La mezcla perfecta de razz y jock.
Paseando ayer por Gràcia, aquellos que no lo supieran, podían haberse topado con la actuación en directo del grupo local Hitabaldaäs en el Bar El Continental: un quinteto sorprendente, que trabaja entre lo clásico y lo vanguardista, que hizo las delicias del selecto público que pudo reunir. Fue un bolo gratuito y tranquilo del que apenas pude ver cuatro o cinco canciones, pero fueron más que suficientes para confirmar lo que ya me venía oliendo desde la escucha de su primer Cd.
Me gustan los grupos como Hitabaldaäs: son un auténtico reto para aquellos que nos empeñamos en descifrar y etiquetar los sonidos que brotan de la música, de las bandas. Te obligan a permanecer siempre atento, en guardia, esperando el siguiente giro inesperado, la enésima desviación. De ellos, a priori, se podría decir que mezclan rock instrumental y jazz atmosférico; pero también que juegan a juntar razz ácido y jock ambiental. El caso es que te descubres en sus conciertos disfrutando de una bella y elegante percusión, al modelo Cinematic Orchestra, a veces más sutil, otras más marcada; de una solitaria y sólida trompeta, con un punto de comedida melancolía; y, en general, de un sonido noble, sesudo y reflexivo.
Hay, claro, elementos jazzísticos, pero combinados de manera natural con una forma de crear y vivir la música más bien moderna. Son el lenguaje escogido para presentarnos su evocación: Hitabaldaäs es una banda con vocación cinematográfica. Así, el bajo (o contrabajo) marca un travelling juguetón, pero bien enfocado, a través del cual vemos pasar la escena que configuran los demás instrumentos. Todos, y por eso necesitan una sala mejor, comparten un protagonismo y un discurso bien estipulado: el teclado ilumina, la guitarra encuadra y redecora con finura, y el resultado es una música deliciosa, siempre a las puertas de la profundidad de la noche.
El sonido limitado que ofreció la sala fue síntoma de algo bueno: Hitabaldaäs necesita de una excelencia de infraestructuras que esté a la altura de su capacidad interpretativa. Ayer entendimos que sus instrumentos, y toda esa capacidad evocadora que demuestran, no caben en salas pequeñas como El Continental. Resultó un espectáculo íntimo y hermoso, en un entorno adecuado, pero el sonido quedó encapsulado en dosis demasiado pequeñas. Quedó patente cuando apenas pudimos percibir el prometedor debut de la voz de Silvia.
Ojalá estos chicos tocaran el 23 de febrero con Pórtico Quartet en La[2] de Apolo, porque atraerían el público que, tal vez, necesiten para despegar y alcanzar la altura que merecen.
Fotos de Eulàlia Rubio.
También disponible en Alta Fidelidad.
Ojalá estos chicos tocaran el 23 de febrero con Pórtico Quartet en La[2] de Apolo, porque atraerían el público que, tal vez, necesiten para despegar y alcanzar la altura que merecen.
Fotos de Eulàlia Rubio.
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