, pues mola esta tía, eh?". Pero no siempre vuelves a casa y acoplas de inmediato esa novedad en tu día a día musical. Y yo, en este caso, he tardado medio año en rendirme al encanto de Anna Calvi. Solo he tenido que darle al play, en un momento cualquiera del día, de un mes cualquiera, para darme cuenta de la evidencia: que esta chica tiene algo muy pero que muy especial. Porque aunque sea una banda estable, la personalidad en la composición de esta londinense de ascendencia italiana, es abrumadora. Casi puedes respirar su perfume, recomponer su cara sin haberla visto, conocerla sin haberla conocido.

Odio que un disco se llame como el grupo, la verdad. Pero el ANNA CALVI de Anna Calvi, sin embargo, sí que hace honor a su título: es una presentación en toda regla de una artista que, con toda seguridad, va a ser una estrella. Anna Calvi está llamada a hacer grandes cosas en la música, o al menos eso se desprende de su primer trabajo. Y no solo porque éste le haya valido para ser nominada al Mercury Music Prize (que inevitablebemente habría de llevarse PJ Harvey), o porque hace justo un año estuviera entre los finalistas del BBC's Sounds of 2011. Está claro que es un gran trabajo, pero esconde algo mucho más importante: el nacimiento de una auténtica personalidad musical. Después tendrá que crecer, desarrollarse y consolidarse, pero ya ha nacido.