Elegí el Primavera por su cartel, cuando todavía estaba a medias. Elegí bien la compañía, el alojamiento, la ropa de la maleta. Elegí y confeccioné mi propio calendario, elegí los grupos, las expectativas. Y elegí, finalmente, cumplir mi propio programa en solitario, sin esperar por la cerveza de un colega, las ganas de ir al baño de otro, y las eternas discusiones de grupo de amigos que no saben si ver a Deerhunter o a Explosions in the Sky. Elegí el individualismo para no perderme detalle, y el resultado fue una ruta musical a la carta, completa, que sació completamente mis aspiraciones.
JUEVES 26.05
Con pulsera en muñeca, y la tarjeta monedera inútilmente llena de dinero, empezamos a movernos por el recinto del festival: un inmenso parque a las puertas del mar, en el mismo comienzo de la Diagonal barcelonesa. Apenas pudimos disfrutar de un tema de Toundra, de ese concentrado y enigmático ensimismamiento musical que practican. Triángulo de Amor Bizarro tocaba pronto, a las seis: la hora de la merienda. Fue extraño ver a los vigueses a plena luz del día, vestidos casi de playa; además, el ambiente que generó la poca afluencia de público resultó un poco chocante en el enorme escenario San Miguel. Aún así, los gallegos presentaron su último trabajo, Año Santo, con la misma contundencia a la que nos tienen acostumbrados. Guitarras en ráfagas de fortísimo orvallo eléctrico, voces insolentes, desafiantes, y una batería de guerra que, como siempre, se acelera: los clásicos elementos de un notable Triángulo de Amor Bizarro en directo.
Las gestiones de infraestructura personal ocuparon un buen rato hacia el final de la tarde: Of Montreal y Moon Duo sonaron de fondo mientras tanto; mientras aumentaba el ir y venir de los recién llegados. Y al caer el sol sonó hip-hop en el Ray-Ban. Big Boi reunió a un buen número de personas, tanto dentro de su escenario, como en el público, un tanto desconectado más allá de las primeras filas. Sir Licious Left Food…The Son Of Chico Dusty sonó como tenía que sonar, entre la retórica old-school y la rudeza y voracidad del directo de NTM. Pero era solo hacer tiempo hasta la aparición del gran Nick Cave y sus Grinderman.
Luego hay caminatas que realmente merecen la pena. Como la que nos dimos un montón de afortunados con destino al escenario Llevant pasada la medianoche; el premio: un concierto espectacular de los Interpol. Empezó como son ellos, ordenaditos y cerebrales: repasaron los mejor de su carrera alternando, casi milimétricamente, canciones de su último álbum, Interpol, del Antics, y del Turn On The Bright Light, seguramente lo mejor, en este orden, de la banda neoyorquina. Abrió Success; cerró Obstacle 1; entre medias, todos y cada uno de los temas, interpretados al detalle, con una personalidad abrumadora. Banks hizo lo que quiso con nosotros, y dio un recital monstruosamente bueno. Narc, C’mere, la intrigante The New, los cambios de ritmo entre Evil, Lights y Take You On A Cruise, The Heinrich Maneuver, única canción del Our Love To Admire, y el redoble final con Slow Hands, Not Even Jail y Obstacle 1, fueron momentos absolutamente apoteósicos. Interpol demostró el jueves que su estancamiento compositivo nada tiene que ver con la inmensa calidad que están alcanzando encima de los escenarios.
De vuelta al escenario San Miguel, cansado de la sobreexcitación de los neoyorquinos, asistí sentado en el césped al espectáculo de The Flaming Lips, una banda que aunque no la conozcas en exceso, te hace vibrar, y te hace partícipe de su emoción y de su fuerza. Pero ha sido muy largo, y mañana lo será aún más. Me voy a casa con Slow Hands pegada a la mente.
VIERNES 27.05
Casi sin tiempo para descansar, fui despertado por mi preciosa anfitriona con la noticia del desalojo de los Indignados de Pl. Catalunya. Y para allá que nos fuimos. Tanto ayudar a la reconstrucción provocó que descartara a The Tallest Man On The Earth, y que llegara tarde a ver a M. Ward. Lo poco que vimos, antes de encaminarnos al Llevant, fue suficiente para comprobar lo bien que se mueve este californiano adoptado por Oregon en un gran escenario como es el San Miguel. Su esencia, a raudales, inundó la segunda tarde del Primavera de guitarras españolas, acústicas, de arreglos florales que a muchos nos hicieron pensar, relamiéndonos de gozo, en los Fleet Foxes, y como no, de su deliciosa voz susurrante. Hasta nos regaló una versión de Roll Over Beethoven de Chuck Berry. Costaba irse de allí…
…Pero a mitad del camino hacia el Llevant, M. Ward se va archivando en la memoria, y The National empieza a resonar en mi imaginario selectivo. Escenario lleno, ambiente nocturno, levemente caldeado: las condiciones perfectas para que los de Cincinati partan la pana. La presencia de dos vientos otorgó al concierto una profundidad que nos envolvió a todos de principio a fin; Berninger, además, no parecía estar de humor, y se aferraba al vino lo mismo que a esa voz tan privilegiada que tiene. Fieles a sí mismos, desarrollaron su música sin sobresaltos, pero con las cuerdas siempre bien tensas. La comisura, no obstante, duró poco: Start A War y Anyone’s Ghost, y en seguida dos platos fuertes: Mistaken For Strangers y Bloodbuzz Ohio. Con Slow Show ya nos habían conquistado. The National se marcaron un concierto de esos en los que solo se te ocurre dejarte llevar y disfrutar. Un repertorio centrado en sus dos últimos trabajos, High Violet y Boxer, donde tampoco faltaron All The Wine o Mr. Novembre, que además contó con la aclamada colaboración de Sujfan Stevens (en Afraid Of Everyone y Terrible Love): 17 canciones que convirtieron en eternas e inolvidables.
Volver del escenario Llevant al menos posibilita el tener un rato para uno mismo, para pensar en el próximo objetivo, para repasar el cronograma, para resolver la eterna duda entre Deerhunter y Explosions in the Sky, para evaluar el estado de tu cuerpo en relación a las necesidades más básicas…Todo interrumpido por la impulsiva decisión de última hora de echarle un vistazo a Low. Los de Minnesota aportaron la pausa que necesitaba, el componente slowcore que no puede faltar en el Primavera, y lo hicieron con esa inmaculada calma, con esa perfecta paciencia, con esa intranquila quietud que caracteriza su sonido. Durante su sigiloso espectáculo disfruté del regocijo de la intimidad y, sobre todo, pude decidir finalmente por cual iba a ser mi próximo destino: el escenario Ray-Ban; razón: Explosions in the Sky.
El cuarteto de Austin, bandera tejana en ristre, al contrario que Low, aportó energía pura: un chorreo de post-rock instrumental tremendamente inspirador, pulcro y celestial. Estuvieron simpáticos, hablando ese español tan gracioso de los sureños, haciendo referencia a la Spanish Revolution al finalizar su turno, y muy modestos al pretender, solamente, desatar explosiones en el cielo. En su repertorio solo cupieron 6 canciones: tres de su último álbum, Take Care, Take Care, Take Care, dos del penúltimo, All Of A Sudden I Miss Everyone, y una del The Earth Is Not A Cold Dead Place; probablemente lo más directo y potente de sus últimos trabajos. Explosions in the Sky demostraron en todo momento un dominio abrumador del tempo y de la distorsión, montaron un sonido claro, luminoso y tremendamente esperanzador. Supieron, en definitiva, transformar ese ambiente en un inmenso abrazo musical, lleno de detalles y emociones. Uno podría interpretar que nos mandaban a casa, que nos deseaban dulces sueños, pero supongo que no obviaban la calidad del resto de intérpretes que aún quedaban por salir a escena. Porque al acabar el sortilegio de los Explosions, y cuando las piernas más atestiguaban el cansancio, me di cuenta de que empezaba Pulp en cuestión de minutos.
El show de Jarvis Cocker fue estelar. El escenario San Miguel se quedó enano, y yo aproveché lo desmesuradamente expansivo que fue el concierto para relajarme en el césped, y dejarme seducir por, los hasta ahora desconocidos para mí, Pulp. Porque un festival como el Primavera Sound sirve también para esto: para conocer en su estado puro a artistas que, por hache o por be, no has tenido el tiempo o la fortuna de escuchar antes. Conocía de oídas a este grupo, y muchas de las canciones que sonaron, auténticos himnos, plenamente interpretados por su frontman, me sonaban a rabiar. Las buenísimas sensaciones que transmitieron harán, con toda certeza, que empiece a consumir, uno tras otro, los múltiples trabajos de Pulp. Me dejaron tan satisfecho y animado que, aún siendo ya las 3 de la mañana, decidí darme una vuelta a ver qué estaba haciendo Jamie XX, y ya quisieran muchos garitos sonar así alguna de sus noches. Camino a la salida también me detuve a degustar un poco de Battles, pero las tímidas gotas que empezaron a caer, y la idea de una caminata pasada por agua hasta un metro no abarrotado, me convencieron para emprender la marcha. Caminata al metro, visita fugaz a Pl. Catalunya, y grata sorpresa al llegar a mi hospedaje.
SÁBADO 28.05
Llegó el gran día. El día en que el fútbol y la música, dos de mis grandes pasiones, colapsarían exactamente a las 20:45, hora Champions. Al parecer, PJ Harvey pidió por favor a los organizadores no coincidir con el choque, y así fue: recordaré su concierto como la mejor de las celebraciones de mi vida como aficionado. Pero no fue fácil combinarlo todo, en el día de mayor complicación para el ajuste del programa, el día con más conciertos en mi agenda.
Lo malo de días así es que corres el riesgo de ver medios conciertos, de andar de escenario en escenario a toda prisa sin apenas tiempo de fijarte y disfrutar, y de ejercitar tu cuerpo, sin habértelo propuesto, más que en todo el año. Esto último ocurre cuando, como fue mi caso, tienes que ir al escenario Llevant hasta cuatro veces; total: unos 8 km. En cualquier caso, entré de cabeza a Yuck, una de las promesas del indie, o del pop, o del pop-grunge, o de la etiqueta donde queramos meter a estos chicos. Estuvieron más que correctos en la escasa media hora que tocaron, muy desenvueltos. Realmente no hay muchos sonidos que deban escucharse en concierto a la luz del sol, pero este fue uno de ellos. Get Awat y Operation, probablemente sus dos mejores temas, sonaron seguidos, y sonaron a gran concierto, la verdad.
La primera vez que fui al Llevant esa tarde fue para llevarme una gran decepción: a Warpaint se le hizo grande el escenario, y demasiado complejo su sonido para interpretarlo a pelo, sin el estudio de grabación de por medio. Las chicas están un poco verdes para tocan en tamaño emplazamiento, su sonido quedó desubicado, desenfocado: claramente preparado para lugares cerrados, de techo bajo y atmósfera fosca. De modo que tocó deshacer el camino y dirigir mis pasos al escenario San Miguel, donde ya se preparaba uno de los platos fuertes de esta edición, los milagrosos Fleet Foxes. Porque lo de esta banda de Seattle es un constante frotarse los ojos, una absoluta incredulidad: en cualquier momento se correrá la cortina y veremos al mago, y su enorme equipo de ingenieros musicales, moviendo los hilos de esas máquinas que se hacen llamar Fleet Foxes. Con el sol poniéndose tras el escenario, en una tarde deliciosa de temperatura tenue, los padrinos del neo-folk dieron un repaso intenso, primero al Helplessness Blues, y luego a su asombroso álbum de debut, en un concierto de esos que querrías anclar a la memoria para poder revivirlo una y mil veces. Lástima que los nervios por la final empezaran a hacer mella en mí y en mi atención.
No describiré mis sensaciones como culé en lo relativo al partido; solo diré que no podía ir más contento de vuelta al escenario San Miguel, hacia las 22:30. PJ Harvey no esperó a nadie, empezó puntual como todos, y estuvo grande como pocas. El Let England Shake sonó junto a otros muchos hits de esta artista inconmensurable, de personalidad incalculable. El sabor que me dejó la inglesa en la boca habría sido del todo perfecto si no predominara en ésta el implacable sabor del hambre. Pero no había tiempo, y con el estómago vacío me encaminé, por tercera vez, al escenario Llevant. Aunque lo reconozco: por Mogwai me habría ido andando hasta el extremo opuesto de la Diagonal.
Porque los escoceses lo valen: ya son veteranos. Es la tercera o cuarta vez que los veo, y nunca habían estado tan colosales. Sorprendentes, maduros y muy comunicativos, presentaron más de la mitad de su último trabajo, Hardcore Never Die, But You Will, y completaron el repertorio con los mejores hits de su ya dilatada carrera. Así, no faltaron I’m Jim Morrison, I’m Dead, Travel Is Dangerous, Haunted By A Freak, Mogwai Fear Satan o Auto Rock en un concierto intensísimo y absolutamente abrumador. Varias veces felicitaron al público por la victoria del equipo de la ciudad, y en esta ocasión Martin Bulloch lució la zamarra del Barça, sin olvidar la bufanda de su bien amado Celtic de Glasgow. Pero pocos recordábamos ya la Champions, porque cuando Mogwai toca así, lo invaden todo, colonizan hasta la última de tus células sensitivas; puedes incluso reconocer el tacto de sus notas, su olor: ese perfume de sombrío post-rock, el aroma esperanzador de un apocalipsis liberador. Cuando Mogwai toca así, todo lo que haya fuera del recinto del concierto carece de sentido, pero en cambio tu existencia, la existencia en general, y la vida sobre la tierra, resultan engañosamente claras. No dieron mucha tregua, y el final, con la contundencia de Batcat, resultó un broche perfecto para una actuación sobresaliente.
Entre lo poco que mi cuerpo estaba dispuesto a escuchar ya se encontraban, por fortuna, Animal Collective y DJ Shadow. Asistí a los primeros tristemente sentado junto al obsceno camión de Jack Daniel’s, derrotado ya de tanta emoción. Alcancé a fijarme en el in crescendo de un concierto que acabó siendo un fiestón: una especie de sesión como salida de una frondosa jungla de sonidos que encandiló a un público entregadísimo. Y del segundo apenas vi el último tema, ya de garitazo, porque la organización, al parecer, lo adelantó media hora. Último paseo al Llevant prácticamente en balde. No obstante, el día había sido completo, y podía irme a casa tranquilo y satisfecho. “Tardaré varios días en digerir esto”, pensé mientras abandonaba el recinto. Y así ha sido. Lo único de lo que me arrepiento es el no haber ido el domingo al concierto de The Black Angels de la sala Apolo, pero preferí conocer Barcelona, y de la mejor manera posible. Lo siento por ellos; y también por Deerhunter, Belle & Sebastian, Caribou, Einstürzende Neubauten, Sujfan Stevens, Ariel Pink’s, The Album Leaf, The Fresh & Onlys, Twin Shadow, Cloud Nothing, Ornamento y Delito, por The Walkmen, por Las Robertas…
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