Música para contar, una a una, todas las estrellas del cielo.
Parece que todo marcha bien en el matrimonio Sparhawk-Parker. Low, tras casi 20 años de carrera y 9 discos, muestra una salud envidiable. C'MON probablemente no sea su mejor disco, pero sí que se sitúa entre los tres o cuatro imprescindibles de esta pequeña gran banda de Minnesota. Muchos de nosotros entramos en contacto con ellos cuando firmaron con SubPop, cuando editaron de su disco más emblemático, The Great Destroyer, allá por 2005. No obstante, y aunque resulte curioso e incluso paradójico, opino que éste no sería tan buen Cd si no se caracterizaran los Low por un sonido algo diferente. Aquél fue, y sigue siendo, la nota de excepción en la trayectoria de un grupo que encarna mejor que nadie la etiqueta slowcore: más apertura y efectos, mucha más distorsión y, sobre todo, más materia y substancia. Y este C'MON es, probablemente, el disco que más se acerca a aquel hito, pero esta vez sin salirse de sus propios cauces.
Al decir materia y substancia, entiéndaseme, me refiero a contenido musical real y físico. No quiero decir que los demás Cds estén vacíos de contenido de calidad, ni que sean superficiales; todo lo contrario. Si por algo destaca Low es por la gran capacidad de concentración minimalista que tienen. Solo ellos saben verter tanta intensidad, tanta tensión y pasión en tan pocos movimientos instrumentales; a veces en un solo fraseo de guitarra, repetido carnalmente hasta la saciedad. Los Low nunca tienen prisa, parece la música más apropiada para contar, una a una, todas las estrellas del firmamento. Nunca se aceleran, ni se precipitan; a veces ni siquiera parece que estén contando gran cosa, o que lo que dicen, lo dicen usando poquísimas palabras, como un discurso claro y básico, planteado de la manera más firme, y a la vez tranquila, sosegada. The Great Destroyer, sencillamente, parece tener más amplitud narrativa, pero a la vez, parece indistinguiblemente más enrevesada que de costumbre.
Poco a poco, además, hemos visto disminuir cierta pesadumbre en el sonido de Low: como si las nubes, a medida que las canciones sin estribillo y de estructura suelta se repiten casi a modo de mantra, o de simple e intenso koan, se fueran disipando. Son la pura terapia de la paciencia, una fuerza de erosión benigna que muy despacio te va carcomiendo las resistencias, te lima las durezas y te cicatriza las heridas del roce del día a día. Con el tiempo su austeridad, aunque se ha mantenido en la base teórica y conceptual del trío (aparte del matrimonio Sparhawk-Parker, Steve Garrington toca el bajo), se ha coloreado con tintes más vivos, y la luz, poco a poco, ha ido ganándole terreno a la oscuridad. Aunque también puede ser, claro está, que sean nuestras pupilas las que hayan ido acostumbrando a la noche; tal vez sigue su planteamiento fatalista y derrotado, como el lamento de un triste encarcelado de por vida, pero nuestra percepción ya está preparada. En cualquier caso, en el C'MON encontramos bastantes momentos que evocan cierta esperanza, o al menos una actitud menos mortuoria y sentenciada.
Desde el primer instante percibimos una atmósfera más distendida y despreocupada, menos sombría que en otros Cds, aunque sin llegar al desahogo, más o menos visceral, del The Great Destroyer, ni a la fantasía compositiva de Retribution Gospel Choir (la otra banda que componen Sparhawk y Garrington). El xilófono de Try To Sleep nos avisa de que esta vez el techo de Low es bien alto, y que la temperatura en tierra es de noche de verano costero. El dúo de voces, además, apunta al cielo, no susurran ni se quejan. En una estructura delicada y sutil, aunque más convencional, los Low abren un Cd que acerca su obra más destacable al grueso de su trabajo. C'MON tiene substancia porque hay mayor riqueza instrumental. You See Everything, por ejemplo, arranca con un piano que es capaz de destensar la implacable guitarra de Sparhawk. El juego vocal, además, todavía apuntando alto, queda reservado a Mimi Parker, que siempre arropa más.
Llegando a la pista 3 nos encontramos con el primer gran temazo del disco: Witches. A parte del banjo que aparece a mitad de canción, y del remarcado ritmo grave que encuentra su equilibrio en la paz que rezuman las notas elegidas, es un tema en el que el grupo muestra todas sus cartas: la estructura parca y unidireccional de siempre, pero con la materia que proporciona una leve distorsión en la guitarra y un plato cuadrando el compás; las pinceladas gordas y rectas de siempre, pero más esponjosas; las señas de identidad de Low, pero un desarrollo sorprendente. Y no tiene precio el punteo de balada inolvidable que se marca Alan Sparhawk, en una variación casi inédita en los de Minnesota.
De ser así todo el Cd, seguramente, estaríamos ante uno de los álbumes del año pasado, pero no todas las canciones dejan tan fantástico sabor de boca. Done, por ejemplo, es la evolución esperada de unos Low previsibles, más relajados: pero suena más al antídoto frente a su tono funerario que a ese punto nuevo que se respira en los primeros temas, y en algunos otros. En este caso, parece más una iluminación forzada, o una calentura en microhondas, que el deshielo paulatino que se produce con el curtir de los rayos del sol. Especially Me, no obstante, viene rápido al rescate. Es otro de los temazos. Vuelve el Low más ortodoxo y característico, pero las trazas de restauración anímica y de terapia exitosa, parece que ya no desaparecerán de la fórmula de su sonido: el arpegio acaba en alto y el dúo vocal aún estira más la vista hacia las estrellas. Sigue siendo un canto melancólico, pero parecen haberse purgado de pecados, y tal vez sus almas se vayan y descansen en paz. La batería honda y los arreglos sublimes de cuerdas, así como el desarrollo floreciente de la estructura, hacen del tema una auténtica bandera del ligeramente renovado sonido de Low.
Pero a partir de aquí el Cd es más flojo. $20 recuerda al Low de siempre y uno siente que vuelen a las andadas: unas andadas, eso sí, que siempre nos gustaron. Pero esa miel que segregaban y que se nos pegaba a los labios en la primera parte del Cd parece habérseles acabado. Vuelve la austeridad, el minimalismo, la alta tensión e intensidad concentradas en un rasgueo repetitivo y recargado de pasión y mensaje. Majesy/Magic, aunque con una evolución poderosa y sobrecogedora, es como recaer en la depresión, es un bajón de tristeza que pervierte el buen ánimo del resto del Cd. En Nightingale, de hecho, se nota que aunque vuelven a echarle luz al asunto, efectos narcotizantes y curativos, el tono ya será irremediablemente tristón por lo que queda de Cd. Parece el típico paciente depresivo que, en el fondo, se esfuerza por recaer siempre una y otra vez y no recuperarse nunca.
Pese a todo, el C'MON nos reserva aún una última sorpresa: Nothing But Heart, un larguísimo tema de evolución esperanzadora que suena a emotiva y enriquecedora despedida. Pocas veces vemos a los Low planear tan felices por el cielo despejado de su propia composición. Es otro poquito de miel. Diría yo que vuelven los síntomas de recuperación moral y anímica en la banda de Minnesota, incluso para quedare, pues ganan en puntos a su otra versión, más típica y desgastada. Pero siempre, y así lo espero yo al menos, volverán a las andadas. Aunque Something's Turning Over suene a recuperación total, a último día de terapia curativa, de retiro de saneamiento mental y emocional para luchar contra la tristeza endémica, sabemos que el ánimo de Low siempre vuela bajo; y que antes o después volverán al terreno fangoso donde nacen sus canciones.
Al decir materia y substancia, entiéndaseme, me refiero a contenido musical real y físico. No quiero decir que los demás Cds estén vacíos de contenido de calidad, ni que sean superficiales; todo lo contrario. Si por algo destaca Low es por la gran capacidad de concentración minimalista que tienen. Solo ellos saben verter tanta intensidad, tanta tensión y pasión en tan pocos movimientos instrumentales; a veces en un solo fraseo de guitarra, repetido carnalmente hasta la saciedad. Los Low nunca tienen prisa, parece la música más apropiada para contar, una a una, todas las estrellas del firmamento. Nunca se aceleran, ni se precipitan; a veces ni siquiera parece que estén contando gran cosa, o que lo que dicen, lo dicen usando poquísimas palabras, como un discurso claro y básico, planteado de la manera más firme, y a la vez tranquila, sosegada. The Great Destroyer, sencillamente, parece tener más amplitud narrativa, pero a la vez, parece indistinguiblemente más enrevesada que de costumbre.
Poco a poco, además, hemos visto disminuir cierta pesadumbre en el sonido de Low: como si las nubes, a medida que las canciones sin estribillo y de estructura suelta se repiten casi a modo de mantra, o de simple e intenso koan, se fueran disipando. Son la pura terapia de la paciencia, una fuerza de erosión benigna que muy despacio te va carcomiendo las resistencias, te lima las durezas y te cicatriza las heridas del roce del día a día. Con el tiempo su austeridad, aunque se ha mantenido en la base teórica y conceptual del trío (aparte del matrimonio Sparhawk-Parker, Steve Garrington toca el bajo), se ha coloreado con tintes más vivos, y la luz, poco a poco, ha ido ganándole terreno a la oscuridad. Aunque también puede ser, claro está, que sean nuestras pupilas las que hayan ido acostumbrando a la noche; tal vez sigue su planteamiento fatalista y derrotado, como el lamento de un triste encarcelado de por vida, pero nuestra percepción ya está preparada. En cualquier caso, en el C'MON encontramos bastantes momentos que evocan cierta esperanza, o al menos una actitud menos mortuoria y sentenciada.
Desde el primer instante percibimos una atmósfera más distendida y despreocupada, menos sombría que en otros Cds, aunque sin llegar al desahogo, más o menos visceral, del The Great Destroyer, ni a la fantasía compositiva de Retribution Gospel Choir (la otra banda que componen Sparhawk y Garrington). El xilófono de Try To Sleep nos avisa de que esta vez el techo de Low es bien alto, y que la temperatura en tierra es de noche de verano costero. El dúo de voces, además, apunta al cielo, no susurran ni se quejan. En una estructura delicada y sutil, aunque más convencional, los Low abren un Cd que acerca su obra más destacable al grueso de su trabajo. C'MON tiene substancia porque hay mayor riqueza instrumental. You See Everything, por ejemplo, arranca con un piano que es capaz de destensar la implacable guitarra de Sparhawk. El juego vocal, además, todavía apuntando alto, queda reservado a Mimi Parker, que siempre arropa más.
Llegando a la pista 3 nos encontramos con el primer gran temazo del disco: Witches. A parte del banjo que aparece a mitad de canción, y del remarcado ritmo grave que encuentra su equilibrio en la paz que rezuman las notas elegidas, es un tema en el que el grupo muestra todas sus cartas: la estructura parca y unidireccional de siempre, pero con la materia que proporciona una leve distorsión en la guitarra y un plato cuadrando el compás; las pinceladas gordas y rectas de siempre, pero más esponjosas; las señas de identidad de Low, pero un desarrollo sorprendente. Y no tiene precio el punteo de balada inolvidable que se marca Alan Sparhawk, en una variación casi inédita en los de Minnesota.
De ser así todo el Cd, seguramente, estaríamos ante uno de los álbumes del año pasado, pero no todas las canciones dejan tan fantástico sabor de boca. Done, por ejemplo, es la evolución esperada de unos Low previsibles, más relajados: pero suena más al antídoto frente a su tono funerario que a ese punto nuevo que se respira en los primeros temas, y en algunos otros. En este caso, parece más una iluminación forzada, o una calentura en microhondas, que el deshielo paulatino que se produce con el curtir de los rayos del sol. Especially Me, no obstante, viene rápido al rescate. Es otro de los temazos. Vuelve el Low más ortodoxo y característico, pero las trazas de restauración anímica y de terapia exitosa, parece que ya no desaparecerán de la fórmula de su sonido: el arpegio acaba en alto y el dúo vocal aún estira más la vista hacia las estrellas. Sigue siendo un canto melancólico, pero parecen haberse purgado de pecados, y tal vez sus almas se vayan y descansen en paz. La batería honda y los arreglos sublimes de cuerdas, así como el desarrollo floreciente de la estructura, hacen del tema una auténtica bandera del ligeramente renovado sonido de Low.
Pero a partir de aquí el Cd es más flojo. $20 recuerda al Low de siempre y uno siente que vuelen a las andadas: unas andadas, eso sí, que siempre nos gustaron. Pero esa miel que segregaban y que se nos pegaba a los labios en la primera parte del Cd parece habérseles acabado. Vuelve la austeridad, el minimalismo, la alta tensión e intensidad concentradas en un rasgueo repetitivo y recargado de pasión y mensaje. Majesy/Magic, aunque con una evolución poderosa y sobrecogedora, es como recaer en la depresión, es un bajón de tristeza que pervierte el buen ánimo del resto del Cd. En Nightingale, de hecho, se nota que aunque vuelven a echarle luz al asunto, efectos narcotizantes y curativos, el tono ya será irremediablemente tristón por lo que queda de Cd. Parece el típico paciente depresivo que, en el fondo, se esfuerza por recaer siempre una y otra vez y no recuperarse nunca.
Pese a todo, el C'MON nos reserva aún una última sorpresa: Nothing But Heart, un larguísimo tema de evolución esperanzadora que suena a emotiva y enriquecedora despedida. Pocas veces vemos a los Low planear tan felices por el cielo despejado de su propia composición. Es otro poquito de miel. Diría yo que vuelven los síntomas de recuperación moral y anímica en la banda de Minnesota, incluso para quedare, pues ganan en puntos a su otra versión, más típica y desgastada. Pero siempre, y así lo espero yo al menos, volverán a las andadas. Aunque Something's Turning Over suene a recuperación total, a último día de terapia curativa, de retiro de saneamiento mental y emocional para luchar contra la tristeza endémica, sabemos que el ánimo de Low siempre vuela bajo; y que antes o después volverán al terreno fangoso donde nacen sus canciones.
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