Morir con las botas puestas.
No sabría decir cuál de las dos personalidades de Kristin Hersh se presentó ayer en la barcelonesa Sala Apolo, pero fuera quién fuera, estuvo enorme. Ella ha confesado en su libro autobiográfico, Rat Girl, que era su lado malo el que componía sus mejores canciones. De hecho, dicen que el Real Ramona, su álbum más alabado, se grabó poco después de uno de sus peores brotes. 20 años después, y ya como una insólita rareza en los escenarios, reapareció por España con los Throwing Muses, uno de esos grupos que edificaron los cimientos de la música indie y alternativa contemporánea, allá por la Era Nirvana (1987-1994).
La excusa fue la presentación de su nuevo recopilatorio, Anthology, aunque por desgracia, por momentos daba la impresión de ser una de esas reuniones de exalumnos a las que, 20 años después, ya no va casi nadie. Un indicativo que no ensombrece la calidad del rock que allí vimos, y muy de cerca, los afortunados asistentes. Hersh, subida a sus grandes botas, descargó toda su cruda rabia sintonizada en la eléctrica, repitiendo tema tras tema la fórmula que le llevó al éxito: melodías rudas y directas, distorsiones implacables, un ritmo de pisada fuerte, y una voz sincera, atrevida y dura.
Fue un concierto corto, pero un directo incalculable. No faltaron ‘Shimmer’, ‘Bright Yellow Gun’ ni ‘Hazing’, del University, ni por supuesto 'Furious'. Sin pausa, el ímpetu de Hersh, Narcizo y Georges, se notó en cada uno de los temas: la seriedad del trío de Rhode Island, su seguridad y la solidez de su sonido impresionan, aunque su música ya esté de capa caída. Devaluado su estilo, que huele maravillosamente a primeros años ’90, los Throwing Muses transmitieron lo mismo que cuando eran masivos: rock, mucho rock; del que no necesita efectos especiales. Un rock que se mantiene en pie hasta el amanecer, que se resiste a echar el cierre. Porque Kristin, señores, es de las que duerme con las botas puestas.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Escucha el setlist del concierto en Spotify.
Fue un concierto corto, pero un directo incalculable. No faltaron ‘Shimmer’, ‘Bright Yellow Gun’ ni ‘Hazing’, del University, ni por supuesto 'Furious'. Sin pausa, el ímpetu de Hersh, Narcizo y Georges, se notó en cada uno de los temas: la seriedad del trío de Rhode Island, su seguridad y la solidez de su sonido impresionan, aunque su música ya esté de capa caída. Devaluado su estilo, que huele maravillosamente a primeros años ’90, los Throwing Muses transmitieron lo mismo que cuando eran masivos: rock, mucho rock; del que no necesita efectos especiales. Un rock que se mantiene en pie hasta el amanecer, que se resiste a echar el cierre. Porque Kristin, señores, es de las que duerme con las botas puestas.
Fotos de Pablo Luna Chao.
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Hola, es la primera vez que entro en este blog. El concierto también me pareció maravilloso, pero me dio mucha pena que hubiera tan poca gente. Era la segunda vez que veo al grupo (la otra fue en el Primavera del año pasado) y esta vez me encantó verles tan de cerca... Saludos.
ResponderEliminarHolaa!! A mí también me dio pena...Al principio me sorprendió muchísimo, pero luego pensé que podría verla muy, pero que muy de cerca, y entonces me alegré de ser uno de los "elegidos"..!! Y yo nunca les había visto....así que imagínate!!
ResponderEliminarEspero que sea la primera, pero no la última visita al blog! Trabajo en él con mucho amor por la música, pero comentarios como el tuyo son los que me hacen seguir adelante!
Espero que te guste!!