ARCHIVE



Breves coordenadas del género.

En los años '30 Marc Bloch y Lucien Febvre crearon en Francia una revista de Historia que resultó ser tremendamente revolucionaria. 'Annales' abogaba por un discurso histórico total, sin fragmentaciones. Atentaba contra el método alemán historicista que, atendiendo a una obsesiva y pulcra plasmación de los datos, dividía la historia en pequeñas cajoneras separadas que contenían la Historia social, la económica, la política, con la interior en un cajón, y la exterior en otro. Así tendemos a hacer aquellos que escribimos sobre musica: etiquetamos, clasificamos, y metemos en inmensos sacos todo sonido, elemento musical o artista que pase frente a nosotros, sin ningún tipo de contemplación. Justo o no, ése es el método que tenemos nostros para explicar y describir la música; y ellos, quizá en su obligación, han de huír del clasificado, renegar de la etiqueta impuesta, desencasillarse y evolucionar. Así nacieron términos como el de trip-hop.

Cuando me preguntan, suelo definirlo como un sonido que se hizo en Bristol entre 1994 y 1998 que, pese a no haber sido reconocido por sus supuestos progenitores, y haber desaparecido casi absolutamente, ha influido enormemente en importantes ramas de la música contemporánea. Portishead, Massive Attack y Tricky son la referencia indiscutible. Negándola en su momento, y abandonándola después, han hecho de esta música un lujo de existencias limitadas, una minúscula rareza irrepetible, completamente no-atemporal (que en este caso aumenta su valor), un híbrido genético musical alucinante, pero incapaz de dejar descendencia. Es, además, un magnífico y excepcional fósil guía que reconstruye las tendencias que confluyeron, a mediados de los '90, en principio, entre la música electrónica y el hip-hop.

Trip-hop de catálogo.

Archive, desconocido para mí hasta hace unos días, practicó trip-hop en sus inicios, pero como mandan los cánones del género, pronto lo abandonó. Darius Keller y Danny Griffiths son el núcleo de esta banda londinense que, formada en 1994 con la incorporación de la vocalista Roya Arab y el rapero Rosko John, editó un disco, LONDINIUM, y en seguida se disolvió. Otra rara avis. Nos dejaron, éstos cuatro músicos, un disco delicioso de auténtico y genuíno trip-hop. Keller y Griffiths, de todas formas, han dado continuidad al proyecto con otros colaboradores, sacando al mercado más de media docena de Cds más, eso sí, en otra linea musical. LONDINIUM es el disco (nunca mejor escrito, con mayúsculas).

El trip-hop de Archive no es como el de Massive Attack o Portishead: las mareas musicales encontradas no armonizan tan majestuosamente como en los padres del género. Las bases no resultan tan definitorias del tema; son más neutras, y permanecen un tanto camufladas bajo arreglos de tinte algo más clásico que en Portishead o en Massive Attack. El ritmo creado es el habitual downtempo del trip-hop y del acid-jazz: un latir elegante y accesible, pero preparado para ser lanzadera de un rapeo, con ligero acento africano-caribeño. Por otro lado, el juego vocalista combina el rap con la voz melódica femenina, más en la linea de Lamb que en la de Beth Gibbons, de manera un tanto segregada. En cierto modo parece como si todavía no hubieran tomado la decisión de qué vía escoger, como si su música avanzara con el pie sobre el freno, atenta y consciente de la cercanía de una bifurcación insalvable.

LONDINIUM, de todas formas, cumple con creces con la 1ª característica indispensable para hacer buen trip-hop: la elegancia. Nobleza de ambiente, ritmo lento pero seguro, henchido de brillantes y pulidos secretos, y una combinación vocalista que, pese a mi quisquillosidad desquiciante, es fantástica. El rap y la voz melódica se combinan a la perfección en So Few Words, Darkroom y el Last Five (caso aparte el de Londinium, que va más allá). Incluso en otros temas, cuando aparecen por separado, entonan el mismo juego: timbres dulces, calmados discursos, seducción lenta y encanto; pieles delicadas para un trip-hop de escaparate. Porque Archive da un poquito de todos aquellos elementos que, unidos como en una fórmula alquímica, hicieron posible que se hablara de este género, pero solo a modo de catálogo. Bases de hip-hop en downtempo, homenaje a los clásicos del jazz y del soul, acid-jazz (Headspace) y electrónica derivada, o atraída por, voces melódicas y seductoras (mejor si son femeninas), el imprescindible sombreado del rap, scratches, samplers, sintetizadores y, por supuesto, la innata elegancia necesaria.

Archive es genuíno porque no imita a nadie: es su trip-hop. En una linea muy cercana al dogma de Bristol, los de Londres son más hip-hop alternativo cuando rapea Rosko John, y más acid-jazz, con base en lugar de instrumentación (salvo en Headspace que sí es plenamente acid-jazz), cuando canta Roya Arab. El único pero es que el valle entre esas dos tendencias, ese utópico lugar que llamamos trip-hop, en Archive, resulta un tanto menos fertil. Por tanto, en mi opinión, el disco sube de nivel con los temas más raperos (más que con la aportación de la cantante). Entre otras cosas por ese tenue olor a Fugees que tanto me gusta del tema Londinium. Y del otro lado, de la ladera del acid-soul, destaca Nothing Else, que pese a sonar musicalmente más a Lamb o a la noruega Beady Belle, tiene ese encanto teatral que tanto caracteriza a Beth Gibbons.

LONDINIUM no tendrá la sólida definición interna del Blue Lines, del Dummy, del Maxiquaye, del Portishead, o del Mezzanine, pero conecta tanto genéticamente con ellos como yo con mis primos gallegos. Tienes la misma sensación de privilegio al escucharlo. La sutileza, el ritmo sofisticado, la selecta atmósfera, el estilo, son conceptos que Archive domina con esta primera formación. Lo que viene después me interesa como una décima parte. LONDIMIUM ha entrado en el aristocrático saco del trip-hop auténtico cuando ya casi lo daba por cerrado. Lo cual me lleva a la siguiente conclusión: puede que el trip-hop haya muerto a día de hoy (certificaron su muerte los propios creadores con el Third y el Heligoland), pero la arqueología musical todavía puede rescatarme algunas piezas hasta ahora desconocidas. Suerte que la música es infinita.




YUCK



Pop veraniego en primavera.

Penetrar en el álbum de debut de Yuck puede resultar un ejercicio un tanto deconcertante. Es como si abriéramos una vulgar cebolla y, capa tras capa, su naturaleza cambiase del blanco al morado; limpia, sin mezclas chirriantes, ni colores de aguachirri. Llevo un mes escuchándolo y aún no sabría decir si los londinenses son poperos que coquetean con el viejo grunge, o ruidosos amantes de noise domados a golpe de cercana influencia. YUCK, de todas formas, es el debut de un grupo muy prometedor (preseleccionados para el BBC Sound of 2011), que volverá en breve a nuestro país (Primavera Sound y Día de la Música de Madrid).

Si las primeras notas del Belong de The Pain of Being Pure at Heart suenan a Smashing Pumpkins, las del YUCK de Yuck suena a Sonic Youth. Get Away tiene la de cal y la de arena: la suciedad de un bajo que se clava, de la voz enjaulada, y de una guitarra afinada en el tono de Seattle, y la suave textura de una batería pop, con pandereta, y de la otra guitarra, cálida y serena. Nada Surf son maestros en combinar esas dos facetas, pero Yuck se ofrecen, con The Wall, Shook Down y Sunday, como dignos competidores de los norteamericanos.

Y cuando nos acomodábamos en ese plácido pop-rock de cálidas acústicas, rompen el molde con Holing Out, recordándonos a base de distorsión que son británicos, súbditos de su majestad. Lo bueno de Yuck es que sus canciones no son complejas, pero tienen estructuras ricas, y elementos compositivos refrescantes y muy interesantes. En ese sentido, y sobre todo en Suicide Policeman y Georgia, recuerdan un poco a Yo La Tengo y a The Pains of Being Pure at Heart: un pop veraniego en primavera, maduro desde las raíces, con un dúo en stereo de géneros que da paz y esperanza, y un brillo profundo y firme desde el fondo de la sencillez.

A la altura de la pista 8 estoy casi convencido de que, en realidad, se trata de otro disco más de pop, de un grupo que se supone que viene a salvar el rock. Y desde luego que podrían hacerlo...si hubiera algún rock que salvar de algo. Pero entonces Operation irrumpe en escena, y vuelve la confusión. ¡Bendita confusión! Acordes, estrofas y distorsiones que recuerdan a Dinosaur Jr, a Pavement, a Sonic Youth. Son como pequeñas pepitas de metal duro entre suelo arcilloso.

La polivalencia musical de Yuck queda clara en el cierre del álbum. Rose Give A Lilly, en plano instrumental (el temita podría ser de Piano Magic, Mogwai o Explosions In The Sky perfectamente), y Rubber, por la occidua y gruesa distorsión, están más cerca del post-rock que del sonido general del disco en sí. Demuestran, en general, buenas dotes en el susurro melódico, y detalles de un noise muy rejuvenecido que no desdibujan el tierno sabor de boca colectivo del Cd. YUCK sabe a varias cosas, pero todas están ricas y combinan bien, tanto en el plato como en el estómago.

Estoy deseando que Yuck le de la razón a la BBC. Su disco es bueno, con repertorio suficiente como para enganchar al público con su ruido alegre y destensado. Volveremos a comprobarlo el sábado 28 de mayo en Barcelona, y el domingo 19 de junio en el Matadero de Madrid. Espero que con ellos dé comienzo, (no) oficialmente, el verano en la capital.





SHOUT OUT LOUDS



Cuando el sol sale por el norte.

Con el sonido de los semáforos del Mario Kart poniéndose en verde arranca el primer trabajo de Shout Out Louds, una banda sueca de indie-pop que presentó, hace una semana en Madrid, su tercer álbum. Ya han dado varias vueltas al circuito, y el bólido parece tener buena salud. Pero sin duda alguna, me quedo con ese acelerón de sus primeros tiempos, con este HOWL HOWL GAFF GAFF: uno de esos discos humildes que alcanzan la repercusión que merecen.

Lo editó el sello Bud Fox Recording, en su Suecia natal, en 2003; y sonaba tan bien que dos años después EMI lo reeditó y distribuyó por EEUU, UK y Japón. Ahora están en Merge Records, y el productor de su último álbum, Work, es ni más ni menos que Phil Ek, genio creador de los tres Cds de Band of Horses, por ejemplo, o del alucinante debut de Fleet Foxes. ¡Casi nadie al aparato, oigan! Han crecido, desde luego. No pretendo hablar aquí de la evolución de Shout Out Louds: no es que no me guste, pero me interesa mucho menos. Porque es que con un álbum de debut así es normal perder la inocencia, y aspirar a más; pero cuando el secreto está en la propia humildad, en esa inocencia perdida, ahora parece como si algo, casi desde el principio, ya estuviera acabando.

Our Ill Wills y Work son muy buenos Cds, pero HOWL HOWL GAFF GAFF tiene todavía el olor a nuevo del plástico para envolver, que no tiene precio. No tiene los arreglos y recovecos musicales de los otros dos, carece de complejidad, e incluso de pretensión: parece realmente hecho por amor al arte. Quizá no sea justo definirlo así, pero cuando no se tiene mucho que decir, es mejor hacerlo de forma sencilla, directa y honesta: así es HOWL HOWL GAFF GAFF. Pero cuando se adorna mucho un discurso corto, aunque haya crecido, pierde un poco su esencia, y lo realmente bueno y autóctono se hace menos visible.

El estreno de Shout Out Louds rebosa vitalidad, pero con esa encantadora moderación nórdica que tan de moda está. Evitando comparaciones, el sonido de estos chicos de Estocolmo bebe mucho del pop británico, y un poquito del nuevo indie-folk de Estados Unidos. El resultado es un sonido alegre, despreocupado y muy fácil de digerir; un pop de animada tranquilidad, que no da lugar a decaimientos y agorafobias (salvo en Go Sadness). Una música 100% primaveral, pero no agotadoramente frondosa, como está siendo la primavera en Madrid, sino simplemente florida, fértil y bonita.


Cualquier disco que se abra con The Comeback merece ser escuchado hasta el final. El placer que segrega ese sencillo punteo, tras cuatro notas bien puestas, resume el espíritu del HOWL HOWL GAFF GAFF. Pero es que luego va Very Loud, de batería de grandes praderas, y un trote solo digno de los abanderados de un combate. En el Cd brillan muy por encima de las demás estos dos temas inaugurales, There's Nothing, A Track And A Train (pero es que los dúos femenimo-masculino de esta guisa me vuelven loco) y, sobre todo, Please Please Please, con una pareja de guitarras que se llevan mejor que nunca. Las gardenias crecen rápido con lo mejor de Shout Out Louds.

Últimamente nos llegan muchas cosas buenas del norte europeo. El twee pop está de moda en tierras escandinavas. No es que Shout Out Louds sea lo mejor de entre todo ese material, pero sí es uno de esos grupos que parecen brotar con las lluvias de abril. Curioso que me tengan que venir a traer el sol unos chicos tan del norte.




WHITE LIES



La purpurina no alimenta, pero engorda.

Dicen que un clavo se quita con otro clavo; y que un amor se cura con otro amor. Pero aunque nunca llegase a considerarlo desamor, propiamente dicho, sí es verdad que White Lies han venido a llenar un importante vacío dejado por The Killers, hace ya unos años. Al menos para mí. Luego es posible que abandonen, como hicieron los de Las Vegas, el sonido radiante, vertical y ligeramente insolente con que han debutado, pero al menos nos habrán dejado un disco por el cual ya merecerían ser recordados. TO LOSE MY LIFE... tiene ingredientes para todos los gustos.

White Lies son británicos, y se nota. En cierto sentido están más cerca de los Editors, e incluso de Joy Division, que de lo que hicieron los Killers en su primer álbum, Hot Fuss. Tiene un eco oscuro, como el de un escenario vacío, pero lleno de una brillante y deslumbrante dignidad. De esa de la que hablaba Freddy Mercury en The Show Must Go On, lleno de esa extraña sensación de estrellato glamuroso que, según mi oído y mi opinión, ha terminado arruinando la propuesta de los Killers. En TO LOSE MY LIFE... ese brillo aún está al nivel de las entrañas del grupo, no se les ha subido a la cabeza. Pero claro, tampoco mueven aún lo que los norteamericanos.

Lo cierto es que White Lies tiene bastantes opciones de convertirse en una banda popular a corto o medio plazo. Pese a no tener unas críticas especialmente positivas, su sonido es muy directo y claro, y si te gustan a la primera escucha, garantizan saciar tu apetito.

La música de White Lies está compuesta funamentalemente por tres sabores predominantes (muy simbólica, pues, la portada). Las estructuras, que suelen ser, como decía antes, verticales, siempre van hacia arriba, y sin demasiada floritura: son directas, desvergonzadas y atrevidas. Perfectas para levantar voluntades. Destaca también el regusto a Inglaterra en su batería, en ese ritmo cuadriculado y de pasitos cortos. Un compás que, de hecho, también nos eleva y nos lleva en volandas. Con el latir y el espíritu de la que parece ser, pero nunca es, última canción de una fiesta inolvidable, que llega al amanecer, que no puede acabar nunca, que ya empieza a ser mítica. Sin demadres, pero estando al 100%; cantando al 100%.

Porque el tercer ingrediente que hace de White Lies un producto muy apetitoso es la plena voz de Harry McVeigh. Siendo como es tan grave y profunda, luce mucho cuando pega esos potentes y pulidos saltos. Llenos de seguridad, los saltos de voz de Harry hacen que el público se crea capaz casi de cualquier cosa. White Lies es esperanza pura y ánimo, es fe en las propias posibilidades, de ahí que el TO LOSE MY LIFE... parezca una enorme flecha hacia las nubes de tus propios sueños, hacia lo más alto de tus íntimas espectativas; hacia ese escenario donde (como decía el odioso anuncia de Seguros Ocaso) se representa la obra de tu propia vida.

Y el show, como ya sabemos, siempre debe continuar. Mercury estudió en el barrio londinense de donde son originarios White Lies. En Earling hay también uno míticos estudios de cine, uno de los primeros del mundo, propiedad de la BBC entre 1955 y 1995, donde se grabó, entre otras muchas, la inconmensurable The Ladykillers (El quinteto de la muerte). Espero que esas referencias guién a White Lies por el buen camino, que mantengan el brillo del estrellato en las entrañas y en la portentosa garganta de Harry McVeigh; espero que no les consuma la parafernalia de brillantina del espectáculo que ha devastado las buenas bases de The Killers o Muse. TO LOSE MY LIFE... tiene ya suficiente carne y condimento. White Lies es nutritivo, y la purpurina no alimenta, pero engorda.







THE PAINS OF BEING PURE AT HEART



El principio de algo serio.

Al levantar la mirada del suelo, cualquiera de estas tempranas tardes de primavera, solo veo a The Pains of Being Pure at Heart. Hace una semana declaraba mi amor caduco a The Joy Formidable, pero ya sabía que era polvo de dos noches. Esto es muy distinto: ¡A los neoyorquinos les quiero hacer un hijo! Acababa de escuchar por primera vez había su anterior Cd, y los pospuse para poder amar antes un poquito a los galeses. Pero ya sabía que mi corazón miraba hacia otro lado. "Yo la tengo", me decía, "tienen lo que tienen ellos". Me he lanzado directamente a la confirmación, porque ya es uno de los discos del año; porque han dado la talla de sobra, porque esto ya es una realidad. The Pains of Being Pure at Heart será, con toda seguridad, una de las bandas importantes de esta década que ahora empieza.

Su homónimo primer álbum es increíble. Es el pasmo de ver a alguien debutar con las tablas de quien lleva 20 años tocando, y no de cualquier forma. Te preguntas qué había antes de ellos. Es como aquellos primeros partidos de Sergio Busquets. Te parece que ya antes de que existieran, los echabas de menos, y te parece también mentira que no notaras el inmenso vacío de su ausencia, ya antes de que nacieran. Son todo temazos en el The Pains of Being Pure at Heart, y con una personalidad que asusta. Una fluidez y una claridad que hacen absolutamente necesaria la siguiente nota. No es solo su armónico pop alternativo, de elevadas influencias, es la seguridad que desprenden en cada estrofa, en cada estribillo: aunténticos himnos. Brillantes piezas de sencilla orfebrería, fina y suave, de impecable ejecución y frescura infinita.

The Pains of Being Pure at Heart me produce la misma sensación que Yo la tengo, y eso es genial. Aportan ese mismo desequilibrio que te hace libre. Los tonos del dúo (siempre femenino y masculino) entonan hacia arriba, siempre hacia el mismo sol al que apuntan las voces de los de Jersey. Puede que el primer trabajo sea más compacto y enmarcable. Y puede que con el segundo Cd comience a desflorar el inmenso abanico que los Pains tienen guardado en la chistera. En el BELONG dejan un poco atrás el acento a The Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine, Ride, Stereolab, o a los mismos Yo la tengo. Es cierto, el primer tema de su regreso suena tremendamente a Smashing Pumpkins (de 'El Primer Disco Era Mejor'), pero sobre todo, empiezan a sonar a The Pains of Being Pure at Heart.

BELONG está solo una décimas por debajo del primer álbum, en mi opinión, pero tiene importantes mejoras. Practicamente ninguna de las canciones, salvo Belong quizá, podría ser obra de otra banda. Han caracterizado aún más su sonido: un pop que combina a la perfección el bajo marcado del noise, la suciedad de guitarras que dibujan melodían dulces, con el acompañamiento líquido y cristalino de la acústica. Además, la timidez del teclado en el primer Cd da paso, en esta segunda entrega, a una acertadísima utilización de la electrónica, de clara vocación orquestal, como en Arcade Fire, por ejemplo. Un requisito casi imprescindible a estas alturas. My Terrible Friend y, sobre todo, Heart In Your Heartbrake y The Body, son prueba feaciente.

Hacia el final pierde un poco de fuerza, es cierto. Pero un principio tan arrollador suele traer consigo esa consecuencia. Belong, puro rock de los '90; Heaven's Gonna Happen Now, el nuevo paradigma de pop alternativo de los Pains; Heart In Your Heartbrake y The Body, la eclosión de la electrónica orquestal contagiada; y tras un bonito tema neutro, Even In Dreams: la prueba estable de la madurez musical. El resto del disco, aunque también sobresaliente, no destila tantísima calidad; pero siempre atenta contra esa ceñida y limitada etiqueta de pop aternativo, que se cierne sobre ellos.

El exito de una banda como esta reside en unas melodías siempre sorprendentes y originales, pese a la sencillez; en una batería que se anticipa a tus deseos, que marca el ritmo de tus pensamientos; en una guitarra cuyo rasgueo rasca tu piel, que es el grito interno de nuestra propia garganta; en esa humildad mezclada con contundente seguridad, con firme presencia. BELONG es la confirmación perfecta. Desde Arcade Fire no encontraba algo así. Por eso estoy convencido de que también, como los canadienses, The Pains of Being Pure at Heart marcarán la naciente década.