THE PAINS OF BEING PURE AT HEART + DULCE PÁJARA DE JUVENTUD. Barcelona, 13-11-2012




No resulta demasiado habitual la trayectoria de The Pains Of Being Pure At Heart este año en Barcelona. Después de sacar dos discos extraordinarios en 2009 y 2011, de ganar un montón de fama y seguidores dentro del mundillo indie pop-noise, y de llegar casi a llenar la sala 2 de Razzmatazz a principios de año, lo normal habría sido que su cotización y popularidad hubieran seguido aumentando. Pero se ve que en su caso no, ya que ayer tocaron de nuevo en la condal, y esta vez fue en la sala BeCool, de tamaño bastante más reducido. De modo que se puede esconder el hecho bajo diversos eufemismos como: “en un ambiente más íntimo” o “un concierto exclusivo”; o se puede hablar con franqueza (incluso usando metáforas): cuando cuesta arriba un coche no tira, hay que bajarle la marcha. La realidad, sin embargo, será igualmente la misma: los Pains siguen sin convencer del todo en directo, y consecuentemente han perdido público.

Hace tiempo que arrastran esta cuenta pendiente, pero se fue haciendo más notable a medida que aumentaba su fama, y el contraste con lo que de ellos se iba esperando. Así que, sin que esto sirva de menosprecio para con la sala, opino que se han visto relegados a una especie de 2ª división del directo barcelonés. Un emplazamiento que, sin embargo, tal vez les haya proporcionado un contexto más adecuado y propicio para ganar en seguridad, comodidad, y para hacer que el coche tirase más. Y los de NYC, reforzando el carácter noise y garagero, plantearon una versión de sí mismos más sucia y pretendidamente imperfecta de lo habitual, engordándole la talla a las guitarras, dando en el clavo con distorsiones más incisivas, y subrayando muchas de las mejores transiciones, que en otras ocasiones más solemnes han quedado lamentablemente des-acentuadas.

En cualquier caso, asistimos anoche (el martes) a la BeCool con la intención de comparar a una banda en aparente (y esperamos que superable) declive, con otra claramente emergente, los locales Dulce Pájara de Juventud, y con la equivocada sospecha de que los segundos nos gustarían más que los primeros. Puede que The Pains Of Being Pure At Heart no hicieran nada de otro mundo, que Kip Berman no aguantara su propio ritmo inicial, desafinando desde la mitad del concierto, puede incluso que hayan renunciado a varios de los atractivos que les lanzaron a la fama, como a las voces en dúo, o al falso anestésico ambiental que ponía de manifiesto la acidez latente en su pop post-adolescente. Pero al menos no se dejaron superar por los teloneros. Instrumentalmente estuvieron bastante acertados, aunque usaran brocha donde antes pincel.

Hicieron sonar, además, sus canciones más conocidas y apreciadas, para regocijo de un público que se lo pasó bien. Belong, Stay Alive, Young Adult Friction o This Love Is Fucking Right!, ya como cierre, no podían faltar. Por el contrario, lo más llamativo del concierto de Dulce Pájara de Juventud fue que no tocaron su canción más carismática, Nacer 3. Según confesaron a poco de acabar su concierto los propios miembros del grupo ante declaradas peticiones del público, el Pastor Paniagua se había quedado en casa esa noche. Y con él, todo lo especial que parecía podía aportar esta banda al plan desvirtuado de los Pains. Imagino que detrás de este desliz habrá una vocación más conceptual de su propia música, una voluntad de no dependencia de uno o varios temas icónicos: abogaron más por el espíritu efímero de temas como Feel, Gigalove o Junios vs. Death, que por esa actitud siniestra (en el sentido de retorcida) y atrevida de que es bandera su ausente tema estrella.

No fue, por tanto, una noche de altos vuelos. Unos teloneros deshinchados, casi como una banda cualquiera más, muy por debajo del nivel que se espera de ellos; y una especie de joven y prematura vieja gloria, venida a menos, que sin embargo demuestra que aún tiene ansias y márgenes de mejora. Sin llegar a hablar de renacimiento, creo que The Pains Of Being Pure At Heart, asumido su cambio de rol en el panorama que les vio nacer, aún pueden enderezar el rumbo hacia niveles en concordancia de sus discos. Por otra parte, Dulce Pájara de Juventud, debería empezar a sacar partido a sus virtudes si no quieren acabar como los norteamericanos; que no es poca cosa, pero creo que pueden aspirar a más, al menos a nivel nacional.

Fotos de Pablo Luna Chao.

También disponible en Alta Fidelidad.

CALEXICO. Barcelona, 11-11-2012



Una casa de puertas abiertas.

Repasando esta mañana los motivos por los cuales el concierto de anoche de Calexico en la sala Apolo me pareció tan sobresaliente, me he dado cuenta de que, en el fondo, tampoco me sorprendieron tanto. Pero no porque esperara más de ellos, sino por todo lo contrario: de Calexico ya no sorprende la asombrosa capacidad cinemática, estilística y de hacer de la música el arte del encuentro entre gentes y culturas distintas; ni la extraordinaria variedad de instrumentos que complementan al dúo original, en continuas explosiones étnicas y rítmicas; ni, por supuesto, el impresionante peso que tienen Convertino y Burns, veterano cada uno en su papel, sobre el escenario. Por eso verlos en directo, por fin, más que admiración o sorpresa, lo que genera es algo parecido al cumplimiento de un sueño recurrente, tantas veces idealizado, que se hace realidad tal y como siempre lo habíamos imaginado: familiar, pero igualmente maravilloso.

Debe ser así cada vez, ya que la casa de Calexico está allá donde van, porque es la música misma; y siempre tendrá las puertas abiertas para convidados sonrientes. Ayer montaron una noche espectacular, de plena conexión con un público entregado, incluyéndonos a todos en una comunidad, la suya, que cuenta con amigos y colaboradores en cada ciudad que pisan. Compartió escenario con ellos Amparo Sánchez, por ser Barcelona, e interpretaron canciones juntos que forman parte de la historia de ambos. Dejaron ver, además, como buenos anfitriones de un hogar como el suyo, todos los rincones de su obra, y presentaron lo justo de su último trabajo, Algiers (ANTI-, 2012), perfectamente diluido en un repertorio mucho más amplio y ambicioso basado en el abanico de ritmos que tan bien dominan, desde lo alto de la América hispanohablante, los de Tucson.

Pioneros en la re-conceptualización del folk desde mediados de los ’90 (sin incluir su etapa en Giant Sand), Convertino y Burns han hecho carrera al borde de la frontera más extensa del mundo, demostrando en cada trabajo su ascendencia anglosajona, su admiración por la cultura mejicana, y una capacidad sincrética difícilmente comparable, incluso dentro del panorama neofolk. Tal vez porque, en cierto modo, esta banda no atiende solo a las tradiciones musicales que conoce, sino que intenta remontarse y reunir a toda la familia descendente de la música española, de la criolla desarrollada en cada sitio conquistado, reconquistado y mezclado, en el interior de su propio sonido: en el salón de un hogar que siempre se mueve al ritmo patriarcal de John Convertino, y bajo el acogedor tono de voz de Joey Burns.

Ayer montaron y abrieron la Casa de Calexico en el escenario de la sala Apolo, en un concierto organizado por Live Nation, y teloneado por Blind Pilot, unos amigos de Oregón con los que, ya en los bises y a viva voz, interpretó Burns Look At Miss Ohio, de Gillian Welch. Fue, con toda certeza, el momento emotivo más íntimo de la noche. Porque el resto, 20 canciones repartidas en dos horas, fueron pura extroversión. Y no solo porque en el setlist no quedara apenas hueco para el tipo de balada bajo el sol del desierto de Calexico, al margen de Para, hacia la media hora, y de The Vanishing Mind, con la que acabaron el concierto. Sino porque tal vez sea imposible o contradictorio emitir un sonido eminentemente solitario (el de canciones como Black Heart o Fortune Teller, por ejemplo, que sí sonaron en Madrid), con tanta gente, y tan buena, en el escenario. Es demasiado buena la compañía como para que pasen inadvertidos, así que, ¿para qué esconderlos? ¡Qué pasen todos y sean protagonistas!

Porque lo de Calexico es otra historia: del dúo original se ha conformado una banda estable, pero además, lo han hecho desde una concepción totalmente orquestal que ya se respiraba en los Cds. Puede que todo parta de una batería, una voz y una guitarra acústica, con una gran composición en bruto, pero se le suman nada menos que un contrabajo, un xilófono de los que tienen tubos por debajo, cientos de teclados, eléctricas, españolas, un acordeón, maracas, una steel guitar que maneja Jairo Zavala (de DePedro y Vacazul) como si hubiera nacido en Arkansas, y ese par de trompetones que tan bien remarcan el carácter festivo y de celebración que propuso ayer Calexico. Abrieron con Epic, pero en seguida demostraron por dónde querían ir: a través de Across The Wire, de Minas de Cobre y, en un final que podía haberse dilatado horas, con Alone Again Or, Puerto y Güero Canelo, hacia la gran orquesta del mestizaje. Incluso en la vertiente rumba-funk-rock de Crystal Frontier, en los bises, con un Zavala estelar.

No obstante, no resulta casual que empezaran y acabaran como lo hacen en su último trabajo. Lo tocaron de manera esencial, escogiendo muy bien qué temas y cuándo ponerlos; integrando a la perfección, por ejemplo, Maybe On Monday entre Sunken Waltz, Two Silver Trees, Victor Jara’s Hand y All Systems Red, varillas maestras del abanico de sonidos de Calexico. O Para, justo después de que Amparo les ayudase con Roka y Muchacho, antes de Minas de Cobre, y de que volviera la ex de Amparanoia a cantar Inspiración. Pero en absoluto el concierto se centró en Algiers: fue la expresión más festiva e incisiva del alma visible de la banda, tirando de grandes hitos del Carried To Dust (Quarterstick, 2008), del Garden Ruin (Qaurterstick, 2006) y el Feast Of Wire (Quarterstick, 2003), e incluso del The Black Light (Quarterstick, 1998).

Demuestran, ante todo, mucha complicidad. Entre todo ellos, con sus invitados y colaboradores, y tratan de establecerlo también con el público. En su repertorio había espacio para el lucimiento de todos los instrumentos; y así, a la hora de presentar Burns a su banda, los aplausos se repartieron equitativos entre todos ellos. Pero de aquel alma visible del que hablaba antes, o de ese hogar acogedor que propician entre todos, sobresale callada la figura perenne de John Convertino. Omnipresente en el pulso de cada punteo o lamento de steel, y en cada ritmo, sea de donde sea, dirigió este auténtico conciertazo desde el ángulo derecho del escenario, siempre cerca de Burns. Son los responsables de una música que le ha dado a las fronteras un significado completamente distinto: el de la unión. Hasta bendijeron a una pareja (pensamos que) en luna de miel que se acercó al escenario, invitándolos a champán. El mundo sería un lugar mucho más armonioso y alegre si fuera siempre un concierto de Calexico.

Fotos de Pablo Luna Chao.

También disponible en Alta Fidelidad.

Escucha el setlist (casi entero) del concierto en Spotify.

O Míralo aquí!)

LOTUS PLAZA (Barcelona, 07-11-2012)



Como una fábrica de tejidos.

Resulta curioso lo poco identificables que son, por lo general, los componentes de los grupos, incluso los de los más icónicos, cuando no les vemos en su contexto habitual. Probablemente si nos cruzáramos por la calle a Robert Smith nos daríamos cuenta; pero la cosa cambia, y es normal, si se trata de, yo que sé, del batería de Sigur Rós, o del bajista de Radiohead, o del de Wilco. E incluso en su contexto natural, como un escenario, muchas veces ni siquiera nos vale con sus nombres de pila. Habría que tener mucha memoria, más allá de las fijaciones concretas, que existen. Por ejemplo, si nos dicen que Lockett Pundt da un concierto, es probable que nos quedemos igual que si nos dicen Fulanito Pérez; si te dicen Lotus Plaza, el nombre de su nuevo proyecto, ya puede que te suene un poco; pero ahora, si te dicen que es el otro guitarrista de Deerhunter, el que no es Bradford Cox, entonces vas corriendo porque piensas que se pueden acabar las entradas.

Pero no fue así. Tal vez por la concurrencia de conciertos (The Walkmen, Boys Noize, Blind Melon...), o quizá por lo extremadamente anti-mainstream del evento, recluido en la pequeña sala La[2] de Apolo, que ni siquiera dio visos de llenarse. Primavera Sound preparó esta noche íntima con Lockett Pundt, mientras mantiene el suspense sobre el substituto de Cat Power, cabeza de cartel retirada del mismo tras semanas de rumores, a un mes escaso del Primavera Club: fue sin duda el tema de conversación de todos los corrillos. Y así, en un ambiente extraño dentro del relax, tras la apertura de Gabriel y Vencerás, Lotus Plaza presentó ante el público barcelonés su segundo trabajo, Spooky Action At A Distance (Kranky, 2012), en un concierto denso y frágil a la vez.

Dicen que Pundt se ha quitado el miedo escénico, pero difícilmente podrá deshacerse de su aspecto de chico bueno: lidera un grupo de cinco que parece recién salido de la clase de química, con jersey de rayas, bien peinado, cara de no haber roto un plato en su vida; y anillo de casado a los 30. Es la parte pulcra y ordenada de Deerhunter. Anoche, en un directo pop-noise total, demostró cómo crea esa capa de espesa guitarra, translúcida y brillante, y cómo la deja crecer en la inercia, sin llegar a tocar ni un pelo la psicodelia, el caos o el desorden más mínimo. Domó un sonido que puede llegar a ahogarse en sí mismo, limó estridencias constantemente y completó el itinerario debido en cada canción, pero no logró imponerse sobre el escenario y las circunstancias. Resultó, pese a la condensación y al correcto funcionamiento de la música propiamente dicha, un directo un tanto frío, además de corto.

De su amigo Cox se le han pegado cosas. Coexisten en universos paralelos, afinados en la misma frecuencia, aunque Pundt no parece tan versátil a la hora de sumar notas y melodías a esas bases atmosféricas que tan plenamente domina. Reconocemos en Lotus Plaza el mismo discurrir que Deerhunter sí tiene y Atlas Sound no. Pero esa aceptación del feísmo y de la imperfección que se permite en Lotus Plaza, cantando como le viene, no casa con la imagen que da de chico bueno con pánico al ridículo. Es curiosa la especie de sana necesidad musical que se tienen el uno del otro, al rededor de la banda nodriza, sin que eso afecte a sus respectivas personalidades creativas; la de Pundt es innegable, pero le falta bastante carisma.

Lotus Plaza desplegó anoche toda la gama de materiales textiles en la textura de las capas resultantes de un bajo, un teclado, una guitarra que casi redobla al primero, y otra, la de Pundt, que planea con punteos básicos, repetitivos, y de pincelada gorda. Su destacada aportación al sonido de la banda consiste en ese firme discurrir sedoso, casi líquido, que puede ser concreto y directo como en White Galactic One o Stranger, o que puede alargarse diez minutos como en Come Back, temas con los que abrió el recital. Podría decirse que su música es la sonoridad pacífica de una corriente de agua, de un torrente que baja lento, en apariencia, pero que esconde fuertes mareas por debajo de la superficie. Tal vez apreciable solo por aquellos que perderían una tarde entera viendo transcurrir la vida en la orilla de una río.

Fotos de Pablo Luna Chao.

También disponible en Alta Fidelidad.

GODSPEED YOU! BLACK EMPEROR. Barcelona, 31-10-2012



Esto no es una crónica.

Hace unos años leí en un artículo completísimo de El País Semanal que aun a estas alturas de la historia se puede considerar que al rededor del 95% de la población mundial es, de algún modo, creyente de alguna religión o practicante de un sistema de creencias colectivo. El ateísmo sigue siendo una extraordinaria rareza, y el proceso de secularización, anunciado ya por Maquiavelo en el siglo XVI y casi certificado por Nietzsche en el XIX, o es una es una gran falacia, o su ritmo es tan lento que apenas ha avanzado en cinco siglos. El humano es un ser creyente por naturaleza, o al menos tiende a buscar cobijo para su alma mortal bajo algo inmenso que le supere y que sea eterno. Y aunque no sean más que creaciones o proyecciones suyas, los Dioses o las fuentes de fe a las que se venera, no dejan de adquirir verdadera entidad: son reales e inconmensurables.

Puede que la mayoría de los que asistimos ayer al concierto de Godspeed You! Black Emperor en la barcelonesa sala Apolo nunca hayamos participado en una misa, o en una ceremonia de cualquier religión, al menos creyéndonoslo; pero reconocemos su poder de sugestión, ya que, en cierto modo, tuvimos también nuestra propia liturgia. Los canadienses no son una banda al uso: 8 músicos, 0 micrófonos, un sexteto de cuerda electrificada y dos baterías; un sonido que lleva al extremo el concepto de post-rock instrumental progresivo, y que consigue hipnotizarnos en directo como si estuviéramos viendo la revelación. Si los discos de Godspeed You! Black Emperor son como libros sagrados, de lectura ritual íntima, sus conciertos son ceremonias que celebran el misterio.

Podía cuadrar todo a la perfección en una profecía maya: luna casi llena, noche de Halloween, año 2012, y los Godspeed You! Black Empeor que vuelven a los escenarios, y con disco nuevo. Parece la última señal que anuncia el apocalipsis: hoy podría ser el último día de muertos. De modo que la noche prometía. El halo de desconocimiento y excepcionalidad que envuelve a este colectivo canadiense provoca que el público respete sus tiempos, su nula interacción con el público a nivel personal y que se sienta parte integrante de un acto conjunto de sometimiento a algo más grande. Pienso que ellos mismos re rinden ante lo que son capaces de crear, y así en la música, a modo de iglesia, nos unimos todos: predicadores y nosotros, simples devotos, rehuyendo ellos el protagonismo.

Dead Rat Orchestra fueron los teloneros, y tras unos buenos 5 minutos de sonido en frecuencia descorcha-chakras, que ya era parte del concierto, los Godspeed You! Black Emperor fueron apareciendo poco a poco sobre un escenario lleno de instrumentos, pedales y conexiones de todo tipo. Ellos mismos habían afinado previamente, y lo habían dispuesto todo en semicírculo, de cara al público pero ignorándolo. Y entonces empezó todo. Personalmente no me importó lo que tocaron, ni voy a decir que esto o lo otro sonó mejor o peor, sencillamente porque me sobrecogieron, y mi opinión está alienada. Pero fueron 2 horas de increíble éxtasis musical, un derramamiento orquestal de progresiones, armonías y un constante homenaje al caos, observado en su esencia, y traducido a un lenguaje métrico monumental y terriblemente profundo.

Tampoco creo que haya que ahondar demasiado en quiénes son, ya que se mantienen al margen de la farándula de la mercadotecnia. Solo importa que dan voz a dos bajos, tres guitarras, dos baterías, un violín y un contrabajo (uno de los bajistas), y que sus canciones, de 15 minutos de media, parece que nacen en las nebulosas del Big Bang para morir más allá del fin de la raza humana, cuando el universo se disuelva lánguido en sí mismo. Y nos dejamos arrastrar por sus subidas y bajadas, confiando en ellos como Dante en Virgilio para visitar los infiernos, luego el purgatorio y, con un poco de suerte, para salir de Apolo como quien asciende al paraíso: en una nube, y repleto de una rebosante y agridulce sensación de fe y esperanza.

Hay algo oscuro, poderoso y bestial entre las sombras que proyecta la música de Godspeed You! Black Emperor: algo que parece desenmascarar una dramática verdad que hay en todos nosotros, y en todo cuanto nos rodea. Parecen conectar con la frecuencia de lo inexplicable, y se postulan como nexo de unión entre el suelo y lo que hay más allá del cielo, en el profundo y silencioso abismo del universo, sirviéndonos en bandeja el misterio de la creación, de la existencia, y del inmenso poder que la música y el arte pueden llegar a transmitir. En los albores del Siglo XXI, algunos hemos cambiado a nuestros viejos Dioses de papel por las pequeñas e innumerables piezas de divinidad que son las obras de arte; y a los antiguos mesías por los artistas como Godspeed You! Black Emperor

Fotos de Pablo Luna Chao.

También disponible en Alta Fidelidad.