SÁBADO 26 DE NOVIEMBRE. DÍA 4 Y FINAL.
Desde el principio sabíamos que el día más duro iba a ser el viernes, y que una vez pasada la etapa reina, el final del Festival ya sería mucho más tranquilo y sosegado. No obstante, aún quedaba buenas excusas para acercarse a alguno de los recintos, pero ante la (bendita) sobredosis de música en directo que sufrí la noche del viernes, opté por asistir solo a la sesión nocturna de la Sala Apolo. El menú: Superchunk, Com Truise y James Lavelle. Ignoraba entonces que ese, el del genio creador del selo Mo’ Wax, iba a ser mi último concierto en esta edición del Primavera Club, pues ayer domingo finalmente no pude asistir a ninguno por fuerzas mayores; lo siento fundamentalmente por los Autumn Comets y por EMA, pero otra vez será: uno de los atractivos de este festival, de hecho, radica en saber que los grupos que ves, seguramente, darán tanto de que hablar que puedes contar con la certeza de volver a verlos pronto, y probablemente en escenarios aún más grandes.
Con todo, mi última jornada en el Primavera Club no fue en absoluto decepcionante. Era difícil, si no imposible, superar en calidad y cantidad a la anterior noche, pero aún quedaban algunas sorpresas por darse a conocer. No fueron, obviamente, los veteranos Superchunk, que dieron un concierto de esos en los que la tregua está vetada, y el decaimiento proscrito. La banda de Mac McCaughan repitió su fórmula de guitarreos incesantes y ritmos calientes con ciertas inercias que limitan su abanico de sonidos. De todas formas, el público disfrutó de lo lindo en las primeras filas, porque todas las canciones aportan la misma cantidad de adrenalina vitaminada a quien se acerque lo suficiente. El problema es que da la sensación de que en pocos minutos lo han mostrado ya todo, cuando en otros conciertos cortos parece que apenas ha dado tiempo a vislumbrar la punta del iceberg del sonido de bandas más interesantes. Pienso en Sleep ∞ Over, Still Corners y Unknown Mortal Orchestra fundamentalmente.
El descubrimiento fue otro, y tiene nombre de celebridad: Com Truise. He de reconocer que iba sin tener absolutamente ninguna idea de lo que era esto, pero cuando te fías de una productora, o de una promotora como Primavera Sound, puedes ir tranquilo a casi cualquier cosa. El escenario lo ocupaba una extraña pareja: un hombre pinchando a la derecha, mezclando y haciendo electrónica, y otro al fondo tocando la batería. La propuesta estaba clara: electrónica con base instrumental. Después me enteré que la pareja era en realidad un solo tío, Seth Hayle, el que pinchaba, y que el batería debía acompañarle en las giras. Lástima, porque creo que es el mejor batería que he visto en mi vida; al menos técnicamente. Una batería tipo Battles. Su pegada, seca y aritmética, casi informática, era milimétricamente igual una a la otra. Digo que Com Truise es un solo tío porque ese batería no era humano.
Después, su música tiene algo inusual y atractivo, pero no sabría decir el qué. Visto en directo, su aspecto transmitía lo mismo que Jay y Bob el Silencioso: la capacidad de dibujar con pinceladas aparentemente absurdas, un universo entero lleno de jugo y juego. La música de Hayle tiene el sello de sus ideas imprimida en cada nota. Ideas sencillas, con un punto infantil ochentero, pero con coherencia y empaque, y articuladas con la laboriosidad del artesano. La electrónica de Com Truise parece incluso analógica, es una mecánica abierta en la que uno entra sin dificultad, y se mueve como si caminara a través de esas ruedecitas que hay dentro de los relojes. Es como la música mejorada de un videojuego retro. Pero todo un descubrimiento, y una experiencia en directo.
Mi último objetivo del sábado era comprobar qué iba a sonar exactamente de UNKLE. El representante era célebre, nada menos que James Lavalle, creador del sello Mo’ Wax con tan solo 18 años, y productor de joyas como el …Entroducing de Dj Shadow. Pero quien esperase, como yo, algo de aquel fantástico Psyence Fiction, que editó en 1998, saldría decepcionado. No hay duda que el gusto musical de este productor ha dado importantes frutos a la música electrónica, y era evidente también que el hombre es un profesional de la marcha, de las sesiones y del rollo electrónica-garito. Pero su repertorio se hizo entrecortado, con demasiados momentos de inesperados frenazos y subidones algo descafeinados. Tampoco el público parecía responder como era debido. Más allá de las primeras filas, donde el panorama no era mucho más alentador, se generalizaba el murmullo de las conversaciones. Las copas le empezaban a ganar la partida a la cerveza, y el ambiente, de pronto, dejó de ser el de un concierto.
Me fui de Apolo más que satisfecho el sábado noche. Saciadas con creces todas mis expectativas, y sabiendo por seguro que ya nada me seguiría sumando en calidad, di por cerrada la cuarta jornada. Sin saberlo había dado por cerrado el Festival entero, pero en realidad desde el viernes noche esta en paz conmigo mismo. Conocía a pocos grupos antes de que comenzara, y ninguna me ha decepcionado lo más mínimo; es más, sigo opinando que muchos van a dar el pelotazo en breve. Pero lo mejor, como en cada edición que organiza Primavera, es que sales con el bolsón lleno de nuevos sonidos que antes no podías ni imaginar, nuevos grupos que te han conquistado donde más lo valoramos los buenos consumidores de música: en el escenario, donde se forjan las verdaderas leyendas.
Fotos de Pablo Luna Chao.
También disponible en Alta Fidelidad.
Playlist del Primavera Club 2011 en Spotify.