THROWING MUSES. Barcelona, 30-10-2011.




Morir con las botas puestas.

No sabría decir cuál de las dos personalidades de Kristin Hersh se presentó ayer en la barcelonesa Sala Apolo, pero fuera quién fuera, estuvo enorme. Ella ha confesado en su  libro autobiográfico, Rat Girl, que era su lado malo el que componía sus mejores canciones. De hecho, dicen que el Real Ramona, su álbum más alabado, se grabó poco después de uno de sus peores brotes. 20 años después, y ya como una insólita rareza en los escenarios, reapareció por España con los Throwing Muses, uno de esos grupos que edificaron los cimientos de la música indie y alternativa contemporánea, allá por la Era Nirvana (1987-1994). 

La excusa fue la presentación de su nuevo recopilatorio, Anthology, aunque por desgracia, por momentos daba la impresión de ser una de esas reuniones de exalumnos a las que, 20 años después, ya no va casi nadie. Un indicativo que no ensombrece la calidad del rock que allí vimos, y muy de cerca, los afortunados asistentes. Hersh, subida a sus grandes botas, descargó toda su cruda rabia sintonizada en la eléctrica, repitiendo tema tras tema la fórmula que le llevó al éxito: melodías rudas y directas, distorsiones implacables, un ritmo de pisada fuerte, y una voz sincera, atrevida y dura.

Fue un concierto corto, pero un directo incalculable. No faltaron ‘Shimmer’, ‘Bright Yellow Gun’ ni ‘Hazing’, del University, ni por supuesto 'Furious'. Sin pausa, el ímpetu de Hersh, Narcizo y Georges, se notó en cada uno de los temas: la seriedad del trío de Rhode Island, su seguridad y la solidez de su sonido impresionan, aunque su música ya esté de capa caída. Devaluado su estilo, que huele maravillosamente a primeros años ’90, los Throwing Muses transmitieron lo mismo que cuando eran masivos: rock, mucho rock; del que no necesita efectos especiales. Un rock que se mantiene en pie hasta el amanecer, que se resiste a echar el cierre. Porque Kristin, señores, es de las que duerme con las botas puestas.

Fotos de Pablo Luna Chao.

Escucha el setlist del concierto en Spotify.

MOGWAI. Barcelona, 28-10-2011.



La ceremonia íntima de uno mismo.


Estoy deseando que algún día los Mogwai metan la pata, o al menos que se marquen alguna vez un concierto peor que el anterior, porque se me han acabado los elogios. No parece muy de fiar la opinión de quién siempre vierte alabanzas sobre una banda de la que, además, se confiesa acérrimo seguidor desde hace años. Pero creedme, la experiencia musical que se vive en un concierto de estos 5 escoceses de aspecto más que corriente es, sencillamente, espectacular. Y si además el escenario es el Casino de l’alinça del Poble Nou de Barcelona, el recuerdo pasa a ser imborrable. Apuesto a que nadie de los allí presentes olvidará en muchos años lo que vio ayer.

Teloneados por el galés Gruff Rhys, que ya hizo las voces en la antigua 'Dial: Revenge' del Rock Action, algo nos hacía presagiar que el setlist sería distinto a lo que nos tienen acostumbrados. Porque aunque parezca mentira, Mogwai nunca hace dos conciertos iguales. Obviaron completamente su recién editado Ep, Earth Division; repasaron a fondo su último álbum, Hardcore Will Never Die, But You Will, del que no faltaron 'White Noise' y 'Mexican GP', con las que abrieron y cerraron el recital, 'Rano Pano', donde el público ya no pudo contenerse en sus butacas, o 'How To Be A Werewolf'; y se remontaron a sus orígenes con '2 Rights Make 1 Wrong', 'Cody', 'Xmas Steps' y 'Dial: Revenge' (con Gruff Rhys, claro). Una gozada para los más puretas.

Mogwai son el paradigma del post-rock, y son la ceremonia interna de cada uno. Son capaces de hacer brotar el estruendo más clarividente del sonido puro del silencio, de aquel en el que se oyen hasta las conexiones de los cables. En ocasiones, como les gusta demostrar últimamente con 'New Paths To Helicon 1', parece que empiezan un tema en el mismísimo principio de los tiempos, para luego estrellarlo una y mil veces contra el cielo abierto e infinito. Son un fogonazo de energía musical pura y luces de miles de eléctricas concentradas en tres guitarras, un bajo, un teclado, una poderosa batería, siempre adornada con los colores de Celtic, y a veces un violín.

Conciertos como el de ayer no hacen sino incrementar el mito de Mogwai. Viéndoles tocar juntos no puedes hacer otra cosa que augurarles larga vida, porque gente así de humilde y cercana merece el éxito que esta banda ha cosechado.

También disponible en Fanzine Radar

Fotos de Pablo Luna Chao.

BARDO POND. Barcelona, 27-10-2011.




Bardo Pond, o la ruta cósmica hacia el laberinto.

Tras dos noches de conciertos en la barcelonesa sala Moog, los norteamericanos Bardo Pond cerraron el jueves el Festival Ruta Cósmica con un directo íntimo, aunque intenso, en el que demostraron por qué se les considera la referencia indiscutible en el campo de la experimentación del rock shoegaze. Presentaban su octavo álbum de estudio, Bardo Pond, pero no faltaron en su repertorio canciones del Amanita, su segundo y más apreciado trabajo. Así, abrieron también el recital con la monumental 'Limerick', una pieza de 10 minutos que se levanta y se abre como la majestuosa puerta de entrada a la ciudad oscura y prohibida del sonido de Bardo Pond.

Entre el lánguido e insistente rasgueo de los 11 temas que sonaron, y la apática aunque conmovedora forma de cantar de Isobel Sollenberg, transcurrieron las últimas paradas de esa Ruta que, anteriormente, nos había llevado a Japón, Eslovenia, al hip-hop electrónico y a la versión más loca y contundente del  indie rock alternativo. N’Toko y Praha Depart, que nos dejaron bastante perplejos, telonearon a los de Pennsylvania, que mostraron su veteranía, y todos los elementos característicos de su sonido lluvioso.

Ritmos condescendientes, basados en 4 platos enormes, con siempre uno, al menos, en juego; guitarras que divagan rasgueando, en aparente improvisación; recorridos laberínticos; y una vocalista de ojos cerrados que entona, además, una travesera como vía de escape a tanta desidia precisa y evasiva. No faltaron 'Rumination', 'Tantric Porn' ni 'Cracker Wrist', sin duda la mejor pista de su nuevo álbum.

Pese a que tuvieran más pedales en el escenario que seguidores frente a ellos, los Bardo Pond respondieron al reto de rellenar con su sonido hermético la pequeña sala Moog. No obstante, ¿quién no querría tener, alguna que otra noche, a los BP tocando melancólicamente en su salón? Yo, desde luego, más de una.

Foto de Pablo Luna Chao.

Escucha el setlist del concierto en Spotify.

ARCHITECTURE IN HELSINKI. Barcelona, 26-10-2011.




No hay tregua para los que quieren divertirse.

Debido a un problema con las acreditaciones estuve a punto de no entrar en Razzmatazz para el concierto de Architecture in Helsinki. Un día en el que tocaban en Madrid nada menos que Coldplay, Mogwai y Kakkmaddafakka (y eso que cancelaron Spiritualized): un buen día para estar en Barcelona y no tener que elegir. Finalmente entré en una abarrotada y minúscula sala donde todos saltaban y bailaban al ritmo que imponían 6 tipos con sus cuerpos e instrumentos. Los Architecture in Helsinki, con Bird, Mildren y Kellie Sutherland a la cabeza, funcionaron como una especie de familia Von Trapp, pero pasada por la época de Queen y de los grandes del pop-dance.

Con una batería diminuta, dos teclados, varias guitarras y un par de voces chirriantes, los australianos crearon un espectáculo basado en el ritmo, intenso y festivo de principio a fin. Después, la instrumentación y el sabor de sus canciones fueron como un collage bien hecho, como una de esas construcciones de bloques de colores, blanditos y divertidos, que tanto gustan a los niños; eso sí, creando estructuras desenvueltas y fantasiosas, pero siempre firmes. Sorprende que una batería tan pequeña pueda sostener y canalizar tanta creatividad, tanta riqueza y compañía para el ritmo.

Fue un concierto sin tregua, donde confirmaron, a medias, la evolución de su sonido en su último Cd, Moment Bends: la fuerza de su música, la capacidad de contagiar el entusiasmo y el colorido se mantienen, pero aunque no mostraran su lado más estático, ni mucho menos, sí se percibían las esquinas redondeadas, los cuerpos mucho más bamboleantes que con ganas de saltar. No obstante, el ambiente fue de total entrega, un abarrotado movimiento continuo cuyos mejores momentos coincidieron con 'Escapee' y con 'Heart It Races', canción con la que cerraron la noche, en un colectivo y erguido saludo musical. Algo más de hora y media, que se nos pasó volando.

M83



No. No voy a hablar del último Cd de M83. Paso del Hurry Up, We're Dreaming. No es que no haya tenido tiempo de escucharlo en profundidad, es que pierdo la paciencia de la repetición cuando algo no me convence, cuando algo no me entra a la primera. Cuando es un grupo nuevo simplemente desisto, lo dejo por imposible y paso a otra cosa. Pero cuando es el nuevo disco de alguien como M83, o le doy una y más oportunidades, o me pasa lo que en este caso: que termino huyendo a su obra más completa. Ante la decepción me he refugiado en DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS. Puede que haya gente a la que le guste lo nuevo (9 y pico en Ptchfork, nada menos), pero a mí me gusta demasiado ese segundo álbum como para apreciar lo bueno que hay (no lo dudo) en su reciente nuevo trabajo.

Yo querría que este disco quedara inalterado, protegido contra el tiempo, como inalcanzable, elevado sobre todas las cosas materiales de este mundo. Quise, cuando lo escuché por primera vez, que este grupo no hiciese absolutamente nada más: así quedaría este trabajo como el testamento de aquel milenio que ya era historia, como el legado silencioso de todo el ruido que emitió la humanidad desde que aprendió a hablar y a hacer música. Algo me ha dicho siempre dentro de mí que ignore cualquier otro disco de M83, que solo haga caso a su verdadera y única voz: DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS tiene ese aura de atemporalidad que hace de un sonido un estilo de música; campea sobre nosotros, suspendido en un mañana que nos recuerda terriblemente al ayer: siempre será futurista y retro a la vez. 



Todo lo demás que han hecho me parece una inútil imitación de este disco, un vano intento de evolución de algo inamovible, imperecedero. Es como el trazado de un bólido en una vuelta perfecta al circuito de carreras: todo lo que sea alejarse de la ortodoxia plasmada en el DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS me parece una desviación decadente, una caída de nivel, una bajada a tierra firme, al territorio de las cosas mortales. Y el sonido de M83 no debería pertenecer a ese mundo. 

Es la perfecta unión de shoegaze con la música electrónica. En ningún otro momento les salió tan bien esa mezcla, o quizá les dejó de interesar. Amalgamar el modernismo de la electrónica ambient, la nostalgia característica de la Generación X, la épica futurista a lo Blade Runner y el sonido infinito del post-rock instrumental no es fácil, pero el resultado es asombroso. Las piezas de este Cd encajan como si hubieran nacido todas de una vez, como pura narrativa de ciencia ficción: sólida e implacable. 

Este dúo francés ama las guitarras bien distorsionadas. Pero del mismo chorro liso y recto de las eléctricas en cascada hacen brotar teclados tipo Vangelis, y ritmos mucho más vivos que los de Pale Saints, Slowdive o Bethany Curve: el sancta sanctorum del shoegaze de los '90. Run Into Flowers, 0078h, America y Cyborg son los mejores ejemplos. Luego hay temas donde ni la electrónica ni la distorsión de guitarras parecen tener protagonismo: temas lánguidos como In Church, On A White Lake, Near A Green Mountain o Be Wild en los que, sin embargo, te van envolviendo como una manta de fieltro viejo; con un desarrollo apático pero esperanzador. 

Lo mismo pasa con Unrecorder, Noise y Gone. Son mis temas favoritos: perfectas canciones de rock, melodías abocadas a la derrota que levantan la cabeza una y otra vez; miran al suelo, pero conscientes del espacio abierto por sus desgarros y distorsiones. El space-rock tiene en M83 a uno de sus principales referentes: ya sea por la ambientación electrónica, o por la conmovedora costumbre de componer siempre en ascendente, el oyente del DEAD CITIES, RED SEAS AND LOST GHOSTS siempre renacerá de sus cenizas y lamerá sus heridas conservando la esperanza. No en vano, si en algo ha evolucionado ese sonido shoegaze, dreampop o space-rock en la última década, y en esto ha ayudado M83, es en haber recuperado cierta ilusión por el mundo y por la vida. 

El placer de este disco es conceptual, por lo sorprendente de la unión, y de lo bien que suenan juntas cosas tan alejadas. Puede que haya más hits en otros Cds, pero el placer de ver dos ideas amándose, tan distintas, tan aparentemente distantes, le gana al disfrute momentáneo y pasajero de una canción pegadiza. Puede que ya no sean los únicos que hacen esto, y puede que tampoco en su día lo fueran, pero el valor de hacerlo de la manera sincera, cruda y evidente en que lo hicieron, es indudable e incalculable. Así fue el verdadero y definitivo testimonio de M83; lo demás, renglones torcidos.

NICOLAS JAAR



Nicolas Jaar es el niño prodigio de la electrónica minimal ambiental y del deep house. Con solo 21 años, y tras publicar un primer Lp en febrero del presente año, este neoyorquino de raíces chilenas ha conseguido poner su nombre en boca de todos. Puede que el hecho de ser hijo de quien es le haya proporcionado buenos medios, equipo e instrumentos de primera, e incluso que le haya abierto un par de puertas, pero lo cierto es que su calidad como compositor y productor está fuera de toda duda. La extendida buena recepción de su álbum de debut, SPACE IS ONLY NOISE, es todo mérito suyo. Porque, al menos en mi caso, ha sido gracias a Nicolas Jaar que he conocido la obra de su padre, Alfredo Jaar.

Es verdad que no todos los chicos de 14 años pueden hacer música electrónica en su casa, y Chile no creo que sea una excepción. Allí pasó parte de su infancia este chico de ideas y música claras. Pero si gracias al bien recompensado trabajo de su padre tuvo la oportunidad de desarrollar su propia forma de expresión, suerte por él; y suerte nosotros que ganamos un artista interesantísimo.


SPACE IS ONLY NOISE es un Cd sutil, casi podríamos decir que silencioso; con un ritmo que en muchas ocasiones no es en absoluto explícito, ralentizado con respecto a sus anteriores y más cortos trabajos. Un halago al downtempo con ligeras influencias que van desde Massive Attack a Depeche Mode, pasando por DJ Shadow, Nathan Fake, Matthew Dear, Bonobo, The Knife o el mismo James Blake. Ante todo, mucha elegancia. Electrónica blanca de escondida fascinación instrumental, con delicadas cavernas de sonido suave donde casi siempre tintinea un piano de fondo. Sin renunciar a sampleos vocales y a piezas cantadas (que recuerdan a lo mejor de Tricky), Nicolas Jaar plantea un Cd de electrónica poco habitual, cercano, por momentos, al acid-jazz y al trip-hop. Un sonido intrigante por naturaleza.

Para mí el disco empieza en la pista 3, porque no me gustan los eructos de Être ni la voz robotizada rollo N'Sync de Colomb. Su arritmia, de todas formas, ya es sintomática. Sunflowers funcionaría de intro, con su piano y su métrica delirante, y Too Many Kids Finding Rain In The Dust, la puerta al misterio que esconde este Cd. Entre susurros de cuerdas y violines, un acento étnico de no se sabe dónde y una oscuridad débilmente iluminada, nos adentramos agachados en un sonido del que nos va a costar salir, por un pasillo húmedo y magestuoso que conduce, o eso pensamos al menos, a un enorme espacio de decoración minimal. Sin las dos primeras creo que el disco sería más redondo. 

Porque a partir de ese temazo se desarrolla un mismo concepto de música con varias caras distintas, enriqueciéndose sin aglomerarse. El Cd crece tema a tema hasta la última canción (^tre, que también me sobra): Keep Me There eleva el techo hasta el cielo estrellado, e incluso deja entrar a un saxo en la cueva; ritmos más perceptibles, pero igualmente descansados. Perfecta para noches de las que ya no esperas nada bueno, más allá de tu propia mente. Problems With The Sun marca el epicentro del ritmo, y en Space Is Only Noise If You Can See, éste se engalana con la síntesis del teclado. Todo muy sutil, siempre como tratando de preservar el silencio incluso dentro del sonido. 

La canción que casi da título al álbum es otro de los temazos, pero en seguida volvemos al ritmo perdido y contemplativo: Almost Fell fluye sobre el correr del agua y el agitar del viento. De ahí nace una métrica nocturna, cantada en frío por una voz feminizada. Balance Her In Between Your Eyes demuestra que a este chico las nanas se las cantaba Beth Gibbons. El tema más de DJ, Spectrum Of The Future, no desentona en absoluto con la calma del Cd: la elegancia del piano es la constante más reconocible del SPACE IS ONLY NOISE

Trace es solo batería y agua, pero también es la antesala del último gran aporte. Variations hace honor a su nombre: propone un baile no escuchado hasta entonces en el Cd, con el acento puesto esta vez en una guitarra de aires orientales. Intuimos que tiene mucha más música en la sesera este Nicolas Jaar, y desde luego muy capaz de cambiar su cara en un directo, o en diversos ambientes. El Cd cierra con el mismo lamento de piano (con eructos rollo Pantano del Hedor Eterno de Dentro del Laberinto; sí, la de Bowie); sella el álbum como lo abrió: mostrando una oscuridad a la luz de los ojos del que tenga paciencia para los detalles.

Fotos de Alfredo Jaar.

También disponible en My Feet In Flames.

PATRICK WOLF. Barcelona, 14-10-2011.



De lobos y flores.

Es realmente complicado saber de antemano cómo va a ser un concierto de Patrick Wolf, hayas ido o no a uno anteriormente. Musicalmente, aunque dentro de unas líneas artísticas muy marcadas, es totalmente imprevisible: coquetea con casi todos los palos, o al menos con aquellos que le permiten expresar su música de esa manera tan extremadamente física que practica. Siempre con un gusto compositivo refinado, arreglos instrumentales florales que parecen jardines urbanos, y una voz que lo empapa todo, el londinense demostró el viernes pasado en la Sala Apolo de Barcelona que el escenario es su hábitat natural. Un escenario que, además, estaba plagado de instrumentos: vientos, violines, teclados, un bajo, y una batería de pegada fuerte, a parte del arpa que solo él tocaba. Fue un concierto colorido y muy animado, una especie de fiesta íntima de puertas abiertas, a la que tan solo acudieron unas 300 personas. Todas las demás que estaban esa noche en la Ciudad Condal, y no se pasaron por la Apolo, cometieron un terrible error. Palabra.

Patrick Wolf se presentó en castellano como Patricio Lobo, como el chico de educada irreverencia que es; y aunque bien acompañado de cinco músicos de excelencia, protagonizó él toda la gala: todo movimiento en el escenario le pertenecía, y mientras bailaba su propia música, provocativo y seductor, daba la impresión de que era toda la sala lo que le pertenecía. Manteniendo un esforzado equilibrio entre lo hortera y lo realmente glamuroso, Lobo repasó a fondo su último trabajo, Lupercalia, desmelenando siempre al ángel que lleva dentro, confiriéndole a casi todas las canciones un aire festivo cercano al electropop, a medio camino entre Jamie Lidell y Jarvis Cocker. Optó por una versión de sí mismo extrovertida y festiva, florida y divina (de diva, no de divinidad).

Al principio, y tras una breve intro de cuerdas y violines, el vozarrón del joven cantautor inglés entró en off. Salió, se sentó frente al arpa, y empezó el recital interpretando 'Armistice' a fuego lento. A partir de entonces, sin embargo, todo fueron excusas para bailar. 'House', 'Bluebells' y 'Times Of My Life': un pop festivo de teclado floreado, que él mismo tocaba mientras cantaba como si no le costara absolutamente nada entonar tan rematadamente bien. Un pop engalanado de arreglos dignos de la mejor opereta, que elevaban el nivel del concierto incluso por encima de la asombrosa capacidad compositiva de Lobo. Me pregunto si algún día su carrera podrá compararse a la de Nick Cave o Tom Waits: salvando las diferencias, la personalidad de este chico también parece destinada a ser inconfundible, a erigirse como el principal elemento de su música.

Quienes le conocen bien saben que Patrick Wolf no es siempre tan alegre y primaveral. Pero en la Apolo no hubo el menor atisbo de tristeza o de nostalgia. Eché de menos su versión sentada e intimista, pero él decidió fiesta, y eso fue lo que hubo. 'Damaris' dio la nota folk, aunque a ritmo electropop. Y en 'Agustine', que iba a ser la pausa que yo añoraba, fallaron los medios, así que se puso a bailar. Incluso transformó 'The Day' en un hitazo de garito nocturno, de sexualidad abierta para más detalle. 'Bermondsey Street' me recordó a la sonrisa impecable de Arcade Fire, y más tarde, 'The City', a los mismísimos Pulp. Estaba empeñado en contagiarnos su efusividad. Curiosamente, lo más íntimo que sonó en todo el concierto fue 'Hard Times', una versión de Alec Empire, justo antes de la pausa y los bises: fue lo más parecido al Nocturama de Cave, a la faceta que a mí más me gusta de Lobo: su tremenda voz, al servicio de la oscuridad.

Sin embargo, fue su voz al servicio del bien, de la alegría y de la fiesta. Su voz era el complemento perfecto a una música orquestal que siempre descansó en el ritmo que marcaban sus pies, y en sus ganas de extender el buen humor entre el público. Por cierto que entre el mismo se encontraban los tíos del cantante. Lobo agradeció los consejos que le dieron cuando era niño y quería escaparse: “Bebe Champagne y aprecia lo bonita que es la vida cada día”. Así se fue conformando una de las personalidades del indie más prometedoras para la década que ahora empieza.Esperamos que siga reinventándose una y mil veces ante nosotros.

Fotos de Pablo Luna Chao

WILD NOTHING




Un día lejano que sabes que pronto se volverá a repetir.  

Jack Tatum es un chico de Virginia, y además es Wild Nothing, una de las grandes noticias de 2010. Empezó a hacer ruido en 2009 con unas demos, y pronto fichó por un sello joven de Broocklyn, Captured Tracks, para la confección de lo que ha sido su álbum de debut. GEMINI fue uno de los Cds preferidos por la crítica especializada el año pasado, y no es para menos. Tatum se rodeó entonces, lo mismo que para sus actuaciones en directo, de una banda que le sigue a pies juntillas. Fruto de aquel contrato y de ese trabajo, vio la luz en mayo este maravilloso Cd de enorme producción propia. Un sonido que nos recuerda a infinidad de grupos de los últimos 30 años, un ejercicio de revisionismo más que destaca por liviano, grácil y fluido.


La comparación con The Pains of Being Pure at Heart me parece inevitable, aunque también cabría hacerla con The Morning Benders, The Radio Dept. o incluso con Yo La Tengo; así en general. Claro que luego hay temas en concreto que parecen vitrinas de museo de músicas de otro tiempo, como Driffter, que bien podría ser de Cocteau Twins o de This Mortal Coil. Confirmation me recuerda al rollo cyberbruja puesta de ácido tipo Ariel Pink's Haunted Graffiti, y My Angel Lonely, un poquito, al acento Deerhunter. GEMINI, por tanto, no me parece un canto a la originalidad, pero sí que consigue armonizar todas esas influencias y semejanzas. Es una de esas mezclas capaces de hacerte olvidar los evidentes ingredientes que lo componen, para transformarlos todos en pequeños aportes a un nuevo sonido, aunque tremendamente familiar.

GEMINI destaca frente a otros Cds de poprock independiente por esa extraña frescura que tiene su acento a sabor viejo, ya usado. Es como cuando compras algo de segundaano y te parece mentira que alguien haya podido haberla usado ya antes: suena a nuevo y a antiguo a la vez, como si fueran una revisión de ellos mismos, antes incluso de que se establecieran como un sonido concreto. No obstante, el tono de voz, el color de la piel de su sonido, y la recurrencia en los efectos, los teclados y los ritmos calmados, nos hablan de una personalidad musical importante; al menos, incipiente.

Lo que más me gusta de Wild Nothing es la aparente sencillez de lo que hace. Lo fácil que parece que le resulta a Tatum hacer música. Es como de una lógica aplastante, como si estas melodías y efectos, estas texturas de ante, impregnadas de la dosis justa de purpurina y brillantina, hubieran estado ahí, siempre al alcance de todos, suspendidas en el imaginario colectivo a la vista de todos, esperando a que alguien se las apropiara. Son canciones que cuando las oyes piensas: "claro...¿cómo no se la había ocurrido antes a nadie coponer esto?". Summer Hollyday y, sobre todo, Live In Dreams y Our Composition Bock te hacen sentir como esas canciones de Yo La Tengo y The Pains of Being Pure at Heart, que sabes que tiene algo especial. Llamémosle canon del indie: llevan implícita una luminosidad interna, irradian tanta sensación de libertad, de emancipación, que te parece ver el mundo como una inmensa pradera sin fronteras.

Wild Nothing hace un poprock envuleto en neblina postmoderna, un rock pálido e independiente del mundo formal; un pop construido con el material del que se hacen los sueños, con un ritmo siempre amable, acompañado de unos teclados inconfundibles de sonido acristalado pero grumoso. Confieren ese eco de luz tenue que abre la pista de baile a las formas y sonidos que van de hoy hasta los '80. Pero siempre con un principio de personalidad muy grande. Varios de los temas, algunos porque nos suenan a otros grandes grupos, y otros porque nos parecen una novedad incontestable, parecen haber nacido para ser míticos. Parecen himnos de un día perdido en la memoria, un día lejano que sabes que pronto se volverá a repetir.