EARLY DAY MINERS



El lento transcurrir.

La zona de los Grandes Lagos pasa por ser, actualmente, uno de los epicentros más activos de la música independiente, tanto a un lado como al otro de la frontera. En concreto, en Bloomington, Indiana, se concentra un importante número de sedes de sellos, entre los que destacan Jagjaguwar y Secretly Canadian. Precisamente con esta última discográfica, los también nativos de esta pequeña cuidad, de menos de 80.000 personas, Early day miners, han hecho carrera dentro de la esccena slowcore en esta última década.

Hablar de este colectivo musical (así se definen ellos mismos) es hablar de un concepto sonoro relativamente poco conocido y, en general, poco valorado por la crítica. El slowcore o softrock se define con su propio nombre. Melodías lentas, guitarras sutiles, voces susurrantes, y capas y capas de texturas delicadas, suaves y tímidamente melancólicas. ALL HARMS ENDS HERE es, de entre sus seis discos de estudio, el mejor trabajo de esta banda norteamericana. En cierto modo, es el menos previsible de todos, el menos "paisajístico". El ambiente creado en él es más dinámico, profundo, real y es, seguramente, el álbum más narrativo. El ritmo, en general, sigue imitando el tik-tak de un gran reloj de pared, el latir pausado del corazón, el lento transcurrir de la vida misma.

Sin embargo, casi todos los temas se reservan para el final una variación, un solo flotando, lleno de dignidad y emoción, o un amargo requiebro hacia lados más oscuros donde, con la mirada y desde lejos, desmadejan el nudo del shoegaze. ALL HARMS ENDS HERE, junto con su siguiente Cd, Offshore, representan el punto cumbre de Early day miners. Éste último, coqueteando, sin salirse del slowcore, con formas muy originales de pop-rock progresivo. No obstante, precisamente al no tener ese leitmotiv recurrente, ALL HARMS ENDS HERE, acentúa e individualiza más cada canción. Éstas denotan mucha más personalidad, se notan más cuidadas, con texturas impregnadas de deliciosos arreglos florales, rebosantes de armonía: son un derroche de paz traducido en música.

Se trata de un Cd que irrevocablemente nos sugiere soledad. Tal vez sea por esa hipnótica capacidad que tiene para aislarnos del resto del planeta. O tal vez sea porque su sonido nos conecta directamente con la parte más dolida de nuestro ser, con la más vulnerable. Y porque la suave caricia, las sutiles pinceladas, y la envultura, tupida y tierna de su música nos basta para arroparno, precisa y solamente en soledad.

Cualquier parentesco con grupos como The american analog set, Low o los Arab strap del Philophobia son meras coincidencias. Coincidencia, eso sí, basada en la defensa y práctica de un mismo concepto musical: un rock introspectivo, que crece hacia dentro, pero que nos puede hacer viajar, con la mente y la evasión, exactamente a dónde queramos.


We know in part

Townes

All harms

LUSH



El efímero paso por el punto medio.

En 1996, en pleno apogeo del britpop, apareció el cuerpo de Chris Acland, batería de Lush, ahorcado en casa de su madre, último escondite de retiro y pozo de la depresión. Año y medio después la banda murió con él. Desaparecía así uno de los eslabones más importantes del puente, colgante, desenfocado y tenso, que unía el shoegaze con el pop (en la Era Nirvana, 1987-1994). Nos dejaron tres LPs, digna muestra de una clara evolución, y testigos clave del poder de influencia que el britpop, poco a poco, fue ganando en los primeros '90, fundamentalmente en Reino Unido. Las inofensivas sombras van desapareciendo de Lush, y el muro de sonido áspero (aunque nunca lo fue demasiado) va cediendo.

SPLIT, editado en 1994, es su segundo Cd: el poso necesario, el interfaz ineludible (si se me permite la terminología arqueológica). Porque, pese a la soberbia producción de Robin Guthrie (Cocteau twins), el sonido de Lush en Spooky, su primer LP, aún no está del todo definido. Es un compendio de buenas intenciones, pero de exagerada idolatría de calzador. Se nota que no desarrollan del todo su propia música: son el producto de la producción. SPLIT, sin embargo, concreta el medio-proyecto de Lush, asienta su propio concepto musical, convirtiendo su sonido en algo categóricamente bien definido: el perfecto axioma del dreampop.

El dúo de voces de Miki Berenyi y Emma Anderson (tras la marcha de Meriel Barham a Pale saints) sigue en el centro de la composición, en la que ambas se alternan, pero la relación entre melodía instrumental y vocal ha mejorado claramente. En el SPLIT, la larga sombra de Liz Fraser (cantante de Cocteau twins) se ha disipado. Ahora Berenyi y Anderson, como también venía haciendo Dolores O'Riordan, provocan una sensación bien distinta: son el sonido de una actitud más amarga, del conocimiento de un miedo ya irreductible hacia el abismo de la modernidad. Recordarían más al primer Cranberries, al del Everybody else is doing it, so why can't we?, si los de Limerick no padecieran tanto la anestésica influencia de U2, si no fueran tan irlandeses. Lush mantiene un suspense mucho mayor en el SPLIT. Y, fundamentalmente, aun siendo de los mejores ejemplos de dremapop, de pre-britpop, hace gala de ser un disco bastante rockero (sobre todo en Blackout y Undertow); potente y delicado, pesimista y luminoso: una música lúgubre y abovedada.

SPLIT es una foto fija, colgada en la pared de la nostalgia, que muestra uno de esos estilos que, en la antesala de los '90, comenzó la dilatación de las fronteras del pop y del rock. Poco más tarde volvería la contracción. De hecho Lovelife, su siguiente y último trabajo, se mueve por un terreno mucho mas angosto, reduciendo y subordinando la amplitud conceptual de su estilo al fuerte oleaje del britpop.

7 meses después del lanzamiento de su último álbum sobrevino la desgracia. Lush, paradigma de ese delicado dreampop, siempre en peligro de extinción.


Light from a dead star

Hypocrite

Undertow

STEREOLAB



Esta atractiva francesa de ojos oscuros es Laetitia Sadier. Cansada del rock producido en su país, y ansiosa por musicalizar sus comprometidas letras, acudió, allá por el final de los '80 a un recital de rock en París, donde enamoró al lider de una banda inglesa underground llamada McCarthy. De esa relación amorosa y musical, nació Stereolab.

Y es que la personalidad de este grupazo de post-rock(pop) depende mucho de la voz de esta reina del noise. TRANSIENT RANDOM-NOISE BURSTS WITH ANNOUNCEMENTS, su tercer álbum (el segundo editado en 1993), el primero con sello importante, en una buena muestra de hasta dónde llegó el grunge británico (si es que eso existe...) a principios de los '90. Lo cierto es que hay un punto de inflexión en la ya dilatada carrera de esta banda (que nunca fue un dúo): la inmparable marea eléctrica de los 4 primeros Cd desaparece con el aclamadísimo Emperor tomato ketchup (1996), dando inicio a una etapa más ecléctica y electrónica, y menos desquiciantemente postrockera. A mí, personalmente, me gusta más su primera etapa, y este TRANSIENT RANDOM-NOISE BURSTS WITH ANNOUNCEMENTS, el auténtico paradigma de un sonido, tan inconfundible como inclasificable.

Stereolab, en 1993, estaba muy cerca de muchas cosas. Su guitarra tensionada, cuyo rasgueo notas en la piel, estaba cerca de Sonic youth; su incansable dostorsión y su ritmo seco y abrasivo, cerca de los míticos My bloody Valentine; su ambientación de pop desafinado y transochado cerca de aquel maravilloso Darklands de The Jesus and Mary Chain; y su sonido lineal, repetitivo y tendente al trance, cerca del efecto shoegaze de bandas como Ride, Pale saints o Slowdive. Sin embargo, una de las particularidades que hacen de Stereolab uno de los grupos europeos más interesantes de los '90, es la utilización que hacen de teclados y órganos analógicos, algo anticuados pero, según ellos, más controlables. Sintetizadores Moog, órganos electrónicos Farisa y Vox (wikipedia) serán, sobre todo desde 1996, los elementos más definitorios del sonido de Stereolab. En TRANSIENT RANDOM-NOISE BURSTS WITH ANNOUNCEMENTS son tan solo un instrumento más que apoya sus melodías planas, solo aderezadas con las dulces subidas de tono de Laetitia.

No es un disco que se le pueda recomendar a todo el mundo. Es un sonido desgastado, repetitivo y, en casos extremos como Jenny Ondioline, realmente agotador. A excepción de Pack yr romantic mind, Pause y del tema que cierra el disco, Lock-groove lullaby, el resto de canciones son un derroche de electricidad, un infinito galopar sobre alambradas puntiagudas y algo oxidadas; una experiencia, por momentos casi catártica, pero por lo general, bastante perturbadora. En cualquier caso, una auténtica y genuina joya del rock underground británico de principios de los '90.


I'm going out of my way

Crest

Pack yr romantic mind

FILM SCHOOL



Temas que bien valen un disco.

Film school
es una banda californiana de rock alternativo que gira entorno a Greg Bertens. Al principio, de hecho, el grupo era solo él, contando con la colaboración esporádica de miembros de Pavement y del grupo Fuck. De este modo, en 2001, salió a la luz el Brillant career, su primer album. A partir de entonces, la banda se conformó de manera definitiva, pero siempre alrededor de Bertens.

Film school, tal como se presentan en su segundo álbum (de mismo nombre), es un grupo a medio camino entre el grunge de los años '90, y el rock-indie alternativo de los '00. Evidentemente, son mucho más enmarcables en la segunda etiqueta. El Cd se abre con una buena muestra: el single On & on, probablemente el mejor tema del FILM SCHOOL. Esta muestra de sonido envolvente es mayoritaria durante el resto del disco. Aunque no falta el exceso de distorsión, o momentos de cuasi desnudo de bajo y batería (Harmed, Pitfalls o 11:11); eso sí, sin el tono autenticamente grunge, ese constante tono de amenaza del Sonic youth de 1990. El FILM SCHOOL es una dulcificación de ese sonido, con texturas más cálidas, y guitarras tendidas en la noche oscura como las de Breet. Aquí, como en otras canciones, la voz hace un enorme esfuerzo por salir de su apatía.

Film school es una producción Baggers Banquet, un sello británico que en los '80 producía a Bauhaus y a jóvenes promesas del punk nacional, y que en esta última década y media ha apostado por bandas como The National, Calla, iLiKETRAiNS, Bowery electric o los siempre infravalorados Dream city film club. Hoy por hoy, es uno de los sellos más importantes e influyentes de la música indie, siendo además inspiradores del Beggars Group, donde también se cobijan XL Recording, 4AD, la filial adulta, y la norteamericana Matador. Una banda, por tanto, de buena familia.

El disco se cierra con tres temas relativamente convencionales. Un sonido entre los Pavement y I love you but I've chosen darkness, con ritmos y efectos propios del pop-rock alternativo de Twilight sad, Future of forestry o Turn off the stars. No obstante, bajo mi punto de vista, FILM SCHOOL es su álbum más auténtico y genuíno, quizá debido al constante cambio de músicos que se produciría a continuación. Un buen Cd.


On & On

Pitfalls

Breet

THE NATIONAL



No puedo evitar la comparación con Interpol, así que mejor será que empiece con eso. The National es una banda creada en NY por dos parejas de hermanos y un cantante con voz de barítono, originarios todos de Ohio. Su música me recuerda mucho a Interpol, es más, me recuerda al mejor Interpol de todos (según mi gusto y opinión): a ese oscuro sonido del Turn on the bright lights, al de temas como NYC, Hands away o Stella was a driver and she was always down. The National, en general, es un sonido mucho más cálido, tanto por la encantadora voz de Matt Berninger, como por la profundidad y el eco de sus instrumentos.

Me ha pasado que, con el paso de los discos, Interpol ha dejado de interesarme. Como grata consolación, me asombra ver la evolución de The National, y confieso que su HIGH VIOLET me ha convencido del todo a pasarme de bando. En realidad se trata de su 5º Cd, el tercero producido a lo grande, demostrando que, ahora sí, van en serio. Creo que, hoy por hoy, se trata de uno de los mayores referentes de un estilo que podríamos definir como rock indie americano altamente influído por el brit-pop: un sonido que Arab Strap regaló al mundo en su despedida, en ese increíble The last romance. The National es el mas digno heredero de ese concreto sonido, pausado y grave, melancólico, que llama a la reflexión.

HIGH VIOLET es un disco sin demasiados sobresaltos, mantiene un tono constante, con una batería bastante plana, unas guitarras muy bien educadas, y una sorprendente escasez de estribillos melódicos. Quizá esto último sea lo que resulta atractivo de The National: da igual como sea el ritmo de la canción, da igual que sea más o menos triste, la voz de Matt Berninger va a su ritmo, declamando poco a poco su discurso, evitando ostentaciones innecesarias, canta despacio, sin prisa. Y eso me encanta. Como ver la lluvia de esta tarde.

The National es un grupo muy recomendable para todos los amantes del poprock y de la música independiente; también para quienes hayan quedado decepcionados ante la evolución de Interpol, también para sus fans, claro. Alligator (2005), Boxer (2007) y este HIGH VIOLET (2010) se han convertido, para mí, en discos de referencia; y The National, en una de las bandas del momento. Lamentaría que su gira no les trajese por aquí.


Bloodbuzz Ohio

Sorrow

Converstion 16

TOKYO POLICE CLUB



Ya no nos resulta demasiado sorprendente que las nuevas promesas del rock independiente surjan de Canadá, un país que ha experimentado una auténtica eclosión de bandas de gran interés y aceptación en los últimos años. Hoy por hoy, y según Wikipedia, es uno de los países más activos dentro de la escena del rock alternativo. Digamos que la zona de los Grandes Lagos sigue siendo uno de los centros más importantes de producción de música rock. Desde Bloomington, Indiana, hasta Montreal o Toronto, al otro lado de la frontera, la música independiente tiene un buen terreno abonado donde desarrollarse plenamente, y con buenas perspectivas de exito comercial y de público.

Tokyo police club no es la recomendación del año, ni el grupo revelación, ni una promesa a tener en cuenta. Son simplemente una banda de pop-rock con un disco capaz de animarnos en momentos delicados. El CHAMP no pasará a la historia como un disco inolvidable, pero sí creo que (a quien le guste) recurriremos a él en alguna de esas situaciones de cambio, de nostalgia no invitada; en esos momentos tan contradictorios en los que se mezclan la alegría y la tristeza de la vida, del seguir caminando. En ese sentido, y salvando las diferencias, es comparable al genial Inside in/Inside out de The kooks. También me han recordado un poco, en Breakneck speed, al tono de Placebo, aunque sin esa malicia y acidez que siempre ha caracterizado a los de Londres.

CHAMP está compuesto a base de frases musicales muy sencillas y directas, donde algunos temas podrían servir perfectamente de himno para la banda sonora de una peli de vidas universitarias (canadienses, eso sí). Es un sonido muy juvenil, incluso en determinados momentos casi demasiado adolescente, infantil. Pero en la superficialidad de su música descansa gran parte de su atractivo. Como pasa con The kooks, Val Emmich, Wilco o Chavez (en un tono ya más grunge). Tokyo police club demuestra en este disco una clara evolución con respecto a su debut, demuestra una mayor claridad de ideas, un concepto musical más concreto, un sonido situado entre los Artic monkeys, Blonde redhead y 30 seconds to Mars. Más entretenido que interesante, de todas maneras.