Cuestión de gustos.
Una de las virtudes que más admiro del arte, y de la música en particular, es la inmensa diversidad de gustos que permiten. Cualquier razonamiento crítico o pretendidamente académico puede quedar desarticulado o invalidado con la simple frase “ya, pero me gusta/ya, pero no me gusta”, en sus dos vertientes aceptadas. Y punto. Porque aunque se agradezca una explicación argumentada, viene a ser como el “porque no” de las madres: categórico, algo que hay que respetar sí o sí, aunque no estemos de acuerdo. Luego lo que hacemos los que tratamos de transmitir objetivamente lo visto u oído en palabras, puede estar en sintonía o no con las opiniones de los demás, aunque en el fondo no deje de ser otra más; argumentada, en el mejor de los casos.
Digo esto porque en ocasiones reseñamos conciertos donde notamos unanimidad en la valoración que el público asistente hace del mismo, y en otras, constatamos cómo a unos les ha gustado y a otros no. Y el concierto que dio ayer en la sala Apolo Twin Shadow, pertenece al segundo grupo. Aunque no deja de ser algo normal, algo que puede pasar, creo que sucede más, por ejemplo, cuando la banda o el sonido no están del todo cuajados o definidos: cuando parte del público, quizá, espera una cosa, y los demás otra. O cuando unos advierten carencias o insuficiencias, y otros las pasan por alto porque simplemente disfrutan con la música. Creo que las hubo, pero no contradeciré a aquél que se lo haya pasado bien.
El concierto lo organizaba Primavera Sound, tras haberlos traído ya a la edición del festival de hace dos años. Muchos venían a refrescar el buen recuerdo que dejó aquí entonces (yo, por el que me dejó ese mismo verano en el Paredes de Coura), y animados por el atractivo continuista de la fórmula de su segundo Cd, Confess (4AD, 2012). Twin Shadow gira en torno al guitarrista y vocalista dominicano (solo de nacimiento) George Lewis Jr., pero tras el pararrayos mediático que es su frontman, hay un grupo bastante interesante, aunque no peguen demasiado entre ellos. Y el tema funcionaba cuando Lewis interaccionaba bien con alguno o con todos los demás de la banda; cuando no quedaban huecos vacíos entre instrumento e instrumento.
Porque por momentos me pareció que el sonido estaba descompensado, que pesaban demasiado la guitarra, el bajo o la batería, y que en varias ocasiones, sobre todo en algunas de las canciones más destacables (como Slow o Castles In The Snow), la propia voz de Lewis quedaba sepultada por alguno de éstos. Increíblemente, ya que resulta quizá el elemento bandera de Twin Shadow. Cuando se le oyó cantar estuvo bien; y a la guitarra también; pero Andy Bauer, a la batería, estuvo sencillamente alucinante. Creativo, flexible y contundente, a la par que sutil y detallista, su aportación al sonido de la banda en directo solo es comparable a la labor estructural de las paredes de un templo como el Taj Mahal o la Basílica de Santa Sofía de Constantinopla. Más allá del magnetismo y la fotogenia de Lewis, mi concierto estuvo allá atrás.
Así que creo que en cierto modo adolecen de una ligera indefinición básica sobre si son un grupo de verdad, o solo una banda que acompaña a un tío con nombre de grupo. La personalidad de Lewis en el centro del escenario, cometarios y engreimiento a parte, es evidente, pero no me ha convencido como líder que favorece la cohesión de su banda: si los demás dan lo mejor de sí mismo, no parece que sea 100% en beneficio del colectivo. Falta compromiso; o eso me pareció leer entre los renglones mudos del pentagrama.
No obstante, como he dicho al principio, creo que esta no es la única lectura posible de la noche. En general, al margen de meticulosidades que pueden olvidarse con un punteo acertado (que los hubo, y muchos) o un tema bien entonado, resultó un concierto intenso y vistoso. Su dream pop sintético sonó duro y fuerte, resultón para un baile entre la pose pseudo-rapera y el romanticón tipo latino norteamericano (Weeknd es el modelo canadiense, con mejor planta), que tan bien representa este George Lewis Jr., que aunque se permite poner en duda prematuramente la nacionalidad compatriota de un asistente, no tiene ni papa de castellano.
Digo esto porque en ocasiones reseñamos conciertos donde notamos unanimidad en la valoración que el público asistente hace del mismo, y en otras, constatamos cómo a unos les ha gustado y a otros no. Y el concierto que dio ayer en la sala Apolo Twin Shadow, pertenece al segundo grupo. Aunque no deja de ser algo normal, algo que puede pasar, creo que sucede más, por ejemplo, cuando la banda o el sonido no están del todo cuajados o definidos: cuando parte del público, quizá, espera una cosa, y los demás otra. O cuando unos advierten carencias o insuficiencias, y otros las pasan por alto porque simplemente disfrutan con la música. Creo que las hubo, pero no contradeciré a aquél que se lo haya pasado bien.
El concierto lo organizaba Primavera Sound, tras haberlos traído ya a la edición del festival de hace dos años. Muchos venían a refrescar el buen recuerdo que dejó aquí entonces (yo, por el que me dejó ese mismo verano en el Paredes de Coura), y animados por el atractivo continuista de la fórmula de su segundo Cd, Confess (4AD, 2012). Twin Shadow gira en torno al guitarrista y vocalista dominicano (solo de nacimiento) George Lewis Jr., pero tras el pararrayos mediático que es su frontman, hay un grupo bastante interesante, aunque no peguen demasiado entre ellos. Y el tema funcionaba cuando Lewis interaccionaba bien con alguno o con todos los demás de la banda; cuando no quedaban huecos vacíos entre instrumento e instrumento.
Porque por momentos me pareció que el sonido estaba descompensado, que pesaban demasiado la guitarra, el bajo o la batería, y que en varias ocasiones, sobre todo en algunas de las canciones más destacables (como Slow o Castles In The Snow), la propia voz de Lewis quedaba sepultada por alguno de éstos. Increíblemente, ya que resulta quizá el elemento bandera de Twin Shadow. Cuando se le oyó cantar estuvo bien; y a la guitarra también; pero Andy Bauer, a la batería, estuvo sencillamente alucinante. Creativo, flexible y contundente, a la par que sutil y detallista, su aportación al sonido de la banda en directo solo es comparable a la labor estructural de las paredes de un templo como el Taj Mahal o la Basílica de Santa Sofía de Constantinopla. Más allá del magnetismo y la fotogenia de Lewis, mi concierto estuvo allá atrás.
Así que creo que en cierto modo adolecen de una ligera indefinición básica sobre si son un grupo de verdad, o solo una banda que acompaña a un tío con nombre de grupo. La personalidad de Lewis en el centro del escenario, cometarios y engreimiento a parte, es evidente, pero no me ha convencido como líder que favorece la cohesión de su banda: si los demás dan lo mejor de sí mismo, no parece que sea 100% en beneficio del colectivo. Falta compromiso; o eso me pareció leer entre los renglones mudos del pentagrama.
No obstante, como he dicho al principio, creo que esta no es la única lectura posible de la noche. En general, al margen de meticulosidades que pueden olvidarse con un punteo acertado (que los hubo, y muchos) o un tema bien entonado, resultó un concierto intenso y vistoso. Su dream pop sintético sonó duro y fuerte, resultón para un baile entre la pose pseudo-rapera y el romanticón tipo latino norteamericano (Weeknd es el modelo canadiense, con mejor planta), que tan bien representa este George Lewis Jr., que aunque se permite poner en duda prematuramente la nacionalidad compatriota de un asistente, no tiene ni papa de castellano.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Versión de Joan Carles Isern en Alta Fidelidad.
Escucha el setlist del concierto en Spotify.
(¡O míralo aquí!)