Hay sonidos que nunca pasarán de moda, y grupos que parecen impermeables al envejecimiento y al olvido. 20 años contemplan a Nada Surf y, aunque ya no sean unos chavales, mantienen incólumes aquellos atributos musicales que les llevaron al estrellato, allá por los años ’90, dentro de un panorama grunge ya en plena extinción. Nadie ignora el hecho de que en su evolución han ido dejando atrás parte del escozor que caracterizó sus inicios: la aspereza en la distorsión y, sobre todo, esa actitud levemente torva y sesgada de la que hacen gala en High/Low, se rebajaron hace ya un tiempo en favor de un cromatismo mucho más amplio y lozano. Hoy en día puede que no hagan nada especialmente nuevo en cuanto a la composición, pero al menos en directo demuestran tener, aparte de mucho oficio y simpatía, un gran control sobre la producción de su propia música.
El gancho que siempre han tenido en nuestro país se debe, probablemente, a que Dani Lorca, el bajista, es originario de Vigo; pero luego se han ganado el favor del público local tocando innumerables veces aquí, haciendo siempre gala de una humildad y una cercanía que nos hacía pensar que eran uno de los nuestros. El éxito en Santiago de Compostela, Madrid, y el de ayer noche en Barcelona atestigua, una vez más, que para mucha gente Nada Surf sigue siendo un icono sano del buen rock. Porque aunque pasen los años, y aunque traten de no vivir de las rentas sin fracasar del todo, siguen siendo ellos mismos: siguen transmitiendo con sus temas emblemáticos sensaciones que la gente guarda en su imaginario personal, como oro en paño, a modo de banda sonora de los buenos momentos. Anoche en Apolo se veían los días de verano a través de los ojos del público.
En mi opinión, uno de los principales secretos de la buena salud de la banda, ahora que presentan el que es su 7º álbum de estudio, The Stars Are Indifferente To Astronomy, reside en la vitalidad que aporta el tono de voz de Mateo Caws. Demasiado esperanzado para la escena que les vio nacer, y quizá con la inocencia de quien es impermeable al tiempo y a la ira, el neoyorquino se ha proyectado mejor en un rock más amable, en ocasiones tildado de power-pop, aunque con un marcado acento propio, y sin dejar nunca de alimentar su genética distorsionada. No obstante, cuando en el segundo de los bises sonó la inolvidable Popular, percibimos su falta de costumbre.
Otro de los secretos del sonido de Nada Surf en directo es que desde que empieza el concierto puedes oler su amistad. Parece una tontería, pero cuando pasan casi desapercibidos el mismísimo Martin Wenk (el multi-instrumentalista de Calexico) y Doug Gillard (de Guided By Voices, entre otros), acompañantes de gala en esta minigira española, por algo será. El trío original tiene una compatibilidad compacta y trabajada. El primero, de todas maneras, destacó con la trompeta embelleciendo aún más 80 Windows, y contribuyendo al ejercicio de motivación con que cerraron el concierto, en la coreada (a petición expresa de Caws) Blankest Year. Pero durante las casi dos horas y veinte canciones que duró el recital, los Nada Surf siguieron siendo tres. Saben lo que gusta, y se mantuvieron fieles y reconocibles.
Cuentan con un buen puñado de canciones que todo el mundo se sabe, y las administran como buenos expertos que son. La primera hora sirvió para presenta su último trabajo, con notables excepciones como Weightless: abrieron como en el Cd, con Clear Eye Clouded Mind y Waiting For Something una detrás de otra. Para la segunda parte quedó el repaso que hicieron a sus anteriores trabajos, con especial atención al Lets Go: para cuando When I Was Young, la balada del último disco, dio paso a la dupla The Way You Wear Your Head – Hi-Speed Soul, concidiendo probablemente con el momento más candente de la noche. Dejaron para los bises el momento acústico de Blonde On Blonde, el hitazo de Always Love, y la ya mencionada Popular.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Escucha el setlist del concierto en Spotify.
También disponible en Alta Fidelidad .
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