Still Corners son como una aparición fantasmagórica en medio de la noche. Tanto es así, que algunas mañana me levanto pensando que tal vez los he soñado. Pertenecen a un mundo donde las formas no están establecidas, donde lo concreto no existe, y donde cualquier sombra es tan real como el objeto que la proyecta. Tessa Murray y Greg Hughes son el núcleo de esta banda de dreampop británica nacida en 2008 que, desde la edición de su primer Lp, CREATURES OF AN HOUR, han transformado las buenas sensaciones en una realidad. Ya son, oficialmente, una promesa...si es que son reales (si es que estoy despierto mientras escribo esto).
Ahora, una vez dejado de lado el hecho de si son de este o de otro mundo, una vez aceptada la travesía por lo onírico, podemos disfrutar tranquilos de un disco que, probablemente, estará en alguna de las listas de lo mejor del año. Desde luego, según mi criterio y gusto, está ya entre los 3 mejores del otoño. Demuestra que el dreampop está más de moda que nunca, apoyado en la gran paleta de colores, en el gran abanico de sonidos que abre la era electrónica. Pero aunque la referencia indiscutible de Still Corners sea Cocteau Twins, están mucho más cerca de bandas como Deerhunter, Beach House, Beach Fossils, Wild Nothing o incluso Warpaint: dreampop del siglo XXI.
Todas las canciones son de una nocturnidad exacerbada. No pueds imaginarte a Tessa con otra cosa que un camisón blanco (o negro) a la brisa de la noche, transparentando frente a una ventana abierta. El sonido pálido de Still Corners vale también para los amaneceres lentos, de días que pueden ser el último. Lo notamos ya en sus dos primeras canciones: el acogedor eco de Cuckoo se transforma en una premonitoria y angustiosa Circulars. El teclado, que recuerda subliminalmente al Exorcista, el grito ahogado de la guitarra, y esa batería que corre, huye o se apremia por salvar la vida, hacen de esta canción, mi preferida de todo el Cd, una llamada a la sensatez, una advertencia, un alegato al estado de guardia. Porque los que más pueden amar son lo que más pueden sufrir. (Los que más tienen son los que más pueden perder)
Ahora, una vez dejado de lado el hecho de si son de este o de otro mundo, una vez aceptada la travesía por lo onírico, podemos disfrutar tranquilos de un disco que, probablemente, estará en alguna de las listas de lo mejor del año. Desde luego, según mi criterio y gusto, está ya entre los 3 mejores del otoño. Demuestra que el dreampop está más de moda que nunca, apoyado en la gran paleta de colores, en el gran abanico de sonidos que abre la era electrónica. Pero aunque la referencia indiscutible de Still Corners sea Cocteau Twins, están mucho más cerca de bandas como Deerhunter, Beach House, Beach Fossils, Wild Nothing o incluso Warpaint: dreampop del siglo XXI.
Todas las canciones son de una nocturnidad exacerbada. No pueds imaginarte a Tessa con otra cosa que un camisón blanco (o negro) a la brisa de la noche, transparentando frente a una ventana abierta. El sonido pálido de Still Corners vale también para los amaneceres lentos, de días que pueden ser el último. Lo notamos ya en sus dos primeras canciones: el acogedor eco de Cuckoo se transforma en una premonitoria y angustiosa Circulars. El teclado, que recuerda subliminalmente al Exorcista, el grito ahogado de la guitarra, y esa batería que corre, huye o se apremia por salvar la vida, hacen de esta canción, mi preferida de todo el Cd, una llamada a la sensatez, una advertencia, un alegato al estado de guardia. Porque los que más pueden amar son lo que más pueden sufrir. (Los que más tienen son los que más pueden perder)
CREATURES OF AN HOUR es un disco melancólico, teñido de una tristeza luminosa y abierta a la esperanza. Es un álbum de recogimiento; no es un escondite para animales heridos que ya solo esperan la muerte, sino más una zona de boxes oculta, oscura y mullida donde lamer los rasguños del inevitable roce de la vida. Endless Summer tiene ese aspecto de guarida, y el final propio de un arranque de restauración sentimental. Into The Trees, por el contrario, es ya una composición sana y fuerte de corazón, con el sabor del típico dreampop despreocupado y medio pijo del nuestra época. Rico musicalmente, pero quizá excesivamente ensimismado y vanidoso. Que los Still Corners se gustan a sí mismos queda claro en el final de este tema: las lluvias tibias de guitarra sobre el teclado son su hábitat natural.
Hasta ahora, está claro que la voz de Tessa Murray no nos ha pasado inadvertida. Pero es en The White Season cuando, a modo de nana, la muestra más desnuda y expuesta. Poco a poco, en nuestra mente, se aleja más y más de Liz Fraser y de las damas oscuras y pálidas de los '80-'90. Su voz, a estas alturas, se ha erigido como SU voz, y no como la que se parece a la de otra. Y para cuando suena la genial I Wrote In Blood, su tono nos parece ya algo categórico. El teclado y su escala nos recuerda a Circular, y nos recuerda también que, aunque vivamos intentando olvidarlo, hay siempre un mal presagio sobre todos nosotros, un drama en ciernes allá donde haya vida, allá donde solo hay muerte al final de cada camino. Se palpa el dolor en este tema, pero también la fortaleza de los materiales nobles, con los que se hacen y conformar los seres humanos.
Para cuando suena The Twilight Hour uno ya ha captado el mensaje del disco, los susurros de Tessa se han instalado cómodamente junto a nuestro tímpano, y el lento discurrir del dreampop nocturno de estos ingleses nos parece ya lo más natural del mundo. A medio camino entre la tensión de la incertidumbre y la quietud de la calma, se mueven la mayoría de las canciones, como Velveteen; y otras como Demons son tan solo la expresión de la rendición ante la constante y oscura amenaza que siempre nos rodea. El colofón y cierre de CREATURES OF AN HOUR es quizá la canción que emana mayor seguridad: Submarine tiene un ritmo suficientemente acelerado que no permite que el disco se acabe entre la somnolencia y la rendición.
Y cuando acaba el Cd, y lo has escuchado atentamente por fin te das cuenta que sí que son reales. Muy reales. Solo que en lugar de tener cuerpo y presencia física, son pura música sostenida por capas y capas de alquimia sónica.
Hasta ahora, está claro que la voz de Tessa Murray no nos ha pasado inadvertida. Pero es en The White Season cuando, a modo de nana, la muestra más desnuda y expuesta. Poco a poco, en nuestra mente, se aleja más y más de Liz Fraser y de las damas oscuras y pálidas de los '80-'90. Su voz, a estas alturas, se ha erigido como SU voz, y no como la que se parece a la de otra. Y para cuando suena la genial I Wrote In Blood, su tono nos parece ya algo categórico. El teclado y su escala nos recuerda a Circular, y nos recuerda también que, aunque vivamos intentando olvidarlo, hay siempre un mal presagio sobre todos nosotros, un drama en ciernes allá donde haya vida, allá donde solo hay muerte al final de cada camino. Se palpa el dolor en este tema, pero también la fortaleza de los materiales nobles, con los que se hacen y conformar los seres humanos.
Para cuando suena The Twilight Hour uno ya ha captado el mensaje del disco, los susurros de Tessa se han instalado cómodamente junto a nuestro tímpano, y el lento discurrir del dreampop nocturno de estos ingleses nos parece ya lo más natural del mundo. A medio camino entre la tensión de la incertidumbre y la quietud de la calma, se mueven la mayoría de las canciones, como Velveteen; y otras como Demons son tan solo la expresión de la rendición ante la constante y oscura amenaza que siempre nos rodea. El colofón y cierre de CREATURES OF AN HOUR es quizá la canción que emana mayor seguridad: Submarine tiene un ritmo suficientemente acelerado que no permite que el disco se acabe entre la somnolencia y la rendición.
Y cuando acaba el Cd, y lo has escuchado atentamente por fin te das cuenta que sí que son reales. Muy reales. Solo que en lugar de tener cuerpo y presencia física, son pura música sostenida por capas y capas de alquimia sónica.
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